La mañana había llegado con suavidad a la mansión Draythorn. La luz del sol entraba a raudales por los ventanales, iluminando la elegante oficina de Lord Kael Draythorn. Sentado en su escritorio, revisaba un conjunto de informes y documentos, mientras su ceño fruncido reflejaba la concentración que ponía en cada palabra escrita cuando uno de los documentos que leyó capturó su atención por un momento: un periódico con un titular que decía: "El grupo Umbrakyn, responsable de asesinatos en reinos vecinos". La nota hablaba de un grupo de asesinos que había estado eliminando figuras nobles y líderes en reinos lejanos. Kael frunció el ceño, aunque pronto dejó el periódico a un lado. Son asuntos de tierras lejanas. Ahora mismo, mi prioridad sigue siendo Aelynn, pensó, antes de centrarse nuevamente en su sobrina y volver a revisar los documentos.
Un leve golpeteo en la puerta interrumpió su concentración.
—Adelante —dijo con su voz firme, sin apartar la vista de los documentos.
La puerta se abrió con un suave chirrido, y Lyra entró con elegancia, llevando una bandeja con una taza de café recién preparado.
—Buenos días, Lord Kael. Le he traído su café matutino —dijo con una sonrisa cálida mientras colocaba la taza en su escritorio.
Kael levantó la mirada y asintió con gratitud.
—Gracias, Lyra. Siempre tan atenta.
Ella se inclinó ligeramente antes de responder:
—Es un placer, mi señor. ¿Cómo pasó la noche?
Kael dejó escapar un suspiro mientras tomaba la taza.
—Tranquila, aunque llena de preocupaciones. ¿Cómo está Aelynn? ¿Ya se levantó?
Lyra negó suavemente con la cabeza.
—Aún sigue dormida, pero iré a despertarla pronto.
Kael asintió, tomando un sorbo de su café antes de hablar con un tono melancólico.
—Han pasado tres años desde aquel accidente... Desde que la Prisión del Ocaso fue destruida. Los rumores decían que fue un motín provocado por los mismos prisioneros. Los Caballeros del Alba Eterna tuvieron que intervenir y sofocar el motín por órdenes del rey.
Lyra bajó la mirada, su rostro reflejando el dolor que también sentía.
—Sí, mi señor. Recuerdo cómo la señorita Aelynn salió corriendo en cuanto supo lo que estaba ocurriendo. Quiso llegar a tiempo para ayudar a su hermano, pero... cuando llegó, solo encontró escombros y cuerpos.
Kael cerró los ojos, dejando que los recuerdos lo inundaran.
—Fue Elorath quien la escoltó de regreso a casa, ¿verdad?
Lyra asintió.
—Sí. Cuando llegaron, la señorita Aelynn estaba en shock. No hablaba, no lloraba... simplemente miraba al vacío. Pasé toda la noche a su lado, intentando consolarla, diciéndole que todo estaría bien.
Kael abrió los ojos y miró a Lyra con una expresión de gratitud.
—Gracias por todo lo que hiciste por ella, Lyra. Eres una de las razones por las que Aelynn pudo seguir adelante.
Lyra sonrió con modestia, pero los recuerdos seguían frescos en su mente.
Tres días después del accidente de la prisión el señor Elorath regreso con noticias.
Elorath se encontraba de pie en la sala de la mansión Draythorn, con una expresión sombría en su rostro. Frente a él estaban Aelynn, Kael y Lyra. La joven Draythorn, visiblemente tensa, dio un paso al frente.
—¿Cómo está mi hermano? ¿Está vivo? ¡Dígame, por favor! —exclamó con desesperación.
Elorath bajó la mirada, y el silencio que siguió fue ensordecedor. Finalmente, extendió su mano, mostrando un colgante con restos de sangre que alguna vez perteneciera a Alexxt.
—Lo siento mucho, Aelynn...
Fue todo lo que pudo decir antes de que Aelynn rompiera en llanto. Su grito desgarrador resonó por toda la sala. Lyra, incapaz de contener sus propias emociones, se llevó las manos a la boca mientras las lágrimas corrían por su rostro. Kael apretó los puños y desvió la mirada, luchando por mantener la compostura.
Minutos después Lyra llevó a Aelynn a su habitación, donde la joven se aferró a ella mientras lloraba inconsolablemente. Esa noche, el dolor llenó cada rincón de la mansión.
Aelynn estuvo en su habitación sin querer salir por un buen tiempo casi cuatro meses, comía poco y había dejador de asistir a la academia, cuando las noticias difundieron el accidente todos estaban totalmente preocupados por Aelynn sobre todo Kayle que cuando se enteró rápidamente fue a la casa de los Draythorn.
Kayle llegó a la mansión Draythorn temprano aquella tarde. El día estaba nublado, como si el cielo compartiera el pesar que envolvía a la familia. Lyra la recibió en la entrada, con el semblante serio, pero manteniendo su acostumbrada cortesía.
—Señorita Kayle, me alegra verla —dijo Lyra, haciendo una pequeña reverencia.
—Lyra, ¿cómo está Aelynn? —preguntó Kayle con preocupación, sus manos temblando ligeramente.
Lyra bajó la mirada antes de responder con un tono suave:
—La señorita Aelynn sigue sin salir de su habitación. Está... muy afectada.
Kayle apretó los puños, una mezcla de frustración y tristeza recorriendo su rostro.
—¿Puedo verla? Quiero intentar hablar con ella.
Lyra dudó un momento, pero finalmente asintió.
—Por supuesto, aunque no le prometo que quiera recibirla.
Con pasos silenciosos, ambas caminaron por los pasillos de la mansión hasta llegar frente a la puerta de la habitación de Aelynn. Kayle tocó con suavidad, tratando de no sonar demasiado insistente.
—Aelynn, soy yo... Kayle. Por favor, ábreme.
El silencio que siguió fue desgarrador. Kayle esperó un momento antes de insistir.
—Sé que estás pasando por algo terrible, pero estoy aquí para ti. Déjame ayudarte.
Del otro lado de la puerta no hubo respuesta. Lyra, que estaba detrás de Kayle, susurró con tristeza:
—Lo siento mucho, señorita Kayle. Ha sido así desde que ocurrió la tragedia. Apenas me deja entrar para llevarle algo de comida.
Kayle cerró los ojos, conteniendo las lágrimas, y dio un paso atrás.
—Está bien, Lyra. Lo entiendo. Pero no voy a rendirme. Volveré.
Desde entonces, Kayle visitaba la mansión dos veces por semana, con la esperanza de que, en algún momento, Aelynn la dejara entrar. Sin embargo, el tiempo pasaba, y la puerta de la habitación seguía cerrada.
Un día, mientras Kayle se preparaba para su visita habitual, su hermano Ragna la interceptó en la puerta de su habitación.
—¿Vas a ver a Aelynn otra vez? —preguntó con un tono que intentaba sonar casual, aunque sus ojos traicionaban su preocupación.
—Sí, como siempre —respondió Kayle mientras se arreglaba su cabello.
—Déjame ir contigo esta vez.
Kayle levantó una ceja, desconfiada.
—¿Tú? ¿Para qué?
Ragna suspiró, rascándose la nuca con cierto nerviosismo.
—Quiero darle mi pésame. Es lo mínimo que puedo hacer, ¿no?
—¿Estás seguro de que es solo eso? —preguntó Kayle, cruzándose de brazos.
Ragna sonrió con una mezcla de timidez y picardía.
—Bueno... también quiero intentar animarla. Pero prometo no hacer ningún chiste ni decir tonterías.
Kayle lo miró fijamente, evaluando su sinceridad, antes de suspirar.
—Está bien, pero si haces algo estúpido, no me culpes cuando Aelynn te eche de su habitación.
—Palabra de guerrero, no diré nada inapropiado —respondió Ragna, levantando una mano como si jurara solemnemente.
Juntos llegaron a la mansión Draythorn, donde Lyra, como siempre, los recibió en la entrada.
—Señorita Kayle, joven Ragna, es un gusto verlos —dijo Lyra, inclinando ligeramente la cabeza.
—Hola, Lyra. ¿Cómo está Aelynn hoy? —preguntó Kayle con preocupación habitual.
Lyra miró hacia el piso por un breve instante antes de responder:
—Sigue igual, encerrada en su habitación. Pero... tal vez hoy sea diferente.
El trío caminó hasta la puerta de la habitación de Aelynn. Kayle llamó suavemente, como lo había hecho tantas veces antes.
—Aelynn, somos Kayle y Ragna. ¿Podemos entrar?
El silencio fue la única respuesta. Ragna intercambió una mirada con Kayle antes de intentar.
—Aelynn, no tienes que hablar si no quieres, pero... estamos aquí porque nos importas.
De nuevo, no hubo respuesta. Kayle giró el pomo de la puerta con resignación, pero para su sorpresa, se abrió. Miró a Lyra, quien evitó su mirada por un momento antes de hablar.
—Dejé la puerta sin seguro porque sentí que hoy podrían ayudarla.
Kayle asintió y, junto con Ragna, entraron.
Dentro de la habitación, encontraron a Aelynn sentada junto a la ventana, mirando hacia el exterior con una expresión apagada. No reaccionó al verlos entrar, aunque claramente estaba al tanto de su presencia.
Lyra dio un paso adelante, disculpándose.
—Lo siento, señorita Aelynn. Fui yo quien dejó la puerta abierta. Sentí que... sus amigos podrían ayudarla.
Aelynn giró lentamente la cabeza, su mirada fría clavándose en Lyra. Por un momento pareció que iba a regañarla, pero en lugar de eso, simplemente susurró:
—No quiero hablar con nadie.
Kayle, al ver a su amiga en ese estado, perdió la paciencia. Se acercó y, sin previo aviso, le dio una bofetada. Aelynn, sorprendida, levantó la mirada para encontrarse con los ojos llorosos de Kayle.
Kayle, aún con la mano temblando después de la bofetada, miró a Aelynn con los ojos llenos de lágrimas. Su voz era firme, pero teñida de dolor.
—Aelynn… sé que esto es difícil, más de lo que cualquiera puede imaginar. Sé lo mucho que amabas a Alexxt. También me duele, no tienes idea cuánto. Pero te lo voy a decir de frente, como tu amiga: tu hermano no querría verte así. No querría ver a la Aelynn fuerte, valiente y respetada, convertida en alguien que se rinde.
Aelynn observaba con lágrimas en los ojos a Kayle mientras se tocaba la mejilla en donde Kayle la había abofeteado
Kayle tomó aire y continuó, acercándose más a su amiga.
—Aelynn, Alexxt siempre luchó por ti, incluso cuando las cosas eran imposibles. Lo hacía porque creía en ti, porque quería que fueras feliz y porque sabía lo fuerte que eras. Si él estuviera aquí, estoy segura de que te diría que sigas adelante, que vivas por los dos.
Las palabras atravesaron a Aelynn como un rayo. Su mirada se clavó en Kayle, quien sonrió levemente a pesar de sus propias lágrimas.
—No estás sola. Estoy aquí, siempre lo estaré. Pero necesito que te levantes. Por él… y por ti misma.
Ragna, que hasta ese momento había permanecido en silencio, dio un paso adelante, rascándose la nuca nervioso.
—Yo no conocí a Alexxt, y no tengo palabras tan sabias como mi hermana —empezó con una voz más suave que de costumbre—. Pero lo que sí sé es lo que Kayle me ha contado. Todo lo que escuché sobre él me dice que era una persona admirable, alguien que nunca se rendía, no por los demás, sino por ti, Aelynn.
Sus ojos brillaban con una sinceridad desarmante mientras continuaba:
—Alexxt luchó por ti, siempre. Esos actos valientes que mi hermana describe… esos no los hace alguien cualquiera. Él creía en ti, más de lo que tal vez tú crees en ti misma ahora. Así que, por favor… hazlo por él. Vive de una manera que honre todo lo que él era, porque estoy seguro de que eso es lo que él hubiera querido.
Lyra, todavía con lágrimas en los ojos, se arrodilló junto a Aelynn y tomó suavemente sus manos entre las suyas.
—Señorita Aelynn… yo sé que nada de lo que diga puede aliviar el dolor que siente. El señorito Alexxt era alguien especial, alguien que también me cuidó cuando lo necesitaba. Nunca olvidaré cómo, a pesar de sus propias carencias, siempre encontraba la manera de protegernos a todos.
Hizo una pausa, respirando hondo antes de continuar.
—No quiero defraudarlo, dejando a la persona que él más amaba, su querida hermana, sumida en la tristeza. Él luchó tanto por usted… y yo sé que querría verla seguir adelante, porque su felicidad era todo para él. Por favor, señorita Aelynn… no se rinda.
Aelynn, con los ojos llenos de lágrimas, se dejó caer en los brazos de Lyra mientras Kayle y Ragna la rodeaban para apoyarla.
—Tienen razón —murmuró entre sollozos—. Alexxt luchó tanto… no sería justo que yo me rindiera ahora. Gracias. De verdad, gracias.
Kayle la abrazó con fuerza, respondiendo con suavidad:
—Él sabe cuánto te esforzaste, Aelynn. Si algo salió mal, no fue tu culpa. La vida puede ser cruel, pero no tienes por qué cargar sola con este peso.
Unos pasos firmes resonaron en el pasillo antes de que la puerta de la habitación se abriera lentamente. Lord Kael Draythorn, con su porte imponente, pero rostro suavizado por la preocupación, entró a la habitación. Observó a su sobrina rodeada por Kayle, Ragna y Lyra, y sus ojos se detuvieron en las lágrimas que aún surcaban el rostro de Aelynn.
—Kayle tiene toda la razón, Aelynn —dijo con voz serena pero firme mientras avanzaba unos pasos más hacia el grupo—. No debes culparte por lo sucedido. Más que nadie, sé cuánto te esforzaste para sacarlo de esa prisión.
Aelynn levantó la mirada hacia su tío, su expresión aún rota, pero mostrando una chispa de atención. Kael continuó, su voz cargada de una mezcla de culpa y dolor:
—Si hay alguien a quien culpar aquí, soy yo. No estuve con ustedes cuando más me necesitaban. Los defraudé como protector y como familia. Si alguien debe cargar con esta culpa, debería ser yo.
Aelynn lo miró con sorpresa. Era raro ver a su tío mostrar vulnerabilidad de esa manera. Las lágrimas volvieron a llenar sus ojos, pero esta vez, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
—Gracias, tío Kael… pero no quiero que tú tampoco cargues con esto. Alexxt no querría vernos destrozados —dijo con la voz entrecortada mientras limpiaba sus lágrimas con la manga de su camisa.
Lyra se acercó rápidamente y, con un pañuelo, limpió delicadamente el rostro de Aelynn.
—Permítame, señorita —dijo con su habitual dulzura, mientras Kael observaba la escena con un leve suspiro de alivio.
El ambiente emotivo fue interrumpido cuando Kayle, con su tono característicamente directo cruzó los brazos con calma, cerrando los ojos por un momento mientras una leve sonrisa se dibujaba en sus labios. Su postura serena contrastaba con la situación.
—Bueno, creo que ya es suficiente dramatismo por ahora —dijo con su tono tranquilo, abriendo los ojos lentamente—. No sé ustedes, pero me parece de mala educación que dos hombres estén en la habitación de una dama en su estado más vulnerable. La señorita Aelynn necesita tiempo para cambiarse y recomponerse.
Ragna frunció el ceño, tratando de defenderse.
—¿Qué? ¡Pero yo solo…!
Kayle levantó una mano, interrumpiéndolo sin perder la compostura.
—Y no, Ragna, no hay excusas válidas. Afuera, ahora mismo —dijo, su tono todavía tranquilo, pero con un destello de advertencia en su mirada—. Antes de que decida que también es mi deber enseñarles modales... como ya viste que puedo hacer.
Ragna retrocedió instintivamente, llevándose una mano a la mejilla, como recordando el sonido de la bofetada anterior. Kael arqueó una ceja, conteniendo una leve sonrisa mientras miraba a su sobrina.
—Parece que no nos queda más opción. Vamos, Ragna.
Antes de que pudiera terminar, Kayle ya había tomado a ambos hombres por los brazos y los empujaba fuera de la habitación con sorprendente determinación.
—Vamos, fuera, fuera. —exclamó, todavía manteniendo su tono sereno pero inflexible.
Kael y Ragna se quedaron frente a la puerta, mirándose el uno al otro con expresiones de incredulidad.
—Bueno, eso fue… inesperado —murmuró Kael.
Ragna, rascándose la nuca, intentó encontrar algo que decir, pero acabó riendo nerviosamente.
—¡Pero si yo no hice nada malo! ¡Es una falta de respeto hacia un guerrero que lo saquen de una habitación de esa manera!
Kael arqueó una ceja, conteniendo una sonrisa mientras ajustaba su capa.
—Ragna, ¿por qué no ahorras tu dramatismo? Es mejor que sigamos antes de que Kayle decida volver por nosotros y enseñarnos más "modales".
Ragna, recordando la fuerza con la que Kayle lo empujó, se llevó una mano a la espalda.
—¡Por todos los cielos! ¡Esa mujer debería ser una berserk en lugar de una Wildweaver!
Kael soltó una breve risa antes de asentir.
—Vamos, antes de que decida demostrarlo.
Dentro de la habitación, Aelynn dejó escapar una pequeña risa. Miró a Kayle, quien se acercó con una sonrisa triunfante.
—¿Era necesario eso? —preguntó Aelynn mientras se sobaba la mejilla donde aún sentía el leve ardor de la bofetada anterior.
Kayle esbozó una leve sonrisa, volviendo a cruzar los brazos con tranquilidad.
—¿Te refieres a la bofetada? Totalmente necesario. Alguien tenía que hacerte reaccionar —respondió con un tono que mezclaba sinceridad y un toque de burla.
Ambas rieron suavemente, la tensión en la habitación disminuyendo con cada segundo que pasaba. Lyra, observando la escena, permitió que una leve sonrisa se formara en su rostro.
—Gracias… a todas ustedes —murmuró Aelynn, con una mezcla de gratitud y cariño en su voz.
El tiempo pasó, y con el apoyo de sus amigos, Aelynn comenzó a recuperar su fuerza. Regresó a la academia, poniéndose al día con las clases y los exámenes que había dejado atrás. Su determinación era inquebrantable, y logró graduarse de la secundaria con honores antes de pasar a la preparatoria.
A medida que los días se convertían en meses y los meses en años, la memoria de Alexxt permanecía viva en su corazón, no como una herida que la debilitaba, sino como una fuente de fortaleza.
De regreso al presente Lyra toca la puerta de la habitación de Aelynn con una sonrisa tranquila.
—Señorita Aelynn, el desayuno está listo.
Del otro lado de la puerta, Aelynn responde con una voz serena mientras ajusta su uniforme.
—Ya voy.
En la habitación de Aelynn, un leve rayo de sol iluminaba un cuadro en la pared. Mostraba a dos niños sonrientes: Aelynn y Alexxt. Aelynn siempre lo miraba antes de salir, recordando cómo su hermano, al marcharse para entrenar con su padre, solía despedirse con aquel gesto especial: dos dedos al costado de su cabeza, un movimiento sencillo que siempre iba acompañado de una sonrisa cálida.
"Siempre te cuidaré, no importa lo que pase", solía decir Alexxt.
Cuando sale de su habitación, su mirada se posa en el cuadro que tenía sobre su escritorio.
—Ya me voy, hermano —murmura con una sonrisa melancólica, tocando suavemente el marco antes de continuar su camino.