26 de Sextilis del Año 453 Tercera Era
Ciudad de Mildea, Reino de Diophants
Después de recorrer unos 60 kilómetros y prácticamente con el sol a punto de ocultarse, aparecieron las murallas de Mildea.
~ Parece que aquí la seguridad es más fuerte.
Pensaba Christopher mientras la observaba desde la lejanía.
Los fuertes muros de cuatro metros de altura están construidos de piedra, una pequeña atalaya se alzaba sobre el muro cada cien metros, sus cuatro entradas son resguardadas por una guardia compuesta por dos soldados y un oficial.
Antes de llegar a una de las entradas, Christopher descendió del caballo y con la mano derecha lo empezó a jalar con ayuda de las riendas.
~ Nombre y Asunto.
Preguntó con voz grave el oficial mientras los guardias sin moverse de sus lugares observaban atentamente, pero con sus manos apretando sus lanzas.
~ Riscos, Christopher Riscos, soy un viajero que solo está de paso, busco una taberna donde pueda comer algo decente… y también pasar la noche con alguna mujer de dudosa reputación.
Le respondió con un tono igual de serio.
Aquella respuesta por un momento sorprendió al oficial, tras dudar unos momentos se apartó del camino.
~ Más adelante por la calle de la izquierda encontrarás lo que buscas, solo no causes problemas o iremos por ti.
~ El único problema que sabrás de mí, serán los de mis propios ronquidos después de beber y divertirme un rato.
El oficial solo frunció la cara mientras los otros dos soldados se sentían intimidados ante el recién llegado, pero sin soltar sus armas.
Christopher observó discretamente aquella ciudad, era más grande que las anteriores, sus calles estaban empedradas de forma uniforme e incluso cuentan con una especie de pequeñas banquetas de metro y medio de ancho; de la misma forma sus casas y edificios son mayormente de piedra, aunque los techos siguen siendo de madera, pero con tejas de barro.
~ Se nota que aquí sí están un poco más civilizados.
Siguiendo las indicaciones del oficial de la entrada, se encontró con lo que parecía ser el barrio rojo de la ciudad.
El olor a orina y alcohol impregnaba el ambiente, en casi todos los establecimientos se escuchaban gritos y risas, mientras que, en las entradas de algunos de ellos, varias mujeres levantándose la falda hasta los muslos invitaban al transeúnte a pasar un rato con ellas, a cambio de algunas monedas.
~ Mierda, debí mejor decirle que solo buscaba un cuarto donde descansar y no la tontería que dije.
Se reprochaba a sí mismo mientras observaba la decadencia del lugar.
El barrio rojo se extendía por varias calles, y mientras más se adentraba en ella, más decadente se veía.
~ Esto se pone cada vez peor, lo mejor será regresar sobre mis pasos e irme a otro lado.
Al darse la vuelta se percató que a unos 10 metros de distancia era seguido por 4 hombres, todos vestidos con ropas sucias, pero sin llegar a ser unos harapos.
Al verse descubiertos, de entre sus ropas sacaron unos cuchillos afilados, su mirada era maliciosa, incluso uno de ellos sonreía, estaban completamente seguros de que juntos podrían vencer a un solo hombre por muy fuerte y alto que fuera.
~ Me lleva el diablo, lo que me faltaba.
Se dijo entre dientes
Tranquilamente, cambió la mano con la que sujetaba las riendas, y con su mano derecha desocupada, extrajo la pistola ubicada en uno de los bolsillos del pantalón.
Agarró con fuerza las riendas, para poder controlar al caballo, en caso de que se espantara con el sonido del arma, y después, apuntó al hombre que se encontraba a la derecha de su visión, para así no perder de vista a los otros tres mientras se preparaba para disparar.
El hombre que estaba siendo encañonado de momento se puso nervioso, aunque no sabía muy bien qué era eso con lo que lo apuntaban, la mirada de Christopher, a pesar de estar oculta tras sus gafas oscuras, era suficiente para infundir miedo.
Los otros tres se observaron entre ellos, de momento pensaron que era una especie de lanza dardos, o alguna otra arma parecida.
Pero que por su tamaño no debería de ser muy peligrosa, así que, infundiéndose valor con sus miradas, los cuatro hombres atacaron al unísono.
~ Bang! Bang! Bang! Bang!
Uno, dos, tres, cuatro detonaciones se escucharon en solo dos segundos y los cuatro hombres cayeron al suelo, dos de ellos tenían la parte trasera de la cabeza destrozada, ya que las balas entraron por una de las cuencas de sus ojos, los otros dos habían recibido el impacto en el pecho, por lo que tampoco esperaron mucho tiempo para morir de las heridas.
La gente que se encontraba en los burdeles y tabernas, salieron al escuchar aquellas detonaciones.
Al percatarse de ello, Christopher decidió adentrarse aún más en aquel barrio.
~ Maldita sea mi suerte. Ahora tendré que buscar un lugar donde poder ocultarme.
Jaló al caballo, y guardando nuevamente el arma, se retiró del lugar con un paso rápido y apresurado, con la intención de llegar a la esquina.
Ahí giró hacia la derecha y vio un establo abierto, donde una niña toda desalineada se encontraba en la entrada con la vista perdida hacia la calle.
Rápidamente empujó a la niña hacia adentro del establo, al observar que nadie lo seguía, empujó las puertas para encerrarse ahí.
La niña lo observó con miedo, mientras Christopher se aseguraba que las puertas estuvieran firmemente cerradas.
Las pequeñas manos de aquella niña temblaban, mientras sus ojos estaban totalmente abiertos de la impresión.
El caballo se encontraba inquieto, pero no podía moverse mucho pues seguía siendo sujetado con fuerza.
Una voz ronca salida desde el interior del establo hizo que Christopher sacara nuevamente su arma y apuntara por inercia.
~ ¡Hey!... son cuatro ases por un rato, la puedes golpear, pero no en la cara ni tampoco puedes matarla.
Un hombre de baja estatura, regordete, cubierto de harapos, apestando a orina y alcohol apareció.
Caminaba de forma extraña, como si estuviera lastimado de una pierna, su voz ronca y flemosa lo hacía verse más deforme.
~ ¿Que dijiste?
Preguntó Christopher ya que no logró escuchar bien lo que aquel tipo le había dicho.
~ ¡Dije que son cuatro ases o te largas de aquí!
~ ¿Cuatro ases para qué?
Seguía Christopher sin entender lo que pasaba.
~ ¡Que acaso eres imbécil!
Le dijo con voz más fuerte.
~ Son cuatro ases por tirarte a la niña, o te largas de aquí.
Christopher en ese momento sintió como si alguien le hubiera golpeado la frente, volteo rápidamente para observar a la niña que aquel hombre ofrecía por unas monedas.
Y es que era precisamente eso, una niña, no tendría más de siete años, aunque su delgadez era tal que incluso podría tener una mayor edad y no lo aparentaría, sus cabellos negros estaban cubiertos de suciedad y grasa, sus ojos negros estaban ligeramente hundidos, mostrando que sufría de desnutrición, estaba vestida con solo un vestido o playera de gran tamaño, que permitía ver sus delgadas piernas, todas sucias y con evidencia de maltrato.
En ese momento, Christopher sintió tanto asco debido a aquel ofrecimiento, que contuvo las ganas de vomitar.
~ ¡Hey! si vas a vomitar hazlo afuera.
Dijo aquel sujeto mientras se acercaba cojeando.
~ ¿Me estás diciendo que prostituyes a esta niña, por cuatro ases, maldito infeliz?
Preguntó Christopher una vez repuesto de la impresión.
~ A mí nadie me dice infeliz, desgraciado arrogante.
Sacó una especie de fusta como el que sirve para golpear a los caballos y trató de golpearlo a un costado.
Christopher puso su antebrazo izquierdo para recibir el golpe mientras que con la cacha de la pistola le propinó un golpe brutal al pómulo izquierdo.
Aquel hombre recibió el golpe sin esperarlo, por lo que cayó completamente inconsciente, acababa de sufrir una fractura múltiple del pómulo y maxilar, sus muelas y dientes salieron despendidos del impacto, mientras que la herida de casi diez centímetros empezó a sangrar profusamente.
La niña, por un momento se quedó inmóvil, sin saber qué hacer, veía con terror a Christopher, a tal grado de que ella empezó a orinarse ahí mismo.
~ Mierda… ¿ahora qué hago?
Pensó Christopher mientras observaba tanto a la niña, la puerta y al hombre tirado en el suelo.
Observó su arma, vio como la sangre de aquel sujeto había manchado parte de la empuñadura.
~ ¡Mierda!
De una de las alforjas de su montura, sacó un rollo de papel higiénico, y procedió a limpiar el arma.
~ Acabo de llegar y ya estoy hasta el cuello de problemas.
Después de limpiarla, abrió el tambor del revólver y retiró los cartuchos percutidos. Sacó un nuevo carrusel de seis balas y colocó cuatro de ellas dentro del tambor, guardó las dos balas restantes en su alforja y volvió a guardar el arma en la bolsa del pantalón.
~ Necesito conseguir una funda para la pistola, ya que, así como la porto, corro el riesgo de extraviarla.
Dijo en voz baja mientras empezaba a observar aquel lugar.
Aquel lugar era más pequeño que un establo, el piso estaba cubierto de paja sucia, en un rincón, un pequeño montículo de paja, que servía como una especie de colchón. Inmediatamente supo con qué fin era ese lugar, una mesa con una lámpara de aceite y un par de sillas se encontraban al fondo, así como un camastro de madera; varias jarras tiradas en el piso, así como un par de tarros de madera terminaban de completar todo el mobiliario.
Observó nuevamente a la pequeña, que seguía rígida como una estatua, aunque su respiración se observaba muy agitada.
Después de dar un suspiro, Christopher dio un paso hacia la niña, ella respondió dando un paso hacia atrás temblando de miedo.
~ Creo que así no va a funcionar esto.
Se dijo a sí mismo en voz baja mientras daba ahora un paso hacia atrás.
Volvió a observar a su alrededor para ver si algo le podía servir para calmar a la pequeña; y, al ver al caballo, se le ocurrió una idea.
~ Dime, ¿te gustan los caballos?
Le preguntó mientras sonreía para darle confianza.
La niña dio otro paso atrás y un segundo después corrió hacia donde estaba aquel montón de paja y se sentó con las rodillas junto a la cabeza en un rincón.
~ Creo que no.
Se respondió con un suspiro.
Christopher amarró las riendas del caballo a un tablón y tomando una de las sillas del lugar se sentó junto al caballo, extrajo una botella de agua y empezó a beber mientras trataba de pensar cómo salir de aquella situación.
~ La única opción que se me ocurre es esperar a que sea medianoche para poder salir de aquí y buscarme otro lugar, aunque no tengo idea de a dónde dirigirme.
La luz tintineante que emitía aquella lámpara formaba extrañas sombras en las paredes del establo, que parecían ejecutar una extraña danza.
~ Esto parece una escena de alguna película de terror, solo falta que aparezca Jasón o Freddy Kruger… ¡y que empiece la carnicería!
La niña seguía observándolo desde aquella esquina, ya no temblaba, pero era evidente que desconfiaba de Christopher.
Mientras que aquel hombre yacía en el suelo completamente desmayado, incluso parecía muerto de no ser porque de tanto en tanto, se observaba como aún respiraba.
Afuera se escuchaba nuevamente las risas y gritos de los parroquianos, incluso una persona en evidente estado de ebriedad se orinó en la entrada del establo, mientras entonaba una canción que más bien parecía el canto de una cacatúa.
Al paso de un par de horas, Christopher desamarró las riendas de aquel tablón y se preparó para partir, en eso, volteo a ver hacia donde estaba la niña.
Ella seguía en el mismo lugar, aunque no se dormía, si se notaba el cansancio en sus ojos.
Christopher se puso a buscar las monedas que traía en la bolsa del pantalón.
~ Cinco sestercios, un denario y tres centurias.
Tras pensarlo un momento colocó en la mesa los cinco sestercios y el denario, observó a la niña para confirmar que ella viera las monedas y dónde las había colocado, y entonces, abrió la puerta del establo.
La calle estaba oscura, solo algunas partes se iluminaban por la luz que se escapaba de alguna puerta o ventana, pero casi en su totalidad estaba completamente a oscuras.
Christopher cerró unos segundos los ojos hasta que se acostumbraron a la oscuridad y salió, cerrando la puerta tras de él.
El olor a orina se mezclaba ahora con el del vómito; haciendo el trayecto más pesado; el ruido de las tabernas y burdeles era variable, e incluso uno que otro se mostraba vacío.
Después de varias calles Christopher observó cómo cambiaba el ambiente, los locales se veían diferentes, aunque estuvieran cerrados; poco a poco se empezaba a ver algunas casas, aun con sus puertas cerradas escapaban sonidos más familiares: niños jugando y uno que otro bebé llorando.
~ Parece que ya salí de la peor zona... Ahora a buscar un hotel, hostal o como se llamen aquí.
Le comentaba en voz baja al caballo, como si este pudiera entender lo que le decían.
Después de deambular un rato, Christopher observó a una joven pareja que se encontraba a las afueras de una casa, al parecer el novio o amante había ido a visitar a la dama en cuestión y estaban en el ritual de la despedida.
Christopher los observó mientras que el caballo lo ocultaba de la vista de aquella pareja; cuando ya casi estaban a unos pasos de distancia y sin dejar de ocultarse con el caballo y su capucha, Christopher los interrumpió.
~ Disculpen… ¿algún lugar donde pueda comer y pasar la noche sin problemas?
La joven dama se ocultó detrás de su pretendiente, mientras que éste trató de ocultar el susto que se llevó cuando Christopher le habló.
~ ¿Eh?... Este… En la siguiente calle a la derecha… ahí está el Mesón de la Luna… ahí tienen camas y también sirven comidas.
Respondió aquel joven casi con voz aguda.
~ Gracias y disculpen.
~ De nada.
Respondió con la voz aún más aguda por el susto
Después de que Christopher avanzó varios metros, aquella pareja empezó a bromear sobre el susto que se llevaron y lo poco valiente que se comportó aquel joven.
Siguiendo las indicaciones, Christopher llegó a la calle donde estaba el mesón, solo un cartel se veía en las cercanías, aunque no pudo entender el dibujo que ahí estaba expuesto, dedujo que era el lugar que buscaba.
~ Buenas noches.
Habló con voz fuerte desde la puerta, pero sin entrar para no dejar al caballo solo.
Nadie respondió.
~Buenas noches.
Volvió a repetirlo, pero ahora más fuerte.
~ Un momento.
Se escuchó una voz femenina desde el fondo del establecimiento.
Una dama de unos 30 años, de tez blanca y cabello rojizo hizo su aparición.
~ ¿En qué le puedo servir?
Decía ella mientras se acercaba con una lámpara en sus manos.
~ Deseo una habitación para pasar la noche y que atiendan a mi caballo.
~ Desde luego pase... ahhh!!!
Dio un grito ahogado al ver mejor a Christopher.
~ ¿Ocurre algo?
Preguntó Christopher con su voz seria.
~ No, si, perdón...Este...yo.
La señora no sabía qué responder.
~ Discúlpeme si la asusté, y más por lo tarde que es, pero acabo de llegar de fuera y me indicaron que aquí había camas disponibles, así como alimentos para saciar el apetito más feroz.
Le dijo con voz un poco más suave tratando de tranquilizarla.
~ No se preocupe... yo si tengo camas... este… pero no tengo comida ahorita, hace rato que apagué el fuego... pero puedo hacer que atiendan a su caballo.
Respondía ella tratando de sobreponerse a la impresión.
~ No hay problema, al contrario, agradezco profundamente sus atenciones.
Contestó Christopher inclinando la cabeza en señal de gratitud.
~ No se preocupe, estamos para atender a los viajeros.
Respondió ella, mientras pasaba del susto de la impresión, a la vergüenza de su reacción.
~ Simón, Simón, ven para acá.
Gritó ella en dirección al interior del local.
Momentos después aparecía un joven de unos 15 años aproximadamente, por su apariencia era de origen humilde y al parecer empleado del lugar.
~ Dígame señora.
~ Lleva el caballo del señor al establo y atiéndelo bien.
~ Sí señora.
Cuando el joven vio a Christopher, se detuvo en seco mientras abría desmesuradamente los ojos.
Al ver la reacción del joven, Christopher solo meneo la cabeza en señal de resignación.
~ Empiezo a creer que esta apariencia me causará más problemas que beneficios.
~ Muévete Simón.
Le dijo la señora mientras le empujaba por la espalda para infundirle valor.
El joven dio un paso al frente sin dejar de mirar a Christopher, él le entregó las riendas del corcel.
~ Por favor lleva las alforjas a mi cuarto.
~ ¡Sí Señor!
Respondió el joven, y rápidamente condujo al caballo por una entrada casi a un costado del local.
~ Por aquí por favor.
Le dijo la señora a Christopher, mientras que con un ademán lo invitaba a pasar
Momentos después Christopher se encontraba recostado en la cama de su habitación, tratando de analizar su situación.
Sabía que tendría problemas al haber matado a aquellos hombres, así que tendría que moverse rápidamente de aquella ciudad.
Estaba a punto de quedarse dormido cuando un pensamiento cruzó su mente.
~ Maldición, no le pregunté a la señora donde podía darme un baño.