28 de Sextilis del Año 453, Tercera Era
Ciudad Santa de Sión.
El sonido de las sandalias de piel sobre los blancos pisos de mármol, resuenan en el interior de la Gran Galería de los Apóstoles.
El Cardenal Víctor no deja de observar las grandes columnas blancas que sostienen las vigas de madera, mismas que soportan el peso de los altos techos de piedra caliza de aquella galería.
Solo el color oscuro de aquellas vigas, así como los relieves en oro de las paredes que indican el lugar de descanso eterno de los Apóstoles anteriores, rompen con la hegemonía del color blanco en aquel lugar.
~ ¿Qué pensaría el Apóstol Panóm sobre todo esto?
Se preguntaba en su mente el cardenal, mientras buscaba respuestas a los acontecimientos ocurridos en la Santa Sede desde hace algunos días.
El Apóstol junto con un Cardenal y un Obispo llevaban varios días encerrados en el Santosantorum del Gran Templo del Edén, Solo en contadas ocasiones se logró observar al Obispo David salir de aquel lugar para llevar comida a su interior.
Realmente nadie sabía lo que estaba ocurriendo detrás de aquellas puertas doradas que protegían el recinto sagrado.
~ Cardenal Víctor, No esperaba verlo por aquí.
Aquellas palabras sacaron de sus pensamientos al cardenal.
Al dirigir la mirada hacia donde había salido aquella voz, sus ojos se toparon con la figura de un hombre que ya rondaba los cincuenta años, su túnica blanca con bordados en oro y su estola de color rojo con adornos también en oro, indicaban su jerarquía. eclesiástica.
~ Buenos Días Cardenal Josué, lo mismo puedo pensar de usted.
Ambos cardenales se sonrieron, y juntos empezaron a deambular por la galería.
~ ¿Buscando inspiración entre los muertos?
~ Ojalá y eso fuera posible, pero hasta los santos apóstoles, no dejen de ser simples mortales.
~ Tenga cuidado con sus palabras Víctor, ya sabe que estas paredes tienen oídos y alguien podría pensar que está usted blasfemando.
Ambos Cardenales se observaron de forma maliciosa.
Dentro de la estructura eclesiástica, los Cardenales solo están por debajo del apóstol, y son los cardenales que, en caso de la muerte del Apóstol, los que se encargan de la elección de un nuevo Apóstol.
~ ¿Qué piensas de todo esto?
Preguntó Josué a Víctor.
~ No sé qué pensar, sinceramente nunca había escuchado que hubiera ocurrido algo parecido en la santa sede.
~ Por lo menos desde la guerra santa, te apuesto que nunca, se había recluido el apóstol tanto tiempo en el Santosantorum.
Ambos cardenales se quedaron en silencio, mientras un hombre vestido con una túnica blanca, ataviado con adornos bordados en rojo, y una capa sobre sus hombros, pasaba con paso firme por el lugar.
~Sus Santidades.
Dijo aquel hombre con voz grave, mientras inclinaba la cabeza, y se colocaba la mano derecha en el pecho, a la altura del corazón.
~ Bendiciones Hijo mío.
Respondieron ambos cardenales, mientras levantaban la mano derecha en señal de bendición.
Los cardenales no pudieron evitar ver la larga espada Flamígera, misma que portaba en su costado aquel hombre.
~ No sabía que los Misioneros también recorrían esta parte del templo.
Comentó Víctor con extrañeza.
~ No lo hacen, solo cuando el Misionero General se los ordena.
~ Mmmm… ahora siento que algo grande está por ocurrir.
~ Lo mismo pienso amigo mío, lo mismo pienso.
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El Templo del Edén se encuentra ubicado en el centro de una antigua colina, y que hoy forma parte del recinto amurallado de la Santa Sede.
Construido con la intención de resguardar dentro de sus muros el Árbol del Edén, está constituido por cuatro partes, y colocados de forma escalonada.
En la primera sección, el recibidor es una construcción cuadrada de veinte metros por lado, una altura de siete metros, Rodeada de pilares que sostienen el techo y rematada al frente con un frontón triangular de estilo Jónico, con reproducciones en relieve de la llegada de los seguidores de Panóm a Nueva Judea.
La segunda sección y con las mismas dimensiones que la anterior, se encuentra un jardín que resguarda el Árbol del Edén, este se encuentra custodiado por doce pilares decorativos que representan los doce apóstoles originales de la religión de Logos.
La tercera sección es un rectángulo de cuarenta metros de frente por ochenta metros de largo, y dividida en dos partes.
La primera parte alberga un auditorio con gradas de mármol a sus costados y un pasillo central con bancas del mismo material; El tamaño del auditorio ocupa tres cuartas partes del total del edificio.
El techo del auditorio está sostenido por grandes pilares y vigas de madera, la altura del techo es de diez metros y también cuenta con claros entre los muros y el techo que permiten el paso de la luz solar al interior.
El fondo de esto lo ocupa en Santosantorum, y es el lugar de reposo del cuerpo del Apóstol Panóm. Además de servir como archivo y biblioteca sagrada.
Solo los cardenales y el apóstol en funciones tienen permitido su acceso.
Sin Embargo, desde hace tres días, El Apóstol acompañado de un cardenal y un obispo se encuentran en su interior. Afuera de sus puertas de madera recubiertas de oro, dos misioneros montan guardia día y noche, y no han permitido la entrada de ningún otro cardenal, por orden expresa del Apóstol.
Una de las puertas doradas se empezó a mover lentamente, mientras un leve crujido se escuchaba producto de aquel movimiento.
La figura de un joven de unos veinticinco años apareció detrás de la puerta, su túnica blanca con bordados en plata y la estola en color púrpura indicaban que aquella persona es un Obispo.
~ Buenas tardes, hermano le podrías informar al Misionero General que reúne a los cardenales y obispos en el Salón de las Revelaciones.
~ Enseña su santidad.
Respondió el misionero y se retiró rápidamente.
El obispo, saludó con un leve movimiento de cabeza al otro misionero y nuevamente se adentró en el Santosantorum.
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Los Cardenales Josué y Víctor se dirigen con un paso tranquilo al Salón de las Revelaciones.
~ Parece que el velo que cubre este misterio al fin podrá ser levantado.
~ Yo solo espero que no sea una nueva orden del apóstol para recrudecer las políticas sobre las acusaciones de herejía.
~ Ten cuidado con tus comentarios Josué.
~ Lo sé, pero… El reino de Thatust está más inconforme con este tipo de juicios, y los nobles de los demás reinos empiezan a pensar lo mismo.
~ No niego que tengas razón, pero lo más prudente será esperar la posición que tomarán los cardenales Esteban y Carlos, ya que los otros dos son totalmente leales al Apóstol.
~ Mmmmm…
El cardenal Víctor solo resopló, mientras continuaba su andar.
Otros tres Cardenales, así como también dos obispos más se acercaban en ese momento al mismo edificio.
El Templo de las Revelaciones se encuentra detrás del Templo del Edén, con unas dimensiones menores, no deja de ser un templo de gran belleza arquitectónica. Dentro de la estructura, un auditorio en forma de medialuna ricamente ornamentado espera la llegada de la alta curia.
Los Cardenales se colocan en sillones aterciopelados, mientras que detrás de ellos los obispos se acomodan también en sillones ricamente ataviados, el techo abovedado contiene un fresco que representa al apóstol Panóm recibiendo unas tablas doradas por parte de un arcángel.
En la parte frontal del auditorio, un gran trono dorado bordeado por cortinas rojas y púrpuras, indican el lugar ocupado por el Apóstol.
Una puerta lateral al trono se abre y de él, dos misioneros ataviados con túnicas largas de oscuras tonalidades aparecen, escoltando a un hombre cuyo rostro marcado por arrugas y manchas, evidencian su avanzada edad. Ataviado con una túnica blanca con adornos de oro, así como una estola del mismo color y adornos, se sienta en el trono. Una coronilla de oro con forma de guirnalda espinosa le ciñe su blanca cabellera.
~ Gracias por permitirnos estar en tu paraíso, por tu infinita misericordia, y por tu eterno amor, te damos gracias, mi señor Logos.
Dijo el apóstol mientras todos los presentes bajaban la cabeza y unían sus manos en señal de oración.
~Te damos gracias Señor.
Respondieron los presentes al unisonó.
~Podemos sentarnos.
Dijo nuevamente el Apóstol, mientras todos obedecían, uno de los misioneros le entregaba un pergamino.
~ Hermanos míos.
Empezó a hablar el Apóstol.
~ Estamos ante el inicio de una gran cruzada, una gran cruzada contra la tiranía y la opresión, provocada por los ángeles caídos que desean a toda costa acabar con el sagrado trabajo de nuestro señor Logos…
Habían pasado más de dos horas desde que había comenzado aquella reunión, cuando los miembros del clero abandonaron el Templo.
Los Cardenales Josué y Víctor, trataban de entender todo lo que habían escuchado, y aun no sabían si realmente la razón estaba de lado del apóstol o no. Ninguno de los dos dijo algo al respecto, era la hora de la cena, y todos estarían reunidos nuevamente en el comedor del templo.
Ambos sabían que, si deseaban intercambiar impresiones sobre el asunto, seria nuevamente en La Gran Galería de los Apóstoles.
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La luz de las velas colocadas en los altares que representan a cada uno de los apóstoles enterrados en ese lugar, sirven de iluminación en la oscuridad de la noche.
Una túnica negra se observa sobre el pasillo, su lento y pausado andar denotan que no desea hacer ruido ni llamar la atención.
Al pasar cerca de uno de los pilares, emerge una sombra de tras de ella.
~Cardenal.
~ Agreg…
Aquella persona trató de contener el grito que dio, al ser sorprendida por aquella sombra.
~Perdón, no quise asustarte.
~ Por tu culpa acabo de perder unos años de vida.
Mirando si no había nadie cerca, los cardenales Víctor y Josué se ocultaron detrás de aquel pilar.
~ No tenía más opción, además tenemos más dudas que respuestas.
~ Lo sé, pero diez centavos Josué, que piensas sobre la extraña revelación del Apóstol.
~ No lo sé, la parte donde habla de que un ángel le revelaba la llegada de un señor oscuro… no le doy crédito.
~ Yo tampoco lo creí mucho, pero cuando el obispo David habló de la extraña sensación que sintió, y sobre todo que varios Misioneros dijeron haber sentido algo parecido a aquella noche, tuve la sensación de que algo malo estaba por ocurrir.
~ Pero… ¿porque inventariaría el Apóstol lo de la visión de un ángel?
~ Posiblemente para no perder su autoridad.
~ Te refieres por la magia de luz.
~ Recuerda que, a pesar de ser el apóstol, no cuenta con magia de luz.
Josué recordó que cuando se le nombró Santo Apóstol al cardenal Santiago, él estaba en contra de su designación por no ser un usuario de magia de luz, pero contaba con el apoyo de varios reinos al ser el hijo de un duque.
~ ¿Quieres decir que el Obispo y el cardenal Daniel se reunieron con el apóstol, para hablar sobre la extraña sensación que sufrieron los usuarios de magia de luz?
~Eso parece.
~ Pero nosotros también podemos usar magia de luz, y no sentimos nada.
~ En eso tienes razón, pero nuestro poder no se compara con la fuerza que ha demostrado tener el obispo Daniel, así como varios de los misioneros.
Víctor recordó que Daniel, a pesar de ser muy joven ya había sido nombrado Obispo, por ser el único de toda la Iglesia en poder conjurar magia sanadora tan poderosa, que era capaz de reinsertar a los miembros amputados a un herido.
~ Entonces el Apóstol inventó lo de la aparición del ángel para mantener su posición como líder de la iglesia.
~Eso parece.
~ Pues… eso puedo entenderlo, pero lo de la llegada de un señor oscuro, ¿en que se basó para decir eso?
~ Quiero pensar que lo dijo calculando en las extrañas sensaciones que tuvieron los misioneros y el obispo.
~ Debes haberles dado mucho miedo, como para pensar en la llegada de un señor oscuro.
~ Tal vez, pero, aumente la persecución de herejes, eso solo logrará que aumente la inconformidad sobre nosotros, sobre todo por parte de los nobles en cada uno de los reinos de Nueva Judea.
~ Lo sé, y estoy casi seguro de que los que apoyaron al apóstol para su nombramiento han de estar arrepentidos por haberlo hecho.
Josué sonriendo al imaginarse la escena.
~ La verdad no tengo intensiones de avisar al Obispo Lázaro que empezar a realizar más redadas sin sentido en el Principado de Lietenberg, ya que, de hacerlo, acabaría con el mercado de Semihumanos, así como las importaciones de productos de Nova Roma.
~ Te entiendo, y es igual en el Reino de Thatust, si yo le ordeno al obispo Noé tales medidas, estoy casi seguro de que el reino podría considerarnos sus enemigos e incluso incitar a los demás reinos a declararnos una guerra.
~ Pero si eso pasara, en todos los reinos se iniciarían una guerra entre nuestros seguidores, y los que se opongan a la iglesia.
~ Pero parece que al apóstol eso no le interesa.
Con una expresión de preocupación, el cardenal Víctor miró a su amigo.
~¿Qué podemos hacer?
~ Solo nos queda tratar de retrasar nuestras órdenes lo más que podamos para ver las reacciones de los otros reinos.
Y cambiando la expresión de su rostro a uno más oscuro agregado.
~ Y si vemos que esto se torna peligroso, debemos huir a nuestras respectivas tierras.
~ Pero nos podrían acusar de herejía si hacemos eso.
~ Si llegara ese momento significa que habrá una guerra santa, y será mejor apoyar al bando ganador, amigo mío.
El cardenal Josué se alejó en la oscuridad, dejando a Víctor sumido en un profundo interrogante.
"¿Apoyar a la iglesia, o apoyar a los nobles?"