Al despertar, Masahiko se dio cuenta de que estaba en una cama sencilla dentro de un pequeño orfanato en la Aldea Oculta de la Hoja. Miró por la ventana y quedó asombrado con las vistas: calles llenas de personas, con algunos ninjas saltando por los techos. Los colores y sonidos de la aldea eran vibrantes y acogedores, algo que no había sentido nunca en su vida anterior.
Mientras exploraba los alrededores del orfanato, escuchó a algunos niños hablando emocionados sobre la academia ninja, que empezaría en unos días. La emoción de los chicos era contagiosa, y Masahiko sintió que esta podría ser su oportunidad de empezar una nueva vida. Decidió que debía aprender todo lo posible sobre el mundo ninja.
Ese mismo día, por la tarde, se dirigió a la biblioteca de la aldea, un lugar lleno de pergaminos y libros antiguos. Allí, entre estanterías, encontró un tomo básico sobre el uso del chakra. Empezó a leer con atención, descubriendo que el chakra era la fuente de energía que usaban los ninjas para realizar técnicas especiales. Estaba decidido a dominarlo.
Mientras estaba absorto en sus estudios, un chico rubio y lleno de energía se acercó.
—¡Oye! ¿También te interesa ser ninja? —dijo el chico con una sonrisa traviesa.
Masahiko levantó la vista y reconoció al instante a Naruto, el protagonista de la serie que tanto había admirado en su vida pasada. Por un momento, casi no pudo responder, pero finalmente sonrió y dijo:
—Sí, quiero aprender a ser uno de los mejores.