31 de Sextilis del Año 453 Tercera Era
Ciudad de Mildea, Reino de Diophants.
Antes de que el crepúsculo empiece a marcar el inicio de un nuevo día, las carretas de comerciantes ambulantes empiezan a formarse en la entrada norte de la ciudad; algunas de ellas iluminadas por la luz de las antorchas, otras solo en su interior se alcanzaban a divisar la tímida luz de una lámpara de aceite, otras carecen completamente de iluminación; pero todas ellas llegan con un solo propósito en la mente de sus propietarios: El Festival de Otoño.
Aunque las festividades son al siguiente día, muchos empiezan a colocar sus puestos desde hoy para escoger los mejores lugares en la plaza, así como para llamar la atención de posibles compradores.
Muchos años antes, los comerciantes podían entrar por cualquiera de las cuatro puertas, pero como es obligación de la guardia revisar las carretas para evitar la entrada de enfermos, así como mercancía prohibida, prácticamente las entradas se veían saturadas, y la gente local se inconformaba por los constantes retrasos.
Por lo que se implementó que, a todos los comerciantes foráneos, que solo vienen para el festival, estarían obligados a entrar por la puerta norte. Los comerciantes habituales entran por la puerta sur, dejando las puertas Este y Oeste para visitantes y avecindados en general.
En el Mesón de la Luna, Liseth junto con su empleado Simón y otras dos personas más, ya se encontraban despiertos y realizando múltiples trabajos.
Sacar agua del pozo para llenar los bebederos de los establos, limpiar el área de la taberna y la barra, preparar los víveres para los huéspedes ya hospedados, así como para los que llegarían a registrarse en el transcurso del día.
Christopher había pensado marcharse desde el día anterior, pero solo recibió una parte de las prendas que mandó a confeccionar, y sería hasta al mediodía de hoy, que le entregarían el resto.
Irónicamente había hecho una buena amistad con la señora Liseth, en parte porque él constantemente le elogiaba sus postres de miel y leche, mismos a los que él se había vuelto un adicto, y ella aparte de sentirse halagada, los consumos de sus alimentos le redituaban buenas ganancias.
~ ¿De verdad llega mucha gente al festival?
Le preguntó el día anterior Christopher a Liseth, mientras degustaba unas galletas de miel con frutas secas que se encontraban en un pequeño plato de madera sobre la barra.
~ Claro que sí, casi siempre para el festival tengo todos los cuartos ocupados.
Y mientras rellenaba un tarro con frutas fermentadas y alcohol, agregó con una sonrisa maliciosa.
~ Incluso estaba pensando en mandarte a dormir al establo con tu caballo, para poder ofrecer también tu habitación, pero como me caes bien, no lo haré... por el momento.
~ Qué suerte tengo.
Le devolvía el comentario en tono sarcástico.
~ Y entonces... ¿Te vas a quedar para el festival o te vas a ir en cuanto te entreguen tu pedido de la sastrería?
Preguntó ella tratando de ocultar su creciente interés.
~ Sinceramente no lo sé, la verdad por un lado me gustaría quedarme ya que nunca he ido a un festival de este tipo, pero…
Por un momento se quedó mirando al frente, como sumido en sus pensamientos.
~ ¿Pero?
Preguntó ella.
~ No quiero meterme en problemas, no conozco las costumbres locales, y no quiero ser víctima de malas interpretaciones, además que mi apariencia no me ayuda en nada…
Y con una mirada acusadora sobre ella, agregó.
~ No negarás que incluso tú tenías dudas sobre mí.
Dijo mientras volvía a comerse otra galleta.
~ Como no tenerte miedo, llegaste con una cara de bandido, y yo… una bella dama sola e indefensa.
Le respondía mientras bajaba el rostro, y se cubría el pecho en señal de pureza y castidad, aunque de forma cómica.
~ Ejem... ¡Qué ricas están las galletas que horneaste!
Contestó en tono sarcástico y tratando de aguantarse la risa, mientras ella le aventaba un trapo en la cara.
~ Idiota... no hay más galletas para ti, ahora… vete, que me vas a espantar a los clientes.
Él comenzó a reír, mientras tomaba todas las galletas que estaban en el plato, y se dirigía a su habitación, con la misma malicia de un niño pequeño cuando toma algo sin permiso.
Ella lo vio y solo sonrió.
~ A pesar de su físico y mirada intimidante, hay veces que se comporta como si fuera solo un niño.
Pensó mientras agarraba otro tarro para rellenarlo también.
Pero hoy era diferente, en este momento la mente de Liseth está enfocada en la llegada de aquellos comerciantes que estaban formados en las puertas de la ciudad.
Muchos de ellos van directamente a hospedarse a su mesón, ya que no todos los mesones y hostales de la ciudad cuentan con establos para guardar tanto a sus animales como a sus carretas.
Todo gracias a que la ley les exigía a los comerciantes guardar sus animales de tiro durante el día, esto con el fin de mantener las calles limpias de heces y mal olor.
~ Simón, cuando termines de llenar las cubetas cambia el heno del establo, y el caballo del señor Christopher ponlo en la primera cuadra de la izquierda.
Simón solo movió la cabeza en señal de afirmación mientras sacaba una nueva cubeta con agua del pozo.
+ + + + +
El capitán Philipt se encuentra pasando revista a la guardia de la puerta Norte, por lo general sólo un oficial y dos soldados resguardan cada una de las puertas, pero el día previo del festival así como los siguientes tres días, la situación cambia, la puerta Norte será resguardada por dos oficiales, ocho soldados, así como un auditor del reino junto con su ayudante, estos dos últimos encargados de supervisar que la mercancía bajo el estatus de importada, cuente con los documentos apropiados y pagos de impuestos.
Las otras tres puertas cuentan con un oficial y cinco soldados; además de haber tres grupos de 4 soldados patrullando las calles de la ciudad para evitar riñas, robos y vandalismo.
~ Capitán , capitán.
Llegó gritando un soldado perteneciente a una de estas patrullas.
~ ¿Qué sucede soldado?
Preguntó el capitán sin dejar de observar la formación presente.
~ Encontramos el cuerpo de la niña desaparecida.
Contestaba el soldado con voz agitada.
~ ¿Levantaron el cuerpo y lo llevaron al cuartel?
~ No capitán, me dijeron que era necesaria su presencia.
Un extraño presentimiento recorrió la mente del capitán.
~ ¿Dónde fue localizado el cuerpo?
~ A un costado de la entrada Oeste del muro interior, en una pequeña callejuela.
La mirada del capitán se volvió sombría.
~ Oficial Marcus, lo dejo al mando.
~ Sí señor.
Respondió este, mientras el capitán con un ademán le indicaba al soldado que le mostrara el camino.
En el lado sureste de la ciudad, y ocupando casi una sexta parte del área total de la ciudad se encuentra ubicada la zona de los nobles, esta área está protegida por una muralla interna, cuenta con solo dos entradas: una de ellas cerca de la entrada Este de la ciudad, y por donde los nobles y los más acaudalados comerciantes ingresan
La otra entrada se encuentra ubicada cerca de la entrada sur, pero mirando hacia el Oeste; por esta misma entran todas las personas que laboran en la zona de los nobles: desde la servidumbre de las grandes mansiones, hasta servicios como son la entrega de víveres, leña, y recolección de desechos.
Esta entrada también limita con la zona obrera, lugar donde vive toda la gente trabajadora.
El lugar donde se encontró a la niña era tal y como dijo el soldado, cerca de la entrada a la zona noble, en una callejuela bordeada de edificios de 4 pisos, estas mismas callejuelas y callejones, son utilizados para acumular la basura producida por los vecinos, misma que será recogida a primeras horas de la mañana.
~ ¿Quién encontró el cuerpo?
Preguntó el capitán a los tres soldados que se encontraban resguardando el lugar, junto a ellos, se encuentra un pequeño niño que era tomado de la mano por una señora.
~ Estábamos pasando por el lugar cuando escuchamos a este niño gritar, fue cuando lo encontramos temblando junto al cadáver de la niña.
~ Mi hijo es incapaz de matar a alguien, él acababa de salir de la casa a dejar la basura, se lo juro capitán, por favor no se lo lleven, él no ha hecho nada malo.
Decía la madre entre sollozos.
~ Tranquila señora, estoy seguro de que su hijo es inocente, solo deseo hablar con él para que me diga que vio.
Dijo el capitán con voz serena tratando de tranquilizar a la madre y al asustado pequeño.
~ Le juro que él no vio nada capitán.
Volvió a decir la señora.
~ Señora, ya lo sé, solo deseo que el niño me diga con sus palabras qué fue lo que pasó, por favor tranquilícese.
~ ¿Y a donde se lo quiere llevar? él es inocente.
Nuevamente la señora entre sollozos desconfiaba de las palabras del capitán.
~Señora por favor, no lo voy a llevar a ningún lado, solo voy a platicar con él.
~ De acuerdo capitán.
Parecía que la señora se calmaba un poco
El capitán se acuclilló para estar a la altura del pequeño y esbozando una sonrisa empezó a interrogarlo.
~ Hola hijo ¿Cómo te llamas?
~ Se llama Josesf.
Respondió la madre apresuradamente.
El capitán miró a la madre de forma severa, la madre al verlo solo agachó la cabeza y volteo la mirada hacia otro lado. El capitán volvió a dirigirse al niño.
~ Así que te llamas Josesf... ¿y qué edad tienes Josesf?
~ Él tiene seis...
La madre estaba respondiendo por instinto, pero se tapó la boca con la mano libre mientras veía con miedo la cara seria del capitán.
Este solo soltó un suspiro de desagrado y continúo.
~ Y bien Josesf, ¿Qué edad tienes?
~ se... se... seis años señor.
Respondió el pequeño con miedo.
~ Seis años, ya casi eres todo un hombrecito Josesf... y dime, ¿ya desayunaste algo?
~ No señor.
~ ¿Y porque no, Josesf?
El pequeño miró a su mamá, como queriendo ocultar algo; el capitán intuyendo la razón argumentó.
~ Déjame adivinar Josesf, ¿tu mami te dijo que si no terminas tus labores no tendrías derecho a desayunar... verdad?
La madre estuvo a punto de decir algo, pero nuevamente la mirada fulminante del capitán la detuvo.
~ Josesf... ¿por eso no has desayunado aún?
~ Sí señor.
~ Bueno, pues te propongo algo Josesf, si tú me contestas todo lo que yo te pregunte, le pediré a uno de mis hombres que te vaya a traer un postre de frutas, ¿eso te gustaría?
El pequeño movió la cabeza en forma afirmativa.
~Tenemos un trato Josesf... Ahora dime, ¿Tu mami te mandó a tirar la basura al callejón?
~ Si señor-
~ Muy bien Josesf. y antes de dejar la basura, ¿observaste a alguien más saliendo de ahí?
~ No señor.
~ Muy bien Josesf, y dime, ¿observaste a alguien dentro del callejón cuando entraste a dejar la basura?
~ No señor.
~ Muy bien Josesf.
El capitán observó hacia la entrada del callejón, y levantándose se dirigió hacia el lugar donde se encontraba el cuerpo de la niña.
Ya los primeros rayos del sol cruzaban el firmamento, y la claridad era evidente, sin embargo, el callejón aún mostraba ciertas zonas oscuras, motivadas por la altura de los edificios de sus lados.
El cuerpo de la pequeña se encontraba desnudo, ubicado a unos 6 metros de la entrada, justamente atrás de un montículo de basura, solo un brazo de la pequeña lograba sobresalir lo suficiente para ser visto, pero en la oscuridad del crepúsculo, sería difícil notarlo.
Se acercó nuevamente con el pequeño y volvió a colocarse en la posición anterior para hablar con él.
~ Josesf... quiero que me describas paso a paso, ¿qué fue lo que hiciste al llegar a la entrada del callejón para dejar la basura?
~ Yo traje la cubeta con la basura y la puse en el montículo.
~ Josesf, no me mientas, el montículo está más alto que tú, dime por favor ¿qué fue lo que hiciste?
~ Yo... yo... Yo quise ponerla en el montículo, pero no alcanzaba, así que pensé botar la basura atrás, donde no se vería.
~ Muy bien Josesf, y ¿dime que más pasó?
~ Yo vi algo parecido a un niño acostado justo donde pensaba botar la basura, así que...
El niño se puso a llorar mientras agachaba la cabeza.
~ Mi hijo es incapaz de...
La madre al verlo quiso interrumpir, pero la mirada fulminante del capitán la volvía a intimidar, mientras este levantaba su mano, como indicando a la madre que no interrumpiera.
~ ¿Y qué más pasó hijo? dime la verdad o no habrá trato y no habrá postre.
El niño, tratando de aguantar el llanto empezó a balbucear.
~ Yo pensé que estaba dormida… y quise ayudarla a levantar… para que pudiera arrojar ahí la basura.
Viendo que el niño lloraba más copiosamente, el capitán adivinó lo que había ocurrido.
~ Déjame adivinar... la pateaste para que se quitara de ahí, ¿verdad?
La madre al escuchar eso miró con sorpresa al niño y al capitán, estaba a punto de decir algo cuando el niño rompió en llanto.
~ Yo no quería matarla, solo la golpee para que se fuera, pero no quería matarla.
El niño lloraba fuertemente, mientras su madre lo abrazaba y pedía clemencia al capitán en medio de lágrimas.
~ Perdonarlo capitán, él no quería hacerlo, perdonarlo por favor.
El capitán los observó, y meneando la cabeza en forma de negación, acarició la cabeza del niño.
~ No se preocupe señora, ya sé que el niño no es el culpable, pero debe de educarlo, no puede andar golpeando a los demás niños.
~ No se preocupe capitán, no lo volverá hacer, se lo prometo.
~ Bueno, ya váyanse a su casa.
Tanto la madre como el pequeño se retiraron del lugar en medio de lágrimas y sollozos.
~ ¿Está seguro de dejarlos ir capitán?
Preguntó uno de los soldados.
~ Ese pequeño no pudo haber matado a la pequeña, no es tan fuerte, además pude ver que uno de los brazos de la pequeña está fracturado, así que para romper un hueso se requiere de una fuerza que ese niño no tiene.
~ ¿Y qué hacemos ahora?
~ Lleven el cuerpo al cuartel para que lo revise el médico y nos informe cuáles fueron las causas de su muerte, ¡ah!, y avísenle al padre, me imagino que querrá hacerle algún tipo de servicio funerario.
Mientras el capitán hablaba su mirada se dirigió hacia la puerta de entrada a la zona de los nobles, esta se encontraba a unos cien metros de aquel callejón.
~ Capitán, ¿No estará pensando que algún noble...?
Le preguntó el soldado, al notar hacia donde estaba observando el capitán.
~ No me extrañaría que el culpable se encuentre detrás de esos muros, pero aun es muy pronto para sacar conclusiones.
Tras quedarse pensando unos momentos, empezó a caminar por la calle y sin mirar al soldado comentó.
~ Si me necesitan estaré en la puerta sur pasando revista a la guardia.
~ Si capitán
~ Pobre capitán, él sabe muy bien que si el culpable es un noble será muy difícil poder demostrarlo, y mucho menos enjuiciarlo.
Pensó el soldado mientras se preparaba para trasladar el cuerpo de la pequeña al cuartel.
+ + + + +
El ruido de carretas y gente transitando por la calle, no permitieron que Christopher pudiera seguir un minuto más acostado.
Incluso en el pasillo que comunica a las habitaciones, se escucha el retumbar de los pazos en el piso de madera.
~ Maldición, como dirían en España... ¡Joder! Que mal rayo me parta, ¡dejaros dormir a uno en paz, Hostias!
Dijo alzando la voz y con tono molesto.
~ Toc, toc, toc...
Alguien empezó a tocar desde el otro lado de la puerta.
~ Mierda, creo que a alguien no le gustó el comentario.
Pensó Christopher.
~ Toc, toc, toc...
Se volvió a escuchar con insistencia.
~ Ups... creo que sí… alguien si se molestó… bueno habrá que sacarle provecho a este cuerpo.
Con el torso desnudo, irguiendo su pecho y tensando los músculos de los brazos, se dirigió a la puerta, esperando a que volvieran a tocar para abrir de golpe.
~ Toc, toc...
En ese momento él abrió la puerta mientras que con voz ronca hablaba.
~ ¿Que deseas insec...
No pudo terminar la frase, ya que del otro lado apareció Liseth, quien al verlo soltó un grito ahogado, mientras la charola de madera que sostenía con una mano fue a dar al suelo
~ Aaaaa…
Christopher apenado trató de disculparse.
~ Perdona Liseth... es que... yo pensé... bueno no pensé que tú...
~ ¡Estás desnudo!
Gritó ella, mientras se cubría los ojos y se retiraba de ahí.
En ese momento se percató que solo traía puesto sus calzoncillos, y si bien no estaba desnudo, en una sociedad casi medieval, estar así era prácticamente estar desnudo.
~ Mierda, ahora si la cagué.
Quiso ir tras Liseth, pero no podía salir sin vestirse, así que, tras pensarlo brevemente, recogió del pasillo el plato con algunas galletas y el tarro cuyo contenido terminó derramado sobre el piso.
Christopher ya había terminado de vestirse y estaba sentado en la cama tratando de colocarse las botas cuando…
~ Toc, toc, toc...
Nuevamente se volvía a escuchar que alguien golpeaba la puerta.
El rápidamente se incorporó y tropezando con la silla, corrió hacia la puerta.
~ Discúlpame Liseth no era mi intenc…
Se quedó sorprendido mientras que, del otro lado, el sastre Fernand también se sorprendía por la forma abrupta como fue recibido.
~ Usted no es Liseth.
~ No señor, soy Fernand.
Respondió aquel, sin salir de su sorpresa
Christopher lo observó por un momento, se dio cuenta que venía acompañado por una de sus empleadas, además de notar que ella traía un bulto en sus manos.
~ ¿Podemos pasar?
Dijo Fernand, tratando de tomar el control de la situación.
~ Ah... sí, claro, disculpa, adelante.
Contestó Christopher, mientras se retiraba de la puerta.
Fernand entró y lo primero que vio fue la silla volcada, después observó la cama desarreglada e hizo un gesto de desagrado.
Christopher notó que la silla estaba volcada, y con un paso tranquilo la enderezó, mientras que con un gesto amable se la ofreció a la acompañante de Fernand.
Ella no había notado la cara de desagrado de su jefe, así que dio las gracias y se sentó en ella.
Fernand estaba a punto de regañar a la joven cuando Christopher empezó a hablar.
~ Veo que ya tiene listo todo mi pedido.
~ Así es señor, el resto de las prendas las trae mi acompañante.
Y con una mirada fulminante, le dio a entender a ella que entregara el bulto que aún cargaba consigo.
~ Aquí tiene señor.
Respondió ella de forma apresurada.
~ Muy bien, muy bien.
Repetía Christopher mientras examinaba las prendas, después tomó un pequeño bulto que venía dentro del más grande y al sentirlo preguntó con una sonrisa.
~ ¿Son los accesorios que te solicité?
~ Así es señor, aunque me costó conseguir quien pudiera trabajar el cuero y la piel de forma rápida, y aún más con sus instrucciones un poco extrañas, pero estoy seguro de que le gustarán los resultados.
Una especie de funda de pistola con un cinturón incluido, así como una especie de tirantes para las espaldas.
~ No se ven nada mal, déjame probarlos.
Después de colocarse los accesorios, la pistola ahora iría a su derecha, en una funda que permitía cambiar su tamaño con unas hebillas, y las espadas cortas ahora estarían en su espalda, dentro de unas fundas especiales que evitaban que se cayeran mientras cabalgaba, o tuviera alguna pelea.
~ Esto es excelente, muy buen trabajo.
Exclamó Christopher mientras sonreía como un niño cuando recibe sus juguetes en Navidad.
~ Su satisfacción es mi mejor recompensa.
Dijo Fernand mientras sonreía orgulloso por sus creaciones.
~ Lo prometido es deuda.
Dijo Christopher y de su alforja sacó una moneda de oro y se la entregó.
~ Aquí tienes, y nuevamente muchas gracias por tu ayuda.
~ Mi señor, ha sido un placer trabajar para usted, y espero que pronto vuelva a visitarnos, que un servidor, así como todo mi personal estaremos encantados de atenderle.
Christopher los acompañó a la puerta y se despidió. Cuando ya estaba solo en el cuarto regresó para colocarse las dagas y el revólver en sus nuevos lugares.
~ Perfecto, ahora sí me parezco a Kirito, jajaja...
Dijo en voz baja mientras practicaba desenfundar tanto las espadas como el revólver.
Después se colocó la capa oscura y se enfundó la capucha.
Usando el reflejo de una de las dagas observó cómo se veía ahora.
~ Si antes daba miedo, ahora doy pánico, jajaja... prepárate mundo, que el mejor asesino de Adventure Crisium Plus está aquí... ya me imagino la cara que pondrá Liseth cuando me ve...
En ese momento la mente de Christopher le hizo recordar el incidente de hacía unos minutos con ella.
~ Mierda, me olvidé de Liseth por completo.
Estaba a punto de salir de la habitación, pero se detuvo a pensar un momento su situación.
~ Dudo que quiera verme por el momento, y en todo caso, si pensaba quedarme unos días más era por ella y no por el festival... y viendo que ya me entregaron la ropa... no veo motivo para quedarme más tiempo aquí... además está el pequeño detalle de los cuatro muertos...
Después de meditarlo un poco más, empezó a guardar todas sus cosas en las alforjas, y ya guardado todo, se retiró de la habitación.
Al bajar a la barra donde se supone que estaría Liseth, esta no aparecía por ningún lado, solo estaba una de las empleadas atendiendo unas mesas.
~ Disculpa, ¿sabes dónde está Liseth?
Le preguntó Christopher a la empleada.
~ No señor, salió hace unos momentos.
~ Mmmm... ¿Sabes dónde está Simón?
~ Está en el establo señor.
~ Muy bien, cuando regrese Liseth le entregas esto por favor, y dile que gracias por todo.
Christopher le entregó un áureo y se dirigió al establo, ahí se encontró a Simón.
~ Buenos días Simón, ¿me puedes preparar mi caballo?
~ Buenos días señor, ¿piensa salir?
~ De hecho ya me voy, aquí están las alforjas para que se las coloques a mi caballo.
Simón por un momento se quedó en silencio, como si la noticia lo tomara desprevenido, pero después se puso a realizar la tarea encomendada.
Unos minutos después el caballo ya está ensillado, con las riendas y las alforjas colocadas.
~ Listo señor.
~ Muchas gracias, Simón, aquí tienes por todos tus servicios.
Christopher le entregó una centuria.
~ Muchas gracias, señor, que tenga un buen viaje.
Christopher solo movió la mano en señal de despedida y montando el caballo se dirigió a la salida. Al llegar ahí tomó hacia la derecha buscando la calle principal que lo comunicaría con una de las entradas de la Ciudad.
La gente al verlo pasar se quitaba de su camino, y no era para menos, ya que, con la capucha y capa puestas, así como la armadura, daba la apariencia de ser una persona peligrosa.
Al llegar a la puerta por primera vez le puso atención a esta.
"Puerta Este del Duque"
~ Bonito nombre, Puerta Este del Duque... un momento ¿puerta Este?
Por un momento trató de entender lo que acababa de leer, ya que según él estaba caminando al Oeste, hacia donde se oculta el sol, pero la puerta indicaba que esa dirección era el Este.
Tratando de buscar respuesta a su duda, empezó a acercarse a uno de los soldados que la custodiaban
Uno de los soldados que se encontraban resguardando la entrada lo observó, mientras empezó a sujetar con fuerza su lanza.
Christopher al ver la reacción de aquel soldado sutilmente cambió la dirección del caballo y lo colocó al centro de la entrada poco a poco.
~ Mejor me voy, no vaya siendo mi mala suerte y este soldado me meta en problemas.
Así que mejor encaminó al caballo hacia el centro de la puerta, y sin prestarles atención a los guardias salió de ahí.
~ Mejor me consigo un mapa, así no correré el riesgo de perderme.
Christopher observó un par de jinetes, que al igual que él, ocultaban sus rostros con capuchas.
~ Parece que no soy el único que desea pasar desapercibido.
Christopher fijó su atención en un pequeño escudo heráldico, que se encontraba grabado en una de las alforjas de uno de los jinetes.
En el centro del escudo, Una copa con tres estrellas colocados de forma horizontal en su cáliz; y en sus costados, las dos partes de una cadena de siete eslabones, el central se encuentra dividido; dando a entender que la copa de oro rompió la cadena.
~ ¿Acaso serán unos nobles?
De inmediato dejó de prestarles atención, mientras se disponía a traspasar la entrada.
Observó el horizonte que ante él se revelaba.
~ Según me dijeron cerca de aquí está la capital del Reino: Braylet, cruzando el río Cruxes, solo espero no encontrarme con más problemas.
Y con el caballo a todo galope, se alejó de Mildea.
+ + + + +
Desde una torre cercana a la entrada Este. Un hombre de unos cincuenta años observa con atención como aquellos jinetes, se alejaban de la ciudad con dirección a Braylet, los mismos jinetes que habían salido junto con Christopher.
~ Estúpido hijo mío.
Dijo entre dientes, mientras que con una mano sostenía una sucia camisa rota, y manchada en sangre.
Al notar que nadie lo observaba, arrojó aquella prenda hacia el vacío, dejando que el viento la llevara fuera de la ciudad.
Después escupió en la dirección en la que había volado la prenda, y se retiró del lugar.
+ + + + +
El sol se encuentra en su punto más alto, y las aguas del río Cruxes se muestran apacibles, aunque con una anchura de más de 400 metros, nadie se atreve a cruzarle a nado.
Christopher observa al majestuoso río desde lo alto de una colina cercana, mira las pequeñas barcas y balsas que lo transitan, como si se trataran de hojas de un árbol cuando surcan al pequeño riachuelo.
Y a lo lejos, las blanquecinas murallas de la capital y ciudad portuaria de Braylet, se muestran imponentes, sus atalayas coronadas con las ondeantes banderas del reino parecen salidas de la escena de una película histórica.
~ ¡Guau! hasta parece una ilustración de la Europa medieval, aunque le falta un poco más de estética.
Se dijo a sí mismo en voz baja.
Con la vista recorrió el trayecto de aquellas embarcaciones hasta que logró ver los muelles por donde salían estas.
~ Parece que es ahí a donde tengo que ir.
Enfiló su montura hacia el pequeño pueblo que se había formado a lo largo de los muelles.
Al llegar, pudo observar la falta de planificación en la forma del pueblo, calles mal trazadas, caminos que cambian de anchura a cada paso, puestos de comerciantes que invaden las calles.
~ Este lugar si parece un pueblo bárbaro.
Pensaba, mientras trataba de guiar al caballo para evitar atropellar a la gente que invadía las calles.
Al acercarse hacia el área de muelles, vendedores con sus productos en las manos, gritaban constantemente queriendo atraer clientes; las mujeres de dudosa reputación, desde los balcones de las tabernas, trataban de atraer las miradas lujuriosas de los hombres, al mostrar con bailes sugestivos sus encantos; personas discapacitadas pegadas a las paredes suplicaban por alguna moneda mientras que, los niños descalzos se acercaban al caballo pidiendo algo de ayuda para comer.
Tomando la fusta con la mano izquierda, Christopher dio un sonoro golpe a la mano de un joven que, aprovechando la confusión, se encontraba abriendo una de las alforjas.
~ Deja eso bribón.
Dijo Christopher con una voz grave y sonora.
Todos los que se encontraban a su alrededor se apartaron de él, mientras aquel joven gritaba de dolor por el fuerte golpe que recibió en la mano, y que incluso, le logró arrancar la piel como si de un látigo se tratara.
Algunos malvivientes al ver la escena se levantaron de sus lugares, y de forma amenazante, se empezaron a acercar a él.
~ Mierda, ¿cómo intimido a estos tipos sin tener que hacer una masacre aquí?
Pensó Christopher y tras observar bien que usar la pistola solo causaría pánico y algunas posibles desgracias colaterales, decidió usar su última carta.
Se quitó lentamente la capucha para que su plateada cabellera se pudiera mostrar, mientras se retiraba las gafas oscuras; tratando de verse intimidante.
La gente al ver aquellos ojos rojos, encendidos como brasas de una hoguera, se mostraron temerosos, y aprovechando la reacción de aquellas personas, Christopher pasó su mano hacia atrás para que pudieran observar el par de espadas cortas que se ocultaban detrás de la capa.
Afortunadamente no fue necesario desenfundar las mismas, pues la gente se fue apartando de la calle conforme el caballo y su jinete pasaban por ella.
Una vez que llegó al final de la calle, el panorama cambiaba:
Los muelles parecidos a las garras de algún animal mitológico, se abrían paso a través del cauce del río; en ellas las pequeñas embarcaciones descansaban plácidamente, mientras un ejército de hombres, subía y bajaban todo tipo de mercancías, e incluso personas y animales.
Los gritos de un hombre obligaron a Christopher a enfocar su mirada hacia el punto donde salían los mismos; unos hombres con fustas en sus manos golpeaban a otros que estaban atados de las manos y las cinturas.
~ Mercaderes de esclavos.
Christopher giró la cabeza rápidamente buscando aquella voz que escuchó muy cerca de él.
Un hombre regordete de aspecto bonachón, con el pelo cubierto de canas, y la piel curtida por el sol estaba justo atrás del caballo.
~ ¿Quién eres tú y qué haces ahí?
~ Disculpa si te espanté, aunque debo decir que el único que causa verdadero temor aquí eres tú.
Respondió mientras sonreía con una dentadura que dejaba ver la ausencia de algunas piezas.
Christopher lo siguió observando sin pronunciar palabra.
~ Veo que eres un hombre de pocas palabras, simplemente aproveché que quitaste a toda la gente de la calle para que yo también pudiera pasar sin ser molestado.
~ Parece un típico arquetipo del marinero bonachón que salen en las películas de piratas, como se llama... ¡ah!, ya recuerdo, el Señor Gibbs, solo que este se ve un poco más viejo y mucho más gordo, jajaja.
Pensaba Christopher sin dejar de observar a aquel extraño sujeto.
~Veo que no te agrado, así que mejor me voy.
Dijo aquel sujeto y tranquilamente se encaminó a uno de los muelles.
Christopher lo siguió con la vista hasta que se detuvo en una embarcación de una sola vela, y empezó a hablar con los tripulantes de esta.
Momentos después Christopher continuó observando a las demás embarcaciones, buscando alguna que pareciera que pudiera ayudarlo a cruzar el río.
~ Mmmm... ¿Y ahora como le hago para saber quién puede ayudarme?
Tras pensar un poco, decidió algo.
~ Bueno, cuando vea alguno donde suban animales, me acercaré a esa nave y pediré que me lleven, que fácil.
Pasaban los minutos, y ninguna nave parecía transportar animales, y ante el temor de tener que pasar la noche en ese lugar, Christopher se encaminó hacia donde vio por última vez a aquel regordete marinero.
Antes de llegar, y en el otro lado de ese mismo muelle, vio como los marineros metían mercancía, mientras un hombre los apresuraba para partir.
Descendiendo del caballo, Christopher se acercó a ese hombre.
~ Disculpe caballero, ¿su embarcación pronto va a zarpar?
Aquel hombre sin dignarse a ver a Christopher le respondió.
~ Ya voy cargado y no me gusta llevar pasajeros que luego se están quejando por todo.
~ Solo somos yo y mi caballo, y no creo que mi montura se queje mucho.
~ Miré, ya le dije que…
Aquel hombre no pudo terminar la frase, pues al darse cuenta de quien le estaba pidiendo el traslado, su cara adusta se transformó abruptamente en un rostro desencajado.
Christopher al ver la reacción de aquel sujeto, sonrió para sí mismo, metió su mano en su alforja y le arrojó una moneda a aquel hombre, quien la agarró con una sola mano.
~ Un áureo por el viaje, solo yo, mi caballo y cero preguntas.
Le dijo Christopher mientras lo observaba detenidamente.
Aquel hombre al ver la moneda, por unos momentos se quedó atónito.
~ ¿y bien, tenemos un trato?
Le preguntó Christopher.
Metiéndose la moneda a su bolsa se dio la vuelta y gritó a los hombres que transportaban la mercancía a la embarcación.
~ Hey, ustedes, ayuden al caballero a subir, coloquen a su caballo amarrado de la baranda y denle un asiento en la cabina, en lo que terminamos de subir todo, rápido haraganes.
Aquella tripulación sin hacer ninguna pregunta, empezaron a realizar la tarea asignada.
A media tarde, una embarcación, con un extraño pasajero y su caballo, navegan a través del cauce del río.