Chapter 19 - Sklavapaz

20 de Septembris del año 453, Tercera Era.

Ciudad de Maraldí, Capital del Reino de Thatust

 

Aquella parte de la ciudad se veía cada vez más siniestra, mientras Christopher se adentraba en ella. Los establos eran habilitados como tabernas al aire libre, donde la orina y la podredumbre, se mezclaban con el olor del alcohol y secreciones humanas. Otros más estaban habilitados como cuarterías, donde los esclavos y la gente más pobre de la ciudad, pasaban las noches.

~ Este lugar es mucho peor que la zona roja, se nota que estoy en el barrio más pobre y miserable.

Los niños vestidos solo con harapos y sus pies descalzos, deambulaban por las calles buscando comida entre los montones de basura, que se encontraban por todas las esquinas. Los indigentes, recostados sobre sus propias heces, pedían una limosna a los transeúntes.

~ Aquí la peste y la muerte van tomados de las manos.

Cerca de ahí, los almacenes de la ciudad se mostraban un poco más diferentes.

Carretas y carromatos jalados por caballos o semihumanos recorren las calles, entran y salen de los almacenes con todo tipo de productos. En las entradas de estas, los comerciantes gritan sobre el valor de su mercancía, mientras los compradores realizan transacciones en la calle.

~ Se nota que desde muy temprano están trabajando aquí, me recuerda a los mercados de México. Aunque sin esclavos.

Entre uno de tantos almacenes, una bodega mostraba una bandera dividida por la mitad en dos colores: rojo y negro.

~ Aquí debe de ser el Mercado de Esclavos, "El Sklavapaz"

 Al llegar a su entrada, Christopher observó cómo dos hombres, discutían sobre el precio de varios esclavos que se encontraban encadenados junto a ellos.

Al observar hacia el interior, pudo ver que había dos filas de pasillos que corrían perpendicularmente desde la entrada. Y que en sus muros, estan encadenados los esclavos.

~ En que puedo servirle mi señor.

Un hombre delgado de estatura mediana, le habló.

~ Buenos días, me informaron que aquí podía encontrar esclavos en venta.

~ Así es mi señor, está en el lugar indicado, mi Dóminus posee la mejor mercancía de todo el reino.

~ Una aseveración bastante audaz.

~ Si gusta, le puedo mostrar nuestras existencias.

~ Excelente.

Christopher empezó a seguir a aquel sujeto, al observarlo detenidamente, se percató del grillete que tenía en uno de sus tobillos.

~ ¡Un esclavo!

Al empezar a mirar la "Mercancía", notó que todos los esclavos estaban desnudos, sin importar su raza o sexo.

~ Mi Dóminus tiene los hombres más fuertes que se puedan conseguir, ya sea para trabajar en el campo o en las minas, así como también tenemos las mujeres más hermosas y diestras para los trabajos caseros, aunque también son muy fuertes para trabajar en los establos.

~ Muy interesante.

~ También tenemos más jóvenes y niños, por si desea entrenarlos personalmente, pero yo le recomendaría un esclavo ya entrenado, así no sufrirá de retrasos en el trabajo que le indique.

~ Muy bien.

~ Por favor, indíqueme qué tipo de esclavo desea, mi señor.

~ ¿Qué tipo de esclavo quiero? Yo solo vine por la curiosidad de ver un mercado de esclavos.

~ Pues… me gustaría uno que pudiera servir de escolta, y al mismo tiempo, sea apto para trabajos domésticos.

~ Mmmm… en ese caso le recomiendo a Segovax, como puede notar es muy fuerte para trabajos pesados y, además, por su físico, puede utilizarlo para entretener a sus invitados en alguna reunión.

El "vendedor" mostraba con orgullo la "mercancía" de su amo, mientras le pedía a Christopher que observara con atencion a un esclavo de estatura media, su musculatura era proporcional a su estatura, y sus ojos verdes le daban un aire inusual de belleza masculina.

Christopher fingió estarlo analizando.

~ ¡Mierda! Y yo que madres hago con un tipo como este a mi lado, todo por andar de hablador.

~ Mmmm… ¿Qué otro me puedes mostrar?

~ Sígame por aquí, por favor.

Durante varios minutos, aquel hombre le estuvo mostrando varios tipos de esclavos masculinos.

~ Disculpa, ¿Y tienes Semihumanos?

Le preguntó Christopher, esperando ver a los semihumanos más de cerca.

~ Desde luego que si mi señor.

Se adentraron aún más en aquel almacén, hasta que aparecieron unas grandes jaulas con semihumanos en su interior.

~ ¡Semihumanos!

Pensó Christopher emocionado.

~ Por lo general hay Lycantros, Pantherianos y Raccons. Pero por ahora solo mi Dóminus tiene Lycantros.

~ Me imagino que cada raza de semihumanos tiene una finalidad especial, o para un trabajo en específico, ¿o no?

~ Así es mi señor, los Lycantros son perfectos para trabajos de campo, suelen ser los más confiables y fáciles de manejar; los Pantherianos son perfectos para entrenarlos como gladiadores, ya que suelen ser más agresivos, y no son tan manejables como los Lycantros; los Raccons son perfectos como mascotas cuando son jóvenes, y como servidumbre dentro del hogar cuando son mayores, aunque no muchos les gustan, otras personas los crían para cortarles la cola, y fabricar con ellas estolas.

~ ¡Vaya! Muy interesante.

~ Así que, si me lo permite yo le recomiendo los Lycantros, son perfectos para cargar cosas pesadas, además de que pueden montar guardia toda la noche en caso de acampar en el campo, y son buenos como compañeros de cacería.

 ~ ¿Porque me dices eso?

~ Disculpe, pero… ¿No es usted un mercenario?

~ Pues no, no lo soy.

~ Disculpe mi señor, pensé que esa era su profesión, le ruego me perdone.

~ Tranquilo, todos piensan lo mismo que tú, así que ya me estoy acostumbrando al comparativo.

~ Aun así mi señor, le aseguro que un Lycantro es la mejor opción para los trabajos pesados.

~ Si tú lo dices.

Al observar las jaulas, Christopher notó que no todos los Lycantros eran iguales, cambiaba la coloración del pelaje, así como las facciones, algunos parecían más lobos que humanos, otros en cambio solo poseían la cola, las orejas y un poco de pelaje en las piernas y brazos.

~ ¿Porque todos los esclavos deben estar desnudos?

~ Y dime, ¿Son todos los que tienes?

~ Machos adultos sí, mi señor.

~ ¿Tienes hembras?

~ Así es, pero no están a la venta, las usamos para la crianza.

~ Mmmm… Ya veo.

~ Tenemos algunas crías.

~ Interesante, ¿Puedo verlas?

~ Por aquí por favor.

En unas pequeñas jaulas, varios niños con facciones de lobos se encontraban encadenados. Unos despiertos otros dormidos, pero todos muy delgados, incluso llegando a la desnutrición.

~ ¿Por qué están tan flacos?

~ No todas las crías nacen fuertes y sanos, siempre hay crías de baja calidad, y como no se venden mucho, se nos van quedando rezagados.

~ Lo entiendo.

En una de las jaulas, observó a un par de niñas, una de ellas tenía la cola y las orejas felinas.

~ ¿Qué raza es ella?

~ Es una pantheriana, pero no se la recomiendo, está muy débil y enferma, lo más seguro es que pronto la sacrifiquemos.

 ~ ¿Enferma? Mmmm…

Christopher metió la mano en su alforja para revisar su lista de ítems.

~ Según esto tengo noventa y nueve botiquines médicos, aunque no sé qué contienen, sería una buena oportunidad para investigar si me pueden servir contra las enfermedades.

Christopher sabía de antemano que la magia curativa solo sirve para heridas y daños físicos, y es completamente inútil contra venenos y enfermedades.

~ ¿En cuánto me venderías a la pantheriana?

~ ¡Eh!... este… en cinco denarios, pero no nos hacemos responsables si llega a morir incluso antes de que anochezca, mi señor.

~ No importa, deseo a la pantheriana.

~ Sus deseos, mis órdenes.

Le dijo aquel hombre, y procedió a meterse en la jaula.

Sin ningún miramiento agarró a la niña por el cuello donde se ubicaba el grillete y la jaló con fuerza.

~ Ey, ey, ey, Con cuidado, que me maltratas a la ya enferma pantheriana.

~ Disculpe mi rudeza, mi señor.

La logró sacar de la jaula con más cuidado, pero aun así de forma tosca, sin embargo, ella no podía sostenerse por su propio pie.

~ Sí que está muy jodida esta niña.

Al observar hacia el fondo de la jaula, notó a una niña Lycantro, también en el mismo estado que la pantheriana.

~ ¿Y esta otra que tiene?

Al observar a la niña que le señaló Christopher, aquel hombre soltó un suspiro.

~ También está enferma, de hecho, la separó mi Dóminus de las demás crías ya que también está infectada con sarna.

~ También me la llevo.

~ ¿Está usted seguro, mi señor?

~ Ya te dije que sí.

Aquel hombre procedió a sacar a la Lycantro, cuando un hombre de edad avanzada, con un marcado sobrepeso, y escoltado por dos esclavos fornidos apareció.

~ ¿Qué está pasando aquí?

Preguntó con un grito, y al notar a la pantheriana fuera de la jaula, volvía a preguntar el esclavista con furia.

~ ¿Quién te ordenó sacar esta basura de su jaula, Cletus?

Christopher lo observó, con una mirada despectiva.

~ Disculpe Dóminus, pero el señor desea comprar a estas dos crías.

Aquel esclavista observó a Christopher, mientras este le devolvía la mirada de forma retadora.

~ ¿Algún problema?

Le dijo Christopher, con una mirada seria.

~ ¿Usted quiere a estas dos crías?

~ ¿Algún problema?

Le respondió, mientras su voz sonaba intimidante.

~ Ninguno, pero le advierto que no hay reclamaciones.

~ Ya me lo habían advertido, ¿algún problema?

El esclavista lo miró, y al notar las espadas cortas en su espalda, optó por cambiar el tono de voz.

~ ¿Desea algo más aparte de estas dos esclavas?

~ Mmmm…

Christopher observó el estado lamentable de ambas niñas.

~ Necesitaré otra esclava, de preferencia que sea de mayor edad y en mejores condiciones.

~ En ese caso, le recomiendo una esclava doméstica.

Dijo el esclavista y se encaminó hacia otro lado del almacén.

Christopher estaba a punto de seguirlo, pero recordó que las niñas no estaban en condiciones de caminar.

~ Disculpe, ¿Tendrá alguna carretilla o carromato para poder trasladar mi mercancía?

El esclavista miró de forma despectiva a su esclavo.

~ Cletus, trae una carretilla para el caballero.

~ En seguida Dóminus.

Christopher colocó con cuidado a ambas niñas en aquel carromato, y dejó que Cletus la jalara, mientras se dirigían a buscar a la esclava doméstica.

Al llegar al área de las esclavas, Christopher observó que había casi treinta mujeres de diferentes edades en exhibición.

Algunas estaban de pie, otras sentadas en el piso cubierto de paja, mientras que otras dormían acuclilladas.

Eran evidente los golpes y moretones que varias tenían en el cuerpo, así como diferentes niveles de desnutrición.

~ Se nota que cuidas mucho tu mercancía.

Dijo Christopher en tono sarcástico.

~ Por lo general cuento con mejores existencias, pero ayer tuve una subasta, y solo tengo aquí lo que no pude vender, aunque eso no le quita que no sean útiles, simplemente no están tan bonitas como las anteriores.

~ Ya veo.

Al observar a detalle cada una de ellas, vio una que se encontraba sentada en el piso, su mirada estaba perdida, y en su cuerpo, era evidente que había sufrido mucho maltrato.

El esclavista, al ver que Christopher observaba a aquella mujer, le comentó.

~ No se la recomiendo caballero, está muy mal mentalmente, incluso a mí me está causando cierto problema.

~ Se nota que no la tratas bien.

~ No era mía, me la dejaron como parte del pago de una deuda, así que tuve que tomarla, de lo cual me arrepiento.

~ ¿Qué le pasó a ella?

~ Su dueño anterior es un fanático de la tortura, así que puede imaginarse todo lo que esta mujer tuvo que enfrentar.

Christopher la observó detenidamente.

~ No creo que me pueda ayudar mucho con las niñas.

Pensó mientras buscaba alguna otra opción.

En eso vio a una mujer de unos cuarenta años, ella observaba con tristeza a las niñas que se encontraban en el carromato.

Atraído por la curiosidad, Christopher se acercó a la mujer.

~ ¿Qué piensas?

La mujer no contestó, y se limitó a observar el piso.

~ Dime, ¿Qué piensas de estas niñas?

La mujer se mantuvo en silencio.

~ Contesta mujerzuela.

Le gritó el esclavista, mientras la golpeaba con su fusta.

~ ¿Qué haces animal?

Le gritó Christopher, con tal fuerza que, todos los presentes se espantaron.

El esclavista trató de balbucear algunas palabras, pero Christopher lo interrumpió.

~ Si le vuelves a pegar, yo mismo te partiré en dos.

Christopher dirigió su mirada a la mujer, su larga cabellera negra evidenciaba la falta de higiene, mientras que sus ojos cafés, no podían ocultar la tristeza de su corazón.

~ No cabe duda de que toda su vida, la ha vivido como una esclava.

Pensó por un momento Christopher, por lo que bajando la voz volvió a preguntar.

~ Dime, ¿Qué piensas?

La mujer siguió en silencio.

~ Mira, no pienso hacerte daño, ¿De acuerdo?

Ella solo movió la cabeza en señal de afirmación.

~ Muy bien, dime, ¿Cómo te llamas?

~ Me… llamo… Julia… Dóminus.

Respondió con una voz muy suave.

~ Muy bien Julia, dime, ¿Sabes cuidar niños?

~ Claro que sabe cuidar niños, ella era una esclava doméstica antes.

Respondió el esclavista, a lo que Christopher le lanzó una mirada fulminante.

~ Te quieres callar, estoy hablando con ella.

El esclavista se molestó por el comentario, pero optó por mejor mantenerse en silencio.

~ Así que eras una esclava doméstica, y dime, ¿porque te vendieron?

Julia lo observó con miedo, a lo que Christopher le dijo con voz baja.

~ Tranquila, solo deseo saber porque te vendieron, te prometo que nadie te hará daño por lo que tus labios revelen.

Julia lo observó por un momento, y bajó la mirada mientras le respondía.

~ Mi anterior Dóminus, compró esclavas más jóvenes, y decidió que ya no le era necesaria, Dóminus.

~ Ya veo.

Christopher se dirigió al esclavista.

~ ¿Cuánto por la mujer?

~ Veinticinco denarios.

~ Que sean quince

~ Lo siento, pero lo menos serían veintidós denarios

~ Veinte denarios, teniendo en cuenta que te estoy regalando diez denarios, por las niñas que tenías pensado sacrificar.

El esclavista miró con coraje a su esclavo Cletus.

~ De acuerdo, veinte denarios por la mujer, y dos denarios más por el carromato.

~ Pensé que el carro me lo prestarías por un momento, en lo que me llevo la mercancía defectuosa a mi hospedaje.

~ De acuerdo, se lo presto.

~ Muy bien, aquí tienes tres centurias. Por cierto, no piensas darme algo de ropa para taparlas, no es muy de mi agrado deambular por la ciudad con esclavas desnudas.

~ Yo no tengo ropa para esclavos, pero en el almacén de enfrente con gusto se la pueden vender.

~ Ya veo.

Después de realizar la documentación sobre la propiedad de las esclavas, y colocarle a cada una de ellas un grillete en el cuello, con la inscripción del nombre de su actual dueño, Christopher las vistió con ropa propia para esclavos.

~ Muy bien, ahora es tiempo de regresar al Mesón.

Le dijo Christopher a Julia, mientras ella jalaba el carromato con las dos semihumanas.

Mientras pasaban por las calles de aquel barrio empobrecido, cinco indigentes armados con cuchillos, rodearon a Christopher y sus nuevas esclavas.

~ Mmmm… nunca puede faltar quien me eche a perder el día.

Murmuró Christopher, mientras observaba a aquellos indigentes.

~ ¿Desean algo?

Preguntó Christopher, mientras que con su mano sacaba el revólver de la funda.

~ Así es señor, monedas, todas sus monedas.

Le dijo el que estaba al frente de él.

Christopher los observó, frente a él había dos maleantes, mientras atrás de ellos, y cerca del carromato, los otros tres.

~ Mierda, siento que están muy cerca para poder matarlos a todos.

Pensó, mientras planeaba el ataque.

~ De acuerdo, tranquilos, les entregaré las monedas.

Les respondió, mientras observaba detenidamente a aquellos sujetos para ver su reacción.

Aquellos hombres sonrieron, y en el momento que voltearon a verse entre ellos, Christopher los atacó.

Apuntó con gran velocidad al más cercano de los atacantes, y que se encontraba al frente de él, y empezó a disparar.

~ Bang, Bang.

Sonaron dos disparos, y los dos atacantes del frente cayeron por las heridas en el pecho.

Los otros tres indigentes, por un momento se sorprendieron por el ruido causado por las detonaciones, así como al notar como sus dos compañeros caían al suelo.

Aprovechando su confusión, Christopher rápidamente giró sobre sí mismo, y les disparó a dos de los tres atacantes.

~ Bang, Bang.

Los dos maleantes caían al suelo con gran dolor, mientras que el último, se había quedado inmóvil, sin saber cómo reaccionar ante lo que acababa de ocurrirle a sus compañeros.

Mientras Christopher le apuntaba directo a la cabeza, le gritó.

~ Tienes dos opciones maldito imbécil, o te quedas y te mueres, o te desapareces de aquí y vives.

Tras pensarlo por unos segundos, el último maleante tiró su cuchillo, y huía a gran velocidad del lugar.

Julia estaba inmóvil, sin entender que había pasado, mientras las niñas estaban espantadas por el ruido del arma.

~ ¿Estas bien?

Le preguntó Christopher a Julia, pero ella no contestó.

Al ver que ella temblaba de miedo, Christopher la tomó del brazo.

Ella dio un pequeño salto de miedo.

~ Tranquila, todo está bien, tranquila.

Le dijo Christopher mientras trataba de calmarla.

Frente a ellos los dos primeros maleantes que fueron heridos se retorcían de dolor en el piso, mientras varios curiosos observaban la escena.

Christopher al ver que Julia estaba un poco más tranquila, retiró los cartuchos percutidos del revólver, y le volvió a colocar nuevas balas.

~ Maldito desgraciado.

Le dijo en medio del dolor, uno de los maleantes.

Christopher sin mayores miramientos, apuntó su revólver a la cabeza de aquel hombre.

~ Bang.

Un nuevo fogonazo salió del revólver, y la cabeza de aquel hombre recibía un impacto mortal.

El suelo se cubrió de sangre y materia gris.

~ Vámonos Julia.

Dijo Christopher

Ella sin entender nada, siguió a Christopher, aunque sus manos temblaban de miedo.

Las pequeñas semihumanas, también se mostraban temerosas, pero estaban demasiado débiles para poder huir de ahí.

Y así, los cuatro se retiraban de aquel lugar, mientras dejaban atrás a tres indigentes revolcándose de dolor.

Después de varios minutos, Christopher y sus esclavas llegaban al Mesón de los Tudor.

Guío a Julia y a las niñas hacia los establos, ahí habló con el joven responsable de los caballos.

~ Soy Christopher Riscos, tráeme una olla con sopa caliente, y unas cubetas con agua limpia.

Una vez que colocara a las esclavas junto a sus caballos, Christopher procedió a curar a las niñas.

~ Veamos que contiene este botiquín médico.

Al extraer el botiquín de su alforja, pudo observar que era una caja de cartón, en su interior, Christopher encontró lo siguiente:

Una jeringa desechable, Una venda, Un paquete de gasas, Una botella de alcohol Etílico, Una botella de Yodo, Una caja con 5 ampolletas de Antibióticos, Una Pomada de Sulfatiazol, Una caja con diez pastillas de Paracetamol, Hilo quirúrgico, Un paquete de algodón esterilizado, Un par de Guantes de Látex, Una Botella de Agua Oxigenada.

~ No está nada mal.

Después de bañarlas, Christopher procedió a limpiar las heridas producidas por la sarna, para poder desinfectarla.

Las pequeñas estaban tan débiles, que no mostraron incomodidad cuando Christopher le aplico a cada una de ellas, una inyección de antibióticos.

~ Espero que esto sirva.

Después de alimentarlas, ayudó a Julia a colocar la paja a modo de cama para ella y las niñas.

~ Pasarán esta noche aquí, si alguien viene a molestarlas díganle que Christopher Riscos es su dueño, y que no descansaré hasta matar al que ose lastimarlas, ¿entendiste?

Le dijo Christopher a Julia, a lo que ella respondió.

~ Si Dóminus.

Christopher se dirigió a la recepción.

~ ¿Dígame en que puedo servirle señor Riscos?

~ En el establo hay tres esclavas de mi propiedad, deseo que nadie se les acerque, si alguien llegase a lastimarlas o hacerles algo, yo mismo le rebanaré el cuello, ¿Entendido?

Le dijo mientras su mirada se mostraba intimidante.

El recepcionista, sin entender el motivo del enojo de aquel hombre, respondió mecánicamente.

~ Entendido señor.

Christopher se dirigía a las escaleras, cuando se dio la media vuelta, y le dijo desde ahí al recepcionista.

~ ¡Ah! Otra cosa… mañana me suben el desayuno muy temprano, y quiero que también le preparen algo de comer a mis esclavas, ya que mañana partiré de viaje, y deseo irme lo más temprano posible.

~ No se preocupe señor, despuntando el alba tendrá su desayuno en la habitación.

~ En ese caso, muchas gracias de antemano.

Y sin decir más, empezó a subir por las escaleras.

~ ¡Que extraño sujeto!

Pensó el recepcionista.