Chapter 27 - 27 : historia

Las calles de la ciudad imperial estaban llenas de vida y magia. No solo la arquitectura reflejaba la majestuosidad del reino, sino que todo en el entorno parecía respirar poder arcano. Los juguetes en las vitrinas de las jugueterías no eran simples piezas de madera y tela; estaban imbuidos con magia, moviéndose por sí mismos con mecanismos encantados.

Muñecas con vestidos nobles parpadeaban y hacían pequeñas reverencias cuando los niños se acercaban a verlas. Pequeños caballos mecánicos de colores vibrantes trotaban en círculos sin necesidad de cuerda. Dragones de cristal batían sus alas con un resplandor iridiscente, y trenes flotaban en el aire siguiendo caminos invisibles.

En las librerías, los libros se acomodaban solos en los estantes con un suave resplandor, y algunos incluso abrían sus páginas al azar para mostrar fragmentos de historias antiguas a quienes pasaban.

Los puestos de comida no solo ofrecían panes y dulces, sino también frutas mágicas que brillaban tenuemente y cambiaban de sabor según el deseo del consumidor. Algunas panaderías vendían pasteles flotantes que giraban lentamente en exhibición, cubiertos con polvo de estrellas comestible.

Ellian caminaba entre todo esto con calma, su mirada recorriendo cada rincón del mercado. Por primera vez, veía lo que significaba vivir en un mundo mágico más allá del palacio.

Noah, a su lado, sonrió ligeramente al notar su interés.

—Si te interesa algo, podemos comprarlo —ofreció con su tono despreocupado.

Ellian negó con la cabeza. No era solo curiosidad por los objetos, sino por la vida en la ciudad misma. Todo parecía tan diferente a la rutina dentro del palacio.

Ronan, sin embargo, no bajaba la guardia. Aunque la ciudad parecía un lugar vibrante y seguro, sabía que siempre había peligros acechando entre la multitud. Se mantuvo cerca de Ellian, asegurándose de que nadie se acercara demasiado.

—Sigamos moviéndonos —dijo en voz baja—. No queremos que alguien se fije demasiado en nosotros.

—Sigamos moviéndonos —dijo en voz baja—. No queremos que alguien se fije demasiado en nosotros.

Ellian asintió y continuó avanzando. Por ahora, solo quería ver más de este mundo mágico con sus propios ojos.

Mientras caminaban entre la multitud, Ellian notó a un grupo de personas reunidas alrededor de un puesto decorado con luces flotantes y un cartel brillante que cambiaba de color con magia. Era un puesto de venta de entradas para una obra de teatro.

—¡La función especial comienza en una hora! ¡No se pierdan ! —anunciaba un hombre con una túnica llamativa, agitando un abanico encantado que desprendía destellos dorados en el aire.

Ellian se detuvo de inmediato, sus ojos brillando con emoción. Nunca había visto una obra de teatro en persona, sonaba intrigante. Sin dudarlo, se giró hacia Noah.

—Quiero entrar y ver la obra —dijo con tono sereno, pero con una clara expectación en su voz.

Noah cruzó los brazos, observando el entusiasmo en el rostro de su hermano. No era común ver a Ellian mostrando un interés tan evidente en algo.

—¿Seguirás insistiendo hasta que acepte? —preguntó con un suspiro.

Ellian asintió sin dudar.

Noah dejó escapar una leve risa y se encogió de hombros.

—Está bien, está bien. No hay problema.

Ronan, que había permanecido en silencio hasta ese momento, intervino con calma.

—Si entramos a la función, tendré que asegurarme de que no haya riesgos dentro del teatro.

—Entonces ve por las entradas —ordenó Noah con un gesto de la mano—. Nos encontraremos en la entrada.

Ronan asintió respetuosamente y se dirigió al puesto de venta. Mientras tanto, Ellian miró el teatro con expectación. La fachada del edificio era majestuosa, con pilares tallados con runas brillantes y decoraciones que representaban escenas de antiguas leyendas. Todo parecía indicar que la función sería espectacular.

—Nunca he visto una obra en vivo —comentó en voz baja.

Noah lo miró de reojo y sonrió con diversión.

—Entonces, será tu primera vez. Vamos a ver qué tan buena es.

Ellian observó cómo la gente compraba emocionada sus boletos. En su interior, una pequeña chispa de emoción se encendió. Por primera vez en su vida, haría algo completamente diferente fuera del palacio.

Las luces mágicas del teatro se atenuaron lentamente, dejando solo un tenue resplandor iluminando el escenario. El público guardó silencio, anticipando el inicio de la función.

Un narrador de voz profunda y solemne comenzó a hablar desde las sombras, su voz resonando en todo el auditorio.

—"Hubo una vez un emperador que lo tenía todo… poder, riqueza, una esposa a la que amaba y un imperio que temía su nombre. Su reinado fue glorioso… hasta que perdió aquello que más atesoraba."

La primera escena se iluminó, revelando un hombre vestido con ropajes imperiales en tonos dorados y rojo escarlata. Su corona resplandecía con la luz de los hechizos mágicos que adornaban el escenario.

El Emperador Cairus.

El actor que lo interpretaba caminaba con paso firme, pero en su mirada se notaba un peso invisible. A su lado, una hermosa mujer de cabellos rosados y vestido azul marino estaba sentada en un trono menor. Su sonrisa era suave, su mirada llena de calidez.

—"La emperatriz era la joya de su reinado… la única persona que podía calmar el corazón del temido emperador."

La pareja en escena intercambió palabras cariñosas y risas, una representación de tiempos felices que fueron efímeros.

Pero la paz no duró.

Las luces del escenario cambiaron a un tono más frío y oscuro. Una figura encapuchada entró en escena y se acercó sigilosamente a la emperatriz. El público contuvo la respiración.

Con un giro dramático, el asesino desenvainó una daga y la clavó en el pecho de la emperatriz. La mujer dejó escapar un grito desgarrador antes de desplomarse en los brazos del emperador.

El teatro entero quedó en silencio.

El actor que representaba a Cairus gritó con furia y desesperación, su rostro contorsionado por el dolor. Se arrodilló junto al cuerpo de su esposa, su llanto resonando en el teatro.

—"¡Mi amor! ¡No me dejes!" —su voz se quebró, llena de agonía.

El narrador retomó su relato.

—"Con su pérdida, el gran emperador se sumió en la oscuridad. Su cordura se desmoronó y su reinado, una vez glorioso, comenzó a derrumbarse."

La siguiente escena mostró a Cairus en su trono, rodeado de copas de vino y papeles arrugados. Su túnica estaba desordenada, sus ojos vacíos. Nobles y consejeros lo observaban con preocupación.

Un grupo de actores, interpretando a los ministros del palacio, comenzaron a murmurar entre sí.

—"Su Majestad ya no es el mismo…"

—"Desde la muerte de la emperatriz, solo bebe y se encierra en su habitación."

—"Debe reaccionar pronto, o el imperio caerá."

Los murmullos se convirtieron en susurros conspirativos. Las luces se atenuaron nuevamente, y la voz del narrador llenó el espacio.

—"Mientras el emperador se consumía en su propio tormento, su hijo menor crecía en las sombras del palacio."

Las luces se encendieron de nuevo, revelando a un joven de cabello rosado y mirada determinada.

El tercer príncipe.

El actor que lo interpretaba llevaba una vestimenta sencilla, muy diferente a la opulencia del emperador. Se encontraba en un rincón del escenario, solo, observando desde las sombras.

—"A pesar de su linaje Muchos decían que su existencia era una maldición, que su sola presencia recordaba al emperador la pérdida de su amada."

El público murmuró al escuchar eso. Era una parte de la historia que pocos recordaban o preferían olvidar.

Entonces, la escena cambió nuevamente.

Un nuevo personaje apareció en escena: el príncipe Damián.

Vestido con una armadura imponente y una capa oscura, su expresión era fuerte e inquebrantable. Caminó con autoridad hasta el centro del escenario. La luz lo iluminó, dándole una presencia imponente.

El Destino Sellado por la Guerra

El Palacio Imperial se hallaba en completo silencio, interrumpido solo por el eco de pasos firmes que resonaban en el salón del trono. Damián avanzó con determinación, su postura erguida y su mirada impenetrable. El emperador Cairus lo observaba desde su trono dorado, con una expresión carente de emoción.

El ambiente se sentía tenso, como si una tormenta invisible estuviera a punto de desatarse.

—"No puedo seguir viendo esta injusticia." —Damián rompió el silencio, sus ojos brillando con fiereza—. "Si tú no cuidarás de él, lo haré yo."

El emperador no mostró reacción alguna. Su mirada descendió lentamente hacia Damián , examinándolo con desprecio.

—"¿Desde cuándo crees que puedes darme órdenes, bastardo?" —preguntó con voz gélida, sus dedos tamborileando contra el reposabrazos del trono.

no titubeó.

—"No es una orden. Es una realidad." —replicó, su voz firme pero carente de emociones innecesarias

—. "No tiene sentido que sigas tratándolo como una sombra. No hay razón para que lo mantengas en este palacio solo para ignorarlo."

Las palabras golpearon el aire con fuerza.

Damián apretó los puños, su paciencia al borde del colapso.

—"Si eso es lo que piensas, entonces no tienes derecho a llamarte su padre."

El silencio en el salón fue abrumador.

Damián giró lentamente su rostro hacia Adam, su expresión neutra, pero en sus ojos ardía un destello de advertencia.

Pero Adam no se echó atrás.

—"Me lo llevaré conmigo."

El emperador finalmente se incorporó, su imponente figura proyectando una sombra larga bajo la luz de los candelabros.

—"¿Tanto lo deseas ?" —su tono se volvió más bajo, pero más amenazante

—. "Muy bien… te concederé ese deseo."

—"Ambos participarán en la incursión contra el Imperio Rathern."

Adam y Damián quedaron en silencio.

La incursión en el Imperio Rathern.

Una guerra despiadada que se prolongaba desde hacía años.

El emperador no estaba entregándoles una responsabilidad. Los estaba condenando a una posible muerte.

—"Si sobreviven, entonces veré cuán útil es este capricho tuyo."

Adam cerró los ojos por un breve momento.

Damián , en cambio, mantuvo su postura firme.

El emperador caminó hacia ellos, deteniéndose a pocos pasos de distancia.

—"La expedición parte en tres días." —declaró, su tono indiferente—. "Demuestren que son dignos de este imperio… o mueran en el intento."

Las llamas de las antorchas parecieron parpadear.

Damián sintió su pecho oprimirse por la ira.

Pero no tenía más opción que proteger a su hermano de las garras de su padre