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The Reaper y el despertar de la muerte

Cristhian_Ledezma
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Synopsis
Iza Cáligo es un muchacho que vive una vida normal, asiste a la universidad y tiene amigos como cualquier joven de su edad, sin embargo, todo cambia el día que se topa con un cuervo y luego conoce al que pronto será su mentor en una situación inusitada, luego de esos sucesos, todo lo que creyó como normalidad se empieza a distorsionar, Iza comenzará a emerger, después de todo no eran tan ordinario como pensaba. Para no caer en la locura, su maestro lo convertirá en aprendiz de Reaper, con él aprenderá a controlar sus futuras habilidades y a retener al ser que habita dentro. Pronto Iza se verá en medio de lo que creía como lógico y el mundo real, el cual no solo alberga Reapers sino diferentes criaturas mágicas ¿Será que incluso las personas más cercanas saben la verdad acerca del mundo? En ese lapso también notará que la nueva realidad no solo tiene uno sino varios enemigos en busca de su extinción. Entonces para evitarlo, tendrá que dejar sus inseguridades de lado y demostrar las agallas que un verdadero Reaper debe tener, al fin y al cabo, ser Reaper es lograr el balance de la vida y la muerte, erradicando así a cualquiera que quiera interferir en la tarea.
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Chapter 1 - The Reaper y el despertar de la muerte.

I.

El Cuervo.

En el lugar donde vivía aquel muchacho se brindaba todas las oportunidades para que este fuera lo que él quisiera, normalmente se ejercían carreras referentes a temas destinados al comercio o diplomacia, turismo, abogacía, administración de empresas, además de por supuesto todas las ramas de la salud, pero a él no le interesaban realmente nada de eso.

La Isla estrella tenía todo lo que un estado desarrollado podía tener… Contaba con una superficie de 75,027 km2, era un estado que conectaba con el país mediante un largo puente de acero impresionante a la vista (siendo el viaje de un estrecho a otro de entre 5 a 10 minutos en auto estimado). La ciudad era de por sí relevante para la economía puesto que contaba con importantes puertos bien fortalecidos para el comercio marítimo, el cual tenía una conexión más directa hacia otros continentes. Eran 4 puertos en total, sin embargo, solo dos de ellos se usaban con más regularidad y los otros usualmente como repuestos para alguna situación fortuita que lo requiera. En otros sectores al exterior de la isla, también había algunas playas bien conservadas y aptas para el turismo, lo que de igual forma le brindaba riqueza.

 

A los alrededores se podían ver los espesos bosques que rodeaban partes de la ciudad y eran celosamente cuidados, por ende, la vegetación reinaba en esas áreas. Más adentro de la Isla ya se podía ver la ciudad… Como cualquier estado federal, también contaba con algo de autodeterminación en las decisiones y cuestiones de gobierno, tenía una población que bordeaba a los 15,000 habitantes.

 

A pesar de no ser tan grande en cuanto a dimensiones ni extenso en población, la Isla estrella estaba bien desarrollada, contaba con hospitales bien equipados, educación de primer nivel, áreas sociales alucinantes con centros de entretenimiento para todos los gustos y las personas en general tenían vidas tranquilas.

La Isla era el vínculo preciso para una "infinidad de asuntos".

 

Iza Cáligo era el muchacho en cuestión… Un joven de aspecto elocuente, 19 años, para nada anormal, con estatura promedio (aunque él hubiera querido ser tan alto como lo era su padre), el color de la tierra lo llevaba en los ojos, su piel era algo pálida, pero por falta de sol en las mejillas y su cabellera era larga y rizada. Su contextura física venía siendo flacuchenta y debilucha, lo que en conjunto con su cabello le brindaban esa apariencia de brócoli florecido.

 

El chico no tenía nada extraordinario, no tenía talento en varios aspectos, ni era tan brillante (según él) pero sí muy observador y algo curioso. No era un estudiante universitario atípico, como cualquiera, apenas hacía sus deberes pasando las materias raspando y sin estudiar demasiado (lo que era envidiado por algunos). Entre sus pasatiempos favoritos estaban bien presentes los videojuegos, la computadora, hacer siestas por las tardes, y de cuando en cuando salir con sus amigos, de ahí nada más allá de lo rutinario.

 

Todo comenzó una mañana… La alarma sonó interrumpiendo abruptamente un buen sueño (uno de esos vívidos que suelen pasar una vez al mes). Cada campanada hacía parecer como si el ruido fuera una taladrada bien en el centro de su cabeza, de manera que entresueños y algo malhumorado se levantó a apagarlo.

 

Eran las 07:00 A.M. el sol del nuevo día entró por su ventana calentando el ambiente, pero Iza solo podía desear que por un milagro algo sucediera para que sus clases fueran canceladas (en su mente esperaba un ataque terrorista, coche bomba o el ataque de un monstruo marino), se quedó en cama un poco más con esa esperanza, pero al parecer nada de eso sucedería… Ante tal desilusión se empezó a cambiar de atuendo preparándose para un día agobiantemente normal y nada interesante.

 

Aún medio dormido y con los pelos alborotados se dirigió hacia la puerta de su baño caminando como si cada pie le pesara una tonelada, sin darse cuenta terminó golpeándose la rodilla con la pata de su mesa.

 

 — HAAAAAAAAA, AY, AY, AY ¡MALDITA MESA! – gritó de dolor mientras se sobaba el área afectada por unos segundos.

 

Ya en su baño y andando desapercibido con una mano en su cabeza en señal de frustración, por accidente confundió la pasta de dientes con una crema antiacné que estaba a lado.

 

 — BUAH, BUAH, BUAH, PFFT - escupió y empezó a enjuagarse la boca con mucha agua.

Cuando terminó de sacarse la crema de su boca, decepcionado se miró al espejo todavía con el cabello tupido y suspiró un tanto desganado. — Otro día normal en mi vida.

Después de golpearse en la rodilla y casi vomitar por ingerir químicos que no sabían para nada a menta, Iza fastidiado se dispuso a ir a la Universidad.

 

Él vivía en un edificio de apartamentos en un barrio de clase media, a pesar de vivir solo y manejarse a su antojo, seguía dependiendo del dinero de su madre, lo cual cambiaría si dejaba los estudios de lado, así que se podría decir que no tenía más opción que estudiar para seguir manteniendo sus comodidades e "independencia".

 

Estando listo, antes de partir miró la hora y automáticamente las facciones de su rostro cambiaron a unas de profunda preocupación… estaba realmente atrasado, por tanto, bajó las escaleras como si fuera un rayó, pero ya en medio de su camino de repente sintió un airecito helado y penetrante, entonces bajó un poco la velocidad de su carrera y al exhalar notó el vapor de su aliento como en esos días de frío invernal.

 

Extrañado, se acercó a la ventana del primer nivel para ver el cielo y predecir el clima.

 

 — Parecía que iba a hacer algo de calor… - pensó dándose cuenta que estaba desabrigado.

 

Con su mirada dirigida hacia el cielo, de un sobresalto se echó para atrás de golpe, aparentemente un cuervo había aparecido de la nada, irrumpiendo un tren de pensamiento con un abrupto picotazo justo donde él estaba.

 

— ¿Un cuervo aquí? - pensó.

 

El ave comenzó a tener un accionar insólito; parecía saber lo que hacía y más extraño aún, era la atención con la que fijamente miraba al muchacho, luego empezó a mover lentamente sus garras contra el marco de cemento provocando un sonido chirriante y mientras este se acercaba, Iza se extrañaba cada vez más.

El sol incandescente de esa mañana había desaparecido, siendo cubierto por un manto gris de nubes pesadas… Su cuerpo en cierta forma se paralizó y retrocedió, por su parte el cuervo hizo un nuevo movimiento más golpeando el vidrio con algo de fuerza.

 

— Rrok, rrok, rrok- comenzó a graznar el ave con ganas agitando sus alas, para finalmente volar fuera de ahí a los segundos.

 

Iza se quedó confundido ya que no siempre uno se encontraba con esa especie en una zona tan urbanizada.

 

 — Que pájaro raro - pensó mientras se acercaba nuevamente a la ventana para ver hacia donde se había ido.

 

Mientras lo buscaba, se percató que el bus que lo llevaría a su universidad ya estaba en la esquina de su edificio y como un relámpago que toca el suelo, salió disparado pues llegaría aún más tarde si no lo alcanzaba.

 

Siendo de ese modo, se dirigió al ascensor probando si por casualidad estaba en su piso y por un golpe de suerte al apretar el botón no tuvo que esperar nada pues ahí se encontraba… Cuando las puertas del ascensor se abrieron en la plata baja, Iza salió corriendo a toda velocidad.

 

 — ¡Maldición, este día se pone cada vez mejor!

 

Y así fue, la cereza del pastel fue que, al momento de salir, aquellas nubes oscuras al fin descargaron un fuerte aguacero… pero eso no lo detuvo, siguió corriendo y tan solo estando a unos metros del bus, este lo dejó. Ahora tendría que esperar al menos de diez a quince minutos para que llegara otro transporte y eso que era solo un aproximado (no tuvo más alternativa que tragarse su frustración y esperar, además que la lluvia al parecer duraría todo el día).

 

Al llegar a su Universidad todo mojado, Iza subió al tercer piso y como todos los inicios de semana, le tocaba la materia de "Introducción a la Economía" en el aula 38 que quedaba en el otro extremo del piso.

 

Cuando llegó, tocó la puerta y al hacerlo comprendió que había cometido un grave error, ya que pasaba clases con Sean Scott, aquel cuyo carácter combinaba a la perfección con el tono de su cabello oscuro y negro. El profesor intimidaba a cualquiera no solo con su voz potente sino con su enorme estatura, la puntualidad era un tema que parecía respetar de nacimiento y ya tenía 45 años, por lo tanto, exigía al resto respetarla también.

 

Pocos segundos después, Iza se asomó por la pequeña ventana que había, teniendo sin querer un leve contacto visual con su profesor y por la mirada de este sabía que algo malo estaba por pasar.

 

La clase estaba en medio de una lectura y con enojo el profesor la abrió.

 

— ¡Estas no son horas de llegar joven …! - exclamó Sean Scott.

— Sí profesor. Sé que llegué tarde y también sé las reglas que nos impuso, pero estoy teniendo un día de mucha mala suerte y solo quisiera entrar por favor – respondió Iza desalentado y al parecer sin miedo a las consecuencias.

Aunque decía la verdad (y estaba empapado como prueba), Scott no entendía motivos y todos sabían que si se molestaba por algo (como el tema de la tardanza lo que era muy común) como revancha, chocaría de plano con los demás alumnos y lamentablemente ya para ese momento Iza lo había enojado lo suficiente.

 

— A mí no me importa si está teniendo un mal o buen día. A mí solo me importa la puntualidad y que no me interrumpan en mi clase, cuando moldeo mentes… por favor retírese y no vuelva ni hoy ni tampoco a la próxima clase… y si quiere volver a ingresar a mi aula, será con diez minutos de anticipo, además que deberá hacer un reporte sobre las exportaciones de Mongolia en la actualidad y … 

— …Pero…

El profesor Sean miró fijo al alumno interruptor y levantando una ceja, apuntó directamente a Iza con su marcador acrílico y luego a los demás. 

— ¿Ah, interrumpiendo de nuevo? muy bien, entonces este trabajo de Mongolia entrará en SU examen y en el de USTEDES… Ah una cosa más… Ya no será de falso y verdadero de diez preguntas como pensaba darles, ahora será de 25 preguntas de desarrollo… ¡ENTENDIDO! - vociferó.

 

Todos los alumnos sólo miraron al profesor, si hacían berrinche empeoraría todo.

 

— Si profesor… - respondieron todos de manera unísona.

— Espero que vaya a estudiar bien - concluyó con sus palabras a su víctima principal y cerrándole la puerta en el rostro.

 

Iza todo avergonzado y sintiendo más peso sobre sus hombros, se fue a la cafetería de la Universidad para hacer hora hasta su siguiente clase… sorpresivamente en el mostrador de allí, justo ese día tenían mini pizzas y capuchinos con crema, jalea de chocolate y frutilla… para haber empezado el día de tal forma, eso era como un premio consuelo y un regalo inesperado.

 

Al cabo de 45 minutos, terminó de comer tres mini pizzas con una soda, poco después viendo a más estudiantes de un rato para el otro bajando y subiendo por las escaleras entre ellos a su mejor amigo Gabriel, sabía que dentro de muy poco tendría que dirigirse a su siguiente clase.

 

Gabriel Schmidt se acercó a Iza marcando su paso al estilo de un rapero. Este no podía pasar desapercibido, era 10 cm más alto que su amigo, más claro en cuanto a tono de piel y más robusto también, al caminar su larga melena se movía de un lado a otro a pesar que la amarraba con una cola (según él lo hacía ver más hombre). A pocos metros de Iza, Gabriel estaba con una expresión juzgadora y al menos tenía algo de moral ya que por lo menos él si asistía a clases más a menudo.

 

— ¡Ugh! ahí viene… ya empezará - protestó Iza internamente.

— Porque interrumpiste la clase de Sean si sabes cómo es y cómo reacciona - comenzó Gabriel sentándose al lado de Iza.

— No empieces Gabriel, estoy teniendo un mal día.

— ¡Eso no te quita lo idiota!

— Lo sé ¿Okey? no estaba pensando, quería entrar a clases es todo...Este día no puede empeorar ¡Maldición solo quiero un respiro! - exclamó Iza frustrado.

— Yo te puedo dar un respiro, pero no creo que nuestros compañeros te lo den, podría molestarte más, pero se los dejaré a ellos.

 

Aunque Iza sabía que su profesor los había castigado a todos, realmente no había pensado en la respuesta de los demás compañeros.

— Ya es hora…el profesor llegará en cualquier momento, hay que ir a clases - exclamó Gabriel viendo la hora en su reloj. 

— Está bien- respondió Iza.

Iza sabía que tendría que confrontar a sus compañeros y subiendo de nuevo al tercer piso, no le quedó de otra que tragarse su miedo.

 

Cuando estaban llegando al pasillo donde se encontraba su aula, pudo ver que estaba lleno de alumnos de distintas carreras y distintas clases… Algunos estaban en grupos charlando o esperando a lado de las aulas, otros estaban caminando y otros corriendo, yendo y viniendo por el pasillo. Giró la cabeza, Gabriel estaba todavía detrás de él, por ende, sabía que pasaría primero por el umbral de la entrada del salón… estaba aterrado ante las miradas acusadoras de sus compañeros.

 

— Gabriel mejor entra tú primero…

— ¿Por qué? ¿Tienes miedo?

— Bueno sí… Un poco ¡Y QUE! 

— Bien, entraré yo primero para que dejes de llorar- respondió Gabriel.

 

Su próxima materia era de "Ciencias Políticas", la misma quedaba en el aula 40 a lado de las escaleras principales del tercer piso. atravesando un gran pasillo.

Que Gabriel estuviera adelantado era bueno, porque así podría percibir la reacción de sus compañeros y si estaban molestos por lo sucedido, pero al no escuchar nada, decidió emprender su camino que, por alguna razón le resultó algo parecido a un pasillo eterno, miró a los alrededores y al no poder ver si su profesora ya había ingresado al aula o no, se llenó de más dudas e inseguridades. Por un lado, pensó que, si se marchaba en ese momento de la clase, sus compañeros se "calmarían" y no habría problemas a la mañana siguiente, pero el otro, también tenía tareas que presentar… así que no le quedó otra alternativa más que proseguir.

 

Cuando llegó a la entrada tomó aire; abrió la puerta y todos los ojos se enfocaron en él simultáneamente. Sintiendo todas las miradas fijas en su cuerpo enclenque, intentó ver para otro lado, pero era inútil, no había donde. Esos segundos fueron pesados, continuó su paso buscando algún pupitre disponible, solo había tres libres en el fondo, de modo que tragando saliva y pasando por el lado de todos, solo caminó hasta alcanzar alguno de ellos.

 

La profesora llegó a los pocos segundos y para su alivió toda la atención se dirigió hacia ella. Después del momento incomodo, Iza se sintió más tranquilo, porque con la maestra allí ya todo sería enfocado en la clase (aunque no era muy fanático).

 

En turno se encontraba la señora Lidia Gozmoch, todo el mundo la distinguía por las pulseras de diferentes colores que portaba orgullosamente dependiendo de su estado anímico, además de eso se caracterizaba por ser algo diferente a Sean, era más tolerante (al menos daba una oportunidad en caso que el alumno rogara por ella). Al caminar Lidia contorneaba sus caderas y su larga cabellera negra conjuntamente, lo que era interesante de ver, a pesar de ser una mujer de edad, sus cincuenta años no se reflejaban para nada en su rostro. 

— Muy bien chicos espero que hayan tenido un buen fin de semana… me imagino que todos hicieron su tarea ¿no? (pasaron unos segundos de silencio) – muy bien en lista alfabética como siempre - Exclamó siendo interrumpida por el tono repetitivo de su celular.

 

Mientras ella lo buscaba, Iza que organizaba su tarea, de pronto fue golpeado por una bola de papel en la cabeza, giró el cuello un poco para ver quién se lo había arrojado y notó que su amiga Lisa le hacía señas con la mano para que se acercara a ella.

 

— ¡NO! - hizo un gesto con sus manos ignorándola, lo que provocó en ella, más ganas de llamar su atención. 

 

Ignorar a Lisa no era fácil ya que tenía porte militar, al verla uno siempre pensaba que era la chica "perfecta" y en cierta forma lo era, pues siempre sacaba las mejores notas y era muy responsable. Su belleza atraía también por su simplicidad, jamás se ponía más que un solo collar con la forma de un triángulo con un ojo en medio y sí denotaba uno que otro retoque de salón, era para desviar la atención de lo único que parecía acomplejarla, sus dientes, eran chuecos y al reír usaba la mano para taparlos disimuladamente, lo que se le había quedado como un ademán parte incluso de su forma de ser.

 

Iza sabía que Lisa no se daría por vencida, pero aun así decidió continuar ignorando.

 

— Un momento por favor chicos, debo contestar esta llamada – Lidia procedió a salir del salón para responder a su llamada que sonaba importante.

Aprovechando la ausencia de la profesora, Lisa se acercó a su amigo.

— Te pasaste esta vez, de todas las tonterías que hiciste en el año ESTA fue la peor y no me sorprendería que te superes aún más.

— ¿Tú también Lisa?, es suficiente con que ya sea el tonto que les dio un examen difícil a todos por llegar tarde – respondió Iza desganado - Aparte ya sé que me odian… ¡Gran cosa!

— ¡Myers! ¡vuelve a tu asiento, la clase va a empezar! - exclamó la profesora volviendo a ingresar al aula nuevamente. 

Siguiendo con los ojos a Lisa, Iza por accidente cruzó su mirada con una chica nueva en el salón sentada unos asientos más adelante que su amiga, en ese momento sintió ese reflejo de voltear al instante y en el acto se sonrojó.

— Iza pareces tomate - comentó Gabriel levantando ambas cejas.

— Y tú, un skater acabado – de devolvió el "insulto"

— HA, esa es buena… pero enserio ¿estás bien?

— Si, si, cállate, harás que nos llamen la atención- susurró Iza tajantemente, para que Gabriel dejara el asunto.

 

Pocos minutos después Lidia empezó a llamar por lista a todos para que le entregaran su tarea y luego el resto de la clase transcurrió como cualquier otra, aunque Iza solo deseaba que el día se acabará.

 

El horario en la universidad por el día concluía a las 14:00 P.M. No en tanto, el docente de la última materia de "Derecho internacional" Paul Skyflyer los dejó salir veinte minutos antes.

 

— Irás al cumpleaños de Silamba hoy ¿no? - preguntó Gabriel mientras todos se alistaban para salir del salón y Lisa se acercaba a ellos.

— Mmm no sé, después de lo de ahora capaz hasta me golpeen ¿no lo creen?

— Seguro- dijo Lisa riendo.

— Yo no dudaría en hacerlo, de hecho, eso quisiera ahora mismo - comentó Gabriel.

— Si…Gracias - contestó Iza con tono irónico.

— Vamos anímate, te vendría bien divertirte un poco después de lo de tu "supuesto" día de mala suerte - respondió Lisa tratando de animar a su amigo.

— Siempre insistiendo ¿no?... Está bien. Iré, Igualmente quiero que esto acabé de una vez.

— Es lo que te diría tu novia algún día - dijo Lisa en tono burlesco largando una pequeña carcajada.

— Ya me voy, adiós Lisa ¿vienes Gabriel?

— Si, si vamos… nos vemos mañana - se despidió Gabriel.

— Bien, adiós - respondió Lisa. 

Lisa tomó un camino contrario al de sus amigos, por su parte Iza debía ir a una de las paradas de autobuses que estaba a seis cuadras de ahí y Gabriel debía tomar el bus en una parada más antes.

 

Mientras los amigos caminaban hacia sus respectivos autobuses, de repente el clima empezó a cambiar de nuevo, como esa mañana, el frío nuevamente se apoderó del ambiente y comenzó a llover, esta vez acompañado de vientos revueltos, por lo cual caminaron más rápido y entre conversaciones llegaron a la parada de Gabriel.

 

— Llegamos… ahora acompáñame hasta que llegue el bus.

— ¿Estás loco? Está lloviendo y no pienso hacerte compañía en este clima de nuevo, la última vez casi me enfermo por tu culpa- contestó Iza- ahí está ¡solo súbete! - señaló el bus que se veía a lo lejos. 

— Ahhh vamos Iza...

— Lo siento Gabriel, pero me voy, entre más rápido llegue a mi casa mejor. Nos vemos – se despidió Iza apurado.

— Bien, pero así estamos ¡Chau!

 

De esa manera Iza siguió su camino; aún le quedaba un trecho, no era mucho así que caminó en lo que "disfrutaba" de la llovizna, de repente vio el bus en el que iba Gabriel. 

— ¡Llámame más tarde para ir juntos a la fiestaaaa! – gritó.

 

Mientras seguía caminando, Iza notó que solo estaba a cuadra y media de su parada de bus y aunque empezó a llover con más fuerza él siguió caminando pensando en su día con un semblante inerte y despreocupado, a la vez que miraba el suelo pateando lo que sea que se le atravesaba. De pronto levantó la vista y se dio cuenta de algo raro… un turbulento soplo de viento frío erizó su piel y cuando miró a su alrededor, las calles estaban en total silencio como si de un pueblo fantasma se tratara, pero opto por pensar lo lógico que era que la gente estaba en sus casas cobijándose de la lluvia, así que le restó importancia.

 

Unos segundos después escuchó la caída de algo.

 

— ¡Qué caraj…! – se exaltó sin saber que había escuchado en sí.

 

El sonido fue bastante fuerte (como el choque de un costal cayendo con fuerza al piso). Se fijó a los costados, pero no había nada, ni nadie y quedó atónito.

 

El sonido se volvió a repetir a los pocos segundos, ahora sin duda no era un costal, sino el cuerpo de alguien en caída libre y definitivamente aquel provenía de un callejón a pocos metros de él.

 

— ¡Qué hago! ¡qué hago! – pensó Iza, indeciso entre si acercarse o no- Qué pasa, porque nadie más escucha ni sale.

 

Él sabía que de todas formas tendría que pasar a un lado del callejón para llegar a su parada, así que tragó saliva del nerviosismo y continuó. Su corazón latía con más y más fuerza. Para ese momento ya había llegado hacia la entrada del callejón e intentó pasarlo de largo, pero de repente un humo grueso y grisáceo salió de la nada.

 

La curiosidad fue más fuerte innegablemente y fue lo que lo impulsó a entrar para ver qué estaba pasando.