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Chapter 3 - Capítulo 3: La Prueba del Honor

Alexxt salió de la dirección con el peso de las palabras del director todavía retumbando en su mente. Apenas cruzo el umbral, Aelynn lo esperaba, apoyada contra una de las columnas del pasillo. Su rostro, iluminado por la luz tenue del atardecer, mostraba una mezcla de preocupación y frustración.

—¿Es cierto? —preguntó sin rodeos, avanzando hacia el con el ceño fruncido —. ¿Te vas a enfrentar a Darel?

Alexxt asintió sin levantar la mirada, sus pasos resonando en el suelo de mármol.

—¡No puede ser, esto es una barbarie! —exclamó Aelynn, golpeando con la palma una de las columnas de piedra. La fuerza del impacto hizo eco en el pasillo—. ¿Cómo pudieron siquiera proponerte esto? ¿En qué demonios estaba pensando el director?

—Aelynn... —intentó decir Alexxt con voz baja, pero ella no le dejó continuar.

—¡No, Alexxt! Esto no está bien —su voz temblaba entre enojo y frustración, y sus manos se cerraban en puños a ambos lados—. ¡Sabe perfectamente cuál es tu situación! Sabe que no tienes... —Se detuvo bruscamente, tragándose las palabras, pero el daño ya estaba hecho.

Alexxt levantó la cabeza, su mirada más apagada que de costumbre. Una sonrisa amarga apareció en sus labios.

—No tengo nada, ¿cierto? —murmuró con un tono que le dolió escuchar a Aelynn.

—No quise decir eso... —respondió ella, su voz quebrándose apenas. Dio un paso hacia él, obligándolo a mirarla—. Solo me enfurece que te arrastren a esto. Ese viejo no tiene derecho a ponerte en una posición como esta.

Alexxt guardó silencio, dejando que las palabras de su hermana llenaran el aire. En cierto modo, le aliviaba saber que ella sentía lo mismo que él: que todo esto era injusto. Pero al mismo tiempo, su enojo solo le recordaba lo inútil que era en este momento.

—¿Por qué no le dijiste que no? —insistió Aelynn, su voz ahora más baja, más vulnerable—. Esto no es un simple combate, Alexxt. Darel no te va a tener consideración.

—No podía decir que no —respondió finalmente él—. No después de lo que pasó.

Aelynn negó con la cabeza, incapaz de aceptar una respuesta así. Se acercó aún más, abrazándolo con todas sus fuerzas, inclinándose apenas para rodearlo. Siempre había sido unos cinco centímetros más alta que él, algo que solía bromear diciendo que era "su ventaja gemela". Pero en ese momento, esa diferencia solo parecía subrayar la forma en que intentaba protegerlo, como si con ese gesto pudiera cargar con el peso de sus problemas.

—Si él no te cuida, entonces me encargaré yo de hacerlo. Pero prométeme algo —su voz era firme, aunque sus ojos reflejaban toda la preocupación que sentía—: no hagas ninguna locura ahí dentro. No dejes que te destruyan, ¿me oyes?

Alexxt asintió lentamente, aunque en su interior sabía que no podía cumplir esa promesa. La arena no era lugar para medias tintas.

Aelynn lo observó durante unos segundos más, intentando ocultar la rabia que hervía dentro de ella. Finalmente, con un suspiro frustrado, lo soltó y se giró hacia el pasillo.

—Si el director cree que esto le dará algo de espectáculo, se equivocó —murmuró con una dureza que Alexxt rara vez le escuchaba.

Él la vio marcharse, sabiendo que el enojo de Aelynn no era solo por él, sino también por una situación que ambos estaban condenados a enfrentar.

Las noticias se esparcieron como pólvora por toda la academia: Alexxt, el chico sin clase, se enfrentaría a Darel, el prodigio. Nadie lo esperaba, pero todos estaban ansiosos por verlo.

—¿Viste a quién pusieron contra Darel? ¡Es ese chico que no tiene clase! —murmuraban algunos estudiantes en los pasillos.

—Dicen que fue un castigo del director.

—Esto va a ser un espectáculo...

Mientras las habladurías crecían y las risas se multiplicaban, Alexxt permanecía en su habitación. El cielo fuera de la ventana ya se había teñido de azul profundo, y la luna comenzaba a asomarse.

Sentado en el borde de su cama, observaba sus manos. Las abría y cerraba, como si esperara que algo en ellas cambiara.

—¿Cómo demonios voy a sobrevivir a esto? —murmuró en voz baja, su aliento empañando ligeramente el cristal de la ventana.

El miedo lo consumía lentamente, pero también una chispa de enojo prendía dentro de él. No era justo. No tener clase no significaba ser nada.

A la mañana siguiente Alexxt se encontraba de frente a la puerta que daba con la arena de combate. La Arena de Combate era el orgullo de la academia, un vasto recinto circular ubicado en la parte posterior del campus. Construida con piedra pulida y decorada con símbolos arcanos grabados en sus paredes, la arena no era solo un lugar de enfrentamiento, sino también un sitio de tradición y honor.

El suelo estaba cubierto con una mezcla de arena blanca y piedra negra, diseñada para absorber impactos mágicos y físicos durante los duelos. Sobre las gradas, esculpidas con formas geométricas elegantes, se extendían baldosas de mármol oscuro que contrastaban con el dorado de los estandartes de la academia, ondeando ligeramente con el viento. Dichas gradas estaban repletas de compañeros que habían escuchado sobre el enfrentamiento, ansiosos por ver qué sucedería.

—¡No puedo creerlo! Alexxt va a enfrentarse a Darel —murmuraban algunos con incredulidad.

—Eso no será un duelo. Será una masacre.

—¿Cómo va a defenderse si ni siquiera tiene una clase?

Aelynn estaba entre la multitud, preocupada, observando a su hermano mientras descendía hacia el centro de la arena. 

En el campo, Darel ya lo esperaba, con una sonrisa petulante y confianza desbordante. Sostenía un mandoble, una espada de madera grande y larga, común entre los estudiantes de la clase Warrior. En cambio, Alexxt desenvainó su espada, una katana de madera cuya silueta estilizada contrastaba con la brutalidad del arma de su oponente. La katana era mas que solo una espada pues era el arma favorita de Alexxt ya que había sido la primera espada que su padre le entrego en su cumpleaños numero 10 junto a un collar con el símbolo de la familia Draythorn, mientras que Aelynn recibía una pulsera con el mismo símbolo.

—Espero que sepas lo que haces, sin clase —le dijo Darel, con desprecio.

Alexxt respiró hondo y recordó las palabras de su tío esa mañana: "No dejes que otros decidan quién eres. Demuéstralo."

Un instructor veterano, Maestro Karthas, se colocó en el centro y levantó la voz:

—Este será un duelo de práctica. No está permitido el uso letal de la magia ni armas prohibidas. Se evaluará el control, la técnica y la disciplina. ¡Prepárense!

Darel se inclinó hacia adelante, adoptando una postura de combate agresiva, los músculos de sus brazos tensándose con anticipación mientras agarraba su mandoble de madera. Alexxt, en cambio, permaneció quieto, su katana de madera apenas levantada. El silencio fue cortado por la voz de Darel.

—¿De verdad vas a quedarte ahí parado? —rugió antes de lanzarse.

El mandoble silbó en el aire, brutal y veloz. Alexxt apenas pudo esquivarlo, girando el cuerpo por instinto. Darel giró sobre sus talones, enviando otro golpe descendente que Alexxt esquivó por poco. Las pisadas retumbaban en el suelo de piedra, un ritmo frenético que hacía eco en los nervios de los presentes.

—¡Pelea de una vez, cobarde! —escupió Darel, girando con furia.

Finalmente, Darel lanzó un ataque en diagonal con tanta fuerza que, aunque Alexxt intentó bloquear, el impacto atravesó su guardia. El golpe lo lanzó contra el suelo, deslizándose varios metros hasta chocar con el borde de la arena.

—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló Darel, avanzando con pasos lentos y pesados.

Las risas comenzaron a surgir en las gradas como cuchilladas al orgullo de Alexxt. Mientras se ponía de rodillas, una chispa de rabia comenzó a arder en su interior. La misma oscuridad de su pesadilla... rugía de nuevo. Un calor extraño subió desde su pecho hasta sus brazos.

—No... —murmuró, poniéndose de pie con dificultad—. No he terminado.

El suelo bajo sus pies vibró débilmente. La katana en su mano pareció más ligera, más viva. Alexxt levantó la mano libre por instinto y una débil llamarada oscura danzó en la punta de sus dedos. El aire pareció espesarse.

—Magia... —susurró alguien en las gradas—. Pero... ¿Qué clase es esa?

Incluso el Maestro Karthas frunció el ceño, pero no intervino.

—¿Qué demonios...? —masculló Darel, su expresión mostrando una sombra de duda.

En ese instante, Alexxt movió los pies. Fue un parpadeo, un movimiento imposible de seguir. Su velocidad había aumentado. En un par de pasos, apareció frente a Darel y descargó un golpe limpio con su katana de madera en el costado de su oponente.

¡THUD!

El impacto fue fuerte, y Darel retrocedió dos pasos, sorprendido y con el rostro enrojecido de rabia.

—¡No te creas mucho solo porque lograste darme un golpe! —bramó Darel, sus ojos llameando con furia—. ¡Voy a romperte, sin clase!

Darel cargó hacia adelante, sus ataques volviéndose más agresivos, más salvajes. Cada golpe de su mandoble parecía arrastrar toda su furia, y aunque Alexxt intentaba esquivar, la velocidad y la fuerza del oponente lo desbordaban.

Un golpe directo le alcanzó el hombro. Otro le cortó la respiración al impactar en el torso. El último lo hizo tambalearse, tosiendo sangre y cayendo de rodillas. El público guardó silencio, y desde el borde de la arena, Aelynn se puso de pie con el rostro pálido.

—¡Alexxt! —su voz temblaba entre la multitud.

Darel, sin detenerse, levantó su mandoble una vez más.

—¡Vamos, levántate! ¡Defiéndete si puedes!

Alexxt respiró con dificultad. La visión se le nublaba, y apenas podía sostenerse en pie. Pero, en un último intento desesperado, extendió una mano al aire. Algo dentro de él, la misma energía oscura que había sentido antes, comenzó a vibrar con furia.

—Por favor... —murmuró entre jadeos.

De repente, una espada oscura y etérea comenzó a tomar forma a su lado. Flotaba a unos centímetros de su hombro, una silueta negra como la noche, con un filo difuso y errático que parecía temblar, como si apenas pudiera existir en este mundo.

Darel se detuvo en seco, sorprendido.

—¿Qué demonios...?

La espada se lanzó hacia él con rapidez, como si respondiera a la voluntad de Alexxt. Darel gruñó y levantó su mandoble instintivamente para bloquear el ataque. El sonido de su acero resonó en el aire... pero no golpeó nada. La espada atravesó el mandoble como una sombra y se desvaneció en una nube de humo oscuro.

El silencio se rompió con la risa burlona de Darel.

—¿Eso fue todo? ¿Un truco barato? —bajó su arma y señaló a Alexxt con desprecio—. ¿Creías que eso me iba a detener? Ni siquiera es real. ¡Patético!

Alexxt sintió el peso de sus palabras como una losa en el pecho. La espada... su única esperanza... no había sido más que una ilusión. Su mirada se clavó en sus manos temblorosas.

—Mírate —escupió Darel con una sonrisa cruel—. No eres más que un perdedor jugando a ser algo que no es.

La furia de Darel explotó. Se lanzó sobre Alexxt con una agresividad descontrolada, descargando golpes que no le dieron oportunidad de reaccionar. El mandoble se estrelló contra él una y otra vez.

Un golpe directo en el torso lo hizo escupir sangre. Otro en la pierna lo dejó sin equilibrio. La última arremetida lo golpeó con tanta fuerza que su katana salió volando y su cuerpo fue lanzado hacia atrás como una muñeca de trapo.

El ruido seco de su caída resonó en todo el campo. Nadie se atrevió a moverse.

Desde las gradas, Aelynn dejó escapar un grito ahogado, con los ojos empañados por las lágrimas.

—¡Alexxt!

El Maestro Karthas levantó la mano de inmediato.

—¡Basta! —su voz fue dura, irrefutable—. El combate ha terminado.

Darel se quedó quieto, respirando con dificultad, pero con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Miró al cuerpo inmóvil de Alexxt y murmuró, con desprecio:

—Ni siquiera pudiste aguantar un poco más.

Alexxt yacía en el suelo, su pecho subiendo y bajando con dificultad. La sangre goteaba de su labio, y la mirada de Aelynn buscó desesperadamente a su hermano entre los murmullos inquietos del público. La pena se dibujaba en los rostros de algunos estudiantes, mientras Darel bajaba su mandoble con una sonrisa satisfecha.

—Espero que eso te enseñe a no ponerte en mi camino, sin clase —escupió Darel antes de darse la vuelta.

Aelynn corrió hacia Alexxt, sin importarle las reglas, arrodillándose junto a él, giro su cabeza clavándole una mirada cargada de furia a Darel que este al verla se le borro la sonrisa de su rostro pues sabia que Aelynn a diferencia de su hermano era mucho mas fuerte. El aire alrededor de ella vibro, y un aura de luz blanca comenzó a emanar de su cuerpo, crepitando como si estuviera a punto de estallar.

Darel sintió aquel poder

—¿Vas a intentarlo, niñata? —dijo Darel en un tono burlón, pero a la vez que escondía algo de nerviosismo.

Aelynn apretó los puños, con los dientes rechinando, y la luz a su alrededor se intensificó como si fuera a lanzar un ataque. Pero entonces sintió una mano débil en su brazo. Alexxt, con la mirada entrecerrada y los labios manchados de sangre, negó apenas con la cabeza, pues sabia que si la dejaba podía meterse en problemas y era lo que menos quería.

—No lo hagas… —murmuro con un hilo de voz —. No vale la pena.

Aelynn tembló, sus hombros tensos, pero al final bajo el brazo. La luz se disipo poco a poco hasta desaparecer por completo.

Darel sonrió burlonamente antes de marcharse, ignorando por completo la escena

Aelynn se arrodilló junto a Alexxt y lo abrazó con tanta fuerza, como si quisiera protegerlo de todo lo que le había sucedido.

—Idiota… — su voz temblaba, pero las lágrimas ya corrían libremente, mezclándose con la rabia que sentía. La furia que la consumía no era solo por el dolor que su hermano había sufrido, sino por la impotencia de no poder evitarlo, por ver cómo Darel se alejaba sin pagar el precio de sus actos.

Aelynn apretó a Alexxt contra su pecho, los dientes apretados, mientras las lágrimas seguían cayendo. Era como si todo el dolor y la frustración acumulados se desbordaran sin control. La rabia quemaba su pecho, pero solo podía abrazarlo

—¿Por qué? —murmuró entre sollozos—. ¿Por qué tienes que hacer esto, Alexxt?

El sol ya comenzaba a ponerse, tiñendo el horizonte de naranja, pero para Aelynn, el mundo parecía haberse detenido. Todo lo que podía sentir en ese momento era la impotencia de no haber podido evitar que su hermano se enfrentara a algo tan brutal, tan destructivo.

Cuando por fin levantó la vista, vio que la multitud ya se había dispersado, algunos miraban desde lejos, otros susurraban. Ninguno de ellos se atrevió a intervenir. Aelynn no les importaba. Solo le importaba él.

—Te lo dije... Te lo dije, idiota —murmuró con voz quebrada, pero sin dejar de abrazarlo, sin soltarlo, aunque los sollozos apenas la dejaban hablar.

Alexxt no respondió. Apenas podía escucharla su conciencia poco a poco se apagaba. Sin perder mas tiempo Aelynn paso con cuidado el brazo de Alexxt sobre sus hombros y con un esfuerzo que apenas parecía posible logro levantarlo para sacarlo del campo de batalla y llevarlo al hospital para que curasen sus heridas.