Escondiéndose en la pared del callejón como si fuera un espía, Iza trató de ver lo que sucedía o al menos averiguar que ocasionaba esos sonidos, pero no pudo captar nada claro, aquel espeso humo, bloqueaba la imagen, además que la lluvia hacía que le picara el rostro… Poco después no aguanto más y con sus palmas se refregó de arriba hacia abajo.
— Solo sabré si entro - respiró profundo y caminando a lo lejos pudo percibir a una figura masculina parada.
El pánico se intensificaba mientras más se acercaba, entonces pudo notar a una corta distancia con más claridad que no solo era una sino eran dos personas en el callejón, una parada y la otra estaba sentada en el suelo apoyándose en la pared del edificio de alado.
— Oigan ¿Todo bien? - preguntó Iza con la voz temblorosa y acercándose lo suficiente
En ese momento hubo un silencio tenso… el hombre en el suelo inclinó la cabeza a un lado para ver quién era el que había preguntado y sonrió.
— ¡¡¡Esto no es de tu incumbencia así que acepta mi consejo, vete niño y no regreses!!! - respondió el hombre que estaba parado.
Iza quedó pasmado por ese "regaño" ya que el hombre que le dijo que se marchara, para empezar, vestía un atuendo extraño, algo así como un uniforme, el cual era un saco francés parecido a la vestimenta de la oligarquía del siglo XVIII y un pantalón de tela, lo contrario al hombre en el suelo que tenía una camiseta blanca cortada en varias partes y con manchas de sangre, algo fuerte de ver sin duda.
— ¿Señor se encuentra bien? - preguntó instintivamente Iza al hombre del suelo aparentemente derrotado.
No hubo ningún tipo de respuesta por parte de este, solamente estaba algo paralizado y sonriendo mientras se agarraba el brazo izquierdo, al parecer había sufrido una herida grave pues en el suelo alrededor de ese brazo había sangre. Ver aquello, hizo que los cables de Iza en su cabeza se conectaran y este se diera cuenta de que en ese callejón estaba por ocurrir un asalto o peor un asesinato, de modo que asustado sacó su celular.
— Deje en paz a ese hombre o llamaré a la policía.
Sin dejarlo terminar el hombre que estaba de pie volteó y comenzó a acercarse con paso firme haciendo que el muchacho retrocediera mientras que discretamente empezó a marcar los números de su celular en pánico.
— Chico estás en el lugar equivocado a la hora equivocada… si valoras tu vida y tienes ganas de vivirla te marcharas en este instante… o… en cuanto ACABE CON ÉL… (apuntó al hombre que estaba sentado) SEGUIRÁS TÚ - apuntó a Iza terminando de hablar y volteando nuevamente hacia su primer objetivo.
Una amenaza de esa forma asustaría a cualquiera que no estuviera "preparado" emocional y psicológicamente, pero por lo contrario algo esta vez dentro de Iza no le permitió huir, algo dentro de él lo obligó a quedarse y quizá haya sido el hecho que detestaba las injusticias. Así fue, que en un momento en cuanto el hombre se volteó, la vista del chico fue atraída hacia un mazo de unos 40 centímetros… inmediatamente dejó su mochila a un lado, en silencio alzó el artefacto y se dispuso a tratar de golpear al hombre del saco francés noqueándolo y de ese modo ayudar a la otra persona que estaba en el suelo, para luego sacarlo de ese lugar.
Se acercó lo más rápido que podía y mientras lo hacía de manera sigilosa, la adrenalina lo llenaba a cada paso que daba, su respiración se aceleraba con cada segundo y algo frío empezó a bajar a través de su cuerpo que en ese punto no se distinguía bien si era sudor o la lluvia … se acercó lo suficiente, de pronto por un momento, tan solo un momento en el que el tiempo se "detuvo" Iza reaseguro el agarre de sus manos en el mazo con más fuerza para maximizar el daño, cerró los ojos y largó el golpe.
Todo se resolvería en un instante.
Segundos más tarde, al abrir sus ojos, vio a esta persona que era más grande y más fuerte, tendido a sus pies, lo primero que sintió fue algo de dolor en sus dedos y por la misma adrenalina que aún seguía corriendo sus manos que temblaban de manera ligera, el mazo se le resbaló y cayó a un lado, en ese segundo su mente se nubló con cientos de pensamientos mientras el hombre del saco yacía en el suelo.
— ¿Lo maté? Que hice…- despertó Iza agachándose para tomarle el pulso, pero no sintió nada o, mejor dicho, no supo qué sentir.
A lo largo de su vida jamás había hecho algo así, por otro lado, el hombre de camiseta blanca estaba en un estado de sosiego y unos segundos después largó una risa algo extraña. En ese instante, Iza se acordó de lo que quería hacer y se apresuró para socorrerlo, para ese momento este ya estaba parado, pero todavía sostenido por la pared.
— Venga conmigo rápido, lo ayudaré a salir de aquí.
— No fue suficiente, no lo golpeaste muy fuerte. ¡Vuelve a golpearlo ya! - exclamó el señor de camiseta blanca con un acento en su tono de voz.
— ¿Qué? ¿Qué quiere decir con eso? Si lo golpeé con fuerza - contestó Iza confundido.
De pronto el hombre del saco francés un poco aturdido se volvió a levantar y empezó a sentir con su mano en donde fue golpeado. Iza sabía que ahora estaba en problemas, ya que al ignorar la amenaza y golpearlo a la vez, había puesto su vida en peligro.
Un escalofrío empezó a subirle por todo el cuerpo mientras veía como empezaba a recuperarse aquel hombre, el nerviosismo se empezó a sentir por el cuerpo, sus sentidos se agudizaron, y como en cámara lenta, observaba como este señor se le abalanzaba sin ninguna expresión en su rostro (este además del uniforme, llevaba un gorro de esquiar pero partes de su pelo café estaban al descubierto, la piel de su cara estaba algo reseca y envejecida, además tenía una cicatriz pequeña en su mejilla derecha a lado de su boca) y como si el joven controlara el tiempo en un reflejo sorpresivo eludió el ataque inminente del hombre, dando una vuelta, esquivándolo en el momento preciso.
Habiendo evadido el ataque, corrió lo más rápido posible fuera del callejón, sin embargo, Iza estaba siendo perseguido por alguien mayor y con mucho mejor estado físico que él, era de esperarse que lo alcanzaría rápidamente.
Para su suerte, el piso ya estaba resbaladizo y antes de que lo sujetara con su mano, Iza se resbaló haciendo que el hombre del saco se tropezara con él y cayera de una forma dolorosa golpeándose la cara directamente en el concreto. Una vez sucedida la caída, Iza vio la oportunidad de levantarse y escapar, de manera que empezó a correr más rápido aún (el valor que tuvo al principio de no huir y ayudar, se esfumó en el momento en el que no pudo incapacitar al hombre con aquel golpe).
Mientras emprendía su camino hacia la entrada del callejón con gran velocidad, Iza sintió una fuerza que lo sujetaba del tobillo y como si fuera un acto de atracción, cayó de rodillas arrastrado unos centímetros atrás de donde estaba, de pronto volteó para ver si el hombre era el que lo estaba sujetando, pero sorpresivamente no había nada ni nadie… Aun así, sentía el calor y la fuerza de algo apretándole e impidiendo que se moviera, lo cual hizo que volvieran los escalofríos.
Con los ojos fuera de sus órbitas y casi muerto del miedo, después de un silencio aterrador, vio cómo el hombre del saco se recuperaba.
— Debiste huir cuando te di la oportunidad; ahora te mataré, y si te preguntas que te impide moverte, esa sensación en tu tobillo derecho que te aprieta - dijo el hombre del saco, pegando una pequeña carcajada - ¡SOY YO! - continuó con la voz más fuerte.
Iza volteó aturdido, sin saber cómo responder y todo conmocionado, trataba de procesar todo lo que escuchaba, con una mirada perdida hacia aquel.
— Tranquilo que muy pronto ya no tendrás de qué preocuparte, acabaré con esta incertidumbre, además este clima me está irritando y tengo frío.
De la nada, otra fuerza invisible golpeó a Iza en el estómago y fue tan duro el golpe que lo dejó sin aire, tirado en el suelo y acurrucado de dolor. Mientras se revolcaba lastimado, el hombre del saco ya estaba de pie nuevamente limpiándose un poco la suciedad de la ropa, se acercó, alzó a Iza de la camiseta con una sola mano como si no pesara nada y lo golpeó en la cara dos veces con la otra. Al tercer y último golpe lo dejó caer observando como la lluvia iba limpiándole la sangre que le salía de su nariz mientras estaba tendido en el suelo. En ese momento, el hombre sacó una daga de 15 centímetros.
— ¡Ahora te silenciaré y de una vez acabaré con los dos!
Iza trató de gritar, pero aun sentía dolor en su estómago y aparte de los golpes en su cara. Entonces el hombre con ambas manos en la daga ya en alto como si fuera a hacer algún tipo de sacrificio, justo cuando ya estaba por realizar el acto, se detuvo a la mitad y de pronto cayó justo al lado de Iza. Este se levantó lo más rápido que pudo sin saber que acababa de suceder en realidad, se apegó a la pared para estabilizarse ayudándose con una mano, mientras que con la otra se tapaba media cara.
La lluvia nublaba su vista, por lo que trató de limpiarse con su manga los ojos y al hacerlo pudo observar con horror, esta gran guadaña clavada en la espalda del hombre del saco ya tirado, escuchando casi simultáneamente un grito de aflicción, entonces levantó la vista y era justo el otro hombre de camiseta blanca, ese mismo que estuvo todo el tiempo en el papel de vencido y al que intentó ayudar en un principio… Ahora él estaba ahí de pie, aún con su brazo todavía malherido y con el otro apretando la herida para detener el sangrado.
Iza incrédulo y estático, se quedó ahí viendo como la guadaña había dado en el blanco.
— Te dije que no lo golpeaste fuerte (sacó su guadaña de la parte superior de la espalda del hombre) ¡Ahora bien! Tú chico (apuntó a Iza) ¡acércate!
El muchacho temblando se apuntó a sí mismo.
— Si, a quién más le hablaría… ¡acércate ahora! – replicó.
Iza fue acercándose con desconfianza, lentamente, pero manteniendo un poco de distancia.
— ¿No quisieras un poco de venganza? – le acercó su guadaña.
No sabía qué hacer ante tal oferta, acercó su mano hacia la guadaña tembloroso, pero al final no la aceptó y retrajo su brazo.
— Bien chico, como gustes, eso sí aléjate un poco más por favor.
Iza se alejó un poco de él y fue testigo de cómo el hombre de camiseta blanca alzó en alto la guadaña y la volvió a clavar un poco más arriba de la primera clavada, sin embargo, esta vez el hombre de saco no chilló tanto como la primera vez.
— ¿¡QUE ME HICISTE!? - gritó.
Te hice un favor, te dejé incapacitado para que no sufrieras tanto - contestó el dueño de la guadaña.
— ¡ESTO NO SE QUEDARÁ ASÍ, SABES BIEN QUE TE BUSCARÁN! - respondió el hombre del saco con una mirada de odio y dolor
— Ha, ha, ha. No es la primera vez que escucho esa amenaza, además si me buscaran, me buscarían por otras cosas que hice- contestó con escepticismo - Chico creo que ya sabes lo que sigue, así que te lo dejo a ti - agregó.
En silencio Iza volteó y se fue casi en modo automático, decidido a continuar su camino sin mirar atrás.
Una vez doblando la esquina del callejón para llegar a la parada de buses que estaba a solo a una cuadra más allá, de pronto escuchó aquel sonido… ese sonido aterrador de un objeto pesado, puntiagudo y metálico arrasando contra el suelo, resonando con fuerza y haciendo eco, eso solo podría significar una cosa.
El fin de la disputa.
Poco tiempo más tarde, Iza llegó a la parada de buses y en un único acierto, encontró el bus estacionado esperando por un poco más de gente para arribar. Ya sentado y todavía atónito e incrédulo de lo que había vivido en ese momento, al menos dentro del bus sintió un alivio enorme, ya no sentía dolor ni en la cara ni en el estómago y tampoco sangraba de la nariz.
Todo había terminado y se quedó quizá con la esperanza de que todo aquello haya sido solo parte de su imaginación y ya.