24 de Sextilis del Año 453
Afueras de la ciudad de Lacroist, Reino de Diophants
El sol ya había abandonado su cenit, para iniciar su descenso por el cielo, cuando en la lejanía fue apareciendo la tan anhelada ciudad.
~ Pero ¿qué es esto? ¿Esta es una ciudad?
Exclamó Christopher al notar que aquello no era precisamente lo que él tenía en mente.
Dentro de una palizada de unos tres metros de alto, reforzada con tierra y piedras, y rodeado por un foso seco con matorrales dentro de ella, se encontraba un reducido pueblo. Algunas construcciones de madera con una altura mayor al de la empalizada se podían observar, la gran mayoría mostraba su falta de mantenimiento.
Un portón también de madera era su único acceso y se encontraba custodiada por un hombre de unos 50 años, vestido con pantalones y camisa de lino, casi con las mismas características que las anteriores personas que Christopher había visto, solo que este usaba una especie de cinturón de piel sobre la camisa
~ Me imagino que no hay mucha ropa de donde elegir.
Aquel hombre sostenía entre sus manos una especie de lanza de unos dos metros de largo, y cuya hoja de casi 15 centímetros se encontraba algo oxidada, pero que aún resultaba mortal si era impulsada con la suficiente fuerza.
Por un momento, Christopher dudó en entrar o no a aquel sitio, pero necesitaba información sobre el lugar dónde se encontraba; así que, tras respirar profundo, se encaminó a la entrada.
El claro de aquella entrada era de casi 5 metros, sus puertas eran altas como la misma empalizada, el guardia, si en realidad merecía ese nombre, lo observó de forma nerviosa pero no intentó detenerlo.
En ese momento Christopher se percataba de otro detalle del cual no se había dado cuenta antes, él era mucho más alto de lo que en realidad solía ser; su altura antes de aparecer en estas tierras era de un metro y setenta centímetros, pero la estatura del avatar era de un metro con noventa y cinco centímetros. Mientras que, la altura de las personas que había visto hasta ese momento, no llegaba al metro con setenta.
~ Creo entender porque todos me ven como una amenaza.
Pensó mientras se adentraba en aquel lugar.
Más que una ciudad, era un pueblo pequeño, solo la calle principal estaba empedrada, las demás sólo eran caminos de tierra.
Las casas eran parecidas unas de otras, hechas con piedra y madera, aunque algunas eran completamente de madera y solo unas cuantas tenían un segundo nivel.
La calle principal terminaba en una pequeña elevación coronada por una construcción de piedra de altos techos de madera.
~ Me imagino que en aquella casa vive el líder de estas gentes.
Siguió buscando algo parecido a un hostal o taberna, pero no había letrero alguno que indicara su existencia.
Lo que sí notaba en cada paso que daba, era que no se veía algún niño corriendo por las calles, incluso todas las personas que había visto, aparentaban tener al menos 50 años.
~ Supongo que estarán en la escuela.
Un hombre caminaba en medio de la calle, su cabeza inclinada hacia el suelo mostraba que algo lo afligía.
Christopher observó como poco a poco aquel hombre se acercaba de frente, por lo que se detuvo.
A menos de unos 5 metros de distancia, aquel hombre se percató de la presencia de Christopher, se detuvo, y tras unos segundos continúo su camino, pero esta vez pegado al muro de las casas.
Claramente mostraba que no deseaba acercarse al forastero.
Sin embargo, Christopher esperó tenerlo casi a su lado para alzar un poco el brazo con la mano extendida, con la intención de detener la marcha de aquel hombre.
~ Espere.
Christopher lo detuvo con la voz más seria que pudo.
Aquel hombre se detuvo mientras agachaba más la cabeza para no mostrar su rostro.
~ ¿Me puedes indicar donde encuentro una taberna?
Sin decir palabra, solo apuntó con su brazo una casa que acababa de pasar.
~ ¿Eso es una taberna?
Pensaba Christopher mientras observaba con detalle aquella construcción que parecía más una simple casa de piedra.
~ Gracias buen hombre.
Christopher se dio la media vuelta y se dirigió hacia la casa, mientras aquel hombre continuó con su camino tras unos breves instantes.
~ Pobre tipo, un poco más y se orina del susto.
Pensó Christopher mientras trataba de disimular su sonrisa, Había demostrado que su apariencia podía intimidar y causar temor entre la gente.
~ Esto ya me está gustando.
Al llegar a la casa, empujó un poco la puerta y se dio cuenta que esta estaba sin seguro, por lo que, confiando en su apariencia se adentró al lugar.
Una vez adentro, su mirada se topó con 5 mesas redondas, todas ellas con sus 5 respectivas sillas, casi al fondo una barra de casi seis metros, con unas 7 bancas eran todo el mobiliario del lugar; pero al igual que las calles de la ciudad, esta se encontraba desierta.
~ ¿Sera que aún no empieza la hora feliz?
Murmuró mientras empezaba a caminar por el lugar.
~ Les he dicho que no pienso darles nada hasta que me paguen todo lo que me deben.
Gritó un hombre de unos 60 años armado con un cuchillo de gran tamaño, y que aparecía por una puerta ubicada justamente atrás de la barra.
Christopher por inercia sacó el revólver y apuntó; mientras aquel hombre al darse cuenta de que no eran las personas que él creía que eran, se detuvo en seco, pero apretando el cuchillo con fuerza.
Por unos momentos, todo se quedó en silencio, nadie se movió, Christopher tenía su arma apuntando a la cabeza de aquel sujeto, a esa distancia sería casi imposible fallar.
Tragando saliva, aquel hombre fue el primero en romper el silencio.
~ Tu, ¿quién demonios eres?
~ Un hombre allá afuera me dijo que aquí era una taberna, espero no haber interrumpido algo importante.
Aquel hombre lo observó detenidamente, aunque no entendía que clase de arma sostenía en su mano. Lo único en lo que estaba seguro es que, en caso de una pelea, él tendría las de perder.
~ Mmmm.
Soltó un suspiró y relajando la fuerza en la mano que sostenía el cuchillo, se colocó detrás de la barra, dejó el cuchillo guardado y empezó a limpiar la superficie.
~ Solo tengo cerveza casera.
Christopher nuevamente guardó su arma y con un paso pausado se dirigió a una de las bancas.
~ Peor sería morir de sed.
~ Se ve que no eres de por aquí.
Le respondió el hombre mientras le servía en un tarro de madera de gran tamaño la cerveza.
~ ¿Por qué lo dice?
Preguntó Christopher mientras le daba un buen sorbo a la cerveza.
~ Aaagg!!! ¿Qué porquería es esto?
Por un momento estuvo a punto de vomitar aquel extraño brebaje.
~ Por eso, solo los muy valientes se atreven a tomar la cerveza de la casa.
Le respondió el hombre mientras se mostraba divertido con los sonidos de asco que escuchaba.
~ Pero ¿qué es esto? ¿Orina de caballo?
~ Algo parecido.
Si bien una cerveza que no está fría y sin gas tiene un sabor muy amargo, esta simplemente sabía mucho más amarga, incluso el contenido de alcohol era mucho mayor que cualquier cerveza, la lengua de Christopher casi terminó entumecida ante aquel sorbo.
~ ¿En serio la gente de aquí toma esto? no cabe duda de que sus gargantas fueron forjadas en el infierno.
~ Jajajaja, tomaré eso como un cumplido, anda, mejor bebe esto.
El nuevo brebaje tenía un color oscuro intenso.
~ ¿Qué es esto, la mierda del caballo?-
~ La mierda se me acabó hace unos días, jajaja, bébelo, te hará bien.
Christopher agarró el nuevo brebaje y le dio un sorbo pequeño.
~ Sabe diferente, ¿qué es?
~ Es savia del árbol de Carmiña, lo dejas fermentar un par de días y obtienes ese sabor un poco más dulce, y con poco alcohol, pero debes tener cuidado, ya que, si el árbol está floreciendo, su nivel de alcohol aumenta casi igual a la cerveza que acabas de probar.
~ Fuiste cruel al darme de beber primero aquella porquería.
~ Jajaja, tómalo como el pago por haberme asustado con tu presencia.
~ ¿Te asusté? Si tu fuiste el que salió gritando con ese cuchillo de carnicero.
Ambos empezaron a reír como si de dos viejos conocidos se trataran.
~ Y dime forastero, ¿qué negocios te traen a este infierno?
~ ¿Dices que aquí es el infierno?
~ Pues si no lo es, al menos, si sus oxidadas puertas.
Christopher bebió un poco más del segundo brebaje mientras pensaba en que decirle.
~ Desafortunadamente estoy perdido, una tormenta de polvo me separó del grupo que venía acompañando, desde entonces he estado caminando por varios días buscándolos.
~ Pues temo que por aquí no han pasado, de hecho, nadie pasa por aquí desde hace ya un par de años.
La expresión de aquel hombre se ensombreció, mientras parecía que recordaba malos momentos.
Christopher estuvo a punto de preguntar, pero mejor se contuvo, y decidió cambiar la plática.
~ ¿Y acaso en esta taberna no hay nada de comer?, porque está bebida merece un mejor acompañamiento.
Aquel hombre lo observó, y mientras apoyaba su codo en la barra preguntó con una sonrisa burlona.
~ Si muestras monedas, la comida aparecerá como por arte de magia.
~ Buen punto, pero... no conozco la moneda local.
~ Entonces no traes monedas.
~ Si tengo, pero no sé qué valor tendrán en estas tierras.
~ Me quieres tomar el pelo, un as vale un as.
~ Pero yo no conozco lo que tú llamas "as", yo conozco los dólares, yenes, euros.
El cantinero lo miró detenidamente, como si tratara de saber si aquel forastero decía la verdad o solo se estaba burlando de él.
~ Esto es un as.
Y colocó una moneda de casi dos centímetros de cobre sobre la barra.
Christopher observó la moneda, sorprendido.
~ ¿Me estás diciendo que está moneda es un as?
Preguntó al notar de qué material estaba hecho.
~ Así es, ¿es que acaso nunca habías visto una?
~ Sinceramente no, pero me imagino que es la moneda de menor valor ¿o me equivoco?
~ Así es.
Respondió al darse cuenta de que no estaba mintiendo.
~ ¿Que otras monedas hay?
~ Pues están los sextos, los denarios, las centurias... ¡ah! y los áureos y doblones que ya son de oro.
La mente de Christopher empezó a darse cuenta de la cantidad de dinero en su alforja.
¡Era completamente rico! y tratando de contener su creciente emoción continuó preguntando.
~ Entonces los ases son de cobre… ¿los sextos también son de cobre?
~ Así es, de plata son los denarios y las centurias.
~ Me imagino que un sexto es igual a 6 ases.
~ Pues no eres tan tonto como creía.
Comentó de forma burlona.
~ Solo tengo la cara.
Le respondió con el mismo tono burlón, tratando de seguir con ese ambiente relajado.
~ ¿Y cuántos sextos se necesitan para un denario?
~ ¡Pues diez!, y cien para la centuria.
~ ¡¿Cien denarios hacen una centuria?!
~ Jajajajajaja, claro que no hombre, son 100 sextos o 10 denarios para una centuria, jajajajaja.
~ ¡Ah!, Ya voy entendiendo cómo está esto… ¿y cuánto cuesta esta cosa que llamas bebida?
~ La cerveza casera te cuesta 2 ases, la otra, 4 ases.
~ ¿2 ases por este veneno que llamas cerveza? Ya vi porque el lugar está lleno.
El tono sarcástico se notó en el comentario.
~ Estaría lleno si tú no estuvieras aquí.
~ Pero si estoy igual de feo que tú.
Nuevamente las risas de ambos hombres inundaron el lugar.
~ Entonces traes dinero o tendré que sacarte a patadas.
Preguntó el cantinero mientras le servía otro tarro de bebida.
~ Pues déjame ver.
Y sacando la moneda de oro, la sostuvo entre sus dedos para que el cantinero la observara.
~ ¿Será que me alcance para una comida decente en este lugar?
Preguntó con tono burlón mientras el cantinero abría desmesuradamente los ojos.
~ ¡Un áureo!
Dijo con voz entrecortada.
Aquel hombre trató de tomarla, pero rápidamente Christopher la alejó.
~ Eh, eh, eh, aún no veo la comida para que esta moneda cambie de manos.
El cantinero tardó un poco en reaccionar, pero al entender las palabras que había escuchado, respondió mientras se dirigía a la puerta por donde había entrado en un principio.
~ Te prepararé mis mejores platillos que ni tú propia madre podrá igualar.
~ Eso está por...
No pudo terminar la frase, ya que el cantinero ya se había retirado.
~ ...Verse, vaya, ya desapareció.
Desde aquella puerta se lograba escuchar el sonido de ollas y sartenes, mientras el cantinero llamaba al parecer a dos personas más para que lo ayudaran en la cocina.
~ Creo que está motivado.
Mientras esperaba, Christopher se puso a observar con mayor detenimiento la taberna.
Algunas mesas mostraban signos de golpes y cortes, algunas sillas estaban reforzadas, pues una que otra pata se mostraba rota, el piso de madera se veía sucio y polvoso.
~ Parece que estoy viendo una taberna típica de una película de tipo medieval.
Después de varios minutos aparecía el cantinero con una especie de sopa espesa; servida en un plato hondo de madera.
Al verla, Christopher no tardó en comentar lo nada especial de la misma.
~ ¿Esto es tu mejor comida?
~ Claro que no.
Respondió el cantinero con firmeza.
~ Esto es solo para que entres en calor, en lo que se termina de preparar la especialidad de la casa.
~ ¡Ah! si tú lo dices.
~ Claro que yo lo digo, no soy ningún mentiroso.
Respondió con orgullo.
~ De acuerdo, en ese caso no te detengo más y ve a terminar de prepararlo mientras yo saboreo esto.
El cantinero sonrió y nuevamente desaparecía detrás de aquella puerta
~ Parece una especie de sopa espesa de habichuelas con papa.
Lo probó con la cuchara de madera que le habían traído junto a la sopa.
~ Sabe a algo parecido a frijoles, pero esto blanco no es papa, tiene un sabor un poco más dulce y es más fibrosa... pero se deja comer.
En menos de 5 minutos se había terminado el plato.
~ ¡Vaya! Sí que tenía hambre.
Comentó en voz baja mientras se acariciaba el vientre.
Después de casi veinte minutos volvía a aparecer el cantinero, pero ahora traía un gran plato de madera, y arriba se apreciaba un ave del tamaño de una gallina sazonada con una especie de salsa rojiza y rodeada de aquello que parecían papas.
~ ¡Whoa! Veo que es un gran plato.
Comentó Christopher refiriéndose más al tamaño de la porción que el preparado en sí.
~ Mi mejor platillo, gallina en salsa de tomatillos y acompañado con turcas asadas.
Respondió el cantinero de forma orgullosa.
~ En ese caso, como dicen en mi tierra... ¡a meterle el diente!
Christopher se retiró los guantes que cubrían sus manos y cortando una de las piernas de aquella ave, procedió a probarlo.
El sabor de la carne era idéntico al del pollo, pero la salsa tenía un sabor parecido entre la ciruela y el tomate, también se sentía la presencia de otros ingredientes pero que no lograba reconocer.
El cantinero lo observaba detenidamente, en espera de su comentario; Christopher al verlo, se limpió la boca con el trapo que le habían traído junto al ave, y miró con seriedad al cantinero, este al verlo se mostró sorprendido por la reacción, pero antes de que pudiera decir algo, Christopher comentó.
~ Excelente comida, mis felicitaciones.
El cantinero sonrió con mucho entusiasmo, mientras empezaba a comentar sobre su platillo.
~ Este platillo es una herencia de mi madre, de la cual estoy orgulloso de continuar, tenía en mente ofrecerlo a los viajeros que pasarían por aquí, pero...
Nuevamente su rostro se ensombreció.
Christopher sabía que algo malo había pasado, pero sabía muy bien que aún no era el momento para preguntarle, así que continuó comiendo mientras levantaba alabanzas por tan magnífica comida.
Una hora después, los dos hombres se hallaban sentados en una de las mesas, el cantinero sostenía una especie de pipa, pero cuyo contenido no tenía el olor del tabaco; Christopher se limitó solo a disfrutar de su bebida después de haber terminado de comer.
Aunque solo reinaba el silencio en ese momento, ninguno de los dos se sentía incomodado, era por así decirlo, un momento de paz.
Sin embargo, la duda aún rondaba por la mente de Christopher, y fue él quien rompió el silencio.
~ Sabes, no quisiera importunar, pero, tengo unas preguntas que deseo hacerte.
El cantinero lo observó, y solo soltó un suspiro, reflejando que estaba dispuesto a contar los secretos que él celosamente guardaba.
~ Pues dime, qué deseas saber.
Christopher dejó a un lado su bebida, y con una mirada seria realizó su pregunta.
~ ¿Por qué esconden a los niños y a los jóvenes?
El cantinero sonrió de una forma burlona, pero a la vez mostraba cierta rabia contenida.
~ Te equivocas forastero, nosotros no escondemos a los niños, ellos se los llevaron a todos.
~ ¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?
Su pregunta mostraba interés y desconocimiento.
~ Veo que realmente no eres de estas tierras.
Soltó nuevamente un suspiro, y acercándose un poco más a la mesa, observó a Christopher.
~ Será mejor que sepas toda la verdad, así evitarás toparte con ellos.
Christopher observó cómo aquel hombre aspiraba profundamente de su pipa, como si se preparara para contar una larga historia.
~ Todo empezó hace siete años, el sacerdote de la ciudad enfermó de repente, y murió en tan poco tiempo que no solicitó un reemplazo.
~ ¿Como un reemplazo?
Interrumpió Christopher.
~ Veo que no sabes realmente nada, todos los sacerdotes del Templo tienen el deber de solicitar al Santo Apóstol que envíe a alguien a reemplazarlos en caso de que no puedan seguir con sus labores religiosas.
~ ¡Ah! ya entendí.
~ Pues bien, el sacerdote no envió la carta solicitando el reemplazo, así que el templo se quedó sin sacerdote, y la gente empezó a preocuparse.
~ Disculpa, pero ¿es tan importante para una ciudad tener un sacerdote?
~ ¡Pero claro que sí! ellos son los que indican el camino a seguir.
~ ¡Ah! Claro.
~ Típica forma de pensar de un pueblo dominado por la religión
El cantinero observó a Christopher y luego empezó a hablar en voz más baja.
~ Aunque lo que realmente preocupaba a la gente era la ausencia de un usuario de magia de Luz.
~ ¿Magia de Luz?
La sorpresa invadió a Christopher al saber sobre la existencia de magia en este mundo.
~ Si, solo los elegidos por nuestro Dios poseen magia de Luz.
~ ¿Y cómo saben quién tiene ese... Don?
Estuvo a punto de decir "Poder" pero se contuvo para evitar algún malentendido.
~ Antes de que un bebé cumpla el primer año de vida, se le lleva al templo, ahí el sacerdote le coloca en su frente un cristal divino, si este brilla, entonces es un niño elegido por Dios y será llevado a la ciudad santa donde se convertirá en un sacerdote.
~ ¿Y si no brilla?
~ Pues no pasa nada, será bautizado y recibirá la bendición de Dios.
~ Interesante, pero... una pregunta, ¿solo existe la magia de Luz?
~ Pues solo la magia de Luz es la que Dios les otorgó a sus hijos.
Esa respuesta desilusionó a Christopher, el cantinero notó su reacción, así que lanzando una mirada de complicidad continuó con su relato.
~ Existen también la llamada magia elemental, capaz de controlar el fuego, el aire, el agua y la tierra, pero solo los nobles nacen con ese tipo de magia, los plebeyos no tenemos ese don, por lo que cuando un plebeyo puede hacerlo es considerado un hereje.
~ ¿En serio?
~ Así es, incluso se dice que, a los adoradores del señor oscuro, reciben como recompensa por perder su humanidad el poder de manejar magia que cuenta con el poder de levantar ejércitos de "no-muertos" y demonios.
~ Suena muy peligroso, pero entonces no naces con ese... esa maldición.
~ Afortunadamente no, de lo contrario aparecerán los Misioneros y los culpables serán juzgados, aunque eso fue lo que pasó aquí.
~ ¿Nació alguien con ese poder?
Christopher habló sin pensar.
El cantinero ignoró el comentario y continuó.
~ Dos años después de que muriera el sacerdote, una niña que ya había cumplido más de tres años de nacida y que aún no había sido bautizada, hizo que brotara agua de la tierra de su padre. En esos días la sequía se había prolongado, y al parecer el pozo que los abastece se había secado.
El cantinero bebió un poco de su tarro y continuó.
~ No sé si ella escuchó decir que no tenían agua para beber o si ella tenía mucha sed. Pero cuando puso sus manos en el suelo, una fuente de agua fresca apareció; tal vez nadie se hubiera enterado de no ser porque en ese momento un vecino vio lo ocurrido.
~ Y me imagino que corrió la voz por el pueblo.
Interrumpió Christopher mientras meditaba lo que estaba escuchando.
~ Así es, la voz corrió entre la gente de la ciudad.
Respondió el cantinero haciendo énfasis en la palabra "Ciudad"
~ Ya entendí, ciudad, no pueblo.
~ Al principio la gente guardó el secreto, sobre todo los que poseían tierras para la siembra; incluso nuestro señor, El Barón de Lacroist pidió a la gente guardar el secreto y no decir nada a los extraños.
~ Me imagino que fue un momento de prosperidad para el pue... la ciudad, pero ¿acaso el Barón no es un noble, o no podía usar magia él?
~ No todos los nobles pueden hacer magia… por lo que se decidió guardar el secreto.
~ Ya veo.
~ Aunque al principio solo unos cuantos litros de agua lograba aparecer la pequeña y luego caía muy cansada, incluso llegando a desmayarse. Con el tiempo se fue fortaleciendo hasta lograr regar toda una parcela sin llegar a cansarse.
~ Y ¿a poco sus familiares eran adoradores del mal, del señor oscuro?
~ Eso era lo más extraño, todos conocíamos a esa familia y eran gente trabajadora y siempre dispuesta a ayudar a los demás.
~ Y me imagino que todos pensaban lo mismo.
~ Así fue, y nadie deseaba que se supiera la verdad, ya que los campos estaban verdes, los cultivos crecían sanos, incluso hasta el ganado engordaba de tanto forraje que se producía.
~ Y ¿qué fue lo que pasó?
Un suspiro marcaba que los recuerdos de aquel hombre se volverían dolorosos.
~ Un día llegó a la ciudad un sacerdote y dos misioneros, al parecer estaban preocupados en la Ciudad Santa porque no habían recibido noticias del sacerdote desde hacía ya más de cinco años.
~ Mmmm…
~ Primero fueron a ver al Barón y este les dijo que el sacerdote había muerto por enfermedad. Después le preguntaron por qué no había avisado a la Ciudad Santa sobre su muerte, pero él respondió que en ese tiempo él también estaba enfermo y no pudo hacerlo, y cuando al fin se recuperó dio por hecho que alguien más les había informado sobre la muerte del sacerdote. Claro está que esa parte era una mentira.
~ Me imagino, quiso evitar ser acusado de algún crimen.
~ Así es, por lo que el sacerdote se instaló en el Templo y empezaron nuevamente a dar servicios religiosos y fue ahí cuando un niño le comentó todo al sacerdote.
~ ¿Como? ¿Un niño? ¿Cómo ocurrió eso?
~ Todos tenemos la obligación de ir al menos una vez a la semana al Templo a confesarnos para que el sacerdote pueda expiar nuestros pecados, así que imaginamos que el pequeño pensó que el secreto de la niña con magia era un pecado y se lo contó al sacerdote.
~ ¡Vaya! me imagino que fue todo un escándalo.
~ Pues nosotros nunca nos dimos cuenta hasta que unos meses después, y a la medianoche llegaron casi cincuenta misioneros y tomaron la ciudad.
~ ¿En serio? Y estos misioneros… ¿Son soldados o algo parecido?
~ Son la rama militar de la Ciudad Santa, son los encargados de buscar y apresar a todos los adoradores del mal.
~ Ya veo.
~ Pero aquellos que tomaron la ciudad no eran los únicos que llegaron, otros cincuenta de ellos estaban recorriendo las aldeas vecinas y empezaron a llevarse a todos los niños, los que se oponían los mataban sin ningún miramiento, mientras que aquí en la ciudad ocurrió lo mismo, así fue como perdí a mi hijo, su esposa y su hijo recién nacido.
Las lágrimas inundaron su rostro al terminar de hablar. Christopher sintió el dolor de aquel hombre y mientras tocaba su hombro en señal de apoyo le dijo con un tono de voz que demostraba que compartía su dolor.
~ Lamento tu pérdida, y se lo que se siente, yo también perdí a mi familia… una esposa y dos hijos.
~ Gracias.
Le respondió mientras trataba de reponerse.
~ Aunque realmente no los perdí, simplemente me divorcié… discúlpame por la mentira.
Pensó Christopher mientras continuaba hablando.
~ Pero… ¿y el Barón cómo reaccionó a todo esto?
~ Para él, el castigo fue mucho peor, ya que lo acusaron de ayudar a los adoradores del maligno, mataron a toda su familia, incluyendo a su heredero mientras que a él se lo llevaron encadenado para ser juzgado y sentenciado en la Ciudad Santa.
~ Esto es demasiado cruel.
~ Esto no fue todo, durante años estuvimos bajo el yugo de los misioneros, cada semana quemaban en la hoguera a alguien acusado de brujería o de ser adorador del maligno, fue entonces cuando toda la prosperidad de la ciudad se fue a la mierda.
~ ¿Y esos misioneros aún están aquí?
Preguntó un poco preocupado.
~ No afortunadamente, hace casi un año que se fueron, al parecer fueron llamados para evangelizar a otra ciudad donde ocurrió algo similar.
~ Cuando dices "Evangelizar" ¿te refieres a.…?
~ Me refiero a que llegan y matan a todos los que ellos consideren herejes, pero realmente ellos son unos desgraciados, malditos mal paridos…
Se levantó de su asiento y empezó a gritar tanto que Christopher lo tomó por los hombros para tratar de tranquilizarlo.
~ Cálmate, cálmate, no lograrás nada con enojarte.
~ ¿Quieres que me calme? Si esos malditos me quitaron a.… mi... familia…
Aquel hombre no pudo más y cayó de rodillas mientras un llanto amargo cubría con dolor su cansado rostro.
Christopher observó por un momento la escena y después lo levantó para sentarlo nuevamente.
En ese momento apareció una señora con una lámpara pequeña de aceite y empezó a encender otras iguales dentro de aquel lugar.
~ Demonios, ya está oscureciendo.
Exclamó Christopher con preocupación.
~ ¿Te afecta que caiga la noche?
Preguntó el cantinero mientras se recuperaba de su dolor.
~ Pues teniendo en cuenta que no tengo donde pasar la noche, pues si me afecta
~ No veo el problema, tengo vacíos los cuartos, puedes ocupar uno de ellos.
~ ¿Tienes cuartos aquí?
~ Desde luego, por eso es una taberna, tenemos bebida, comida y hospedaje.
~ No lo sabía, por cierto, porque no tienes un letrero que diga que aquí es una taberna.
~ ¿Que es un letrero?
~ Pues es... es... es como un anuncio, un cartel.
~ Ah, un cartel, bueno pues si hay uno, pero un día se cayó y no lo volví a colocar, pues ya han pasado más de un año desde que tuve un cliente que no fuera de estas tierras.
Y mientras hablaba se puso a buscar algo detrás de la barra.
~ ¡Aquí está!
Dijo el cantinero mientras sacaba una especie de anuncio en madera con un dibujo en él.
~ ¿Qué es eso?
~ El cartel del que te hablaba.
~ ¡Ah! este... pero ahí no dice nada.
~ Como no, que no ves que están dibujados dos tarros en posición de festejo.
~ Mmmm. Me refería al nombre del lugar, por ejemplo "La Taberna del Viejo Oloroso"
~ Jajaja, vaya que tienes valor al decirme que soy oloroso, pero me gustó el nombre.
Respondió el cantinero mientras volvía a guardar su anuncio.
~ Bueno, pues ya está, solo ponle debajo de esos dibujos el nombre y ya quedó.
~ No creo que eso funcione, la gente de por aquí no sabe leer.
~ ¿Como? Nadie sabe leer.
~ Pues no, solo los sacerdotes y misioneros saben leer... ah, y algunos comerciantes... ah, y los nobles.
~ ¿Tú no sabes leer?
~ La verdad no, solo se hacer cuentas y eso lo aprendes con la práctica.
~ Ya veo, así que no hay escuelas.
~ Escuelas, sólo en los templos, pero no en todos, solo en ciudades más grandes, y tengo entendido que sólo puedes ir si eres hijo de un noble, o tu familia tenga mucho dinero.
~ Ya entiendo.
~ Bueno, voy a ver a qué te limpien un cuarto, no me tardo.
~ ¡Aja!
Después de varios minutos regresó el cantinero.
~ Ya están limpiando un cuarto, pero me imagino que no vas a quedarte mucho tiempo ¿o sí?
~ No, mañana mismo partiré, aunque no se bien a dónde dirigirme.
El cantinero lo observó un momento y empezó a hablar.
~ Pues con el dinero que me debes por la comida y el hospedaje pienso ir a la ciudad de Tryo, para comprar ciertos artículos que necesito, si quieres puedes acompañarme.
~ ¿En serio no te molestará mi presencia?
~ Pues puede que las mujeres no se me acerquen por tu mal olor, pero me gusta ayudar a los necesitados.
~ ¡Auch! eso dolió, pero no importa, te permitiré que puedas presumir mi compañía, jajajaja.
Después de eso siguieron tomando hasta que llegó la hora de descansar, Christopher fue conducido por la misma señora que había prendido las lámparas de la taberna.
Christopher observó aquella cama de madera, con una especie de colchón hecho de paja.
~ Pues no es la habitación de un Hilton, pero espero al menos dormir bien.
Momentos después Christopher estaba profundamente dormido.