25 de Sextilis del Año 453 Tercera Era
Ciudad de Lacroist, Reino de Diofantes
Aún las estrellas se observaban en el cielo, pero poco a poco fueron perdiendo la batalla contra el Alba.
Christopher observa con atención aquel pequeño burro que se encuentra amarrado al carro de madera. Sus orejas enderezadas y sus grandes ojos dan la impresión de ser un animal listo; aunque no muy fuerte para la tarea encomendada.
~ ¿Estás seguro de que este animal va a poder llevarnos hasta Tryo? ¿No sería más rápido un caballo?
Preguntó con ciertas dudas al cantinero que, en ese momento subía varios barriles vacíos al carro.
~ Los caballos solo sirven para montar o jalar carruajes a gran velocidad, pero son malos para llevar carga, además Moro no se raja y puede jalar todo el día.
~ ¿Moro?... ¿El burro se llama Moro?
~ Así es, Moro a estado conmigo desde hace ya más de 10 años, y nunca me ha fallado.
~ ¡Ah!... Y a todo esto… ¿cuál es tu nombre? "El Padre del Moro", jajajajaja.
~ Muy gracioso te levantaste hoy, me llamo Richard, pero todos me conocen por el Morado.
~ Mucho gusto Richard, yo soy Christopher, Christopher Riscos.
~ Gusto en conocerte Christopher.
~ Y.… seré curioso, ¿porque morado?
~ Bueno, hace ya muchos años, cuando aún era un infante, mi padre me dio la tarea de preparar una nueva cerveza de bayas, y en el barril donde lo estaba sirviendo para que se fermenten las bayas de genciana, se me derramó encima y me pintó de un color morado que tardó varios días en quitarse, y pues ya te imaginarás.
~ Me lo imagino.
~ Al principio me enojaba cuando me llamaban así, pero con el tiempo me fui acostumbrando y ahora todos me conocen por el Morado.
~ Y me imagino que Moro fue para dar a entender que es propiedad del morado.
Richard movió la cabeza en forma de afirmación mientras continuaba preparando la carreta para el viaje.
El sol empezó a despuntar en el horizonte cuando Richard y Christopher ya estaban en camino a la ciudad de Tryo.
Los campos lucían desolados, mientras el viento levantaba pequeños remolinos de polvo; la tierra seca y yerma, mostrando los estragos de la sequía.
De tanto en tanto, sobre el camino oa la distancia se lograba apreciar alguna construcción de piedra y madera; algunas veces solo eran cascos abandonados hacía ya algún tiempo; otras veces aún se encontraban habitados por viejos y empobrecidos campesinos, que se negaban a buscar fortuna a otras tierras.
No había necesidad de preguntar sobre el porqué la insistencia de seguir ahí; los pequeños montículos de piedra y tierra, coronados por algo parecido a una lápida sepulcral, daban muestra de que no abandonarían los eternos descansos de sus ancestros.
Justo antes de que el sol llegara a su Cenit, empezó a divisarse una pequeña aldea, era casi parecida a la que Christopher había visto antes de llegar a Lacroist.
~ ¡Vaya! Al fin vamos a parar, ya me duele el trasero de estar sentado todo este tiempo.
Exclamó Christopher mientras se movía de un lado a otro de la banca de la carreta.
~ Pues te seguirá doliendo un poco más, esta aldea está abandonada, y si llegase a ver alguien lo más seguro es que sean bandidos o esclavos que han huido de sus amos, incluso podría haber Gnomos o trasgos, así que tendrás que esperar a que Nos detengamos más adelante.
~¿Dijiste trasgos y gnomos?
Christopher observó con atención hacia la aldea.
~ Así es, aunque son raros en esta zona, no estamos ajenos a ellos, siempre hay que estar atentos por si llegan aparecer esas bestias demoniacas.
~ ¡Trasgos y gnomos! ¿Será que estoy en un mundo de fantasía?
Pensó Christopher.
~ ¿Todas las aldeas de la zona terminaron así?
Preguntó mientras recordaba la aldea que había visitado antes de llegar a Lacroist.
~ No todas, hay una cerca de la ciudad que aún está habitada, aunque sus habitantes son muy especiales.
~ ¿Qué cosas especiales tienes?
~ Intimidan a los extraños, salen los hombres de sus casas y fingen que te atacan, corren con palos, piedras o lo que tengan a la mano; esto con el fin de que nadie se acerque.
~ ¿Y eso no es un ataque?
~ Solo lo hacen para que nadie se acerque, nada más.
~¡Ah!
Christopher no volvió a decir palabra alguna hasta que se detuvieron en el camino para descansar un poco y comer los víveres que llevaban para ese fin, aunque solo una duda rondaba en su mente.
~ Solo fingian o de verdad pensaban atacarme aquellos hombres.
+ + + + +
Ya algunas estrellas empezaban a reclamar su lugar en el cielo cuando dos antorchas indicaban la entrada a la ciudad de Tryo.
Sus muros de piedra y madera se observan más reforzados que en la ciudad de Lacroist, en la entrada dos hombres armados hacen guardia, ambos vestidos con camisas rojas y pantalones en color café, ambas de lino, aunque se notaba cierto desgaste en ellas.
Ninguno de los dos los detuvo en su avance cuando la carreta pasó enfrente de ellos.
~ ¿Acaso los guardias no son para evitar el paso de cualquier persona sin identificar?
~ Esa es la idea, pero es difícil identificar a un bandido de alguien que no lo es, aunque en tu caso no lo daría por sentado... además, cuando hay noticias de algún forajido o algún esclavo fugitivo en la zona, es cuando empiezan a revisar a los que entran, pero por lo general solo están para cuidar la entrada y cerrarla al anochecer.
~ Así que por poco y nos quedamos afuera.
~ Si estuviera cerrado, solo golpearíamos la puerta para que nos abrieran.
~ ¡Ah!... ¿Me imagino que ya sabes dónde hay hospedaje?
~Este... bueno, algo así.
~ ¿Qué quieres decirme con ese anciano?
~ Bueno yo duermo en el mismo establo donde guarda la carreta junto a Moro.
~ ¿Y yo?... ¿no querrás insinuar que me duerma junto al burro?
~ Pues… supongo que podrás pagar por tu hospedaje en la taberna donde se encuentra el establo al que voy.
Christopher reaccionó al darse cuenta de que tenía toda la razón Richard.
~Claro, eso es lo que haré.
Respondió tratando de ocultar que había olvidado por un momento la fortuna que cargaba.
~ Por cierto, aun no me ha pagado las comidas ni el hospedaje.
~ Te recuerdo que me dijiste que no tenías cambio y quedamos que te daría una centuria al momento de que lograra cambiar mi áureo.
~ Ya lo sé, solo te lo recordaba por si también lo habías olvidado.
Sonrió mientras mostraba el camino hacia la taberna.
Aquella noche mientras se preparaba para dormir Christopher observaba sus monedas de plata y cobre.
~ Descontando la centuria que le di a Richard, el cuarto, la cena de ambos, aun me quedan 5 sestercios, 8 denarios y 8 centurias. Y solo fue una moneda de oro... ¡Santa Madre! Si quisiera podría comprar un reino.
Trató de contener nuevamente sus emociones.
~ Soy más rico que un Rockefeller... sin embargo.
A su mente regresaban las imágenes de los hombres que había abatido en aquella aldea.
~ No puedo arriesgarme a quedarme aquí, de seguro en Lacroist ya deben de haber enterado de aquella masacre, y solo es cuestión de tiempo para que aquí también llegue aquella noticia.
Después de reflexionar un poco sobre sus opciones, Christopher se quedó profundamente dormido.
+ + + + +
Los primeros rayos del sol empiezan a aparecer en el horizonte anunciando la llegada de un nuevo día, ya diferencia de Lacroist, Tryo ya está en movimiento.
Las calles empiezan a llenarse de gente que se dirige al centro de la plaza donde los comerciantes ambulantes (Dueños de tierras que llevan sus productos a vender a la ciudad) ya están terminando de instalar sus puestos; el sonido de cajas y barriles, así como el de los animales de granja crean un ambiente bastante movido.
Para Christopher escuchar estos sonidos le ayudarán de cierta manera a relajarse.
~ Por fin gente trabajando, con actitud, llenos de vida, no gente con cara de muertos como los que he visto en los últimos dos días.
Reflexionaba en voz baja mientras observaba el ir y venir de la gente desde la ventana de su cuarto en aquella taberna; cuya apariencia se asemeja más a la de un hostal.
Aunque había cierta incomodidad en Christopher, y es que desde que apareció en estas tierras, no ha podido darse un baño, y traer la misma ropa por más de dos días ya empezaba a resultarle incómodo.
~ Disculpa, pero ¿dónde puedo darme un baño?
Preguntó al dueño de aquella taberna que en ese momento se encontraba detrás de una gran barra.
Aquel hombre lo observó por un momento con cierto recelo; Christopher ya no le dio importancia pues ya sabía que a dónde quiera que fuera, su presencia siempre lograba intimidar a los presentes.
El tabernero bajó la mirada, y mientras continuaba haciendo sus trabajos le respondió.
~ Pues si quieres limpiarte puedes ir al patio de atrás, ahí está el pozo donde podrás asearte.
~ ¿Pozo? ¿Patio? ¿Atrás?
Repasó en su mente aquellas palabras, mientras sus pasos lo llevaban hacia la dirección antes señalada.
En medio del patio, tres hombres, vestidos solo con pantalones se "aseaban" aunque más bien se mojaban el torso y se lavaban la cara con solo agua, no se lograba observar ningún tipo de jabón o producto de limpieza.
~Esto debe ser una broma.
Dijo en voz baja Christopher mientras comenzaba a darse cuenta de que la higiene resultaría en un desafío al igual que era encender una simple fogata.
Nuevamente se dirigió a la barra para volver a hablar con el tabernero.
~ ¿Sabes dónde puedo conseguir ropa?
~ Sigue el camino hacia la plaza, pero en la última calle para llegar, gira a la izquierda, ahí podrás ver su cartel.
~ Gracias.
Christopher salió de la taberna y siguió las indicaciones, la gente que estaba en la calle se detenía a observarlo, algunos murmuraban en voz baja, otros simplemente se apartaban del camino.
~ Empiezo a ver qué no me es muy factible seguir así, ya que no faltará alguien que me vea como su enemigo y me cause problemas.
Al llegar a la calle indicada, se dio cuenta de un detalle: solo había carteles con dibujos.
~ ¡Que bien!... ¿cuál dibujito es el de la sastrería?
Unos carteles mostraban una báscula, otros mostraban una herramienta parecida a un serrucho y un martillo, otro mostraban una especie de cilindro con líneas que salían de él, otros mostraban una herradura y una especie de cadenas.
Afortunadamente varios de esos mismos locales tenían sus puertas abiertas desde donde se podía apreciar los productos o servicios que ofrecían.
Estaba en la tarea de observar cuando una voz familiar se escuchó detrás de él.
~ ¿Estás buscando algún mueble en especial o sólo estás mirando como se trabaja la madera?
~ ¿Estás vivo anciano? Pensé que ya estarías montado en el lomo del moro de regreso a tu casa.
~ Jajaja… pues lo mismo digo, mira que encontrarme con tu horrible cara en la mañana es de muy mala suerte jajaja.
~ Jajaja…. Ya hablando en serio, te creía camino hacia tu casa.
~ Amigo mío, en eso estoy, solo termino unas compras y directo a Lacroist.
~Ya veo.
~Y dime tú ¿qué estás buscando?
~ Necesito ropa, ya que no cuento con más que solo la que me observa puesta.
~ ¡Ah!... requiere de un sastre, en ese caso es el local de enfrente.
Mientras ambos hombres se dirigían al sitio, Christopher se percató que en el cartel solo se observaba algo parecido a un cilindro con líneas onduladas saliendo de él.
~ ¿Y cómo sabes que es aquí?
~ ¿No ves en el cartel el rollo de tela y los hilos que va soltando?
Christopher volvió a observar el cartel.
~ Vaya que la gente de aquí si tiene imaginación.
Pensó mientras entraba al local.
El local contaba con varias ventanas que permitían el paso libre de la luz, en una de las paredes del local; varios rollos de tela estaban colocados de forma horizontal en una especie de dispensador; varios maniquís de madera lucían los diseños de aquel artesano de la tela: camisas y pantalones de lino, capas de cuero, pantalones de lana, y de lana reforzada con cuero; además en una de las esquinas del local, una lámina de metal pulido de gran tamaño hace la función de espejo.
Detrás de un gran mostrador de madera, un hombre de mediana edad recibió con amabilidad a Richard, sin embargo, al ver a Christopher no pudo evitar su asombro y dar un paso atrás.
~ ¿En qué les puedo ayudar caballeros?
Preguntó con voz algo nerviosa mientras observaba la estatura del recién llegado.
~ Aquí mi amigo desea saber si puedes ayudarte con ciertas necesidades.
Comentó Richard tratando de contener su risa, mientras observaba la reacción de aquel hombre; Mientras tanto Christopher no había escuchado aquel comentario, pues se hallaba observando los trabajos ya hechos.
Por un momento todo quedó en silencio, pues el encargado del local esperaba escuchar lo que Christopher deseaba, pero este seguía observando la ropa y pensando que sería lo mejor para él.
Al darse cuenta, Richard le dio un empujón a Christopher para sacarlo de sus pensamientos.
~ Despierta, que el caballero espera cumplir tus deseos.
~ ¿Eh?... disculpen estaba observando la ropa, ¿tú eres el sastre?
~ Así es caballero, ¿dígame que desea?
~ ¿Tienes ropa hecha de mi talla?
~ No, pero con gusto puedo hacer lo que me pida.
~ Mmmm... ¿Qué tiempo tardaría en realizarme una muda completa?
~¿Una muda?
~ Si una muda... camisa, pantalón, ropa interior, eso es una muda completa.
~¡Ah! un cambio.
~ Esta bien... "Un cambio", que tiempo te tomarías en hacerme uno.
~ Dependiendo de los materiales de 4 a 5 días.
Christopher frunció el ceño, y mirando hacia las prendas ahí exhibidas volvió a preguntar.
~ ¿Tienes alguna capa con capucha de cuero, y que sea repelente al agua?
El sastre le trajo una capa larga, aunque por la estatura de Christopher, esta quedó como una capa mediana, y al colocarse la capucha esta se volvió un poco más corta.
~ ¿Cuánto cuesta esto?
~ Siete denarios.
~ ¡¡¡Siete Denarios!!!
Gritó Richard al considerar excesivo el costo de aquella prenda
~ Está hecha con cuero de primera calidad, es muy resistente al clima, y la lana que sirve como forro permite mantener el calor en época de frío.
Respondió con voz apresurada tratando de excusar su valor.
Christopher observaba a través de aquel metal pulido su reflejo, una vez que confirmó que lograba ocultar su rostro, buscó las monedas en su pantalón, y las colocadas en el mostrador que ahí cerca se encontraba.
~ Aquí las tienes, muchas gracias.
Y Christopher salió con paso firme de lugar, seguido por Richard que aún meditaba sobre el costo elevado de la prenda.
~ ¿Pensé que querías comprar más cosas?
~ Así es, pero no quiero pasar una semana aquí.
~ Ya veo, y… ¿a dónde te vas a dirigir?
~ Voy a...
Christopher se quedó pensando un poco en la respuesta.
~ Voy a continuar con la búsqueda de mis compañeros.
~ Ya veo, en ese caso aquí me despido, no es de mi agrado viajar de noche.
~ Cuídate en tu viaje.
~ Igualmente, que tengas suerte de encontrar a tus compañeros.
Aquellos hombres se despidieron con un fuerte apretón de manos y cada uno tomó un rumbo diferente.
El sol poco a poco empezó a buscar su lugar en lo más alto del cielo para marcar con ello el mediodía, la cantidad de gente que se encontraba en la plaza empezó a descender, incluso varios de los comerciantes empezaron a guardar la mercancía que no habían logrado vender y se preparaban para iniciar el regreso a sus lugares de origen. Justo al mediodía, se empezaron a escuchar las campanas provenientes del templo de la ciudad, indicando que la oración del mediodía estaba por comenzar.
Christopher había llegado en ese momento al lugar donde le habían informado que podrían venderle un caballo.
~ Si tengo un caballo en venta.
Respondía aquel hombre de apariencia tosca y corpulenta que, incluso con una altura de casi 1.80, se sintió un poco intimidado al ver alguien más grande que él.
~¿Me lo puedes mostrar?
Preguntó Christopher, mientras observaba que, a pesar de tener puesta la capa y la capucha, la gente que pasaba a su alrededor aún se sorprendía al verlo.
Aquel hombre lo condujo a través del establo hasta donde se encontró aquel animal.
~Este es el animal.
El caballo mostraba un color café claro con manchas blancas, su cuello largo le daba una gran puerta, así mismo, tanto las cerdas de la crin como de su cola eran largas, de un color parecido a las espigas del trigo.
Con casi el mismo tamaño que Christopher, mostró una gran fuerza y resistencia; era en pocas palabras un gran caballo.
~ Bonito animal, ¿cuánto pides por él?
~ Veinte siglos
Dijo con su voz tosca
~ ¿Qué?... veinte centurias, no pienso comprar todo el establo solo el caballo.
~Eso es lo que vale.
~Te hago un áureo por él.
~ Lo mínimo sería el áureo y ocho centurias.
~ Un áureo y cinco centurias, y así evitarás de que te corte el cuello en dos.
Respondió Christopher mientras dejaba a la vista de aquel hombre una de las dagas que portaba a cada lado de su cintura.
~ De acuerdo, un áureo y cinco centurias.
Contestó mientras fruncía el ceño.
~ Sirve de algo tener la apariencia de un asesino.
Pensaba mientras sacaba las centurias de su pantalón y el áureo de la alforja.
Después de comprar una silla para montar y un par de alforjas para el caballo, Christopher salió de la ciudad de Tryo, en dirección al oeste, con una sola cosa en mente...
~ Necesito darme un buen baño y cambiarme de ropa.