La tarde transcurría lentamente en la mansión Kafgert. El sol, filtrándose a través de las grandes ventanas, iluminaba la habitación donde Ellian descansaba en una cuna decorada con detalles dorados y blancos. Aunque su cuerpo era el de un bebé indefenso, su mente no dejaba de trabajar. Todo lo que había aprendido en las últimas horas se repetía como un eco interminable: el destino del reino, el sistema, Noah….
El niño de cabello morado se encontraba sentado en una silla cerca de la cuna. Aunque su rostro era tranquilo, sus ojos estaban fijos en Ellian, como si intentara leer algo invisible en su pequeño rostro.
Ellian, incómodo bajo esa mirada tan intensa, trató de mover sus diminutas manos. La sensación de estar atrapado en un cuerpo que no respondía como debería era frustrante. Quería hablar, preguntar, entender más. Pero solo podía balbucear.
—Es extraño —murmuró Noah de repente, rompiendo el silencio.
Rose, que estaba bordando cerca de la ventana, levantó la vista con curiosidad.
—¿Qué es extraño, Noah?
El niño se encogió de hombros, sin apartar la mirada de Ellian.
—Él. Es diferente.
Rose sonrió, interpretando las palabras de Noah como algo propio de su imaginación infantil.
—Claro que es diferente, querido. Es un bebé.
Noah no dijo nada más, pero Ellian sintió un escalofrío. Había algo en la forma en que Noah lo observaba, algo que no podía explicar. ¿Acaso él también puede sentirlo? ¿Puede ver lo que soy realmente?
Antes de que pudiera profundizar en esos pensamientos, la pantalla del sistema reapareció frente a sus ojos.
—[SISTEMA] Misión secundaria desbloqueada:
Protege a Noah Freyre Vicentis Kafgert.
Recompensa: Información clave sobre el destino del imperio
Ellian cerró los ojos, sintiendo cómo el peso de esta nueva misión caía sobre él. No solo debía preocuparse por sobrevivir y cambiar su propio destino, ahora también tenía que proteger a Noah. Pero, ¿protegerlo de qué? La mansión parecía un lugar seguro, lleno de lujos y tranquilidad. Sin embargo, algo en el aire le decía que esta paz no duraría.
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Esa noche, mientras Rose y Adam discutían asuntos familiares en el salón principal, Ellian y Noah estaban solos en la habitación. Las sombras de la noche se alargaban, y el suave parpadeo de las velas proyectaba formas inquietantes en las paredes. Noah se encontraba de pie junto a la cuna, su expresión más seria que nunca.
—Eres extraño —dijo Noah en voz baja, inclinándose sobre la cuna para mirar a Ellian de cerca—. No como los otros.
Ellian sintió que su corazón latía con fuerza. Por un momento, pensó que Noah sabía demasiado, pero el niño se limitó a suspirar y se dejó caer en el suelo junto a la cuna.
—No importa. Yo también soy extraño —añadió, su tono resignado pero tranquilo—. Por eso estoy aquí.
Ellian quería responder, decirle que lo entendía, que ambos compartían más de lo que Noah imaginaba. Pero solo pudo emitir un pequeño balbuceo. A pesar de ello, Noah pareció entender.
—No tienes que hablar —dijo con una pequeña sonrisa, sus ojos morados brillando bajo la luz de las velas—. Me quedaré contigo, por si algo malo pasa.
El aire en la habitación pareció volverse más frío de repente. Ellian sintió una presión en su pecho, un presentimiento oscuro que no podía ignorar. De pronto, la pantalla del sistema apareció de nuevo, esta vez con un mensaje urgente:
—[SISTEMA] Alerta: Presencia hostil detectada en las cercanías.
Ellian abrió los ojos con fuerza. Algo iba mal. Muy mal.
Noah, como si sintiera lo mismo, se puso de pie rápidamente. Su pequeño cuerpo estaba tenso, sus manos apretadas en puños. La puerta de la habitación se abrió de golpe, revelando a un hombre alto, envuelto en una capa negra. Sus ojos brillaban con una malicia que parecía absorber la poca luz que quedaba en la habitación.
—Vaya, vaya… Así que aquí están los pequeños tesoros de los Kafgert —dijo el hombre, con una voz rasposa que enviaba escalofríos.
Noah, que estaba sentado cerca de la cuna, se puso de pie de inmediato. Sin dudarlo, se colocó entre el hombre y el bebé, con los puños apretados y los ojos brillando de determinación.
—¡No te acerques! —gritó, con una fuerza que no parecía propia de un niño tan pequeño.
El hombre rio suavemente, como si encontrara divertido el intento de Noah por enfrentarlo.
dio un paso adelante.
—Qué valiente, pero inútil. No vine a negociar, niño.
Noah no respondió. Su cuerpo estaba tenso, sus pequeñas manos apretadas. Entonces, la atmósfera en la habitación cambió. Una energía oscura comenzó a emanar de él, llenando el aire con una presión sofocante.
—Advertí que no te acercaras —dijo Noah, su voz baja pero cargada de poder.
Con un movimiento rápido de su mano, conjuró un círculo mágico que brilló con un intenso color morado. Una barrera de energía oscura envolvió la cuna de Ellian, protegiéndolo mientras Noah avanzaba un paso hacia el intruso.
—¿Magia? —murmuró el hombre, sorprendido, pero luego rio con desdén—. ¿Crees que puedes detenerme con trucos infantiles?
Lanzó un hechizo hacia Noah, un rayo carmesí que atravesó la habitación como un relámpago. Sin embargo, Noah lo bloqueó con facilidad, levantando un escudo oscuro que absorbió el ataque como si fuera nada. El intruso frunció el ceño.
—No eres un niño común, ¿verdad?
—No —respondió Noah, sus ojos encendidos con una intensidad peligrosa—. te arrepentirás de subestimarme.
Con un movimiento de sus manos, Noah conjuró una serie de lanzas de energía oscura que flotaron alrededor de él, apuntando directamente al intruso. Las lanzó sin vacilar, obligándolo a retroceder. Una de las lanzas lo golpeó en el brazo, haciendo que soltara un grito de dolor.
—¡Maldito mocoso! —espetó el hombre, tratando de lanzar otro ataque, pero Noah fue más rápido. Con un gesto firme, invocó cadenas mágicas que surgieron del suelo, envolviendo al intruso y sujetándolo con fuerza.
El hombre luchó contra las cadenas, pero era inútil. Noah se acercó lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de ira y determinación.
—No te mataré —dijo, su voz baja pero firme—. No aún.
Con un último hechizo, lanzó un rayo de energía que golpeó al hombre en la cabeza, dejándolo inconsciente. Las cadenas mágicas se ajustaron alrededor de su cuerpo, asegurándose de que no pudiera escapar.
Ellian, desde su cuna, observaba todo con asombro. Nunca había visto algo tan increíble. ¿Cómo es posible que un niño tan pequeño tenga ese nivel de poder? La admiración que sentía por Noah crecía con cada segundo.
Noah, ahora jadeando por el esfuerzo, se giró hacia la cuna. Aunque estaba visiblemente cansado, sus ojos reflejaban una preocupación genuina.
—Está bien, Ellian. Está bajo control —dijo, más para calmarse a sí mismo que al bebé.
Sin perder tiempo, Noah levantó al intruso con un esfuerzo sorprendente para alguien de su edad. Usando un hechizo menor, logró aligerar el peso del hombre mientras lo arrastraba fuera de la habitación. Antes de salir, deshizo la barrera mágica que rodeaba la cuna.
—Es hora de que papá se encargue de esto —murmuró.