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Chapter 9 - Despertando Sentimientos

Yūto se despertó, aún medio adormilado, y notó que Akane ya estaba despierta a su lado.

Con un esfuerzo, se sentó en la cama y la miró. Akane lo observaba, con una sonrisa tranquila en el rostro.

—Buenos días —dijo Akane con una voz suave.

—Buenos días —respondió Yūto, frotándose los ojos y tratando de despertar por completo.

Hubo un breve silencio entre ellos, lleno de una tensión ligera pero no incómoda.

Akane parecía querer decir algo, pero dudaba en cómo hacerlo. Finalmente, se armó de valor y preguntó:

—Oye, Yūto... ¿Alguna vez has tenido novia?

Yūto se sorprendió por la pregunta.

Como hikikomori, nunca había tenido una relación amorosa, pero la pregunta lo tomó desprevenido, y sintió cómo sus mejillas comenzaban a calentarse.

—¿A qué viene esa pregunta? —dijo, tratando de ocultar su vergüenza y evitar la respuesta directa.

Akane se sonrojó un poco, sintiendo que tal vez había sido demasiado directa.

—Interés... —murmuró, mirando hacia otro lado.

Yūto, viendo que no podía evitar la pregunta, respiró hondo y confesó con un tono de resignación.

—No, nunca he tenido.

Akane al escuchar eso, esbozó una leve sonrisa, como si la respuesta de Yūto la hubiera aliviado de alguna manera.

—Yo tampoco he tenido —admitió Akane, con un tono algo avergonzado y una pequeña risa nerviosa.

Yūto, sin querer que la conversación se volviera más incómoda, decidió levantarse de la cama, pero en su prisa, tropezó con la manta y cayó hacia adelante, aterrizando justo encima de Akane.

Ambos quedaron en una posición comprometedora, con Akane debajo de Yūto.

—¿Estás bien? —preguntó Yūto rápidamente, con la cara completamente roja por la cercanía y la situación.

—Sí, estoy bien —respondió Akane, también sonrojada, pero sin apartar la vista de él.

Antes de que pudieran moverse para separarse, la puerta se abrió de golpe, revelando a Sayaka, la madre de Yūto, con una sonrisa en el rostro.

—Buenos días —dijo Sayaka con un tono divertido, notando la posición en la que se encontraban—.

Perdón por interrumpir, bajen a desayunar cuando puedan.

Y con una risa ligera, Sayaka cerró la puerta, dejándolos a ambos en una mezcla de vergüenza y sorpresa.

Yūto se levantó de inmediato, ayudando a Akane a incorporarse.

—¡Lo siento mucho! —dijo Yūto rápidamente, avergonzado por lo que acababa de ocurrir.

—No te preocupes... —respondió Akane, todavía un poco ruborizada, pero con una sonrisa que intentaba aliviar la tensión.

Ambos bajaron a desayunar, con la sensación de que algo había cambiado entre ellos, aunque ninguno sabía muy bien qué era.

La mañana avanzaba con normalidad después del incómodo, aunque reconfortante, momento en la habitación de Yūto. Ambos se dirigieron a la escuela juntos, como ya se estaba volviendo costumbre.

Sin embargo, había algo en el ambiente que parecía distinto.

Al llegar a la clase, notaron que el ambiente estaba más animado de lo habitual.

Los murmullos se extendían por todo el aula, y las miradas de sus compañeros de clase se dirigían hacia ellos con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

Akane trató de ignorarlo, pensando que quizás solo era su imaginación, pero Yūto, que normalmente prefería no llamar la atención, también sintió la incomodidad creciente.

Cuando se sentaron, una de las amigas de Akane, Ayumi, se acercó rápidamente con una expresión entre preocupada y sorprendida.

—Akane, ¿es cierto lo que se está diciendo? —preguntó Ayumi en voz baja, mirando de reojo a Yūto.

—¿Qué es lo que se está diciendo? —respondió Akane, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido.

—Dicen que… —Ayumi dudó un momento antes de continuar, claramente incómoda por ser la portadora de malas noticias—, que hace unos días, Yūto te salvó de… de hacer algo terrible.

Algo como... intentar suicidarte.

El color del rostro de Akane desapareció al instante.

No esperaba que la situación tan íntima y dolorosa que había vivido se difundiera de esa manera.

Yūto, al escuchar esto, sintió una mezcla de ira y preocupación, pero intentó mantener la calma por el bien de Akane.

—¿Quién te dijo eso? —preguntó Akane, tratando de mantener la compostura mientras su mente revivía aquellos momentos oscuros.

—No lo sé con certeza, pero dicen que alguien los vio juntos cerca del puente aquella noche —explicó Ayumi, nerviosa por tocar un tema tan delicado—.

Ahora, algunos compañeros están diciendo que... que Yūto te salvó.

Akane miró a Yūto con preocupación.

Él le devolvió la mirada con una expresión que decía que él estaba allí para apoyarla, sin importar lo que sucediera.

Pero antes de que pudieran decir algo más, el profesor entró en el aula, haciendo que todos regresaran rápidamente a sus asientos.

Durante toda la clase, Akane no pudo concentrarse.

Su mente estaba en otra parte, pensando en cómo este rumor podría afectar su vida escolar, y cómo Yūto, que ya era un chico reservado, podría verse perjudicado por su asociación con ella. Mientras tanto, Yūto estaba más alerta que nunca, observando a sus compañeros de clase, tratando de identificar quién podría haber estado esparciendo los rumores.

Al final de la clase, cuando el profesor anunció un descanso, una chica que Akane apenas conocía se acercó a ella.

—Akane, no te preocupes por lo que dicen —dijo con una sonrisa sincera—.

Hay mucha gente en esta escuela que te apoya, y si Yūto te ayudó, entonces hizo lo correcto.

Akane sintió un pequeño alivio al escuchar esas palabras, pero aún había una gran incertidumbre en su corazón.

Yūto se acercó a ella, poniendo una mano en su hombro, como si quisiera transmitirle su fuerza.

—¿Quieres que hablemos con el profesor? —sugirió Yūto en voz baja, consciente de la magnitud de los rumores.

Akane negó con la cabeza.

—No, no quiero que esto se haga más grande. —Pero al ver la preocupación en los ojos de Yūto, añadió—: Gracias, Yūto. De verdad, gracias.

En ese momento, la puerta del aula se abrió de golpe y un oficial de policía entró, causando un silencio inmediato en la clase.

—Disculpen la interrupción —dijo el oficial con voz firme—. Necesito hablar con Akane. Es urgente.

Akane sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Todos en la clase la miraron con sorpresa y curiosidad.

Yūto dio un paso hacia adelante, pero Akane lo detuvo, tomando su mano brevemente para calmarlo.

—Estoy bien —susurró—. Nos vemos luego.

Con la cabeza en alto, aunque su corazón estaba lleno de miedo, Akane siguió al oficial fuera del aula.

Yūto se quedó quieto, observando cómo se llevaban a Akane, con una mezcla de preocupación y determinación.

No sabía qué iba a pasar, pero una cosa estaba clara: no iba a dejar que Akane enfrentara esto sola.