El ente oscuro se mantuvo inmóvil sobre la rama, sus ojos blancos brillaban como faros espectrales en la oscuridad de la noche. Kayle seguía sin apartar la vista de él, su expresión era una mezcla de incredulidad y tensión.
—Yo… no sentí su presencia —susurró, con un escalofrío recorriéndole la espalda.
Ragna frunció el ceño y apretó el mango de su espada.
—¡Espera, espera! ¿Qué quieres decir con que no lo sentiste? ¡Tú puedes percibir la energía de todo a tu alrededor!
Kayle negó con la cabeza, su ceño fruncido en confusión.
—Lo sé… pero es como si no estuviera ahí. No hay energía fluyendo en él. ¡Nada! —Se forzó a respirar hondo. —Es como si fuera un vacío absoluto.
Aelynn entornó los ojos y su mente comenzó a trabajar rápidamente.
—Tal vez… no es que no tenga energía, sino que su esencia está fuera de nuestro alcance —aventuró, cruzándose de brazos. —Si fue creado por magia oscura, puede que esté en un plano distinto al nuestro, como una sombra reflejada en nuestra realidad. Solo podemos verlo, pero no sentirlo.
Kayle sintió un escalofrío al escuchar esa teoría, pero antes de que pudiera responder, el ente se movió.
En un abrir y cerrar de ojos, una flecha oscura se disparó desde su arco, cortando el aire con un silbido mortal. Aelynn reaccionó, dando un salto hacia atrás, justo cuando otra flecha iba directa hacia Kayle y Ragna.
—¡Cuidado! —gritó Ragna, desenvainando su espada y partiéndolas en el aire.
Pero el ataque solo había sido una distracción.
El ente desapareció en un parpadeo y, antes de que Ragna pudiera darse cuenta, una fuerza brutal lo golpeó de costado. La patada impactó en su abdomen y lo lanzó contra un árbol con un estruendo. El guerrero soltó un gruñido de dolor, pero logró reincorporarse, escupiendo sangre.
—¡Joder, ese bicho pega fuerte! —maldijo, sacudiendo la cabeza.
Aelynn ya se había movido. Su espada brilló con energía pura antes de transformarse en una lanza, la cual arrojó a toda velocidad contra el ente. Este se giró en el último segundo y esquivó el proyectil con un movimiento fluido, como si fuera humo danzando en el aire.
Kayle apretó los dientes y giró su guadaña con destreza.
—No podemos darle respiro.
Aelynn asintió, su lanza desapareció de su mano y, en su lugar, aparecieron dos espadas gemelas.
—Vamos a ver qué tan rápido eres.
Con un destello de energía, ambas se lanzaron al ataque.
Kayle atacó por el flanco derecho, su guadaña cortando el aire con fuerza. Aelynn se movió como una tormenta de cuchillas, sus espadas brillaban con cada golpe. El ente, sin embargo, esquivaba cada ataque con movimientos casi imposibles, como si se deslizara entre las sombras.
Ragna, ya recuperado, cargó desde el otro lado con un rugido de furia, su gran espada descendiendo con toda su fuerza. Pero cuando su hoja impactó contra el ente, el sonido de metal contra carne nunca llegó. La espada lo atravesó como si fuera aire.
—¡Mierda! —exclamó, retrocediendo.
El ente no dejó pasar la oportunidad. En un movimiento rápido, su brazo se convirtió en una sombra alargada y afilada, y se disparó directo al pecho de Ragna.
—¡Ragna, cuidado! —gritó Kayle.
Ragna levantó su espada justo a tiempo para bloquear el ataque, pero el impacto lo hizo retroceder varios metros, clavando los pies en el suelo para no caer.
Aelynn intentó contraatacar con una ráfaga de cortes con sus espadas, pero el ente simplemente se desvaneció y apareció detrás de ella.
—¡Aelynn, detrás de ti! —advirtió Kayle.
Aelynn giró justo a tiempo para bloquear con sus espadas cruzadas, pero el ente la golpeó con una onda oscura que la lanzó por los aires. Kayle intentó aprovechar el momento para atacarlo con su guadaña, pero el ente se deslizó como una sombra y la golpeó con su propia arma oscura, haciéndola rodar por el suelo.
Ragna, jadeando, miró a sus compañeras y luego al ente. Sus cuerpos ya mostraban signos de fatiga.
—Este cabrón nos está desgastando a propósito… —gruñó, apretando los dientes.
Aelynn se puso en pie con esfuerzo, su respiración agitada.
—No importa cuánto lo golpeemos… no siente nada.
Kayle se limpió un hilo de sangre del labio y asintió.
—Por eso es que no podemos seguir atacando de la misma forma.
Entonces, su expresión cambió.
Kayle tomó aire y cerró los ojos por un instante. Su cuerpo comenzó a brillar con un aura verdosa, y su energía se expandió como raíces bajo el suelo. Sus ojos se abrieron con una intensidad renovada.
—Vamos a probar algo diferente.
La tierra bajo el ente comenzó a temblar y, en cuestión de segundos, una serie de lianas cubiertas de energía verde brotaron del suelo, enredándolo por completo.
El ente intentó moverse, pero esta vez, no pudo desvanecerse.
—¡Aelynn, Ragna, ahora! —gritó Kayle.
Aelynn no perdió tiempo. Sus espadas desaparecieron y, en su lugar, un arco de energía luminosa tomó forma en sus manos.
—Ragna, encárgate de que no se mueva.
—¡Voy!
Ragna saltó y, con un rugido, activó su potenciador de fuerza. Su espada brilló con un resplandor rojizo mientras la hundía en la tierra, provocando una onda de choque que hizo que las lianas de Kayle se apretaran aún más.
Kayle levantó su guadaña y la clavó en el suelo con ambas manos. Una ráfaga de energía espiritual recorrió el campo de batalla y una silueta luminosa emergió tras ella: una bestia etérea con cuernos dorados.
—Veamos cómo resistes esto… —susurró Kayle con una sonrisa feroz.
La bestia rugió y lanzó una esfera de luz pura directo al ente. Este soltó un grito distorsionado cuando la energía lo atravesó, haciéndolo retorcerse.
—¡Es ahora o nunca! —exclamó Aelynn, apuntando su arco.
Una flecha de luz condensada se formó en la cuerda y, con un disparo preciso, atravesó el pecho del ente.
Hubo un destello de luz cegador.
Cuando la energía se disipó, el ente ya no estaba. Solo quedaron restos de sombras disipándose en el viento.
Ragna dejó caer su espada al suelo y se dejó caer de espaldas con los brazos extendidos, respirando con dificultad.
—Dios… al fin se terminó… —murmuró entre jadeos, sintiendo el latido acelerado en su pecho.
Aelynn dejó escapar un suspiro y también cayó de espaldas junto a él, mirando el cielo oscurecido por el humo. Su cabello estaba desordenado, su uniforme cubierto de polvo y cortes menores.
Kayle, aunque seguía de pie, se inclinó con las manos en las rodillas, tratando de estabilizar su respiración.
Hubo un momento de silencio en el que solo se escuchaban sus respiraciones agitadas y el crujir de las brasas en los restos del pueblo destruido.
Aelynn, aun recuperándose se sentó y fue la primera en hablar, pasándose una mano por la cara antes de sacudirse el polvo de su uniforme.
—Bueno… —miró a Kayle con una sonrisa agotada—. ¡Vaya forma de descubrir su debilidad!
Kayle bufó, sin fuerzas siquiera para responder con sarcasmo.
—La próxima vez intentemos no estar al borde de la muerte para darnos cuenta —resopló.
Los tres se miraron por un momento antes de soltar una risa entrecortada. No era exactamente porque estuvieran felices, sino porque la tensión finalmente comenzaba a disiparse.
En ese entonces Ragna rompió la quietud.
—¿Qué demonios era esa cosa? —preguntó, sin moverse del suelo.
Aelynn desvió la mirada hacia el espacio donde el ente se había desvanecido.
—No era un ser normal… —murmuró—. Ni siquiera sé si era un ser vivo en primer lugar.
Ragna se incorporó con un gruñido y se sentó con las piernas cruzadas.
—Definitivamente estaba hecho de magia oscura. No hay otra explicación para su resistencia y la forma en la que se movía.
Kayle asintió.
—Y si era magia oscura… significa que alguien tuvo que haberlo creado.
Hubo un silencio mientras los tres procesaban lo que eso significaba.
Aelynn frunció el ceño.
—Entonces la pregunta es… ¿quién lo creó y para qué?
Ragna apoyó los antebrazos en sus rodillas.
—Bueno, considerando que atacó justo cuando íbamos a obtener información del caballero, diría que su objetivo era asegurarse de que nadie hablara.
Kayle entrecerró los ojos, mirando en dirección al árbol donde el ente había aparecido.
—Si fue enviado para eliminar testigos, eso significa que hay alguien o algo detrás de la masacre de este pueblo… y que no quieren que sepamos la verdad.
Aelynn suspiró, sintiendo un nudo en el estómago.
—Eso solo nos deja más preguntas que respuestas.
Kayle tomó aire profundamente y lo dejó salir en un suspiro tenso.
—Y algo más que está claro.
Los dos la miraron.
Kayle miró de reojo los restos del pueblo y el humo elevándose en el aire nocturno.
—No creo que esto sea el final.
Sus palabras quedaron flotando en el aire como una advertencia silenciosa.
El viento sopló entre los escombros, levantando cenizas y polvo.
Y por primera vez, los tres sintieron que estaban atrapados en algo mucho más grande de lo que podían imaginar.
Mientras tanto muy lejos de allí, en un lugar sumido en sombras una iglesia en ruinas permanecía en absoluto silencio. Solo el sonido del viento colándose por las grietas en los muros de piedra acompañaba la escena. El lugar, antaño sagrado, ahora solo era una estructura decadente, con bancos de madera carcomidos y un altar cubierto de polvo y cenizas.
Tres figuras se encontraban en el centro del recinto, entre los restos de vitrales rotos y las sombras proyectadas por la tenue luz de las velas. Eran jóvenes, sus cuerpos cubiertos por largas capas oscuras, y sus rostros ocultos tras máscaras enigmáticas.
El primero en hablar fue el de la máscara oscura con líneas plateadas. Su tono era tranquilo, inexpresivo, como si la noticia que daba no le importara en lo absoluto.
—Lo destruyeron.
El de la máscara dorada, quien estaba recostado sobre uno de los bancos destrozados, alzó la cabeza con visible interés.
—¿En serio? —soltó una risa breve, divertida—. ¿Y quienes fueron, los caballeros quedo alguno con vida y se encargó de tu esbirro?
—No lo creo. Eran demasiado débiles y me asegure de que ninguno quedara con vida —corrigió el de la máscara oscura, sin emoción—. Probablemente llegaron refuerzos y descubrieron su punto débil.
El de la máscara dorada se enderezó y cruzó los brazos, chasqueando la lengua con impaciencia.
—Entonces volvamos y terminemos el trabajo. ¿Qué dices? Es muy aburrido estar esperando aquí como unos idiotas.
La tercera figura, la de la máscara blanca con detalles afilados, inclinó la cabeza con serenidad.
——¿Para qué? ¿Para qué te revuelques en la tierra como un perro rabioso enloquecido?
Su tono era frío y carente de emoción, pero con un matiz de burla apenas perceptible.
El de la máscara dorada le lanzó una mirada de reojo y bufó con fastidio.
—Ahhhh, qué encanto de persona. Siempre tan insufriblemente correcta.
Ella no respondió, simplemente giró levemente la cabeza en su dirección, con un aire de indiferencia absoluta.
El ambiente se sumió en un tenso silencio hasta que un sonido resonó por toda la iglesia.
Las enormes puertas de madera, cubiertas de marcas del tiempo, se abrieron con lentitud, dejando que la luz de la luna se filtrara por la entrada. Una nueva figura apareció en el umbral.
A diferencia de los tres jóvenes, este hombre era mayor, aunque no demasiado. No llegaba a los 35, pero su presencia imponía respeto. No era una figura estricta ni autoritaria, pero sí alguien que dominaba la situación con una confianza relajada. Su máscara, completamente negra con un único símbolo rojo en la frente, resaltaba en la penumbra.
Entró con pasos tranquilos y se detuvo frente a ellos.
—No te preocupes, no estarás aburrido por mucho tiempo —dijo con calma, mirándolos directamente.
—Lady Nyssara nos dio la orden de proseguir con la siguiente fase.
El de la máscara dorada se incorporó de golpe, su postura reflejaba pura emoción.
—¡¿En serio?! Lady Nyssara es la mejor. —Se frotó las manos con evidente entusiasmo—. Ya quiero ver qué nos toca hacer.
El de la máscara oscura solo inclinó la cabeza levemente, sin pronunciar palabra.
La chica de la máscara blanca suspiró, pero no de alivio, sino de exasperación.
La luz de las velas proyectó sombras alargadas en la iglesia en ruinas.
A la mañana siguiente, en la academia, Aelynn, Kayle y Ragna se encontraban en la oficina del profesor Gaelstrom, el hombre que les había encomendado la misión de investigar el pueblo. Su rostro, normalmente sereno, se ensombreció con cada palabra que escuchaba.
—¿Dijeron... una masacre? —murmuró con incredulidad.
Aelynn asintió con gravedad.
—Cuando llegamos, el pueblo ya estaba destruido. No quedó nadie con vida, ni aldeanos ni caballeros. Fue un exterminio total.
El profesor apretó los puños sobre su escritorio, horrorizado.
—Esto es... inimaginable —susurró.
Kayle continuó la explicación.
—Y eso no fue todo. Nos enfrentamos a algo más… algo que nunca habíamos visto antes.
—Un ente oscuro —intervino Aelynn—. No solo era increíblemente fuerte, sino que también eliminó al único caballero que aún respiraba. Lo silenciaron antes de que pudiera decirnos algo.
Gaelstrom alzó la vista, su expresión ahora era una mezcla de preocupación y asombro.
—¿Un ente oscuro? —repitió en voz baja, como si buscara el significado en su memoria—. ¿Qué hacía algo así en ese lugar…?
—¿Tiene alguna idea de qué podría ser? —preguntó Kayle con seriedad
Gaelstrom tomó aire antes de responder.
—Ese ente… probablemente era un Wraithborn.
Ragna arqueó una ceja.
—¿Wraithborn? ¿Qué demonios es eso?
El profesor entrelazó los dedos y apoyó los codos sobre el escritorio.
—Son seres creados a partir de magia oscura pura. No existen por sí mismos, sino que dependen del poder de su creador para manifestarse.
—¿De su creador? —interrumpió Ragna, su voz reflejando una mezcla de sorpresa e incomodidad—. ¿Entonces son invocaciones de alguna clase?
Gaelstrom asintió.
—Sí, pero no cualquier clase. No son demonios como los que invocan los Warlocks, ni bestias espirituales como las de los Wildweavers. Son creaciones exclusivas de los Dreadreavers.
El aire en la oficina pareció volverse más pesado.
—Dreadreavers… —murmuró Aelynn, tratando de recordar—. Entonces… estos Wraithborn obtienen su fuerza al consumir parte del poder de su invocador, ¿no? Lo que significa que, si pudimos derrotarlo, su creador debe haber sido increíblemente fuerte para poder crearlo en primer lugar.
—Exactamente —confirmó Gaelstrom—. Son una espada de doble filo. Los Wraithborn no tienen cuerpos físicos, por lo que los ataques convencionales no les afectan. Pero su fuerza y resistencia dependen de la cantidad de poder que su creador esté dispuesto a sacrificar. Son como parásitos de energía oscura.
Kayle cruzó los brazos, frunciendo el ceño.
—El que enfrentamos no era para nada débil. Si no hubiésemos descubierto que los ataques espirituales y la luz lo afectaban, probablemente estaríamos muertos. No quiero ni imaginar el nivel de poder que tiene su invocador.
El profesor asintió, su expresión se volvió sombría.
—Si alguien fue capaz de crear un Wraithborn de ese nivel… entonces su poder está más allá de lo que podemos imaginar.
El silencio se apoderó de la habitación. Aelynn, Kayle y Ragna intercambiaron miradas inquietas.
—Profesor… —dijo Ragna tras un momento—. Antes mencionó que estos seres solo podían ser creados por los Dreadreavers… ¿Qué son exactamente?
Gaelstrom suspiró.
—Los Dreadreavers son una de las cuatro clases heroicas que existen, pero también la más peligrosa de todas. A lo largo de la historia, han sido muy pocos los que han logrado obtener esta clase… y la mayoría han sucumbido ante su propio poder.
Aelynn sintió un escalofrío.
—¿Por qué?
—Porque la clase Dreadreavers requiere no solo un inmenso poder mágico, sino también un control mental inquebrantable. Quienes la poseen pueden pelear tanto cuerpo a cuerpo como a distancia, dominan la magia oscura, las llamas sombrías, tienen regeneración acelerada y control absoluto sobre los Wraithborn. Pero su habilidad más temida… es el modo Black Reaper.
Aelynn, Kayle y Ragna intercambiaron miradas.
—¿Black Reaper? —preguntó Kayle, confundida.
Gaelstrom asintió.
—Cada clase heroica tiene una habilidad o estado especial. Por ejemplo, Aelynn, tu clase Aetherblade tiene la capacidad de crear puertas dimensionales para transportarse instantáneamente. Kayle, los Wildweavers tienen el estado Driade, que les permite obtener el poder total de todas las bestias espirituales.
—¿Y los Dreadreavers? —preguntó Ragna con cautela.
—Cuando un Dreadreaver accede al modo Black Reaper, todas sus estadísticas aumentan drásticamente: fuerza, velocidad, resistencia y regeneración se multiplican exponencialmente. Pero… hay un problema. Pueden perder completamente el control de su mente, convirtiéndose en entidades caóticas que atacan todo a su alrededor, sin distinguir aliados de enemigos.
Los tres sintieron un escalofrío recorrerles la espalda.
—¿Eso ha pasado antes? —preguntó Aelynn en voz baja.
Gaelstrom asintió.
—Hace diez años, un guerrero del antiguo reino de Vareldis—que hoy pertenece a los Dunari—obtuvo la clase Dreadreavers. Se llamaba Revenar. Era un combatiente increíble, con habilidades más allá de cualquier soldado. Pero cuando Vareldis fue atacado por los Voidspawn, se vio obligado a activar el modo Black Reaper… y nunca volvió a ser el mismo.
No solo masacró a los Voidspawn… también destruyó a sus aliados y al reino entero. Era como si alguien más hubiese tomado control de su cuerpo. En su desesperación por más poder, encontró un arma que amplificó su estado, desatando su verdadera naturaleza.
Una vez que Revenar liberó el verdadero poder del Black Reaper, su humanidad desapareció. Se convirtió en una entidad de destrucción pura, un monstruo que no diferenciaba entre aliados y enemigos. Se dice que su cabello se volvió completamente negro con vetas blancas, y su aura oscura cubría el cielo de las tierras que pisaba.
Desde entonces, fue conocido como El Segador de Almas. Su poder se volvió tan incontrolable que los reinos más poderosos tuvieron que unirse para sellarlo en un lugar conocido como la Fosa de las Sombras.
Kayle sintió la garganta seca.
—¿Y… nadie más ha obtenido esta clase desde entonces?
Gaelstrom negó con la cabeza.
—Desde Revenar, no ha habido registros de nuevos Dreadreavers… hasta ahora.
El silencio en la oficina era casi asfixiante. Aelynn, Kayle y Ragna no podían apartar la vista del profesor, procesando cada palabra con creciente inquietud.
Ragna fue el primero en hablar. Dejó escapar una risa corta y seca, una que no denotaba diversión, sino puro nerviosismo. Se pasó una mano por el cabello, intentando procesar todo.
—Heh… esto se está volviendo más complicado… —murmuró con una mueca—. Como si no tuviéramos suficiente con la masacre y ese Wraithborn, ahora resulta que detrás de todo esto podría haber un maldito Dreadreaver.
Kayle frunció el ceño, apretando los brazos contra su pecho.
—Espera… el caballero antes de morir nos dijo algo importante. Dijo que fueron tres… —levantó la mirada hacia Gaelstrom, con expresión preocupada—. Si había tres personas involucradas en la masacre, significa que no estamos lidiando solo con un Dreadreaver.
Gaelstrom cerró los ojos por un momento, meditando la información. Cuando volvió a hablar, su tono era grave.
—Ya veo… si uno de ellos es un Dreadreaver, entonces es un problema mucho más serio de lo que imaginábamos. Incluso si los otros dos no poseen esa clase, el solo hecho de que trabajen juntos es una mala señal.
Aelynn apoyó un codo en el escritorio, con la mirada afilada.
—Lo peor es que no sabemos qué buscan. ¿Por qué atacar ese pueblo? ¿Por qué eliminaron a todos sin dejar rastro?
—Y sobre todo… —añadió Kayle—, ¿quién los envió?
Gaelstrom se levantó de su asiento y recogió unos pergaminos antes de dirigirse a la puerta.
—No lo sabemos todavía, pero lo averiguaremos. Informaré a la academia y a la Orden de los Caballeros del Alba Eterna. Si esto es tan serio como parece, el reino entero podría estar en peligro. Mientras tanto, quiero que ustedes tres estén atentos a cualquier anomalía. Si notan algo sospechoso, me lo informan de inmediato.
Los tres asintieron con firmeza.
Aelynn suspiró y se cruzó de brazos.
—Bueno… parece que nuestra misión no terminó con la batalla de anoche.
Kayle le lanzó una mirada seria.
—No, apenas está comenzando.
Ragna soltó una risa breve, aunque sin rastro de diversión.
—Genial… y yo que esperaba una semana tranquila.