En la academia de Nymgard, un lugar en donde jovenes promesas buscan mejorar en sus capacidades mágicas y superar sus limites el viento soplaba con suavidad aquella mañana, moviendo las hojas de un viejo árbol que se alzaba en dicha academia. Era un árbol enorme, sus raíces se retorcían como si quisieran devorar el suelo, y su sombra parecía un refugio para los que buscaban escapar del mundo.
Bajo ese árbol, un chico de cabello oscuro y rostro cansado se encontraba tendido en la hierba, con los brazos cruzados tras la cabeza. Alexxt cerraba los ojos como si el mundo entero no existiera, pero lo cierto era que solo estaba escapando de el. Un leve suspiro salió de su boca mientras intentaba ignorar el sonido distante de las campanas de la academia.
--Que fastidio-- murmuró para si mismo.
La paz no duro mucho.
--Míralo--dijo una voz burlona, rompiendo la calma--. ¡Ahí esta! una de las grandes promesas de Nymgard, tan patético como siempre.
Alexxt abrió los ojos apenas lo suficiente para ver un grupo de estudiantes de la academia. Al frente del grupo estaba Darel, uno de los prodigios de su clase, con esa sonrisa torcida que tanto odiaba y su cabello dorado perfectamente peinado lideraba el grupo. junto a el, otros chicos y chicas reían entre dientes.
--¿No te cansas de estar tirado todo el tiempo?--continuo Darel provocando risas entre los demás--. Apuesto a que ni siquiera podrías lanzar un hechizo de fuego sin quemarte el cabello.
Las risas resonaron en los alrededores, punzantes como agujas. Alexxt apretó el puño, pero no se movió. Sabia que si respondía, solo seria peor.
--Déjalo en paz, Darel--intervino una voz dulce, pero firme.
la risa se corto de inmediato. El grupo de estudiantes se aparto ligeramente cuando Aelynn, la hermana de Alexxt, apareció entre ellos. su presencia lo cambiaba todo: su porte sereno, su uniforme impecable y su cabello negro azabache, largo y brillante, parecían darle un aire de autoridad natural.
Darel retrocedió
--Heeh, pero si no es nada mas ni nada menos que Aelynn, que pasa haz, ¿venido a rescatar a tu patético hermano otra vez?--menciono, aunque en su voz se notaba el nerviosismo--.¿que acaso no te cansas de estar protegiéndolo, solo es un miserable que no se puede cuidar por si mismo. Un día no vas a estar ahí para protegerlo.
Aelynn no respondió. En cambio, su mirada fija hizo que Darel desviara los ojos y retrocediera un paso
--Humm, vámonos-- ordeno Darel a los demás, tratando de salvar algo de dignidad. Antes de alejarse, lanzo una ultima mirada a Alexxt--. Nos vemos en clases... si es que apareces.
El grupo se alejo, dejando tras de si un silencio incomodo.
Aelynn suspiro y miro a su hermano. Alexxt aun estaba tendido bajo el árbol, mirando el cielo sin decir nada.
--¿Otra vez aquí, Alexxt?-- pregunto ella finalmente, cruzando los brazos.
--¿Y que esperabas? -- respondió Alexxt con una mueca, sin apartar la vista de las ramas del árbol--. Al menos aquí no tengo que escuchar todo el día lo "perfecta" que eres y lo "inútil" que soy.
Aelynn no dijo nada. Se sentó a su lado y apoyo la espalda contra la de su hermano dejando que el silencio llenara el espacio entre ellos.
--No puedes faltar a clases siempre-- dijo ella después de un momento--. El profesor Thariel esta preguntando por ti.
--Que pregunte lo que quiera. No le importa. A nadie le importa.
Aelynn giró la cabeza hacia su hermano, observando su rostro sombrío. El silencio entre ellos era pesado, pero lo que más le pesaba era esa expresión distante en sus ojos, como si estuviera mirando más allá de ella, más allá del mundo. Sabía que había algo roto dentro de Alexxt, algo que no podía curar con palabras o con entrenamientos, algo que ni siquiera ella, con todo su poder, podía arreglar. Había intentado de todo: lo había entrenado con toda su fuerza, había sido paciente, había buscado cada método posible para ayudarlo a descubrir su poder… pero todo parecía en vano.
Y, lo peor de todo, era que ni siquiera sabía qué hacer. Aelynn, con su poder inmenso y su capacidad para luchar en combate cuerpo a cuerpo, sabía que no era suficiente. Su hermano no podía hacer magia como los demás, no podía canalizar ese poder interior que a tantos les fluía de manera natural. No importaba cuánto lo empujara o cuántos sacrificios hiciera por él, Alexxt seguía en ese mismo lugar, atrapado en su inseguridad y su dolor.
La frustración creció dentro de ella como un torrente, y por un momento, su rostro reflejó una desesperación que raramente mostraba. Ella, que había sido la imagen de fuerza, de control, de la hermana perfecta... ahora se sentía impotente. Se sintió pequeña, vulnerable ante la enormidad de la distancia emocional que los separaba.
—Mamá no estaría feliz si te viera así —dijo Aelynn con la voz suavizada por el peso de sus propias emociones. La mención de su madre, aunque lo intentó disimular, le quemó la garganta. No solo por la pena de saber que su madre ya no estaba, sino por la amarga verdad de que nunca podría ser suficiente para salvar a su hermano de sí mismo.
Alexxt apretó los puños, y Aelynn pudo ver el dolor reflejado en su rostro. El muro que él había levantado para protegerse de la tristeza se rompió en ese instante, y la mirada de desdén que había mostrado antes se convirtió en una punzada de rabia contenida.
—Bueno, mamá ya no está con nosotros. No me gustaría que viese lo patético que se ha convertido su hijo.
Las palabras de Alexxt fueron como un golpe directo al corazón de Aelynn. Sintió que algo dentro de ella se quebraba, y no pudo evitar que un calor punzante se apoderara de su pecho. No sabía cómo ayudarlo, cómo sanar esa herida profunda que se negaba a cerrarse, ni cómo hacer que viera lo que ella veía: un hermano capaz de tanto, solo que aún no lo entendía.
—¡No eres patético! —exclamó Aelynn con una intensidad que apenas reconoció en su propia voz. La frustración había alcanzado su punto álgido. Pero su tono no fue solo de enfado, sino de desesperación. Estaba cansada de verlo sufrir, cansada de sentir que no podía hacer nada para cambiarlo. —¡No eres patético, Alexxt! Simplemente… tu poder aún no ha despertado del todo. Yo sé que va a surgir, tarde o temprano. Solo necesitas tiempo, solo necesitas seguir entrenando.
Alexxt la miró, sus ojos llenos de una mezcla de incredulidad y amargura, y luego bajó la mirada, como si esa respuesta no fuera suficiente.
—Lo dices como si fuera fácil —respondió él, con una voz cargada de cansancio. Bajó la mirada, como si el suelo pudiera ofrecerle alguna respuesta. Observó las hojas caídas, pero su mente no encontraba paz.
—He intentado de todo. Pero, ¿de qué sirve? Mi poder... mi magia... siempre está un paso atrás. Mientras todos avanzan, yo sigo aquí. Atascado. No puedo controlar mis hechizos. No puedo defenderme.
Suspiró, con el rostro desolado. —Me siento... invisible. Como si no importara cuánto lo intente, siempre seré el que no encaja.
El silencio volvió a caer entre ellos. Aelynn deseaba poder encontrar las palabras correctas, pero cada vez que intentaba decir algo, todo le sonaba vacío, como si su hermano ya no creyera en nada. La verdad era que ella tampoco sabía cómo podía ayudarlo, pero no podía dejarlo ir, no podía rendirse.
—Lo siento, hermano —susurró, finalmente, la frustración y la tristeza filtrándose en su voz. Se arrodilló junto a él, tomando su mano con fuerza, como si de alguna manera eso pudiera transmitirle todo lo que sentía, todo lo que deseaba que él pudiera ver en sí mismo. —Lo siento mucho. Pero no vas a estar solo en esto. No lo estás ahora, y no lo estarás nunca.
Finalmente, Aelynn se puso de pie y extendió una mano hacia su hermano.
--Vamos. Si seguimos aquí, nos meteremos en problemas.
Alexxt la miro de reojo. Por un momento, pareció que iba a rechazar su oferta, pero al final suspiro y tomo su mano. Aelynn tiro de el con facilidad, ayudándolo a levantarse.
--Eres fuerte, hermano --dijo ella mientras lo miraba a los ojos--. Solo tienes que darte cuenta de ello.
Alexxt no respondió, pero en el fondo algo en el se removió, se sacudió la hierba de la ropa y comenzó a caminar detrás de su hermana, de vuelta a la academia.
Mientras Alexxt seguía a Aelynn de regreso a la academia, sus ojos se detuvieron en una hoja que cayo suavemente al suelo. las hojas del roble siempre le recordaban a su madre.
--Alexxt, cuida de tu hermana --la voz de su madre resonó en su memoria, suave como un susurro.
El cerro los ojos por un instante y pudo verla: sentada bajo un árbol similar, con el cabello castaño ondeando al viento. A su lado, su padre dibujaba símbolos en el aire con su dedo, formando pequeñas luces flotantes. De niños Alexxt y Aelynn reían fascinados mientras intentaban imitar los hechizos de su padre.
"Algún día serán grandes hechiceros, lo se", decía el con una sonrisa llena de orgullo.
el recuerdo se desvaneció tan rápido como había llegado, y Alexxt sintió una presión en el pecho. "¿Que dirías si me vieras ahora, papá?", pensó amargamente.
--¿Vienes o no? --llamó Aelynn desde adelante
--Si, si... --respondió el, apresurando el paso y dejando que el viento se llevara aquel recuerdo.
Mientras lo hacia, miro de reojo al viejo árbol. Sus raíces retorcidas y su sombra parecían aun mas grandes ahora. Como si el árbol también guardara secretos... y estuviera esperando algo de el.