«No puedo más...»
Pensó aquel pequeño niño de cabellos erizados antes de desplomarse en el suelo mientras la sangre escurría sobre sus mejillas cubriendo una de sus marcas de nacimiento en forma de Zigzag. Sus pies descalzos pisaban todas las piedrecillas del camino y una fuerte ventisca movió bruscamente sus largos cabellos marrones con un ligero tono enrojecido. Hasta ese momento había caminado sin descanso hasta que la pequeña niña que llevaba en brazos comenzó a soltar pequeños quejidos haciendo que se detenga y acariciara su delicado rostro.
–Tranquila Jenni... Todo estará bien.
Justo cuando decidió seguir, en medio de pequeños susurros y balbuceos, la niña de cabellos cortos y ondulados comenzó a sacudir sus brazos hacia arriba, tocando su cara y buscando a aquella mujer con desespero.
–Mami, mami no te vayas... Quédate conmigo por favor... sollozó.
Una mirada con profundo dolor observó aquel lamentable escenario y Spring que era su nombre, el nombre de aquel niño angustiado sin saber que más hacer al cargar una vida entre sus manos trató de tragarse las ganas de llorar y continuo con su camino.
La frondosidad del bosque los cubrió durante la mayor parte del camino, pero ahora se aproximaban a un campo abierto en donde el mismo infierno helado azotaba al mundo con una fuerte lluvia de hielo a la par de la nevada que cubría cual sábana blanca aquella ruta 32.
–Tengo que llevarle esta carta a alguien, o todo llegará a su fin –observó con miedo al exterior y su mirada bajó hacia su hermana y al instante se centró en aquel peluche que llevaba.
Sin más opción agachó levemente el torso y salió al holocausto. Con poner un solo pie afuera significó una llamarada de daño en sí mismo ya que los trozos de hielo cayeron de forma cortante sobre su espalda al descubierto y la corriente helada bañaba por completo cada poro de su piel provocando que involuntariamente sus dientes castañeteen y su cuerpo tiemble de una forma descontrolada, dificultándole mucho más el avance en su trayectoria.
–Él no puede ganar... –susurró mientras iba arrastrando la nieve con los pies y chocaba sus dientes al expulsar algunas gotas de saliva– El demonio de los cuernos desiguales no puede ganar...
Sus piernas se entumecieron y sin darse cuenta tropezó y se estrelló contra el suelo. Su agitada respiración expulsaba humo desde su interior y en el fondo él sabía que había llegado a su límite, pero no podía rendirse hasta encontrar a alguien, a cualquier persona que pudiese ayudarlos, pero sus piernas ya no respondieron más.
El hielo seguía cayendo y ya casi se había rendido hasta que, a lo lejos, a través de la enorme cortina de niebla pudo ver una luz, aquella era una luz de esperanza y pensaba que finalmente habría gente allí.
Era su último esfuerzo así que dando todo de sí y sacando un grito ahogado desde su interior, se puso de pie, su ojo izquierdo estaba completamente rojo y se le marcó una vena en el cuello, aquel era un esfuerzo sobrehumano y más para un niño de once años, pero eso no fue impedimento para que avanzara y arrastrara sus pies de las manos de la muerte.
Por su cuerpo todo lo que corría era determinación y adrenalina a tal punto que toda la lluvia de granizo caía sobre él a quemarropa, pero no sintió ningún dolor, su rostro se llenaba de una máscara de sangre y la enorme herida de su pecho comenzaba a sangrar, pero estaba decidido a no dejar morir a su hermana.
Cada vez la intensidad de la luz se hacía más fuerte y cuando creía que por fin llegaría, un gran trozo de hielo cayó sobre su cabeza, derribándolo y provocando que casi quedara inconsciente. Involuntariamente sus ojos querían cerrarse y su cabeza se tambaleaba de un lado a otro mientras que sus brazos cuyo cuerpo era sostenido por ellos para no caer sobre su hermana, temblaban de debilidad.
El fin del camino había llegado, y ni siquiera una mínima esperanza fue suficiente para salvarlos, pues en su inocente mente creía que habría gente solo porque había luz, pero no era más que un farol que alumbraba el camino para aquellos viajeros que pasaban por allí, pero eso él nunca lo sabría.
Lo último que le quedó en ese momento antes de quedar inconsciente fue el rostro de su hermana manchada con gotas de sangre que escurría de su cara. Spring besó la frente de su hermana y apegó su frente contra la de ella.
–Lo siento.... Jennifer.
THE ADVENTURE OF SPRING
Capítulo 01: "Aquellos que no debieron sufrir"
En medio de la ruta forestal yacía un hombre de cabellos puntiagudos resguardándose bajo un gran pino ya que la fuerza de la tormenta le impedía continuar con su trayecto por lo que decidió esperar sentado en la grada de su carruaje, calentando sus manos en una pequeña fogata mientras observaba como caían los copos de nieve.
La espera se le hizo eterna y al no tener más opción, decidió entrar a su carruaje y azotar las riendas para avanzar por el camino.
–Esto me va a salir muy caro de arreglar –afirmó muy disgustado al escuchar como los trozos de hielo golpeaban fuertemente el techo del vehículo.
Al estar distraído en sus propios pensamientos no se percató que frente a él había un gran montón de nieve, provocando que frenara de imprevisto y el carruaje estuviera a punto de volcarse.
Los caballos relincharon adoloridos y Aquel fornido hombre de cabellos puntiagudos de color café levantó la mirada luego de haberse golpeado la nariz.
–¡Me lleva la que me trajo! ¿Por qué mierda hay tanta nieve aquí? –La sangre comenzó a escurrir por sus fosas nasales y su nariz palpitaba de lo roja que estaba.
El hombre bastante irritado sobó su nariz y sus dientes crujieron del coraje así que tomó una pala de la parte trasera y se acercó a dicha protuberancia para quitarla, pero al incrustar la punta de la pala, tocó algo duro en su interior.
«¿Un animal?» fue lo primero en lo que pensó antes de tirar la pala a un lado y ponerse a escarbar.
«Yujuju ¿Será algún objeto de valor? Aunque también podría ser un cadáver Jaja. Pero hay que ser sinceros, ¿Quién estaría tan loco para salir en medio de esta tormenta?»
Lo pensó un momento antes de soltar una carcajada irónica y decir: "Claro a excepción de mí."
Su mirada curiosa poco a poco se transformó en inquietud y al ver lo que la nieve ocultaba hizo que pegue un brinco hacia atrás y cayera al suelo con un susto para nada agradable.
–¡¿POR QUE MIERDA HAY DOS NIÑOS AQUÍ?! –Gerald cubrió su boca con asombro y su respiración agitada cerró su pecho con desespero– ¿Quién sería capaz de dejarlos así?... Pobrecitos.
Gerald era su nombre y con mucho cuidado se acercó a Spring y tomó su pulso, que, aunque débil, seguía latiendo su fuerte corazón. Con mucha concentración rasco sus leves barbas y mordió la uña de su pulgar antes que un enorme foco brillara sobre su cabeza.
«Quizás... Solo ella pueda salvarlos.»
Se sacó su abrigo y delicadamente los colocó en él para subirlos a la parte trasera del carruaje al cual sin perder un segundo más, se subió y avanzó lo más rápido posible hacia el norte.
«No permitiré que vuelva a ocurrir lo mismo, esta vez nos salvaré.»
Con dolor y preocupación apretó la piedra que colgaba de su cuello hasta que finalmente salió de la ruta forestal y las luces tenues de color anaranjado iluminaban las nevadas calles de la ciudad.
"¡Bienvenidos al país de Cane! Disfruten de nuestras cálidas cabañas de abeto y nuestra tradicional chocolatada."
–Ush, con esa bienvenida me da ganas de salir huyendo por las mismas –torció los dientes y sintió un recorrido de pena ajena desde su cuello hasta la cabeza.
Conforme avanzaba pudo ver la entrada de su casa a lo lejos y allí estaba su esposa cubierta con un poncho largo que casi la cubría por completo. Al llegar, frenó de tirón y los caballos levantaron sus patas delanteras con molestia.
La mujer al ver que algo andaba mal corrió hacia él casi tropezándose en el suelo nevado y cuando se acercó lo suficiente vio como Gerald llevaba a cada niño recostado bocabajo en sus hombros.
–¡¡DIOS MIO GERALD!! ¡¿QUE SUCEDIÓ?! –su piel algo colorada se empalideció del susto y abrazó a su marido con mucha fuerza cerrando sus ojos y apretando la cara en su pecho.
–No hay tiempo de explicaciones cariño, estos niños necesitan de tu ayuda enseguida...
Algo andaba mal en el tono de voz de Gerald, ella podía sentir su preocupación y angustia, pero entre esos sentimientos había algo más y su mirada terminó por confirmar sus sospechas, era una mirada fría y perdida como si no estuviera consciente en su actualidad si no perdido en sus propios recuerdos, en lo más profundo de su subconsciente.
La mujer de aquellos hermosos cabellos claros tomó en brazos a Jennifer y Gerald a Spring que al bajarlo a sus brazos y ver de más cerca el estado del pequeño levantó un poco el mentón, su mirada se mantuvo seca y una mano apretó fuertemente su corazón mientras el presionaba aquel colgante de su cuello.
En el cuarto médico que Estela tenía en casa pudo limpiar las heridas de Spring y con baños de agua hirviendo estabilizó la temperatura corporal de ambos, aunque aún no estaban fueran de peligro ya era un gran avance en salud lo que la alivió mucho al salir de allí.
En la sala estaba Gerald sentado en un sillón algo encorvado y con los codos en las rodillas, moviendo de un lado al otro la piedra que colgaba en su cuello por sus labios mientras que su mirada seguía sin encontrar un camino con exactitud.
–Responden bien al tratamiento... aunque no puedo hacer mucho aquí, claro si tuviera Genn fuera mucho más sencillo, pero sé que todo saldrá bien –sonrió al secar sus manos y mirar a su esposo algo confiada.
Gerald solo cerró sus ojos y suspiró al reclinarse en el sillón.
–Lo importante, es que pude salvarlos...
Estela se sentó junto a él y lo abrazó con mucho amor recorriendo todo su torso con ambos brazos y Gerald mucho más relajado recostó su cabeza contra la de su esposa.
–Ya no te tortures más por lo que pasó esa vez corazón... No pudiste hacer más... –sus labios chocaron con las mejillas del melancólico hombre en un golpe cálido de amor.
–¿Como esta Irina? –repentinamente Gerald sacó a relucir otra preocupación relacionada con su entorno de vida.
Más bien, en palabras correctas era su mayor preocupación en la vida, era el motivo por el cual todas las mañanas temprano se subía a su carruaje para ir a trabajar.
–Quisiera... tenerte buenas noticias, pero, realmente no hay mejoras, cada vez se pone peor –se apartó de él y rasco su cabeza con un poco de ansiedad y angustia.
Trataba de decir las cosas de la forma más positivamente posible, pero para ella, al ver a su angelito en esas condiciones era una pesadilla de la que quería despertar pronto y fingir tranquilidad era lo que menos podía.
–¿Que te ha dicho el hospital al respecto? Se supone que pagamos mucho dinero por el tratamiento diario de Irina, incluso Jacob dejó de estudiar con tal de pagar su tratamiento.
–Ya nos atrasamos con los pagos, no quieren recibirla hasta que cubramos mínimo los primeros tres meses... Ya hasta hipotecamos la casa Gerald... ¿Que vamos a hacer?
Con una mirada de angustia volteo a ver a su esposo esperanzada en una sola cosa, en una única opción y una última esperanza. Con los ojos aguados y agarrada en su brazo derecho, apegó su frente contra su hombro y exclamó:
–Tienes que volver... A trabajar para el gobierno.
Gerald se sorprendió al escuchar aquellas palabras, pero sin esperar nada, con una mirada de disgusto como si un mal olor entrara en su nariz, se negó, de hecho, incluso se llegó a molestar por aquella insinuación al punto de hacer que se levante del sillón y se dirigiera a la ventana para recibir un poco de aire.
–No nos quedan más opciones Gerald, mi consultorio no me genera casi nada de dinero y nuestras cosechas mueren cada vez más con el frio, lo único que nos da comida a la casa es la poca leña que llegas a vender –se levantó y jaló el abrigo que Gerald llevaba en ese momento.
–Tú sabes que yo deje esa vida mucho tiempo atrás, no pienso volver a trabajar con gente corrupta y traicionera –volteó la mirada hacia ella y vio como los ojos de su mujer reflejaban frustración al torcer el ceño y expulsar pequeñas lágrimas de sus ojos mientras mordía su labio inferior con coraje– Perdí a mucha gente importante por culpa de ellos.
Estela se rindió y soltó al decidido leñador, ella sabía que no podía exigirle tal cosa después de todo lo que vivió en su juventud, pero al estar acorralada económicamente no se le ocurría otra cosa.
–Entonces tenemos que encontrar una solución para esto... o podrías perderla a ella también.
La mujer le dio la espalda y se fue callada a su habitación mientras que Gerald se quedó estático con los brazos sobre los marcos bajos de la ventana observando pensativamente la nevada.
La decisión de Gerald no era egoísmo ni un orgullo, él tenía una razón que sobrepasaba los límites de lo que podría ser la verdad y la justicia en su vida, ya que las cosas no siempre son lo que parecen.
«¿Qué harían ustedes en mi lugar? Siempre encontraban una solución sin importar que...»
Apretó aquella piedra celeste que llevaba a todas partes bastante conmocionado y volteó hacia la pared en donde yacía marcada sobre la chimenea una espada no tan larga hasta que una enorme ráfaga de viento entro por la ventana causando un enorme desastre en la fracción de segundos que Gerald tardó en cerrar la ventana.
Pero, cuando todo se envolvió en un profundo silencio, un sonar de vidrio quebrado proveniente de la habitación de Spring llamó su atención.
Cuando se iba acercando al cuarto pudo escuchar unos pequeños pero extraños gruñidos como si un depredador estuviera a punto de atacar a su presa.
"Quizás se colaron algunos Giapaches" dijo en voz baja antes de tomar una escoba arrimada en la esquina a su derecha.
Al asomarse por la habitación listo para pelear contra los come basuras pudo ver a la pequeña Jennifer parada frente a él, pero estaba dándole la espalda mirando hacia la ventana, pero la notaba bastante extraña.
Ella solo estaba ahí quieta sin reaccionar ni responder hacia ninguno de los llamados del hombre, incluso llegó a notar como los gruñidos parecían provenir de su boca.
–Oye niña... ¿Está todo bien?
Cuando estuvo a punto de agarrarla por el hombro la niña se encorvó tirando su cabeza hacia atrás, torció sus dedos como garras y sus ojos habían sido bañados de completa oscuridad manteniendo solo su pupila destellante de un pequeño brillo, como si se tratasen de unos profundos ojos de plata.
–¡¿QUE DIABLOS?! –del gran susto Gerald cayó de trasero contra el suelo, gritando y retrocediendo con las manos.
La niña se paró en cuatro patas, pero de espaldas, sus brazos se habían roto en el trayecto y su cabeza con la que lo miraba boca arriba dio un giro de noventa grados torciendo su cuello hasta verlo de frente con una enorme y bizarra sonrisa llena de colmillos.
–Esta.... ¡ESTA SENSACIÓN! –un espeso gas purpura salió de la boca de Jennifer.
Y en un enorme y profundo suspiro, cubriéndola hasta envolverla en una gran capsula de donde salió una enorme criatura rebosante de agonía.
Tenía unas orejas alargas y una achatada trompa con colmillos, aunque un tanto cortos, pero eran capaz de triturar piedras, unos brazos largos con filosas garras junto una cola gruesa y espinosa capaz de destruir cualquier muro con tan solo tocarlo.
Era un animal robusto e inmenso media mínimo tres metros de alto y aquellos ojos de plata sembraban miedo y agonía con solo hacer contacto visual por un breve instante.
Su cuerpo que en un inicio estuvo formado de puro gas agónico, se condensó y cristalizó volviéndose tan duro como el hierro y eso lo corroboro Gerald luego que ignorantemente decidiera lanzar un golpe contra ella.
Aquella reacción por parte de la bestia era algo evidente, puesto que al instante con un solo garrotazo lo envió a volar lejos, destruyendo la pared del cuarto y estrellándose contra el suelo de la sala.
"La medicina moderna y la brujería del girasol purpura."
Era el nombre del libro que leía Estela recostada en su cama hasta que escuchó todo el escándalo que se estaba llevando a cabo.
–Ahora que estará haciendo este tonto –Cerró su libro y salió de la habitación con toda la intención de reclamarle, incluso en el camino ya estaba preparándole todo un sermón, pero cada palabra abandonó su cabeza al ver a su esposo tirado sobre un enorme charco de su propia sangre.
–¡LARGO DE AQUÍ ESTELA! –estrió y agitó su brazo desesperadamente, ahuyentándola de allí.
Estela sin pensarlo dos veces corrió hacia él y presionó la enorme herida que le habían hecho en el pecho, Gerald estaba bastante agitado y mareado, el pigmento de su piel se iba desvaneciendo por la pérdida de sangre, pero pese a todo entre balbuceos desesperados pedía a su mujer que tomara a los niños y huyera de allí, su mirada se desvanecía y la sangre cada vez se esparcía más por todo el suelo.
Ella no sabía que era lo que pasaba, pero cuando vio a aquella Bestia salir del cuarto un fuerte grito se quedó ahogado en su garganta por el shock que le causo ver tal monstruosidad dentro de su hogar.
–¡¿Que es esa cosa?! –pronunció sin voz, su garganta se había secado como ropa en un día soleado.
–Un ser que solo se alimenta de agonía y sufrimiento... –sus ojos miraban fijamente a los ojos de aquel majestuoso, pero al mismo tiempo tenebroso ser.
"Esclavos de aquellos que lideran desde las sombras de la oscuridad, es una maldita Bestia del Zodiaco."
¿Acaso eso era real? ¿No era tan solo una leyenda? eran las preguntas que más frecuentaban en la cabeza de Estela y si realmente se trataba de aquello que mencionaba, no solo su familia estaría engrave peligro si no que todo el país de Cane podría terminar por volverse ceniza si así lo quisiera aquel ser cósmico sediento de Agonía.
Capítulo 1 - FIN