La puerta se cimbraba con cada golpe que recibía.
~ Delaisse nos solus pax.
Grita mi joven madre, mientras trata con todas sus fuerzas de mantener en pie, la endeble barricada que protege el acceso a la habitación.
Aunque no puedo entender el idioma que ella habla, sé muy bien que suplica para que aquellos hombres cesen en su ataque.
No han pasado tres meses, desde que fui asesinada a orillas del rio Kliazma en Moscú, y reencarné como la hija de una joven pareja.
~ Le puella est noi malefise. Delaisse nos solus pax.
Nuevamente grita mi madre, mientras la puerta empieza a romperse y el filo de una pequeña hacha se asoma entre algunas de las grietas.
~ ¡Maldición, no quiero morir otra vez!
Ese pensamiento y los recuerdos de mi vida anterior se agolpan en mi cabeza.
~ Brommmm!!!
Un fuerte estruendo anunció la caída de la precaria defensa.
Mi madre en un último intento desesperado se abalanza contra el atacante, y con sus uñas logra lastimarle parte de su rostro.
Aquel hombre, furioso, de un manotazo aparta a mi madre de su lado, y sin ningún tipo de miramiento, le asesta un brutal golpe a la cabeza con su pequeña hacha de mango largo.
La cabeza de mi madre prácticamente se parte en dos, y cae sin vida sobre la cama que se ubica al centro de la habitación, completamente sin vida.
Sin embargo, aquel hombre ha dejado atrás toda humanidad, y con los ojos llenos de locura y rabia, continúa asestando golpes en aquel cuerpo inerte.
Las paredes y el piso se encuentran salpicadas con su sangre, y partes de su cerebro terminan regados por la habitación.
Cuando por fin aquella bestia se cansa de masacrar a su presa, otro hombre entra a la habitación.
Él está cubierto de sangre y vísceras, no necesito ser adivina para saber que le pertenece a mi joven padre.
Ambos hombres intercambian miradas y después fijan su atención en mí.
Desde mi pequeña cuna observo como los ojos de aquellas bestias me miran fijamente, mientras que el tipo que trae el hacha, empieza a apretarla con fuerza.
~ Bang, Bang, Bang!
Tres detonaciones se escuchan desde la habitación contigua, y aquellos hombres fijan su atención hacia la puerta.
El hombre que acababa de entrar, y el más cercano a esta, se asoma para ver qué fue lo que causó aquellas detonaciones.
~ Bang!
Otra detonación se escucha, y aquel hombre es empujado hacia adentro mientras que una explosión de sangre sale de su espalda, manchando la pared.
El hombre del hacha por un momento se queda petrificado, mirando hacia la entrada, y apretando con fuerza su arma.
De pronto entro él.
Un gigante de casi dos metros de altura, vestido con una especie de armadura medieval de cuero en color café oscuro.
Su cabello largo y ondulado, brilla como la plata recién pulida.
Trae puestos unos anteojos oscuros, que no logran ocultar por completo aquellos ojos rojos que brillan como dos brasas ardientes.
En su mano izquierda sostiene de forma invertida una pequeña espada de extraña forma.
En la mano derecha sostiene un revólver plateado que, hacia juego con su cabello. Mientras apunta firmemente hacia la cabeza del hombre del hacha.
~ ¡Le malefisé!
Dijo el hombre del hacha mientras empezaba a levantar su arma.
~ Bang!
Suena otra detonación.
La parte trasera de la cabeza de aquel hombre explota, mientras sangre y partes del cerebro salen expedidos por aquella abertura.
Incluso la sangre alcanza a salpicar la cuna donde me encuentro, siento grandes náuseas, mientras varias gotas de aquel líquido carmesí recorren mi rostro.
Aquel gigante baja su arma y dirige su mirada hacia el cuerpo despedazado de mi madre.
~ Humm…
Emitió una especie de resoplido, pero con los labios cerrados, baja el brazo que sostiene el revólver y se quedó inmóvil por unos segundos.
Ningún sonido se escucha, aunque yo estoy segura de que se puede escuchar el latir apresurado de mi corazón.
Aquel hombre dio un paso atrás y salió de la habitación, mientras yo seguía ahí, acostada en mi cuna y sin hacer nada de ruido…