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Chapter 14 - Bajo Las Mismas Estrellas Y El Mismo Futon

El abrazo de Yūto y Akane había sido breve, pero lo suficientemente intenso como para dejar una huella en ambos.

Cuando finalmente se separaron, el pasillo de la escuela volvió a llenarse con los sonidos cotidianos: estudiantes caminando, puertas abriéndose y cerrándose, risas y conversaciones.

Las miradas de curiosidad que algunos les dirigían ahora se sentían distantes; todo lo que importaba era la calidez de su cercanía.

Después de clases, mientras caminaban juntos de regreso a casa, Akane, con una expresión brillante en su rostro, comentó:

—Escuché que este fin de semana habrá un festival en el parque central. ¿Te gustaría ir? No he tenido la oportunidad de disfrutar de uno desde que me mudé aquí.

Yūto miró a Akane, sorprendido por la invitación. La idea de asistir a un festival no era algo que normalmente le atrajera, pero ver el entusiasmo en los ojos de Akane hizo que no pudiera negarse.

—Sí, claro —respondió, tratando de sonar relajado, aunque un poco nervioso ante la idea—. Podríamos ir y explorar un poco.

Akane sonrió, una sonrisa que hizo que el corazón de Yūto latiera un poco más rápido.

El fin de semana había llegado, y con él, el esperado festival en la ciudad.

Las calles estaban decoradas con luces coloridas y puestos llenos de juegos, comida y artesanías locales.

Era un ambiente vibrante y festivo, el tipo de ocasión que prometía recuerdos inolvidables.

Yūto caminaba junto a Akane, sintiendo la atmósfera eléctrica del festival.

A pesar de la multitud que los rodeaba, se sentía como si el mundo se hubiera reducido a ellos dos.

Habían pasado todo el día disfrutando de las atracciones, probando comida de los puestos y riéndose de los intentos fallidos de Yūto en los juegos de feria.

Mientras caminaban, Yūto no podía evitar pensar en cómo ese momento se sentía sacado directamente de una de las novelas ligeras que tanto le gustaban.

"¿Si esto es como el típico capítulo del festival en un manga o una novela ligera, podría intentar... declararme?" pensó, sin poder evitar una pequeña sonrisa.

La tarde fue pasando, y el sol comenzó a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados.

La ciudad se transformó en un escenario de luces titilantes bajo el cielo nocturno, y la multitud se dirigió hacia el río para ver los fuegos artificiales que marcarían el punto culminante del festival.

—Vamos al observatorio, Akane —sugirió Yūto de repente, su voz con un toque de nerviosismo que trató de ocultar.

Akane lo miró sorprendida, pero asintió con una sonrisa.

El observatorio estaba ubicado en una pequeña colina a las afueras de la ciudad, un lugar conocido por sus vistas impresionantes del cielo estrellado.

Mientras subían por el sendero iluminado solo por la tenue luz de las farolas, Yūto sentía su corazón latir con fuerza.

Llegaron a la cima justo cuando los fuegos artificiales comenzaron a explotar en el cielo.

Los colores brillantes se reflejaban en los ojos de Akane, que observaba el espectáculo con asombro.

Yūto, sin embargo, apenas podía concentrarse en los fuegos artificiales; su mente estaba ocupada en lo que quería decirle.

—Akane... —comenzó, con la voz un poco temblorosa.

Ella lo miró, con una expresión de curiosidad y dulzura que solo aumentó su nerviosismo.

—¿Sí? —preguntó, inclinando ligeramente la cabeza.

Yūto tragó saliva, luchando por encontrar las palabras adecuadas.

Se dio cuenta de que ese era el momento perfecto para confesar lo que había estado sintiendo desde hace tiempo.

Sin embargo, las palabras parecían atrapadas en su garganta.

—Yo... —Intentó de nuevo, pero en ese momento, un enorme estruendo resonó en el cielo, marcando el final de los fuegos artificiales.

Akane soltó una pequeña risa, y Yūto sintió cómo su determinación se desvanecía. No podía hacerlo. No todavía.

—Es hermoso, ¿verdad? —dijo Akane, aún mirando hacia el cielo.

Yūto asintió, forzando una sonrisa.

—Sí, es hermoso —respondió, aunque no estaba seguro si se refería a los fuegos artificiales o a Akane misma.

Después de que el espectáculo terminó, ambos se quedaron en silencio, observando las estrellas que ahora llenaban el cielo.

Yūto sintió una mezcla de alivio y frustración por no haberse declarado. Había sido el momento perfecto, pero no se sintió lo suficientemente preparado.

—Vamos a casa —dijo Akane finalmente, rompiendo el silencio.

Yūto asintió, y ambos comenzaron a descender la colina en silencio.

A pesar de que no había hecho lo que había planeado, no podía evitar sentirse feliz por haber compartido ese momento con Akane.

Mientras caminaban hacia la estación, sus manos se rozaron accidentalmente, y ninguno de los dos se apartó.

El contacto, aunque pequeño, era suficiente para hacer que Yūto sintiera un calor reconfortante en su pecho.

Sabía que todavía tenía tiempo, que algún día encontraría el valor para decirle lo que realmente sentía.

Por ahora, estar junto a ella bajo ese cielo estrellado era suficiente.

Cuando llegaron a casa, la noche se había vuelto más profunda.

Tras despedirse de Sayaka y Miyu, Yūto y Akane se prepararon para dormir.

Aunque la noche había sido mágica, la realidad del día a día esperaba.

Yūto, después de desearle buenas noches a Akane, se dirigió a su habitación.

Sin embargo, cuando pensó que ella ya estaba dormida, hizo una pequeña trampa.

Se deslizó fuera de su cama y se dejó caer sobre el futón de Akane, colocándose cerca de ella.

Akane, sintiendo el movimiento, se giró y, en un gesto inconsciente, Yūto la abrazó suavemente mientras él permanecía dormido.

El contacto inesperado hizo que Akane se sonrojara ligeramente, pero pronto se sintió reconfortada por la calidez del abrazo.

Al despertar, Yūto se dio cuenta de su posición y de cómo había terminado abrazando a Akane.

El sonrojo de su rostro se intensificó, pero antes de que pudiera decir algo, Akane lo miró con una sonrisa tranquila.

—Parece que te has acomodado bien —dijo ella, con un tono suave y comprensivo.

Yūto, aún un poco avergonzado, solo pudo sonreír y murmurar:

—Sí, creo que sí.

Ambos se acomodaron bajo el mismo futón, sintiendo una cercanía que había crecido con cada momento compartido.

La noche continuó en silencio, bajo las mismas estrellas y el mismo futón, mientras ambos se sumían en un sueño profundo y pacífico, compartiendo un momento de intimidad que ninguno de los dos había esperado.