La Secta Celestial Tianyan había resistido incontables desafíos a lo largo de su historia. Como la segunda secta más poderosa del continente, su defensa era impenetrable, y sus discípulos, maestros, y ancianos eran considerados los más habilidosos y disciplinados. Sin embargo, la caída de la secta fue algo que nadie hubiera podido predecir.
Cuando el Clan Demoníaco Sangriento atacó, no lo hizo de manera impulsiva ni con fuerza bruta. Utilizaron Artefactos Celestiales, armas que se creían perdidas o simplemente pertenecientes a la leyenda. Uno de esos artefactos era la Espada de la Aniquilación Celestial, una espada capaz de atravesar las barreras espirituales más fuertes, y el Espejo del Ocaso de las Almas, que podía reflejar y distorsionar las formaciones defensivas de la secta, haciendo que los cultivadores de Tianyan se atacaran entre sí, confundiéndolos en el caos de la batalla.
Ling Tian, que ya había alcanzado el nivel de Inmortal Verdadero gracias a años de esfuerzo y dedicación, se encontraba luchando al lado de sus compañeros. Sabía que la secta estaba siendo superada, pero no permitiría que sus amigos y hermanos de la secta fueran masacrados sin luchar. Con toda su experiencia, comenzó a dar órdenes y a trazar tácticas que había perfeccionado durante su vida de cultivación. Organizó a los discípulos en formaciones defensivas, ordenó ataques precisos contra los demonios más vulnerables y utilizó talismanes que había creado para reforzar las barreras espirituales.
Por un momento, pareció que la secta podría resistir. Los demonios menores y soldados caían ante la combinación de su planificación y la destreza de los cultivadores de la secta. Pero esa esperanza fue efímera. Cuando los Demonios Generales se unieron a la batalla, liderando a sus tropas y utilizando las armas celestiales, la situación cambió drásticamente. Ling Tian se vio forzado a enfrentarse a uno de ellos, un demonio de ojos rojos que blandía la Espada de la Aniquilación Celestial. Usó todas las técnicas que conocía, cada táctica que había aprendido, pero era como si el demonio pudiera anticipar cada uno de sus movimientos.
Finalmente, el Demonio Emperador Wudi hizo su aparición. Ling Tian lo observó descender del cielo como un dios oscuro, y con un simple gesto de su mano, rompió la última barrera que protegía la secta. Los discípulos cayeron a su alrededor, uno tras otro, y las técnicas y tácticas que Ling Tian había desarrollado durante toda su vida no sirvieron de nada ante un poder tan abrumador. Fue como si todo su esfuerzo, toda su dedicación, se desvaneciera en un solo instante.
Ling Tian, herido y al borde de la desesperación, vio cómo sus compañeros y amigos eran masacrados. Intentó salvar a su maestro, a su mejor amigo, incluso a los discípulos más jóvenes, pero el poder del Demonio Emperador era simplemente insuperable. En su último aliento, fue empujado hacia una cueva en la ladera de la montaña, donde se estrelló contra una pared de roca. Y fue entonces cuando lo vio.
Tallado en la roca, había un diagrama antiguo que emitía un suave resplandor dorado. Ling Tian, con sus últimas fuerzas, extendió la mano hacia él, y en ese momento, sintió una energía poderosa envolviéndolo. En un destello de luz cegadora, la escena de muerte y destrucción desapareció, y la siguiente vez que abrió los ojos, estaba de vuelta en el pasado, muchos años antes de que la tragedia ocurriera.
Mientras se sentaba en el suelo de su cabaña, tratando de calmar su respiración y procesar lo que había ocurrido, murmuró para sí mismo:
—Esta vez... no cometeré ni un solo error.
Así, comenzaba su segunda oportunidad, pero en esta ocasión, estaba decidido a cambiarlo todo y asegurarse de que su secta, sus amigos, y su maestro no volvieran a caer ante la oscuridad.