Chereads / Worldshapers: The Dawn of a New Age / Chapter 6 - Capítulo 6: Verdades en las Sombras

Chapter 6 - Capítulo 6: Verdades en las Sombras

Elorath caminaba por el pasillo del Santuario de Astryall, el eco de sus pasos resonando en las paredes de piedra. A su lado, Aelynn mantenía un paso firme, su mirada decidida mientras sostenía con fuerza la empuñadura de su espada. Los candelabros que colgaban del techo proyectaban una luz tenue, iluminando los símbolos antiguos grabados en los muros, testigos de siglos de historia y secretos.

Habían pasado días desde que Aelynn confrontó a Elorath, y aunque las tensiones iniciales se habían calmado, aún existía un aire de desconfianza entre ambos. Elorath, con su porte sereno y experiencia acumulada como líder de la Orden de los Custodios, había aceptado ayudarla, pero no dejaba de cuestionarse si estaba tomando el camino correcto.

—Aelynn, entiendes que lo que estamos haciendo es peligroso, ¿verdad? —preguntó Elorath mientras giraban hacia una sala más amplia, donde los mapas y registros del Santuario estaban guardados.

—Lo sé —respondió ella sin dudar, sus ojos fijos en los archivos frente a ellos—. Pero estoy dispuesta a correr el riesgo. Mi hermano es inocente, y haré lo que sea necesario para demostrarlo.

Elorath dejó escapar un leve suspiro mientras observaba cómo Aelynn se sumergía en los registros. Había algo en su determinación que les recordaba a los héroes de antaño, aquellos que no se detenían ante nada por proteger a los suyos.

El Santuario de Astryall era mucho más que un refugio sagrado. Su arquitectura no solo protegía artefactos antiguos, sino también una red mágica compleja conocida como los "Cristales de Vigilancia". Estos cristales, distribuidos por todo el santuario, captaban los flujos de energía, las presencias y cualquier alteración mágica significativa en el entorno.

—¿Cómo funcionan exactamente estos cristales? —preguntó Aelynn mientras examinaba un mapa detallado del Santuario.

Elorath tomó uno de los pergaminos y lo extendió sobre una mesa de piedra.

—Los Cristales de Vigilancia son reliquias de tiempos antiguos. Capturan no solo la energía mágica, sino también patrones de movimiento y huellas residuales. Cuando alguien camina o utiliza magia dentro de estas paredes, los cristales lo registran. Luego, la energía se traduce en datos que quedan almacenados en el Archivo Central del Santuario.

—¿Y alguien los revisa regularmente? —preguntó Aelynn, levantando una ceja.

—No es necesario —respondió Elorath, señalando una serie de runas en el pergamino—. Los cristales filtran las actividades según su nivel de relevancia. Si detectan algo inusual, automáticamente se marca para revisión. Eso es lo que nos trajo aquí.

Aelynn asintió, impresionada por la precisión del sistema.

Elorath se detuvo un momento, su rostro ensombrecido por la nostalgia.

—Caelys era quien entendía mejor estos sistemas. No solo los supervisaba, sino que también creía profundamente en lo que protegíamos aquí. Era un líder justo… y un hermano para todos nosotros en la Orden.

Aelynn notó el cambio en el tono de Elorath y dejó el pergamino que tenía entre manos.

—¿Cómo era él? —preguntó en voz baja.

—Firme, pero compasivo. Siempre vio el bien en los demás, incluso cuando era difícil de encontrar. Fue quien me convenció de que la justicia no siempre es un camino recto. —Elorath apretó los puños ligeramente—. Por eso no descansaré hasta que su verdadero asesino sea llevado ante la justicia.

Aelynn asintió, compartiendo su determinación.

Horas pasaron mientras revisaban pergaminos, registros de la Orden y mapas que detallaban los movimientos recientes en el Santuario y sus alrededores. Aelynn, aunque inexperta en el protocolo de investigación, tenía una mente aguda. Fue ella quien encontró la primera pista: un informe de vigilancia que mencionaba movimientos inusuales en las sombras cercanas al Santuario la noche en que Caelys fue asesinado.

—Mira esto —dijo, extendiendo el documento a Elorath—. Los vigías mencionan que vieron figuras moviéndose rápidamente entre las sombras, pero no pudieron identificarlas. ¿No te parece sospechoso?

Elorath tomó el pergamino y lo leyó con detenimiento, su expresión grave.

—Esto coincide con lo que sabemos de la clase Assasin —dijo en voz baja—. Usan las sombras como cobertura. Pero… ¿por qué alguien de esa clase estaría aquí esa noche? Y, más importante, ¿cómo lograron superar las defensas del Santuario?

Aelynn asintió, frunciendo el ceño mientras unía las piezas en su mente.

—Vaelor. Según mi hermano Vaelor utilizo un torbellino de sombras para escapar del santuario eso significa que el posee la clase de Assasin. Pero necesitamos pruebas que lo puedan corroborar.

La investigación los llevó a los archivos más antiguos del Santuario, una biblioteca subterránea donde se guardaban los registros de combates y enfrentamientos históricos. Allí encontraron algo que los detuvo: un pergamino con detalles sobre venenos utilizados por la clase Assasin. Entre los efectos descritos, había uno que coincidía exactamente con las heridas encontradas en Caelys: un veneno oscuro que paralizaba y causaba muerte instantánea con la más mínima herida.

—Esto confirma nuestra sospecha —dijo Aelynn, sosteniendo el pergamino con cuidado—. Alexxt no pudo haber hecho esto. Ni siquiera tiene una clase. Pero alguien con la de Assasin… esto es obra de un experto.

Elorath asintió, su mirada oscurecida.

—El problema es que esto no prueba quién fue. Solo refuta la culpabilidad de tu hermano.

Antes de que pudieran procesar la información, un ruido metálico resonó en el pasillo fuera de la biblioteca. Ambos se giraron al instante, sus manos yendo a sus armas. Las sombras en el pasillo parecían moverse, y de repente, una criatura surgió de la penumbra. Era un guardián alado, con ojos brillantes como brasas y un cuerpo cubierto de escamas negras. Aunque alguna vez había sido un protector del Santuario, ahora estaba envuelto en una energía oscura y corrupta.

Elorath entrecerró los ojos mientras invocaba su magia de luz, iluminando el área a su alrededor.

—Esto no es natural. Alguien ha manipulado su núcleo. Los guardianes del Santuario están vinculados a los Cristales de Vigilancia, pero si un cristal es saboteado o contaminado con magia oscura, el guardián se corrompe.

Aelynn desenvainó su espada, la hoja brillando con un destello blanco.

—¿Magia oscura? ¿Vaelor pudo haber hecho esto?

Elorath asintió mientras adoptaba una postura defensiva.

—Es muy probable. Manipular un cristal requiere un conocimiento profundo de magia avanzada, algo que encaja con su perfil. Esto explica cómo lograron acceder al Santuario esa noche.

La quimera corrompida atacó con furia, sus garras rasgando el aire. Elorath bloqueó el primer golpe con su escudo, mientras Aelynn aprovechaba la oportunidad para atacar por un flanco.

—¡Distráela! —gritó Aelynn, esquivando un latigazo de la cola de la criatura.

Elorath se posicionó frente a la quimera, levantando su espada y pronunciando un canto sagrado que hizo que su hoja resplandeciera con luz dorada. La criatura rugió, cegada momentáneamente por la luz, lo que dio a Aelynn la oportunidad de dar un golpe certero en uno de sus costados.

La batalla fue intensa, pero finalmente, con una combinación de fuerza bruta y magia, lograron derrotar a la criatura. Aelynn, jadeando, limpió el sudor de su frente mientras observaba a Elorath examinar el cuerpo del guardián caído.

—Esto es grave —dijo él, su voz baja pero firme—. Si los cristales fueron saboteados, toda la red del Santuario podría estar comprometida. Vaelor tenía un plan mucho más elaborado de lo que imaginamos.

Mientras examinaban el área donde la quimera había estado guardando algo, encontraron un trozo de tela negra. Al inspeccionarlo, Elorath notó un símbolo bordado en hilo plateado: un emblema que reconoció de inmediato.

—Esto… esto pertenece a la clase Assasin. Es una insignia que utilizan los miembros de élite cuando cumplen una misión oficial. —Su voz era grave mientras observaba a Aelynn—. Esto prueba que un Assasin estuvo aquí esa noche.

Aelynn apretó los dientes, sus ojos brillando con determinación.

—Eso significa que Alexxt no pudo haber sido el asesino. Vaelor lo utilizó como chivo expiatorio.

Elorath asintió lentamente, pero su rostro estaba ensombrecido.

—Esto confirma tus sospechas, pero no será suficiente para convencer al Rey. Si realmente queremos limpiar el nombre de tu hermano, tendremos que ir más allá. Necesitamos encontrar al Assasin que hizo esto… y probar su conexión con Vaelor.

Aelynn miró el emblema con odio contenido, su determinación creciendo con cada segundo.

—Entonces eso haremos. No me detendré hasta que Alexxt sea libre.

Elorath la observó, impresionado por su valentía y su inquebrantable amor por su hermano. Por primera vez en años, sintió que la luz de la justicia aún podía brillar en medio de las sombras.

En una cámara oscura, Vaelor se encontraba frente a una esfera mágica sostenida por un pedestal de obsidiana. La superficie de la esfera, lisa y translúcida, emitía un tenue resplandor violeta, mientras imágenes fluctuaban en su interior. Estas mostraban los movimientos de Aelynn y Elorath dentro del Santuario de Astryall, pasando de sala en sala en busca de respuestas.

La esfera era un Ojo Umbrío, un artefacto poco común creado mediante un ritual de magia oscura que vinculaba su visión con un cristal corrupto en el lugar objetivo. Durante su infiltración al Santuario, Vaelor había introducido un pequeño fragmento de sombra en uno de los Cristales de Vigilancia, infectándolo con su esencia mágica. Este vínculo le permitía observar cualquier actividad registrada por ese cristal, siempre y cuando se encontrara dentro de un rango específico.

—Siguen el rastro, pero están lejos de descubrirlo todo —murmuró, sus ojos fijos en la figura de Aelynn mientras examinaba un pergamino.

Con un movimiento de su mano, la imagen en la esfera se desvaneció, dejando solo el reflejo apagado de la cámara. La energía del Ojo Umbrío parpadeó ligeramente antes de apagarse, descansando hasta que volviera a ser invocado.

Vaelor se levantó, alisando los pliegues de su túnica antes de salir de la cámara. Sus pasos resonaron con precisión medida mientras avanzaba hacia los aposentos del Rey Vaegon.

Al entrar, encontró al rey reclinado en su lujoso lecho, con una sonrisa satisfecha mientras dos mujeres se acomodaban a su lado. Vaelor apenas mostró reacción; su atención estaba completamente enfocada en su misión. Con una inclinación respetuosa, rompió el silencio.

—¿Qué ocurre, Vaelor? Espero que sea importante —gruñó el rey, alzando ligeramente la cabeza con desdén.

—Su Majestad, Elorath y la joven Draythorn están investigando en el Santuario de Astryall. Ya han encontrado pistas sobre lo que ocurrió.

El Rey Vaegon se incorporó lentamente, sus ojos llenándose de furia mientras procesaba la noticia.

—¿Qué clase de incompetencia permite que esto ocurra?

Vaelor mantuvo la calma, cruzando las manos detrás de su espalda.

—Le aseguro, mi Rey, que el problema estará contenido. Sin embargo, debemos actuar pronto. La Orden es persistente, y Aelynn tiene una determinación… molesta.

El Rey Vaegon se levantó del lecho, dejando caer la sábana de terciopelo que lo cubría. Caminó hacia una mesa cercana, donde un mapa del reino estaba desplegado. Con una sonrisa fría y calculadora, habló:

—Entonces les daremos algo más en qué pensar. Tengo un plan que afectará directamente a la pequeña Draythorn y su querido hermano.

Vaelor levantó una ceja, aunque el gesto fue breve.

—¿Algo que deba saber, Majestad?

Vaegon lo miró de reojo, su expresión inescrutable.

—No. Solo ejecuta tus órdenes. Y asegúrate de que Alexxt siga siendo un peón… hasta el final.

Vaelor inclinó la cabeza en señal de obediencia, pero mientras abandonaba la recámara, no pudo evitar que una leve sonrisa torcida cruzara su rostro.

Al día siguiente, Aelynn llegó a la Prisión del Ocaso con renovada determinación. Cada paso hacia la entrada parecía una promesa de que haría lo imposible por liberar a su hermano. Los guardias, aunque inicialmente recelosos, la dejaron pasar al reconocerla como miembro de la familia Draythorn.

A su lado, Elorath caminaba en silencio, una figura imponente que emanaba serenidad y autoridad. Al llegar a la entrada principal, el paladín se detuvo.

—Entra tú sola, Aelynn. Este es un momento para que ambos se fortalezcan. Yo esperaré aquí.

Aelynn asintió, apreciando su respeto por el vínculo que compartía con su hermano. Se adentró en el oscuro laberinto de pasillos, donde el eco de sus pasos resonaba contra las paredes de piedra. La prisión era fría y opresiva, como si se alimentara de la desesperanza de sus prisioneros.

Cuando llegó a la sala de visitas, una tenue luz entraba por una ventana alta, proyectando sombras alargadas sobre una mesa de madera gastada. Aelynn esperó con impaciencia hasta que la puerta se abrió y Alexxt entró escoltado por un guardia.

—¡Aelynn! —exclamó Alexxt, y por un instante, su rostro se iluminó con alivio.

—¡Alexxt! —dijo ella, cruzando rápidamente la distancia para tomar sus manos a través de la mesa.

El guardia se retiró, dejando a los hermanos a solas. Alexxt notó la mirada intensa de su hermana, cargada de esperanza y determinación.

—Tengo buenas noticias, Alexxt —comenzó Aelynn, su voz llena de convicción—. Elorath y yo hemos encontrado pruebas que podrían demostrar tu inocencia. Pronto, saldrás de aquí.

Alexxt la miró, procesando sus palabras, y una chispa de esperanza apareció en sus ojos.

—Eso… eso es increíble. Gracias, Aelynn. Por no rendirte.

—Nunca lo haría —dijo ella, apretando sus manos con fuerza—. Eres mi hermano, Alexxt. Sé que eres inocente, y haré todo lo que sea necesario para probarlo.

Hubo un momento de silencio, y Aelynn observó a Alexxt con preocupación.

—¿Cómo te han tratado aquí? ¿Alguien te ha hecho daño?

Alexxt vaciló, buscando las palabras correctas. No quería que su hermana cargara con más preocupaciones.

—Estoy bien. Los otros presos han sido... más amables de lo que esperaba.

Aelynn frunció el ceño, interpretando su cautela como un intento de ocultar algo.

—Si alguien te molesta, dímelo. No dejaré que te hagan daño.

Alexxt negó con una leve sonrisa, tratando de calmarla.

—De verdad, Aelynn. Estoy bien. Aquí he conocido a personas que han pasado por cosas terribles, pero no son malas. Incluso... creo que he hecho algunos amigos.

Aelynn parecía querer decir algo más, pero en lugar de insistir, colocó una mano en la mejilla de su hermano, un gesto lleno de calidez.

—Confío en ti, Alexxt. Y quiero que confíes en mí. Te sacaré de aquí.

Alexxt cerró los ojos un momento, permitiendo que esa promesa se grabara en su corazón.

—Lo sé. Gracias, Aelynn.

Aelynn se quedó un momento más, asegurándose de que su hermano estuviera bien antes de despedirse. Mientras salía de la prisión, su determinación se había fortalecido aún más. No descansaría hasta que Alexxt estuviera libre y su nombre limpio.

Después de despedirse de Aelynn, Alexxt fue escoltado de regreso a su celda. Los guardias lo empujaron con rudeza, pero él apenas lo notó, su mente aún absorta en la conversación con su hermana. Al llegar a la celda, Renar lo recibió con una sonrisa burlona.

—¿Qué tal la visita? —preguntó Renar, levantando una ceja.

Alexxt se dejó caer en su litera, suspirando profundamente.

—Fue... reconfortante. Aelynn está decidida a sacarme de aquí.

Renar asintió, su expresión volviéndose más seria.

—Tu hermana es fuerte. Se nota que haría cualquier cosa por ti.

Alexxt sonrió débilmente.

—Sí, siempre ha sido así. Pero no quiero que se ponga en peligro por mi culpa.

Renar se acercó y se sentó en la litera opuesta, observando a Alexxt con atención.

—A veces, no podemos evitar que los que amamos se arriesguen por nosotros. Lo importante es que no te rindas. Si ella está luchando por ti, tú también debes luchar.

Alexxt asintió, sintiendo una renovada determinación.

—Tienes razón. No puedo rendirme. No ahora.

Renar sonrió y le dio una palmada en el hombro.

—Eso es, amigo. Ahora, ven. Los demás están en el patio. Vamos a pasar un buen rato.

En el patio de la prisión, Alexxt y Renar se unieron a los demás prisioneros. Había un ambiente de camaradería que Alexxt no había experimentado antes. Los prisioneros compartían historias, risas y bromas, creando un refugio temporal del mundo exterior.

—¡Alexxt! —gritó Garrik, el ex guardia del reino, levantando una jarra de agua—. ¡Ven aquí y cuéntanos cómo te fue con tu hermana!

Alexxt se acercó, sonriendo.

—Fue bien. Aelynn está decidida a sacarme de aquí.

El Barbas, el anciano curandero, asintió con aprobación.

—Esa es la actitud. No dejes que te derroten.

Keith, el joven herrero, se unió a la conversación.

—Aquí todos hemos pasado por momentos difíciles, pero juntos somos más fuertes. Recuerda eso, Alexxt.

La tarde pasó rápidamente, llena de risas y camaradería. Alexxt se sintió más aceptado y comprendido que nunca. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que pertenecía a algún lugar.

Mientras tanto, Aelynn salió de la prisión y se encontró con Elorath, quien la esperaba afuera. La luz del sol iluminaba su rostro, revelando signos de cansancio y preocupación.

—¿Cómo está? —preguntó el paladín, observando a Aelynn con atención.

—Fuerte, pero preocupado —respondió ella, soltando un suspiro—. No puedo soportar verlo en ese lugar, Elorath. Tenemos que encontrar más pruebas.

Elorath asintió lentamente, sus ojos llenos de comprensión.

—Lo haremos. Pero también debes cuidar de ti misma, Aelynn. Esta batalla será larga, y necesitas estar en tu mejor estado para enfrentarte a lo que venga.

Aelynn negó con la cabeza, su voz firme.

—No puedo descansar sabiendo que Alexxt está aquí.

Elorath colocó una mano en su hombro, un gesto que irradiaba calma y apoyo.

—Escucha, Aelynn. Si caes por el agotamiento, no podrás ayudarlo. Yo continuaré investigando mientras descansas. Prometo que no me detendré hasta que encontremos la verdad.

Aelynn lo miró con un atisbo de duda, pero finalmente cedió.

—Está bien. Pero solo será un breve descanso.

Elorath sonrió levemente, asintiendo.

—Eso es todo lo que pido. Ve y recupera tus fuerzas. Tu hermano te necesita fuerte.

Aelynn asintió, agradecida.

—Gracias, Elorath. No sé qué haría sin tu apoyo.

Mientras se alejaba, Elorath la observó con una expresión reflexiva. Sabía que el camino hacia la verdad sería arduo, pero estaba decidido a cumplir su promesa.

Aelynn abrió la puerta de la mansión Draythorn, y fue recibida de inmediato por Lyra, quien se inclinó ligeramente en señal de respeto. Aunque trataba de mantener su habitual serenidad, la preocupación era evidente en su rostro.

—Señorita Aelynn, ha pasado un tiempo desde que regresó temprano a casa —dijo Lyra con su voz suave, mientras tomaba la capa de Aelynn para colgarla.

—Lo sé, Lyra. Han sido días largos —respondió Aelynn, dejando escapar un suspiro cansado mientras se dirigía al comedor.

Lyra, siempre atenta, la siguió y colocó un plato de sopa caliente sobre la mesa.

—¿Cómo está el joven Alexxt? —preguntó, con un leve temblor en su voz.

Aelynn notó la preocupación en los ojos de Lyra y sonrió débilmente.

—Está bien, considerando las circunstancias. No te preocupes, Lyra. Estoy haciendo todo lo posible para sacarlo de esa prisión.

Lyra se quedó en silencio por un momento, sus manos entrelazadas frente a ella. Desde que Alexxt era niño, había visto las dificultades que enfrentaba y siempre había sentido un cariño especial por él. Aunque nunca lo admitiría, su corazón se aceleraba cada vez que pensaba en el joven Draythorn.

—El señorito Alexxt es fuerte —dijo finalmente—. Pero no merece estar en un lugar así. Haré todo lo que esté en mis manos para ayudar, señorita Aelynn.

Aelynn levantó la vista del plato, sorprendida por la intensidad en las palabras de Lyra.

—Gracias, Lyra. Sé cuánto te importa mi hermano, y eso significa mucho para mí.

Mientras cenaban juntas, la conversación se desvió hacia su tío Kael.

—¿Has sabido algo de mi tío? —preguntó Aelynn, partiendo un trozo de pan.

Lyra negó con la cabeza.

—No, señorita. Según tengo entendido, sigue en su misión en las afueras del reino. Pero estoy segura de que regresará pronto y hará todo lo posible por ayudar al joven Alexxt.

Aelynn asintió, aunque no pudo evitar sentir un peso en el pecho al pensar en la ausencia de su tío.

—Espero que tengas razón.

Tras terminar su comida, Aelynn se estiró y dejó escapar un suspiro aliviado.

—Creo que tomaré un baño. Necesito relajarme un poco después de este día.

—Enseguida prepararé la tina —respondió Lyra, inclinando la cabeza.

Aelynn sonrió, su habitual chispa juguetona brillando en sus ojos.

—¿Por qué no te unes a mí?

Lyra se detuvo en seco, su rostro volviéndose de un rojo intenso.

—Se-señorita Aelynn, eso no es apropiado. Soy su sirvienta.

Aelynn soltó una risa ligera.

—Oh, vamos, Lyra. Eres más que una sirvienta para mí. Eres mi amiga. No tiene nada de malo.

Lyra dudó, pero ante la insistencia de Aelynn, terminó cediendo con una leve inclinación de cabeza.

—Si insiste…

En el baño, el vapor comenzaba a llenar la habitación mientras Aelynn y Lyra se preparaban para sumergirse en la amplia tina de mármol. Aelynn, como era costumbre, mostraba una despreocupación natural mientras se desvestía, dejando caer su ropa al suelo sin pensarlo dos veces. Lyra, en cambio, estaba visiblemente nerviosa, con las mejillas encendidas mientras doblaba cuidadosamente cada prenda que se quitaba.

—Lyra, por favor —dijo Aelynn —. Relájate un poco. No vamos a un baile real.

Lyra evitó su mirada, sintiéndose vulnerable bajo la atención de Aelynn. Era una joven acostumbrada a ocultar sus emociones, pero estar tan cerca de su ama, en una situación tan íntima, era suficiente para hacer tambalear su serenidad.

Ambas se sumergieron en el agua caliente, dejando escapar suspiros al sentir cómo el calor aliviaba la tensión acumulada del día. Aelynn se apoyó cómodamente en el borde de la tina, mirando a Lyra con una sonrisa traviesa.

—¿Sabes? No entiendo cómo una chica tan bonita como tú no tiene pretendientes detrás de ella —comentó Aelynn, dejando que su mirada vagara un momento por la figura de Lyra, quien inmediatamente trató de cubrirse bajo el agua.

—Señorita Aelynn, por favor, no diga esas cosas —murmuró Lyra, su voz apenas un hilo.

—¿Por qué no? Es cierto —insistió Aelynn, inclinándose un poco hacia ella—. Tienes un rostro precioso, un cabello envidiable… y, bueno… —Aelynn sonrió con picardía, sus ojos bajando descaradamente—. Creo que Alexxt no sabe la suerte que tiene de tener a alguien como tú tan preocupada por él.

Lyra levantó la mirada, sus mejillas ya encendidas tornándose aún más rojas.

—¿Cómo... cómo sabe eso? —preguntó en un susurro, claramente sorprendida.

Aelynn parpadeó un par de veces, ahora siendo ella la que se veía algo sorprendida.

—¿Eh? ¿Qué cosa? —preguntó con genuina confusión antes de que su propio comentario resonara en su mente. Entonces, su sonrisa se ensanchó, adoptando un aire travieso—. ¡Oh, no me digas que…!

Lyra apartó la mirada rápidamente, incapaz de sostener la expresión burlona de Aelynn.

—¡No es lo que piensa! —dijo apresuradamente, agitando las manos bajo el agua como si intentara disolver el momento.

Aelynn soltó una carcajada ligera, disfrutando de la reacción de Lyra. Mientras observaba la expresión nerviosa de su sirvienta, una chispa de orgullo cruzó por su mente. Tal vez el humor era su manera de mantener el equilibrio en medio de tanto caos. Porque si ella podía hacer sonreír a quienes la rodeaban, entonces podría enfrentar cualquier cosa.

—Tranquila, tranquila. No voy a decir nada. Pero... —Aelynn inclinó la cabeza, una sonrisa traviesa asomándose en sus labios mientras sus ojos brillaban con una mezcla de picardía y ternura—. No te preocupes, creo que es algo lindo.

Lyra intentó responder, pero el rubor en sus mejillas y el nerviosismo en su mirada parecían atrapar las palabras en su garganta. Aelynn dejó escapar una ligera risa, su tono despreocupado como siempre.

—Oh, Lyra, de verdad necesitas relajarte más —dijo Aelynn mientras jugueteaba con el agua frente a ella, formando pequeñas ondas con sus dedos. Luego, como si una idea traviesa cruzara su mente, sus ojos se alzaron hacia Lyra con un destello de diversión.

Sin previo aviso, Aelynn se inclinó hacia adelante y, con un movimiento rápido pero juguetón, le dio un leve apretón en el pecho.

—Además… —añadió con una risa despreocupada—. ¡Deberías estar más orgullosa de lo que tienes! Lyra, muchas mujeres te envidiarían.

Lyra dejó escapar un pequeño jadeo, retrocediendo instintivamente mientras intentaba cubrirse. Su rostro se encendió de vergüenza mientras sus ojos buscaban una salida a su evidente incomodidad.

—¡Señorita Aelynn! —exclamó, su voz un tanto aguda por la sorpresa—. ¡Eso es… eso es inapropiado!

Aelynn levantó las manos en un gesto de rendición, pero su expresión seguía siendo traviesa.

—¿Inapropiado? —repitió, alzando una ceja mientras se recostaba en el borde de la tina—. Lyra, hemos compartido tantas cosas… ¿por qué no podemos bromear un poco?

Lyra apartó la mirada, su respiración aún un poco agitada mientras intentaba calmarse.

Aelynn notó la incomodidad y, suavizando su tono, se inclinó hacia atrás, dejando que su expresión adoptara un aire más comprensivo.

—Está bien, ya no te molesto más. Lo prometo. Pero quiero que sepas algo… —dijo, esta vez con una seriedad que Lyra no esperaba—. Alexxt es muy afortunado de tenerte cerca. Y yo también.

El rubor en las mejillas de Lyra se mantuvo, pero esta vez, sus ojos brillaron con un matiz diferente: gratitud.

—Gracias, señorita Aelynn —murmuró con timidez, pero con una leve sonrisa que mostraba su aprecio.

—Aunque, admito que, si yo fuera él, estaría muy distraída contigo.

—Señorita Aelynn… —murmuró Lyra, claramente abrumada, pero dejando escapar una leve risa nerviosa.

Aelynn dejó escapar una carcajada ligera antes de inclinarse hacia adelante, sus ojos ahora mostrando una mezcla de curiosidad y ternura.

—Hablando en serio, Lyra… ¿Desde cuándo sientes algo por Alexxt?

Lyra abrió los ojos como platos y agitó las manos bajo el agua, nerviosa.

—¡No es eso, señorita Aelynn! Yo… yo solo…

—Vamos, no te hagas la desentendida ahora —insistió Aelynn, ladeando la cabeza con una sonrisa curiosa—. Me lo dijiste sin darte cuenta, y ahora quiero saberlo. ¿Desde cuándo te preocupas tanto por mi hermano?

Lyra, sin saber dónde esconderse, bajó la mirada, sus dedos jugueteando con el agua.

—Es que… desde que éramos niños. Cuando mi madre aún vivía, yo pasaba mucho tiempo con ustedes. Recuerdo cómo Alexxt siempre intentaba ser fuerte, incluso cuando los demás lo trataban mal por no tener una clase.

Aelynn ladeó la cabeza, su expresión suavizándose mientras escuchaba.

—¿Y?

Lyra respiró profundamente, sus ojos verdes brillando con una mezcla de nostalgia y dolor.

—Él siempre intentaba protegerme, incluso cuando no tenía por qué hacerlo. Una vez, cuando uno de los aprendices de guardia me empujó por accidente, Alexxt se enfrentó a él, a pesar de que sabía que no tenía posibilidades de ganar. Lo regañaron después, pero él solo sonrió y me dijo: "No te preocupes, siempre te cuidaré". Desde entonces, no puedo evitar… sentir algo especial por él.

Aelynn dejó escapar un leve suspiro, una mezcla de ternura y diversión.

—Ese cabeza dura… siempre ha tenido un corazón más grande que él mismo.

Lyra asintió lentamente, una sonrisa melancólica en su rostro.

—Pero nunca podría decírselo. Él es un Draythorn, y yo… soy solo una sirvienta.

—Tonterías —dijo Aelynn, su tono ahora más firme—. Si hay algo que Alexxt necesita en su vida, es a alguien que lo entienda y lo apoye de verdad. Y no creo que le importe si eres una sirvienta o una princesa.

Lyra levantó la mirada, sorprendida por las palabras de Aelynn.

—¿De verdad cree eso, señorita Aelynn?

—No lo creo. Lo sé —respondió Aelynn con convicción—. Además, no subestimes lo que significas para él. Estoy segura de que si le dices cómo te sientes, sería lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de lo afortunado que es.

Lyra se sonrojó profundamente, desviando la mirada nuevamente.

—No sé si podría…

—Bueno, cuando estés lista, lo sabrás —dijo Aelynn, sonriendo mientras le daba un ligero apretón en el hombro—. Y cuando ese momento llegue, yo estaré aquí para apoyarte.

El silencio se apoderó de la habitación por un instante, roto solo por el suave chapoteo del agua. Finalmente, Aelynn suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.

—Pero antes de todo eso, tenemos que sacarlo de esa maldita prisión.

Lyra asintió con determinación, su nerviosismo desvaneciéndose mientras su lealtad hacia los hermanos Draythorn se reafirmaba.

Al salir del baño, Aelynn se sentía más relajada, aunque la determinación seguía firme en su corazón. Lyra, con una toalla en la mano, comenzó a secar cuidadosamente el cabello de su ama.

—Gracias, Lyra. Por todo —dijo Aelynn mientras ambas caminaban hacia su recámara.

Lyra sonrió con calidez.

—Siempre estaré aquí para ayudarla, señorita Aelynn. Y para el señorito Alexxt también.

Más tarde, mientras Aelynn se sentaba frente al tocador, con su cabello húmedo cayendo en suaves ondas, Lyra tomó el cepillo y comenzó a deslizarlo con cuidado por los mechones oscuros.

Cada movimiento era delicado, casi reverente, y mientras lo hacía, Lyra no pudo evitar perderse en sus propios pensamientos.

"Alexxt… siempre intentaste ser fuerte, incluso cuando el mundo parecía estar en tu contra", pensó mientras recordaba cómo él, de niño, había defendido a los demás sin importarle las consecuencias.

La forma en que se enfrentaba a las injusticias, su bondad inquebrantable, y aquella sonrisa que siempre buscaba tranquilizar a quienes lo rodeaban... Alexxt era todo lo que Lyra admiraba. Pero también todo lo que sentía que estaba fuera de su alcance.

"Él es un Draythorn… y yo… solo soy la hija de una sirvienta", reflexionó, su pecho apretándose ante el peso de esas palabras. Pero, mientras sus manos seguían moviéndose con precisión por el cabello de Aelynn, una pequeña chispa de esperanza encendió su corazón.

"Tal vez… tal vez algún día encuentre el valor para decirle lo que siento", pensó, aunque el miedo a romper la delicada armonía que tenía con la familia Draythorn la mantenía en silencio.

Mientras Lyra seguía peinando el cabello de Aelynn, la joven Draythorn abrió un ojo y, con un destello travieso en su mirada, dejó escapar un comentario que hizo que Lyra casi soltara el cepillo.

—¿Sabes, Lyra? Con esa figura y esos ojos, estoy segura de que podrías derretir incluso al más frío de los nobles. Si caminaras con más confianza, probablemente tendríamos una fila de pretendientes esperando en la puerta.

Lyra se congeló por un instante, sus mejillas encendiéndose como brasas.

—¡Señorita Aelynn! —exclamó, su tono lleno de nerviosismo—. ¡No diga esas cosas!

Aelynn soltó una carcajada ligera y se giró ligeramente, apoyándose en sus brazos para mirarla directamente con una sonrisa traviesa.

—¿Por qué no? Es cierto. Estoy segura de que más de uno ya ha tenido pensamientos inapropiados contigo. Solo mírate —dijo, moviendo un dedo para señalarla con teatralidad—. Si yo fuera hombre, probablemente tendría que luchar contra mis propios impulsos.

Lyra casi deja caer el cepillo, su rostro ahora completamente rojo mientras intentaba encontrar algo que decir.

—¡S-Señorita Aelynn! Eso… eso es muy inapropiado… —balbuceó, incapaz de sostener la mirada de su ama.

Aelynn río aún más fuerte y se dejó caer contra el respaldo de la silla, disfrutando del efecto que sus palabras tenían en la sirvienta.

—Está bien, está bien, no te molesto más… por ahora. Pero en serio, Lyra, deberías verte a ti misma como yo te veo. Serías la envidia de cualquier mujer.

Lyra apartó la mirada, incapaz de detener el rubor que quemaba sus mejillas, y murmuró con un hilo de voz:

—Usted realmente disfruta ponerme nerviosa, señorita Aelynn…

Aelynn sonrió, satisfecha, y cerró los ojos con un aire triunfante.

—Admito que sí. Pero no puedo evitarlo. Tu reacción es adorable.

Lyra sacudió la cabeza, una leve sonrisa nerviosa asomándose a sus labios mientras continuaba peinando el cabello de Aelynn, tratando de recuperar la compostura.

Más tarde esa noche

La mansión Draythorn estaba tranquila, bañada por la luz plateada de la luna que se filtraba a través de los altos ventanales. El suave sonido del cepillo deslizándose por el cabello de Aelynn era el único ruido que rompía el silencio en la habitación. Lyra, todavía ruborizada por los comentarios anteriores de Aelynn, trataba de concentrarse en su tarea, aunque sus pensamientos divagaban con facilidad.

Aelynn, con los ojos medio cerrados, dejó escapar un suspiro relajado, finalmente cediendo al cansancio del día.

—Gracias, Lyra… por todo. No sé qué haría sin ti —murmuró, su voz calmada pero sincera.

—Siempre estaré aquí para ayudarla, señorita Aelynn —respondió Lyra con suavidad, una leve sonrisa en su rostro—. Y también para el joven Alexxt.

Aelynn esbozó una pequeña sonrisa antes de levantarse y dirigirse a su cama. Mientras Lyra apagaba las luces y cerraba la puerta con cuidado, la mansión volvió a sumirse en el silencio absoluto.

Sin embargo, en otro extremo del reino, lejos de la tranquilidad que envolvía a la casa de los Draythorn, el palacio real estaba envuelto en una tensión completamente diferente.

La cámara de estrategias del palacio estaba envuelta en penumbra, iluminada únicamente por las velas que oscilaban débilmente con el aire pesado de la sala. El Rey Vaegon estaba sentado en el trono al final de la mesa, con Vaelor a su derecha. Frente a ellos, el comandante Rynar Valtor, un hombre corpulento y de rostro endurecido, esperaba instrucciones con una mezcla de duda y obediencia en sus ojos.

Vaelor rompió el silencio con su tono habitual de pragmatismo helado.

—Aelynn Draythorn y Elorath se están moviendo rápido. Es cuestión de tiempo antes de que encuentren pruebas suficientes para vincular el asesinato de Caelys con algo más grande. Si no tomamos medidas ahora, será nuestra caída.

El Rey Vaegon asintió lentamente, tamborileando los dedos contra la mesa de piedra mientras su mirada se clavaba en el comandante.

—Entonces tomaremos medidas extremas —dijo finalmente, su voz resonando como una sentencia.

Vaelor sonrió con frialdad y añadió:

—Debemos eliminar todo lo que pueda darle una ventaja a la Orden de los Custodios o a los Draythorn —dijo, su voz resonando como un eco helado en la sala. Luego, volvió su mirada hacia el comandante—. Rynar, tengo una tarea para ti.

El comandante se inclinó ligeramente, sintiendo el peso de las palabras que estaban por venir.

—Lo que ordene, Su Majestad.

Vaegon esbozó una sonrisa que no alcanzó a suavizar sus ojos.

—Quiero que elimines a todos los prisioneros de la Prisión del Ocaso. Haremos que parezca un motín, una revuelta incontrolable que nos obligó a tomar medidas extremas.

Rynar abrió los ojos con sorpresa, pero su entrenamiento le impidió mostrar más reacción. Sin embargo, Vaelor notó la tensión en la mandíbula del comandante.

—¿Algún problema, Rynar? —preguntó Vaelor con un tono que no permitía objeciones.

—No, mi señor. Solo... ¿incluye esta orden al prisionero Alexxt Draythorn? —preguntó, midiendo cuidadosamente sus palabras.

Vaegon se inclinó hacia adelante, sus ojos perforando los de Rynar.

—Especialmente a él. Asegúrate de que su muerte sea definitiva y no quede ningún cabo suelto. Quiero que la esperanza de Aelynn Draythorn muera junto con su hermano.

Mientras Rynar asentía, Vaegon dejó que su mente vagara por los recuerdos que alimentaban su odio hacia los Draythorn. Esto no era solo para proteger a Vaelor ni para borrar todo rastro del crimen de Caelys; era algo más profundo y personal.

Lady Miriel. Incluso ahora, el recuerdo de su rostro, tan hermoso como altivo, encendía una mezcla de deseo y rabia en su interior. Vaegon nunca había podido olvidar cómo lo había humillado años atrás. Había intentado someterla, utilizando su posición como rey para doblegarla, pero ella lo había rechazado con una gracia cortante que había herido su orgullo de manera irreparable.

"Los Draythorn siempre se han creído mejores", pensó, con amargura. Su desprecio hacia aquella familia no era solo por su influencia o su obstinación, sino por cómo esa mujer, una simple noble, lo había hecho sentir pequeño e impotente. Ahora, al borrar su linaje y reducirlo a cenizas, podía reclamar una victoria que le había sido negada tantas veces.

—Esto asegurará que los Draythorn no tengan futuro en este reino —añadió Vaelor, ajeno a las cavilaciones de Vaegon—. Aelynn perderá todo propósito, y Elorath estará demasiado ocupado con las consecuencias para ser una amenaza.

Vaegon asintió con satisfacción.

—Que así sea.

Rynar inclinó la cabeza en señal de respeto y se retiró, sus pasos resonando en el frío pasillo mientras el peso de su misión caía sobre sus hombros.

La quietud nocturna reinaba en la Prisión del Ocaso. A las 2 de la madrugada, el eco de las respiraciones y los leves ronquidos de los presos llenaban los corredores de piedra. Sin embargo, no todos dormían. En una celda del cuarto piso, Garrik, el ex guardia, permanecía despierto, iluminando las páginas de un viejo libro con la tenue luz de una antorcha.

De pronto, un sonido distante rompió la calma. Garrik alzó la mirada, sus sentidos entrenados captando algo extraño. Era un ruido apagado, como pasos acelerados, que venía desde el primer piso y del patio exterior. Frunció el ceño, cerrando el libro con lentitud.

—¿Qué diablos…? —murmuró, poniéndose de pie y acercándose a la puerta de la celda.

Al no ver nada, se giró y sacudió a su compañero de celda, Keith. Este gruñó somnoliento, pero al abrir los ojos y escuchar con atención, su expresión cambió a una de alerta.

—Eso no suena normal, Garrik —susurró, el nerviosismo evidente en su voz.

De pronto, un grito desgarrador desde el primer piso hizo eco en toda la prisión. Era una súplica desesperada que cortó el aire como un cuchillo.

—¡Auxilio! ¡No, por favor, no!

Ambos hombres se miraron, sus rostros pálidos.

—Tenemos que salir de aquí. Algo muy malo está pasando —dijo Garrik, tomando una herramienta improvisada que había ocultado tiempo atrás: un trozo de metal desgastado que podía usar para forzar la cerradura de la celda.

Mientras Garrik trabajaba en la cerradura, el caos comenzó a crecer. Otro grito, esta vez más cerca, seguido por un rugido ensordecedor. Una explosión sacudió la estructura, y el suelo bajo sus pies vibró. Los gritos de los presos despertaron a los demás, y el cuarto piso pronto se llenó de confusión.

—¡Están atacando la prisión! —gritó alguien desde otra celda.

La explosión había debilitado algunas puertas, y los presos comenzaron a forzarlas en un intento desesperado por escapar. Garrik y Keith lograron abrir su celda y comenzaron a ayudar a los demás, incluido Renar, quien despertó sobresaltado.

Renar se acercó a la puerta de su celda, tratando de ver qué sucedía afuera. De repente, un preso ensangrentado se estrelló contra los barrotes, gimiendo y pidiendo ayuda antes de desplomarse. Renar retrocedió, asustado.

—¡Alexxt! ¡Despierta! —gritó, sacudiendo a su amigo con fuerza.

Alexxt abrió los ojos, aturdido por el ruido y la confusión.

—¿Qué… qué está pasando? —preguntó, frotándose los ojos.

—No hay tiempo para explicaciones. Tenemos que salir de aquí —respondió Renar mientras Garrik y Keith llegaban para abrir la celda.

Una vez libres, Alexxt, Renar y los demás corrieron hacia las escaleras. A medida que descendían, el caos era aún más evidente. Los guardias, equipados con armas mágicas y proyectiles letales, entraban disparando sin piedad. Los cuerpos de los presos caían por docenas, y los pasillos se llenaban de humo y sangre.

Alexxt miró alrededor con horror. Algunos prisioneros luchaban contra los guardias con lo que podían, pero la mayoría eran masacrados sin piedad. Las llamas se extendían, envolviendo las paredes de madera y las escaleras.

El rugido de los guardias y las explosiones seguían cada vez más cerca. En medio del caos, Alexxt, Renar, Garrik y Keith corrían desesperados por un pasillo lleno de humo y escombros. Llegaron a una bifurcación, pero un grupo de guardias armados bloqueaba la salida principal.

Garrik se detuvo en seco, su mirada rápidamente evaluando la situación. Apretó los dientes y se volvió hacia Keith, quien ya entendía lo que su compañero planeaba.

—Tendremos que quedarnos aquí —dijo Garrik, con voz grave.

Alexxt se giró, incrédulo.

—¡No! ¡No pueden! ¡Tenemos que escapar juntos!

Keith lo tomó de los hombros, inclinándose hasta que sus ojos se encontraron con los del joven.

—Alexxt… tú eres nuestra esperanza. Nosotros… ya hemos vivido nuestras vidas. Tú aún tienes todo por delante.

—¡No digas eso! —gritó Alexxt, con lágrimas deslizándose por su rostro—. ¡Ustedes son mis amigos! No puedo dejarlos aquí…

Garrik sonrió tristemente, colocando una mano sobre el hombro de Keith.

—Y por eso lo hacemos, chico. Porque eres nuestro amigo. Porque queremos que tengas una oportunidad.

Renar, que había estado en silencio hasta entonces, jaló a Alexxt mientras contenía sus propias lágrimas.

—Vamos, Alexxt… no los hagas sufrir más.

—¡Pero ellos…! —sollozó Alexxt, resistiéndose, pero Renar lo sostuvo con fuerza.

Keith le dio un golpe en el pecho, como un gesto de despedida.

—Vive, Alexxt. Vive por nosotros.

Mientras Renar arrastraba a Alexxt, Garrik y Keith se volvieron hacia los guardias, sus ojos llenos de determinación.

—¡Por nuestros amigos! —gritó Garrik antes de abalanzarse contra los enemigos.

Alexxt, entre gritos y lágrimas, miró hacia atrás mientras los guardias rodeaban a sus amigos. El último sonido que escuchó de ellos fue un grito de guerra, ahogado por las explosiones y los disparos.

Mientras tanto en la mansión Draythorn Lyra se encontraba en la sala, con la televisión encendida. Las imágenes caóticas de la prisión en llamas llenaban la pantalla, acompañadas por la voz seria del presentador.

—Un motín ha estallado en la Prisión del Ocaso. Los reportes iniciales indican múltiples bajas…

El trapo que sostenía Lyra cayó al suelo mientras su corazón se detenía por un instante. Su mente se llenó de un solo pensamiento: Alexxt. Sin perder tiempo, corrió hacia la habitación de Aelynn.

Abrió la puerta de golpe, sin importarle la hora o despertar bruscamente a su ama.

—¡Señorita Aelynn! ¡Despierte! —gritó, su voz temblando.

Aelynn se incorporó de inmediato, alarmada.

—¿Qué ocurre, Lyra? —preguntó, aún desorientada.

—La prisión… —Lyra apenas podía hablar, su pecho subía y bajaba rápidamente—. ¡La Prisión del Ocaso! ¡Hay un motín! Está en llamas… ¡están matándolos a todos!

Aelynn sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Sus ojos se abrieron de par en par, el pánico reflejado en su rostro.

—No… no, Alexxt… —susurró, su voz quebrándose.

En la prisión, Alexxt y Renar seguían huyendo del sitio esquivando balas y explosiones mágicas, Alexxt y Renar llegaron al patio. Vieron un agujero en la pared, producto de una explosión, y corrieron hacia él. Sin embargo, los guardias los perseguían de cerca.

Un disparo alcanzó a Renar en el costado, haciéndolo tambalear antes de caer al suelo con un gemido de dolor.

—¡Renar! —gritó Alexxt, regresando apresuradamente para ayudarlo.

Renar intentó ponerse de pie, pero la sangre brotaba con rapidez, empapando su ropa. Su respiración era irregular, y su rostro pálido mostraba la gravedad de la herida.

—Déjame… Alexxt… —murmuró Renar, su voz debilitada—. No puedes cargarme y escapar al mismo tiempo.

Alexxt negó con la cabeza con vehemencia, mientras las lágrimas corrían por su rostro.

—¡No voy a dejarte aquí! —protestó, con la voz quebrada por el pánico y el dolor.

Renar intentó sonreír, aunque sus ojos estaban llenos de tristeza. Recordó las largas noches en la prisión, donde se habían convertido en hermanos en todo menos en sangre. Recordó cómo Alexxt solía hablar de Aelynn, de la vida que quería recuperar y los sueños que aún no había vivido.

—Escúchame, Alexxt… —dijo Renar, agarrando su brazo con más fuerza de lo que parecía capaz en su estado—. Recuerda lo que siempre te decía… en esas noches interminables…

Alexxt lo miró, confuso y aterrorizado.

—"Nunca dejes de luchar", Alexxt. Esa fue nuestra promesa. Por favor… vive por los dos. Hazlo por Garrik, por Keith… por mí.

Renar lo abrazó con fuerza, dejando que las lágrimas cayeran por primera vez. Su voz se quebró mientras añadía:

—Y por Aelynn. Ella te necesita más de lo que imaginas.

Alexxt trató de aferrarse a Renar, negándose a soltarlo, pero Renar, con su último acto de fuerza, lo empujó hacia adelante.

—Corre, Alexxt. Corre.

El joven dio un paso hacia atrás, con el corazón destrozado.

—¡Renar, no! ¡Por favor, no!

Renar le dedicó una última sonrisa cálida, incluso mientras el dolor lo consumía.

—Siempre serás mi hermano, Alexxt. Ahora, corre y vive.

Alexxt, entre sollozos desgarradores, se dio media vuelta y comenzó a correr. Los gritos de Renar resonaron detrás de él mientras los disparos llenaban el aire.

—¡VIVE!

Un disparo, luego otro. Alexxt gritó de manera desgarradora, sintiendo cómo el peso de la pérdida lo destrozaba por dentro, pero sus piernas no dejaron de moverse.

En la casa de los Draythorn Aelynn se hallaba conmocionada por la situación mientras observaba las noticias en la televisión.

—¡No puede ser! ¡No puede ser él! —gritó, casi como si intentara convencerse de que lo que escuchaba no era cierto.

Lyra intentó alcanzarla, su propia angustia reflejada en su rostro.

—¡Señorita Aelynn, por favor! No sabemos qué está pasando…

—¡No! —la interrumpió Aelynn, girándose hacia ella con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Es mi hermano, Lyra! ¡Tengo que ir por él!

Mientras revisaba frenéticamente su armario, Aelynn se dio cuenta de que no tenía tiempo para elegir algo apropiado. Con manos temblorosas, tomó lo primero que encontró: el uniforme de su academia. La falda plisada y la blusa blanca, que alguna vez habían sido un símbolo de tranquilidad y rutina, ahora contrastaban con la tormenta de emociones que la consumía.

Se calzó apresuradamente unos zapatos y, justo cuando estaba a punto de salir corriendo, Lyra se acercó, con los ojos llenos de preocupación. Antes de que Aelynn pudiera reaccionar, Lyra la envolvió en un abrazo.

—Señorita Aelynn, por favor… tenga cuidado. Encuentre al señorito Alexxt, pero no se ponga en peligro. Él la necesita, igual que yo.

Aelynn, visiblemente conmovida, sintió cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Con una mezcla de gratitud y determinación, asintió mientras se apartaba del abrazo.

—Lo traeré de vuelta, Lyra. Te lo prometo.

Y con esas palabras, salió corriendo hacia la noche, Aelynn corría a través de las calles, con su uniforme ondeando al viento. Su respiración era agitada, pero apenas lo notaba; su mente estaba consumida por pensamientos de Alexxt.

—Por favor… Alexxt, aguanta un poco más —pensó, sus ojos ardiendo con lágrimas que no se molestó en limpiar—. Estoy en camino. No me dejes sola.

Cada paso que daba parecía más pesado, como si el miedo la envolviera y la arrastrara hacia abajo. Pero se obligaba a seguir, ignorando el temblor en sus piernas.

—Por favor, hermano. No puedes dejarme…

Regresando de nuevo Alexxt se hallaba huyendo dentro del bosque mientras unos guardias le seguían sus pasos, el bosque estaba oscuro y lleno de sombras. Alexxt seguía corriendo, pero su cuerpo estaba llegando al límite. Una bala impactó en su pierna, haciéndolo caer de rodillas. Gritó de dolor, pero se obligó a levantarse, aunque sus pasos eran torpes y lentos.

Otro disparo lo alcanzó, esta vez en el brazo. Luego, uno más rozó su costado. La sangre empapaba su ropa, y sus fuerzas se desvanecían rápidamente.

—No puedo… fallarles —murmuró, casi inaudible, mientras seguía avanzando.

Finalmente, una bala lo impactó en la espalda, y Alexxt tropezó, cayendo por un pequeño precipicio. Rodó entre rocas y ramas, hasta quedar inmóvil al pie de la pendiente.

Herido de muerte, con su respiración débil, Alexxt miró hacia el cielo nocturno. Su visión estaba borrosa, y todo lo que podía oír era el latido errático de su corazón.

Las imágenes de su vida comenzaron a llenar su mente. Las risas de Garrik y Keith, el sacrificio de Renar, la calidez de Aelynn cuando lo abrazaba de niño. La voz de su madre resonó en su cabeza:

—Cuida de tu hermana, Alexxt. Prométemelo.

Con lágrimas surcando su rostro, murmuró:

—Lo siento… Aelynn… Perdóname por no ser lo suficientemente fuerte.

Las voces de sus amigos resonaron en su mente.

—"Vive, Alexxt", dijo Garrik.

—"Nunca dejes de luchar", añadió Renar, su risa entremezclándose con sus palabras.

Finalmente, escuchó a Aelynn, su voz clara como el agua:

—Te traeré de vuelta, Alexxt.

Una lágrima cayó por su mejilla mientras cerraba los ojos. El último sonido fue el eco de un disparo antes de que todo se volviera negro.