(antes de empezar con la historia me gustaria aclarar un par de cosas, primero no me gustaria que lean esto pensando que sera una obra de arte, es la primera vez que escribo una novela, y por ultimo el texto esta echo casi totalmente por mi, yo escribia todo y luego le pedia a una IA que me lo transcribiera para que sea mas agradable de leer, gracias por su paciencia, disfruten de la lectura)
Yūto Takahashi estaba perdido, una vez más, en las páginas de una de sus light novels favoritas.
El protagonista se encontraba en medio de una declaración de amor en el típico escenario escolar, el corazón latiéndole a mil por hora mientras la chica de sus sueños le respondía con una sonrisa radiante.
Yūto suspiró, sumido en la fantasía, deseando que, por una vez, la vida pudiera imitar al arte.
Sin embargo, la realidad era muy distinta. Él, un hikikomori autoproclamado, apenas salía de su cuarto excepto para ir a la preparatoria y cumplir con lo mínimo necesario.
Los días pasaban en un ciclo repetitivo de lecturas interminables, en las que se sumergía para escapar de su monótona existencia.
Esa tarde, al regresar de la escuela, Yūto se acomodó en su cama y retomó la lectura justo donde la había dejado.
Estaba tan absorto que no se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado hasta que llegó al final de la novela.
Cerró el libro con una mezcla de satisfacción y melancolía, solo para darse cuenta de que necesitaría otra novela para llenar el vacío que sentía.
Sacó su móvil y miró la hora. Las 21:27. Se preguntó si alguna librería estaría aún abierta.
Abrió Google Maps y, para su sorpresa, descubrió una librería a solo unos metros de su casa.
Sin pensarlo dos veces, se levantó de la cama, cogió un poco de dinero, y se dirigió hacia la puerta.
Cuando la abrió, notó que estaba lloviendo a cántaros. Agarró un paraguas del perchero y salió a la oscuridad húmeda de la noche.
La librería era pequeña y acogedora, con estanterías repletas de libros que apenas lograban contenerse.
Yūto pasó más de media hora recorriendo los pasillos, buscando la próxima historia que lo atraparía.
Finalmente, eligió una novela con una portada atractiva y salió de la tienda, protegido bajo su paraguas.
De camino a casa, cruzó el puente que sobrepasaba el río que dividía la ciudad.
La lluvia golpeaba el pavimento, creando un sonido rítmico que resonaba en la noche.
Fue entonces cuando la vio.
Una figura pequeña, de pie junto a la barandilla del puente, con el cabello rojo empapado pegado a su cara.
Yūto se detuvo, su corazón comenzó a latir con fuerza.
La reconoció de inmediato.
Era Akane Nakamura, su compañera de clase.
A pesar de no ser particularmente cercana a ella, la había visto muchas veces en el aula. Akane era una chica de estatura baja, con dos coletas rojizas que destacaban en su apariencia.
Pero esa noche, algo en ella era diferente. Sus hombros temblaban, y cuando Yūto se acercó un poco más, vio las lágrimas que se mezclaban con la lluvia en su rostro.
De repente, Akane se subió a la barandilla del puente.
Yūto sintió que el tiempo se detenía.
Su cuerpo se movió antes de que su mente pudiera procesar lo que estaba ocurriendo.
Corrió hacia ella, tirando el paraguas y la novela al suelo.
Llegó justo a tiempo.
Con un grito que resonó más fuerte que la lluvia, Yūto la agarró del brazo, tirando de ella con toda su fuerza.
Akane se resistió, pero Yūto no la soltó.
—¡Déjame ir! —gritó Akane, su voz quebrada por el llanto—.
¡No tienes ni idea de lo que es vivir así...!
¡No puedes salvarme!
¡No quiero que me salves!
Las palabras de Akane fueron como puñaladas en el corazón de Yūto, pero él no la soltó.
Todo su cuerpo temblaba, no solo por el frío, sino por el miedo que lo invadía.
—¡No! —respondió Yūto con voz temblorosa—. No voy a dejarte morir... No sé por qué quieres hacer esto, pero no puedo dejarte sola.
Akane forcejeó con desesperación, pero sus fuerzas se agotaban rápidamente.
Finalmente, su resistencia comenzó a ceder. Sus lágrimas continuaban fluyendo, su rostro una máscara de dolor y tristeza.
—¿Por qué te importa...? —murmuró, su voz ahora débil, casi inaudible—.
No soy nadie para ti... No te metas en esto...
Yūto no sabía qué responder.
Sentía que el mundo a su alrededor se desmoronaba, pero sabía que no podía dejarla ir.
—Tal vez no te conozco... —susurró, bajando la mirada—.
Pero no puedo dejar que termines así. No cuando... no cuando podría haber hecho algo para evitarlo.
Las palabras de Yūto resonaron en la noche lluviosa.
Akane dejó de resistirse.
Sus piernas cedieron, y se dejó caer de rodillas en el suelo del puente, agotada y rota.
Cubrió su rostro con las manos, sollozando sin control.
—No quiero seguir viviendo... —susurró entre sollozos—. Ya no puedo más...
Yūto se arrodilló junto a ella, su propia confusión y miedo reflejados en sus ojos.
No sabía qué hacer o decir, pero sentía un impulso incontrolable de estar allí para ella.
Con torpeza, extendió una mano y la colocó sobre la cabeza de Akane, en un gesto de consuelo que ni él mismo comprendía del todo.
—No sé cómo ayudarte... —dijo en voz baja
—. Pero no voy a dejarte sola.
La lluvia continuaba cayendo, envolviendo a ambos en una cortina de agua.
Yūto sabía que este era solo el comienzo de algo mucho más grande, algo que cambiaría su vida para siempre.
Y aunque no entendía por completo el porqué, sabía que estaba dispuesto a quedarse a su lado, pase lo que pase.