Masahiko llegó al campo de entrenamiento designado, donde Yūgao Uzuki ya lo esperaba. Al verla de cerca, sintió una mezcla de respeto y nervios. Yūgao, con su calma característica y porte serio, le explicó que antes de comenzar cualquier entrenamiento, necesitaba evaluar sus habilidades.
– Para entender tu nivel actual, haremos un pequeño combate. No te contengas –dijo ella con serenidad, poniéndose en posición de batalla.
Masahiko asintió, respirando profundamente mientras se preparaba. El combate comenzó, y aunque Masahiko intentó mostrar todo lo que había aprendido en la academia, Yūgao esquivaba sus ataques con una facilidad desconcertante. Aun así, Masahiko no se rindió, demostrando su fuerza en taijutsu y su control sobre el chakra. Al final, Yūgao lo detuvo con un bloqueo rápido, sonriendo levemente.
– Tienes potencial, Masahiko. Te falta experiencia, pero tienes una base sólida –le dijo ella, mientras él intentaba recuperar el aliento.
Satisfecha con la evaluación, Yūgao le informó que esa misma tarde harían su primera misión, de rango D. La misión consistía en encontrar a un gato perdido, una tarea aparentemente simple, pero que Masahiko tomó con seriedad. Después de recorrer varios callejones y llamar al gato por su nombre, lograron encontrarlo tras una buena coordinación y paciencia.
– No todas las misiones serán así de fáciles –le comentó Yūgao mientras entregaban el gato. Masahiko asintió, sintiendo que, aunque el camino sería largo, estaba en buenas manos.
Después de su primera misión, Masahiko se despertó con la mente llena de preguntas sobre su nuevo entrenamiento. Al llegar al punto de encuentro, Yūgao ya estaba esperándolo, pero esta vez su expresión era más seria.
– Hoy haremos algo diferente –le dijo mientras empezaban a caminar hacia las afueras de la aldea–. Voy a enseñarte cómo leer el entorno, rastrear y moverte sin ser detectado.
Masahiko sintió un ligero temblor de emoción. Al parecer, este entrenamiento sería más avanzado de lo que esperaba.
En la primera parte del día, Yūgao le enseñó a moverse entre los árboles y a observar sin ser visto, explicándole cómo usar su entorno a su favor. Su voz calmada contrastaba con la intensidad de sus lecciones, y Masahiko notó que había mucho más en ella que la fuerza de un ANBU; tenía un conocimiento profundo y una sabiduría silenciosa.
Pero la verdadera prueba llegó cuando Yūgao lo llevó a una cueva cercana y le entregó un pergamino.
– Dentro de esta cueva hay un pergamino similar al que tienes ahora –explicó–. Tu tarea es entrar, recuperar el pergamino y salir sin que yo te detecte.
Masahiko se sorprendió por el desafío, pero aceptó sin dudarlo. Entró en la cueva, aplicando lo que Yūgao le había enseñado. Cada paso lo daba con cautela, usando su control de chakra para disminuir el ruido de sus pisadas. En la oscuridad, avanzó hasta encontrar el pergamino escondido. Cuando finalmente salió con el pergamino en mano, pensó que había logrado su cometido, hasta que sintió la mano de Yūgao en su hombro.
– Buen intento –le dijo ella, aunque había una leve sonrisa de aprobación en su rostro–. Pero recuerda, el enemigo estará siempre un paso delante de ti si no eres preciso.
Aunque falló en pasar desapercibido, Masahiko sintió que había ganado algo más: una visión del tipo de ninja en el que podría convertirse. Mientras regresaban a la aldea, Yūgao le habló de la importancia de la disciplina y la paciencia, inspirando a Masahiko a entrenar más duro y aspirar a grandes metas.