El sol matutino se filtraba a través de los ventanales de la mansión Draythorn, bañando la habitación de Aelynn con una luz cálida y suave. Con un suspiro, se incorporó en la cama, estirándose perezosamente antes de deslizarse fuera de las sábanas. Se vistió con su uniforme de la academia con movimientos ágiles y acostumbrados. Después de acomodar su cabello y asegurarse de que todo estuviera en orden, salió de su habitación rumbo al comedor.
Mientras descendía las escaleras, notó que la puerta de la oficina de su tío Kael estaba entreabierta. La curiosidad la detuvo por un instante, y al asomarse para saludarlo, se encontró con una figura que no esperaba ver.
—Oh, Elorath… —dijo con una leve sonrisa. —Buenos días.
Elorath alzó la vista y esbozó una sonrisa al verla.
—Vaya, has crecido bastante, Aelynn —comentó con un tono cordial—. Ya no eres aquella niña de hace tres años.
Aelynn sonrió con un dejo de nostalgia.
—Sí… han pasado muchas cosas desde entonces.
Elorath la observó por un momento, pero en su mente aún resonaba el recuerdo de aquel día, cuando Aelynn rompió en llanto al recibir la noticia de la muerte de Alexxt. Con una mirada apagada, pero esbozando una leve sonrisa, intentó disculparse.
—Aelynn… yo…
Ella lo interrumpió suavemente, con una expresión serena.
—No es tu culpa, Elorath. Hiciste todo lo que estuvo en tu mano. Nadie podía haber previsto que los prisioneros lograrían causar semejante catástrofe.
Elorath asintió, aunque en su interior seguía teniendo dudas. Las noticias oficiales aseguraban que el motín fue causado por un grupo de prisioneros que encontraron la forma de desactivar los artefactos en sus muñecas que restringían sus poderes. Sin embargo, ahora que la prisión estaba completamente destruida y sin sobrevivientes, la verdad se había vuelto inalcanzable.
Aelynn se despidió con cortesía y siguió su camino al comedor. Elorath la observó salir antes de dirigir su atención de nuevo a Kael.
—Es una chica muy fuerte —comentó con una leve sonrisa.
—Ha pasado por mucho —admitió Kael—, pero ha encontrado apoyo en sus amigos y ha seguido adelante.
Elorath asintió y cambió de tema.
— Kael he seguido investigando sobre lo ocurrido en el santuario Astryall
Kael entrecerró los ojos.
—¿Has encontrado algo sobre lo sucedido, sobre Vaelor?
—Sigo tras sus pasos. Sé que su próximo objetivo está relacionado con el Corazón de Eryndor… y que la desaparición de Alexxt solo facilitó sus planes.
Kael suspiró, apoyando los codos sobre el escritorio.
—Ese artefacto… fue robado cuando Vaelor entró al santuario de Astryall. ¿Sabes algo sobre su poder?
Elorath meditó antes de responder.
—No demasiado. El único que conocía su verdadero uso era Caelys, el líder de la Orden de los Custodios. Sin embargo, los archivos del santuario mencionan que el Corazón de Eryndor es capaz de… alterar el flujo de energía vital.
Kael frunció el ceño.
—¿Alterar el flujo de energía vital? ¿Te refieres a la esencia misma de los seres vivos?
Elorath asintió.
—Así es. Según las inscripciones recuperadas, el Corazón no es solo una fuente de poder, sino un conducto que puede amplificar, suprimir o incluso transferir la esencia vital de un individuo. Se dice que, en tiempos antiguos, los Custodios lo usaban para sanar heridas fatales y purificar regiones afectadas por corrupción mágica. Pero también hay registros más oscuros…
Kael se inclinó hacia adelante, su mirada aguda.
—¿Más oscuros?
Elorath bajó la voz.
—Se menciona un ritual prohibido… algo que Caelys jamás permitió. Al parecer, el Corazón también puede absorber la energía vital de varios individuos y transferirla a uno solo, dándole un poder inimaginable. Si Vaelor lo robó, no creo que sea para sanar a nadie.
Kael dejó escapar un suspiro pesado.
—Entonces, si Vaelor lo tiene… su intención no es solo aumentar su poder, sino modificar la esencia misma de su ser.
Elorath asintió con gravedad.
—Si logra desbloquear su verdadero potencial, no habrá límites para lo que pueda hacer.
Kael cerró los ojos por un instante.
—Esto me da una muy mala espina.
Mientras tanto, Aelynn llegó al comedor, donde Lyra ya la esperaba con su desayuno. Al verla entrar, la joven sirvienta le dedicó una sonrisa cálida.
—Buenos días, Señorita Aelynn. Aquí está su desayuno —dijo con una leve reverencia antes de colocar el plato frente a ella.
—Lyra, ¿cuántas veces te he dicho que no necesitas hacer eso? —Aelynn sonrió con diversión, apoyando un codo sobre la mesa—. No es necesario que tengas que hacer ese tipo de reverencias conmigo.
Lyra dejó escapar una risita y sacudió la cabeza con ligereza.
—Lo siento mucho es una costumbre que se me es difícil de romper, pero tratare de controlarme un poco.
Aelynn soltó una pequeña risa y negó con la cabeza antes de tomar un sorbo de su té.
—Por cierto, hacía tiempo que no veía a Elorath. ¿Sabes cuándo llegó?
—Esta mañana temprano —informó Lyra mientras ajustaba el mantel sobre la mesa—. Tenía información importante para Lord Kael.
Hubo una pausa. Lyra mordió su labio inferior, como si dudara en continuar, y luego bajó la mirada, jugueteando con los pliegues de su delantal.
—Tal vez… haya encontrado algo sobre Vaelor… —dijo finalmente, pero su tono era titubeante, como si las palabras se le atascaran en la garganta.
Aelynn dejó su cuchara con suavidad sobre el plato y alzó la vista hacia Lyra.
—Lyra, está bien —dijo con voz calmada—. No tienes que ponerte nerviosa al mencionarlo.
Lyra frunció levemente los labios y bajó la cabeza.
—Es solo que… no quiero hacerte recordar lo que pasó ese día —murmuró—. No quiero hacerte daño.
Aelynn extendió una mano y tomó la de Lyra con gentileza, dándole un leve apretón.
—Sé que lo dices con buenas intenciones, pero no tienes que protegerme de mi propio pasado —dijo con un suspiro—. Es cierto que quisiera encontrarlo y hacerlo pagar por lo que hizo, pero… sé que eso no es lo que mi hermano hubiese querido.
Lyra levantó la vista, sus ojos reflejaban un alivio mezclado con tristeza.
—Alexxt habría deseado que siguiera adelante con mi vida en lugar de dejarme consumir por la venganza —continuó Aelynn, con una leve sonrisa melancólica—. Y quiero honrar eso.
Lyra le devolvió la sonrisa y asintió, apretando su mano antes de soltarla.
—Eres más fuerte de lo que crees, Aelynn —susurró.
—Y tú más terca de lo que aparentas —bromeó la joven, tratando de aligerar el ambiente.
Ambas rieron suavemente y la conversación cambió a temas más ligeros. Una vez terminado el desayuno, Aelynn se despidió y partió rumbo a la academia, dejando a Lyra con una sensación de gratitud por la confianza que su ama, y más importante aún, su amiga, depositaba en ella.
Al llegar a la academia, Aelynn vio a su mejor amiga, Kayle, de pie frente al tablón de anuncios, examinando los encargos disponibles con una expresión de concentración absoluta. Sonriendo con picardía, Aelynn se acercó sigilosamente y, sin previo aviso, la abrazó por detrás.
—¡Buenos días, Kayle! —dijo en un tono burlón.
Kayle saltó del susto y se giró rápidamente, viendo a Aelynn con una expresión de sorpresa antes de fruncir el ceño.
—¡No hagas eso!
Aelynn rió divertida, apoyándose contra el tablón.
—Te veías tan concentrada que no pude resistirme. ¿Estás pensando en tomar un encargo?
Kayle dudó un momento antes de asentir.
—Quiero ganar experiencia en combate… mejorar mis habilidades.
Aelynn la observó con detenimiento. Notó en su mirada un brillo particular, uno que no era solo de determinación, sino de algo más profundo. Su mente la llevó de vuelta al combate de exhibición contra Darel. En aquel momento, Aelynn no solo había visto a Kayle luchar con fiereza, sino que había notado algo más en su expresión… una emoción intensa, casi salvaje. Esa sonrisa que su amiga había mostrado en el fragor de la batalla no era algo que pudiera olvidar fácilmente.
Aelynn ladeó la cabeza y, con una sonrisa maliciosa, dijo:
—Umm… parece que el combate contra Darel te dejó insatisfecha, ¿eh?
Kayle sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escuchar esas palabras y, casi de inmediato, el recuerdo de su propia sonrisa durante la batalla volvió a su mente. Su rostro se enrojeció inmediatamente, pero intentó mantener la compostura.
—C-cállate —murmuró con un tono nervioso.
Aelynn, al notar su reacción, no pudo evitar sonreír aún más.
—¡Heeh Kayle! Esa cara tuya lo dice todo. ¡Mírate! Estás roja como un tomate. ¡Lo sabía! ¡Lo disfrutaste!
Kayle sintió que su dignidad estaba en juego y, con una mezcla de vergüenza y molestia, trató de atrapar a Aelynn para hacerla callar. Sin embargo, Aelynn esquivaba sus intentos con agilidad, riendo mientras se burlaba de ella.
—¡Admite que te encanta pelear, Kayle! ¡Ese instinto salvaje tuyo es adorable!
—¡Cállate, Aelynn!
Kayle finalmente logró acorralarla, pero en un mal cálculo, ambas tropezaron y cayeron al suelo, Kayle quedo encima de Aelynn, sujetándole las manos con una expresión de frustración.
—¡Deja de burlarte! —dijo, su rostro aún sonrojado.
Aelynn, debajo de ella, miró a su amiga con diversión.
En ese momento, Ragna llegó a la escena y se detuvo en seco al verlas. Sus ojos se abrieron de par en par y su rostro adquirió un leve rubor al notar la posición en la que estaban.
—¿Qué… qué están haciendo? — preguntó con torpeza, sin saber si debía mirar o apartar la vista.
Kayle, al notar su expresión, sintió que su vergüenza alcanzaba su punto máximo. Su expresión pasó de un rojo intenso a una sombra oscura de pura furia. Un silencio amenazador cayó sobre la escena por un breve instante… y sin pensarlo dos veces, golpeó a Ragna con fuerza.
—¡Idiota! ¡No es lo que parece!
El impacto fue tan fuerte que Ragna salió despedido hacia atrás, chocando contra una pared.
Aelynn aprovechó el momento para incorporarse y quedar sentada en el suelo, frotándose las muñecas. Mientras observaba a Ragna retorciéndose en el suelo y a Kayle aún con el ceño fruncido y respirando con pesadez, se llevó una mano a la boca para disimular su risa.
"Tal vez… me pasé un poco con la broma."
Después del pequeño "incidente", Kayle, Aelynn y Ragna caminaban por los pasillos de la academia en dirección al aula.
Kayle iba en el centro, con los brazos cruzados y una expresión de leve molestia, aunque no era una ira genuina… más bien, una especie de frustración adorable. Aelynn, a su lado, sonreía con las manos entrelazadas detrás de la espalda, claramente satisfecha con su pequeña travesura. Ragna, por otro lado, caminaba sobándose el lugar donde había recibido el golpe, su expresión alternando entre queja y resignación.
—Sabes, Kayle… —dijo Ragna, con una mirada de sufrimiento exagerada—. No es por quejarme, pero ¿por qué soy siempre yo el que termina golpeado? Digo, Aelynn fue quien te estaba molestando, pero ¿a quién lanzaste contra la pared? ¡A mí! ¡¿Dónde está la justicia en eso?!
Kayle exhaló con resignación y le lanzó una mirada de lado.
—Es simple —respondió con indiferencia—. Aelynn es rápida, tú no.
Ragna abrió la boca para responder, pero la cerró de inmediato al darse cuenta de que… tenía razón.
—¡Eso no es una justificación válida! —reclamó al final, indignado.
Kayle ignoró sus quejas, y fue entonces cuando Ragna miró de reojo a Aelynn, quien seguía sonriendo con evidente satisfacción.
—Ahora que lo pienso… —murmuró—. No sabía que Aelynn tuviera un lado tan juguetón.
Kayle le dirigió una mirada afilada y suspiró con cansancio.
—Eso es porque la mayoría del tiempo se las arregla para parecer la chica perfecta —dijo, encogiéndose de hombros—, pero detrás de esa fachada elegante y encantadora… se esconde un ser malvado y travieso.
Luego, con una expresión sombría, pero sin perder su tono sereno, añadió con sarcasmo:
—A veces puede ser un completo fastidio… uno adorable, pero fastidio, al fin y al cabo.
Aelynn rió con ganas, complacida con la descripción.
—Oh, vamos, Kayle~ —canturreó—. Pero si soy lo más lindo del mundo. Además, ver tus expresiones cuando te molestas es lo mejor. Son tan tiernas.
Kayle la miró de reojo y, por un instante, se notó una leve sombra de nerviosismo en su rostro antes de que este se endureciera.
—Cállate… —gruñó, con un tono amenazante—. A menos que quieras que te muestre un lado mío que realmente deberías temer.
Aelynn alzó las manos con fingida inocencia, pero su sonrisa no desapareció.
Mientras tanto, Ragna observaba la interacción entre ambas con una mezcla de diversión y curiosidad.
"Así que Aelynn también tiene un lado juguetón… Nunca la había visto así. Y, para ser honesto… maldición, la hace ver aún más encantadora."
Aelynn, tras su breve momento de diversión, decidió recomponer su compostura y miró a Kayle con una leve sonrisa.
—Está bien, está bien. Me pasé un poco —dijo con un tono más calmado—. Perdón.
Kayle suspiró y, aunque aceptó la disculpa, no dejó pasar la oportunidad de lanzar un último comentario.
—No te preocupes… igual, en algún momento encontraré la forma de devolverte el favor.
Aelynn sonrió de lado.
—Lo espero con ansias.
Mientras caminaban por los pasillos de la academia, Aelynn, Kayle y Ragna notaron a un profesor de mediana edad que avanzaba en dirección contraria. Llevaba una pila de pergaminos en sus brazos y tenía el ceño fruncido, claramente concentrado en su tarea.
—Oh, profesor, ¿quiere ayuda con eso? —preguntó Aelynn con amabilidad, adelantándose un poco.
El hombre levantó la vista, como si apenas notara su presencia, y negó con la cabeza de inmediato.
—No es necesario, señorita Draythorn. Puedo con esto perfectamente —respondió, aunque al ajustarlos entre sus brazos, casi se le caía uno de los pergaminos.
Aelynn alzó una ceja con una expresión divertida.
—¿Seguro? Porque parece que en cualquier momento van a terminar regados por el suelo.
El profesor suspiró, rindiéndose ante la realidad.
—Bien, bien. Tal vez sí pueda aceptar un poco de ayuda —dijo con resignación, pasándole algunos pergaminos a Aelynn.
—Siempre es bueno aceptar apoyo, profesor —comentó Aelynn con una sonrisa.
Mientras comenzaban a caminar junto a él, el profesor los miró con más atención y preguntó:
—Ustedes… ¿son alumnos del profesor Thariel?
—Sí —respondieron los tres al unísono.
El hombre asintió, haciendo una breve pausa antes de preguntar:
—¿Cuáles son sus rangos?
—Rango S —dijo Aelynn con naturalidad.
—Rango S —agregó Kayle, con su tono tranquilo de siempre.
—Rango A —respondió Ragna con el pecho en alto, aunque no pudo evitar sentirse un poco opacado por las dos.
El profesor pareció considerar algo por un momento, luego miró a Aelynn y le extendió el resto de los pergaminos que le había dado antes.
—Creo que puedo confiarles esto. Se trata de un encargo opcional, pero la academia necesita alumnos calificados para resolver un problema.
—¿Qué tipo de problema? —preguntó Aelynn, intrigada.
El profesor acomodó su túnica antes de responder:
—Hace unos días, un grupo de caballeros novatos fue enviado en una misión de reconocimiento a un pueblo en las afueras del bosque, por orden del Rey Vaegon. Pero llevan tres días desaparecidos. No han enviado mensajes, ni señales de vida.
Kayle frunció el ceño.
—¿Y nadie más ha ido a buscarlos?
—No. La academia recibió permiso para enviar estudiantes a investigar primero, antes de considerar enviar más caballeros —explicó el profesor.
Ragna cruzó los brazos.
—¿Y cómo esperan que un grupo de estudiantes haga lo que un escuadrón de caballeros no pudo?
—No sabemos qué ocurrió realmente —admitió el profesor—, pero necesitamos respuestas, y rápido.
Aelynn miró a Kayle y a Ragna. Había algo extraño en todo esto… pero al mismo tiempo, no podían dejarlo pasar.
—Estamos dentro —dijo con determinación.
Kayle suspiró, aunque asintió.
—Nos encargaremos de esto.
El profesor los miró con aprobación y les entregó un pergamino con los detalles de la misión.
—Espero mucho de ustedes —fue lo último que dijo antes de continuar su camino.
Mientras Aelynn desenrollaba el pergamino y revisaba la información, miró a Kayle con una sonrisa traviesa.
—Bueno, bueno… al final sí vas a poder mejorar tus habilidades. ¿No te emociona?
Kayle le lanzó una mirada asesina.
—Cállate… solo es una misión de investigación.
Aelynn se rió suavemente mientras Ragna los miraba a ambas con un suspiro.
El camino hacia el pueblo fue silencioso. Aelynn, Kayle y Ragna avanzaban con cautela entre los árboles, siguiendo el sendero que conectaba la academia con la aldea a las afueras del bosque. A medida que se acercaban, el aire se volvía más denso, cargado de un olor metálico y penetrante.
Cuando finalmente llegaron, la escena que encontraron les heló la sangre.
El pueblo estaba en ruinas. Varias casas estaban reducidas a escombros, otras aún ardían con brasas agonizantes. Las calles de tierra estaban teñidas de rojo, los cadáveres de los aldeanos y los caballeros novatos esparcidos por el suelo. Algunos cuerpos mostraban heridas de armas, otros tenían signos de quemaduras, y algunos parecían haber sido destrozados por una fuerza brutal.
Aelynn frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Qué demonios pasó aquí…? —susurró, sin poder ocultar su incomodidad.
Kayle permaneció en silencio, observando la devastación con una expresión sombría. Se agachó junto a uno de los cuerpos y pasó la mano sobre la tierra, sintiendo los rastros de energía mágica.
—Esto no fue solo una masacre… —murmuró, sintiendo la energía residual en el suelo—. Aquí hubo una pelea…
Ragna tragó saliva, cruzándose de brazos.
—¿Y los atacantes? —preguntó, intentando sonar firme, pero sin poder disimular la tensión en su voz—. Si esto fue una batalla, ¿por qué no hay ningún enemigo caído?
Kayle se puso de pie, sacudiéndose la tierra de las manos.
—Porque no creo que los caballeros hayan tenido oportunidad de defenderse —respondió con seriedad, su mirada recorriendo el campo de batalla
En ese entonces, un sonido ahogado rompió la quietud.
—¡Hay alguien vivo! —exclamó Aelynn, corriendo hacia una pila de escombros.
Bajo los restos de una carreta destruida, un caballero novato yacía contra la pared de una casa semiderruida. Su armadura estaba destrozada, y la sangre empapaba su pecho. Su respiración era errática, cada inhalación más débil que la anterior.
Kayle se arrodilló rápidamente a su lado, apoyando una mano sobre su hombro.
—Resiste. Vamos a ayudarte —dijo con un tono inusualmente suave.
Aelynn se inclinó hacia él, tratando de mantener la calma.
—¿Qué pasó aquí? ¿Quién los atacó?
El caballero abrió los ojos con dificultad, su mirada desenfocada. Su garganta trabajó para formar palabras.
—Fueron… tres… —susurró con una voz débil.
Aelynn y Kayle intercambiaron una mirada.
—¿Tres? —repitió Aelynn—. ¿Quiénes?
El caballero tragó saliva con dificultad, su mano ensangrentada temblando.
—Dos hombres… una mujer… llevaban… máscaras.
Ragna apretó los dientes, sintiendo una corriente de escalofríos en su espalda.
—¿Sabes quiénes eran? ¿Algo más que recuerdes? —preguntó Kayle, con urgencia.
El caballero intentó asentir. Sus labios se movieron, y su mano se alzó débilmente, como si quisiera señalar algo.
—Uno de ellos tenía… —susurró.
Pero antes de que pudiera terminar su frase, un silbido cortó el aire.
La flecha impactó directo en su pecho.
Su cuerpo se estremeció, y su mirada vidriosa se perdió en el vacío. Su último aliento se escapó de sus labios mientras la sangre se filtraba aún más en el suelo.
Kayle reaccionó al instante, alzando la vista en la dirección del disparo. Aelynn y Ragna hicieron lo mismo.
Sobre la rama de un árbol cercano, una figura envuelta en sombras los observaba. Su cuerpo parecía estar cubierto de una negrura retorcida, como si su propia silueta se desdibujara en la oscuridad. Lo único que resaltaba en su forma eran dos grandes ojos blancos que los miraban fijamente, sin emoción.
Un escalofrío recorrió la columna de Kayle.
—Yo… —susurró, con los ojos abiertos de par en par—. No sentí su presencia.
El ente inclinó levemente la cabeza, como si analizara su reacción.