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Busco su final recordado como traidor

carla_Ovando
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Synopsis
es una novela que explora los límites entre la vida y la muerte, las segundas oportunidades y el poder redentor del amor. Víctor, un joven universitario que lucha por superar su doloroso pasado, se ve atrapado en un trágico accidente que amenaza con arrebatarle la vida. Sin embargo, en sus últimos momentos, una misteriosa luz lo envuelve y le ofrece la oportunidad de regresar a la vida, bajo una condición: debe cumplir una misión desconocida.
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Chapter 1 - CAPÍTULO 1: MUNDO DESCONOCIDO

Antes de entrar en ese mundo desconocido, yo era solo un estudiante universitario a punto de graduarme. Sin embargo, todo cambió de repente. Al abrir los ojos, me encontré rodeado de extraños. Una mujer de aspecto amable y un hombre me recibieron con sonrisas tranquilizadoras.

 

Mis recuerdos comenzaron a regresar lentamente. Solía pasar mucho tiempo en el hospital visitando a mi abuela, quien estaba gravemente enferma. A pesar de todo, ella siempre me recibía con una sonrisa cálida. Después de perder a mis padres en un accidente de avión cuando era niño, ella era lo único que me quedaba en esta vida.

 

Pero un día, recibí una llamada que cambiaría mi vida para siempre. La voz del doctor al otro lado del teléfono era fría y profesional.

 

—Hola —dijo el doctor—. Me comunico desde el hospital. ¿Usted es familiar de la señora Lorena?

 

—Sí, soy yo —respondí, intentando ocultar mi nerviosismo, aunque un escalofrío recorrió mi espalda. Un mal presentimiento se apoderó de mí.

 

—Lamentablemente, debemos informarle que ella no pudo resistir. Lamentamos mucho su pérdida…

 

El doctor hizo una pausa incómoda antes de continuar.

—Falleció a las doce y media de esta madrugada. Necesitamos que se acerque al hospital para que pueda realizar los trámites correspondientes.

 

—¿E-ella...? ¿Qué? ¡¿M-murió?! —Apenas pude pronunciar esas palabras. Estaba completamente conmocionado, incapaz de comprender lo que me acababa de decir el doctor—. ¡Pero si hoy estuvo tan bien! ¡No puede ser…! ¡Doctor! ¡Por favor, doctor…!

El silencio al otro lado de la línea fue ensordecedor. Luego, con un sonido seco, la llamada se cortó, dejándome paralizado. Sin pensar en nada más, salí corriendo hacia el hospital, tan rápido que ni siquiera me di cuenta de que solo llevaba mis llaves. Ya era tarde y los autobuses habían terminado su recorrido, así que no tuve más opción que ir a pie.

 

Comencé a correr con todas mis fuerzas, cada paso me llevaba más allá de mis límites, pero no importaba. Tenía que llegar, tenía que llegar cuanto antes. Sentía el sudor empapando mi rostro, pero no estaba seguro si era sudor o lágrimas, esas que no pude contener. Estaba tan enfocado en mi objetivo que todo a mi alrededor parecía desvanecerse. No había nada más en mi mente que llegar al hospital.

 

Ni siquiera noté que, al cruzar la calle, un auto venía directo hacia mí. El impacto fue brutal.

 

Un dolor insoportable se esparció por cada fibra de mi cuerpo. Sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. La sangre empezó a teñir el pavimento mientras mi vista se volvía borrosa, como si todo estuviera envuelto en una niebla espesa. A través de la confusión, vi al conductor, parado un segundo en su asiento, horrorizado, pero luego, sin pensarlo dos veces, aceleró y huyó. No hubo ni un intento de detenerse, ni una palabra de ayuda.

Así terminó todo. Todo el esfuerzo, el sacrificio, todo lo que había logrado por mí mismo, de repente parecía insignificante. Pagar la universidad, las interminables noches sin dormir, todo carecía de sentido. Había sufrido tanto, sin siquiera poder saborear mis logros. ¿Cómo pudo esto sucederme? Me resistía a aceptar que mi vida pudiera extinguirse de manera tan absurda.

 

La ira y la desolación se apoderaron de mí. ¿Cómo podía el destino ser tan injusto? La rabia ardía dentro de mí, devorando cualquier atisbo de esperanza o razón. La tristeza se entrelazaba con la furia, formando un torbellino de emociones incontrolables. No había consuelo, solo un vacío oscuro y penetrante que lo inundaba todo.

 

Me negaba a creer que pudiera morir de una forma tan estúpida.

 

«Cualquiera… Quien sea… por favor… yo...»

 

«No puedo morir aún… no puedo...»

 

Entonces, como si fuera un milagro, una luz apareció de la nada, deslumbrante, rodeándome con su resplandor. No entendía qué estaba pasando, pero la vi, como una presencia en medio de mi desesperación.

 

Una voz suave, casi un susurro, emergió de la luz:

 

—Si eso es lo que deseas, vivirás.

 

Esa luz, que parecía venir de otro mundo, me envolvió como si quisiera ayudarme. Era algo que jamás habría imaginado. Un destello brillante me rodeó, como un abrazo cálido que desafiaba la oscuridad.

No podía evitar preguntarme dónde me encontraba. Al mirar a mi alrededor, me vi rodeado de recuerdos de mi infancia, como una extraña visión que se deslizaba ante mis ojos. Nunca imaginé que las palabras de la gente fueran ciertas: que al morir, la vida entera se despliega ante ti, como un eco lejano de lo vivido.

 

En esa visión, se materializaba la fantasía que siempre había deseado: un niño amado, una madre cariñosa y un padre presente en cada instante, ya fuera bueno o malo. Pero pronto supe que eso no era más que un sueño, una ilusión tejida por mi propia mente. La realidad de mi vida era otra: un hijo no deseado, una madre que me despreciaba, un vacío en cada rincón de mi ser.

 

La nostalgia me ahogaba al recordar esos momentos que nunca existieron, esos fragmentos de felicidad que no fueron más que una fantasía. Un dolor profundo se apoderó de mí, un dolor por lo que nunca tuve, por la ausencia de amor que marcó mi existencia.

Entre la nostalgia y la tristeza, ardía un odio intenso hacia la madre que me dio la vida, pero que nunca supo ofrecerme el amor que tanto anhelaba. Esa ausencia de afecto se convirtió en una herida profunda, una herida que nunca sanó.

 

La única persona que realmente consideraba mi familia era mi querida abuela, quien me crió con el amor y la dedicación de una madre. Se entregó a mí sin reservas, educándome como si fuera uno de sus propios hijos. Nunca olvidaré su cálido cariño, sus palabras de aliento llenas de dulzura, ni las deliciosas comidas que siempre me reconfortaban en los días grises. Me sentía profundamente agradecido con ella, consciente de que le debía todo. Mi mayor deseo era retribuirle, darle la vida que merecía, aquella que nunca tuvo. Por su amor y sacrificio, nunca me permití causar problemas, temiendo que ella sufriera las consecuencias de mis acciones. A pesar de las burlas de los demás niños, que se reían de mi falta de padres, siempre guardé silencio. La mayor mentira que conté fue que habían muerto en un accidente.

 

La verdad era mucho más desgarradora, una verdad que me quemaba en el pecho: mi madre había sido engañada y abandonada. Esperaba un hijo del hombre de quien se había enamorado, soñando con un futuro juntos, con la esperanza de que algún día él entraría por esa puerta y la llevaría de su mano, casándose con ella. Pero él solo la utilizó, dejándola sola y embarazada, sin remordimientos. Las promesas de un amor eterno se desvanecieron como el viento, y él desapareció de su vida sin dejar rastro.

 

Cuando ella fue tras él, buscando respuestas, él simplemente negó conocerla.

 

—"Estás loca. No te conozco" —dijo con desdén, sin importarle verla arrodillada, suplicando por su amor.

 

Nunca más volvió a ser el hombre amable que le había prometido un futuro juntos. Mi madre, consumida por la tristeza y la desesperación, se aferraba a la esperanza de que algún día él regresaría y cumpliría sus promesas vacías. Pero el tiempo pasó, y él nunca volvió, dejándola atrapada en la soledad y la desesperanza más profundas.

...…

 

 

 

 

Tres años después, mi madre murió por deshidratación, consumida por la depresión, dejándome huérfano y a cargo de mi abuela. A medida que fui creciendo, siempre fui independiente, sin buscar ayuda de nadie. Conseguí dos trabajos, estudiaba por las noches y mi vida social era nula. Mi única preocupación era el estudio y conseguir un buen empleo para demostrarle a su progenitor, el que la abandonó, que podía valérmelas por mí mismo.

 

No quería morir de una forma tan patética, arrollado por un auto. A veces, no podía evitar reírme al recordar todo lo que había logrado con el tiempo, pero sabía que todo eso se desvanecería con mi muerte. Nadie me esperaba en ese mundo, nadie estaba con vida.

«A-Abuela, perdóname por ser tan débil… perdóname por no poder lograrlo…»

 

De repente, apareció una puerta de cristal frente a mí, tan brillante que iluminaba todo el lugar. Me atreví a estirar la mano para abrirla y noté que plumas salían de ella, con una insignia incrustada que destellaba intensamente. De golpe, sentí un dolor punzante en el pecho, dificultando que mis pulmones recibieran aire. Este dolor era insoportable, pero seguí caminando, consciente de que si me quedaba parado, colapsaría.

Al encontrar otra puerta, la abrí empujándola y me sorprendí al ver hermosas flores y un gran árbol que me esperaban.

"¿Dónde estoy?", pregunté a la nada, completamente confundido. De repente, una luz brilló frente a mí, dando paso a un hombre vestido con tela fina, de rostro extraordinariamente hermoso. Sus ojos me examinaban con una intensidad que me ponía nervioso, absorbiendo cada detalle.

—Has llegado, he tardado tanto en encontrarte —dijo con una sonrisa. La puerta desapareció como por arte de magia, como si nunca hubiera existido. El hombre desconocido se acercó y me abrazó con entusiasmo, envolviéndome en un calor inesperado que me sorprendió.

 

—Por fin te encontramos... Pensamos que nunca lo lograríamos. Ha sido tan difícil... Estábamos a punto de perder la esperanza.

 

El alivio en su voz era palpable, y no pude evitar sentir una mezcla de confusión y gratitud al escuchar esas palabras.

El hombre repetía estas palabras mientras me abrazaba, pero pronto empecé a desesperarme y le reclamé suavemente:

 

—¡Hey! ¿Qué haces? No te conozco, ¿estás loco? —Me zafé de su abrazo, mirándolo confundido—. ¿Dónde diablos estoy? ¿Acaso estoy muerto? Si es así, ¿dónde está mi abuela?

 

Un nudo de preocupación se formó en mi estómago al pensar en ella, y su expresión no me daba ninguna pista sobre lo que estaba sucediendo.

—¿Dónde está ella? —dije, tomando sus hombros, sintiendo una creciente impaciencia por la respuesta.

 

—Solo debes mirar detrás de ti —respondió el hombre.

 

Con el corazón latiendo con fuerza, sentí un peso familiar en mi hombro y giré rápidamente para ver de quién se trataba. Supe de inmediato que era ella. Esos ojos cálidos y esa enorme sonrisa solo podían pertenecer a una persona: mi abuela, cuya presencia iluminaba el lugar como siempre había hecho.

—Mi querido Víctor, estás aquí —dijo ella, tomando con cuidado mi rostro y analizando cada una de mis facciones.

 

—Por mi culpa estás aquí. Hasta el final he sido un problema para ti…

 

Ella bajó la mirada, y no pude soportar verlo. Sin pensarlo, tomé sus mejillas entre mis manos para limpiar sus lágrimas, levantando su rostro para obligarla a mirarme a los ojos. Quería que supiera que nunca había sido un problema para mí.

—Nunca has sido un problema para mí. Debo agradecerte. Me criaste, me diste todo lo que necesitaba. Jamás olvidaré lo que fuiste para mí, abuela. Eres quien me enseñó el significado del amor; fuiste mi madre, mi amiga, mi maestra —sus manos acariciaban con delicadeza las mejillas de su abuela, y le sonrió con suavidad—. Fuiste todo para mí, mi bendición. Si alguien fue una piedra en el camino del otro, fui yo... nunca te di la vida que merecías, así que no debes culparte.

 

Mientras hablaba, rodeé con delicadeza el cuerpo débil de mi abuela con mis brazos, deseando transmitirle todo el amor y la gratitud que sentía. En ese abrazo, quise que supiera que siempre estaría a su lado, sin importar lo que pasara.

—Todo lo contrario, Víctor. Hiciste que mi soledad no existiera. Tú eres como un hijo muy preciado para mí; fuiste un regalo del cielo. Te deseo la felicidad, y le pido a Dios poder disfrutarla contigo de nuevo. Si en la siguiente vida llegas a sentir tristeza o dolor, quiero ser quien te seque las lágrimas —le dijo, dándole palmaditas suaves en la espalda, como un bálsamo para su angustia.

 

Sus palabras resonaban en mi corazón, llenándome de una mezcla de gratitud y tristeza.

—Desde la primera vez que te vi, solo quería formar parte de tu corazón. Ahora estoy satisfecha con la vida que he tenido, poder compartirla contigo —dijo mientras su cuerpo comenzaba a desvanecerse en un suave brillo, como polvo entre mis brazos—. Fue maravilloso...

 

Mientras la veía desvanecerse, un nudo se formó en mi garganta, incapaz de aceptar que ese momento estaba llegando a su fin.

se dejó caer al suelo, llorando por su abuela y por sus últimas palabras, que resonaban en su mente, aliviando su corazón herido. Comprendió que no era un obstáculo, sino un hijo muy querido. El amor de su abuela lo conmovía profundamente, llenándolo de gratitud. Mientras las lágrimas caían, recordó su risa y sus abrazos cálidos, y en ese momento, estaría encantado de vivir todo de nuevo solo por poder conocer a su querida abuela.

Una mano pasó por sus hombros; era el hombre que había aparecido de la nada. Le palmeó la cabeza en silencio, ofreciéndole consuelo sin palabras.

 

De repente, un temblor sacudió el suelo con fuerza, creando grietas en el cielo, y un ruido atronador resonó a su alrededor.

 

—No hay tiempo, este espacio se está destruyendo. Te traje aquí para hablar contigo.

—Eres el elegido... debes recuperar un tesoro perdido. Si lo haces, se te concederá un deseo —dijo el hombre, mientras Víctor apenas podía articular palabras, sumido en la confusión.

Un deseo... Esa idea giraba en su mente.

 

—¿Un deseo? —preguntó, sorprendido y con un atisbo de esperanza—. ¿Puedo traer de vuelta a los muertos?

—Lo lamento, eso es imposible, pero el alma de tu abuela descansa en paz. Reencarnará en otra vida, no debes preocuparte Su próxima vida será muy feliz —dijo con una sonrisa suave y reconfortante

—. La puerta está aquí, ¿aceptas cumplir la misión de recuperar lo perdido, a cambio de un deseo? —Dio una pausa antes de preguntar de nuevo

—. Dime, ¿aceptas?

Víctor sabía que esta oportunidad era única: un deseo a cambio de cumplir una misión de un desconocido que lo salvó de su muerte. Aunque era surrealista, estaba agradecido porque le permitió despedirse de su abuela. Así que, sin arrepentimiento alguno y sin hacer más preguntas, aceptó la misión por el deseo

—Sí, acepto —fue lo último que dijo, sin dejar de mirar al hombre que tenía frente a él

El hombre tenía el cabello rojo como el fuego, una piel morena brillante y vestía ropas desconocidas con bordados elegantes del estilo oriental, claramente no de este mundo. Era más alto que Víctor, y si estuviera en su mundo, probablemente sería uno de los hombres más codiciados por su belleza. Víctor no le había prestado mucha atención cuando se encontraron, pero sabía que no olvidaría su nombre ni su rostro.

—¿Puedo saber tu nombre? —Preguntó rápidamente, sin dejar de mirarlo

—Nombre... —dijo el hombre, un poco sorprendido, como si no estuviera seguro de si era correcto decirlo.

—Estoy agradecido. Has hecho algo muy amable. Quiero saber tu nombre, pero si no puedes decirlo, está bien —dijo Víctor con una sonrisa leve, bajando ligeramente la cabeza.

—Me llamo Damerías —respondió el hombre, cruzando los brazos y sonriendo con fascinación. Era evidente que le costaba ocultar su expresión. Fue la primera vez que lo vio y notó su interés. Por un momento, Víctor se asustó, diciendo para sí mismo que no era gay, que era un hombre perfectamente heterosexual, aunque Damerías fuera increíblemente bello.

—No hay mucho tiempo, te deseo suerte —dijo Damerías suavemente mientras empujaba a Víctor hacia el portal, haciendo que su cuerpo cayera como un cometa que se desintegra en el espacio.

Antes de desaparecer, Damerías miró el gran árbol con grietas y lo observó casi nostálgico. Susurró:

—Extraño los días en los que éramos felices —dijo antes de desaparecer, observando por última vez su lugar favorito.

El cometa descendió desde el cielo, iluminando el mundo antes de desvanecerse. Víctor podía oír ruidos y quejidos a su alrededor. Quería abrir los ojos para ver lo que estaba ocurriendo, suponiendo que los quejidos eran de dolor.

 —Señora, debe aguantar un poco más, la cabeza se está asomando —dijo alguien, intentando calmar a la mujer que pujaba con fuerza e intentaba respirar como le indicaban.

Víctor sintió un cosquilleo frío en su cabeza, junto con las voces y los sonidos a su alrededor. Esto le dio una idea de dónde estaba. El dolor de la mujer con cada contracción, la presión que hacía con su cuerpo cada vez que pujaba, todo esto indicaba el nacimiento de un bebé... que era él. Nunca imaginó que esto pasaría. Estar adentro era cómodo, pero sabía que si no salía correctamente, podría dañar a la mujer que lo estaba dando a luz. Por el bien de esa mujer, Víctor se esforzó por salir, y un grito inconsciente escapó de su garganta apenas estuvo fuera.

[Qué vergüenza, estoy desnudo]

Sintió cómo lo sumergían en el agua para limpiarlo y luego lo envolvían en mantas para protegerlo del frío. No tardó en escuchar una voz que llamó su atención.

 

—Quiero cargar a mi bebé —pidió la mujer con un tono cansado, aunque, a pesar de su agotamiento, parecía que todo había valido la pena.

 

—Mi señora, el joven amo es muy parecido a usted. Sus cabellos son de un blanco plateado hermoso, pero no se preocupe, su alteza viene en camino —dijo alguien para calmar a la mujer mientras le entregaba a su bebé.

 

[¿Qué? ¿Acaba de decir "su alteza"? ¿Eso significa que soy un príncipe?]

 

Un escalofrío recorrió su espalda al considerar la posibilidad.

 

De repente, una pantalla apareció frente a él con letras flotantes en el aire.

 

—[SISTEMA] Bienvenido, soy el sistema que lo ayudará en su largo camino.

Víctor, o Ellian, como ahora se llamaba, estaba desconcertado. ¿Había sido transportado a otro mundo? ¿Y por qué era un bebé? La información del sistema sobre habilidades de combate y puntos de carácter lo abrumaba. Se sentía como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar. Mientras intentaba procesar todo esto, una voz suave interrumpió sus pensamientos.

 

—Oh, mira, ¡es bellísimo! —dijo una mujer de cabellos plateados y ojos luminosos mientras se inclinaba para cargarlo entre sus brazos—. Bienvenido al mundo, pequeño Ellian.