Los días pasaron con una calma inusual después del incidente con Haruki.
Akane y Yūto habían regresado a su rutina, pero había una sensación latente de cambio en el aire.
Ambos parecían más conscientes de la presencia del otro, y las pequeñas acciones cotidianas comenzaron a cobrar un nuevo significado.
Para Yūto, el pensamiento de declarar sus sentimientos ya no parecía tan distante, pero seguía sintiendo ese nudo de incertidumbre en el estómago cada vez que consideraba realmente hacerlo.
Una tarde, mientras regresaban de la escuela juntos, Akane lo invitó a pasar por una tienda de dulces que había descubierto recientemente.
Yūto aceptó, sabiendo que cualquier excusa para pasar más tiempo con ella era bienvenida.
—He oído que sus pasteles de fresas son famosos —comentó Akane con una sonrisa radiante mientras caminaban hacia la tienda—.
Siempre paso por aquí, pero nunca he tenido la oportunidad de probarlos.
—¿Pasteles de fresas, eh? —respondió Yūto, tratando de sonar despreocupado—. Bueno, suena como algo que no deberíamos perdernos.
Llegaron a la pequeña tienda, un lugar acogedor con el aroma de pan recién horneado que los envolvió al entrar.
Se acercaron al mostrador, y Akane pidió dos porciones de pastel de fresas.
Mientras esperaban, Yūto observó cómo sus ojos brillaban de emoción.
Cada pequeño detalle de ella parecía más encantador de lo habitual, y ese pensamiento le arrancó una sonrisa.
Se sentaron en una mesa junto a la ventana, el sol de la tarde bañaba el lugar en un cálido resplandor.
Akane tomó un bocado del pastel y dejó escapar un pequeño suspiro de satisfacción.
—¡Está delicioso! —exclamó, con una expresión de pura felicidad.
Yūto se quedó mirándola, sin poder evitar sonreír.
En ese momento, se dio cuenta de lo mucho que disfrutaba estar con ella, ver sus expresiones, escuchar su risa.
Pensó en todas las veces que había querido confesarle lo que sentía y lo difícil que había sido encontrar el momento adecuado.
—Oye, Akane —dijo de repente, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido—, hay algo que he estado queriendo decirte desde hace un tiempo...
El sonido de su propia voz le hizo detenerse.
Akane lo miró, parpadeando con curiosidad. Yūto tragó saliva, sintiendo el calor en sus mejillas.
"¿Por qué es tan difícil?", pensó.
—¿Qué pasa, Yūto? —preguntó ella, inclinándose un poco hacia adelante, lo suficientemente cerca como para que él pudiera sentir su aliento cálido.
El corazón de Yūto latía con fuerza.
Se había prometido que no perdería más oportunidades, que esta vez lo diría... pero de repente, se quedó sin palabras.
El miedo al rechazo, la posibilidad de que todo cambiara si no salía como esperaba, lo dejó paralizado.
—Oh, nada importante —respondió rápidamente, soltando una risa nerviosa—. Solo... quería decir que... es genial pasar tiempo así contigo. Gracias por traerme aquí.
Akane sonrió suavemente, pareciendo aceptar su respuesta sin cuestionarlo.
Pero Yūto notó un atisbo de decepción en sus ojos, o tal vez solo era su imaginación.
"¿Qué estoy haciendo?", se regañó mentalmente. "Necesito reunir el coraje... y pronto."
Después de disfrutar de sus pasteles, salieron de la tienda y caminaron juntos de regreso.
Mientras el sol se ponía, los colores del cielo se mezclaban en tonos cálidos de naranja y rosa.
El ambiente parecía tan perfecto que Yūto no pudo evitar sentirse frustrado consigo mismo.
Mientras caminaban en silencio, Yūto sintió el suave roce de la mano de Akane contra la suya.
Un impulso repentino lo llevó a entrelazar sus dedos con los de ella, sintiendo la calidez y la suavidad de su piel.
Akane lo miró sorprendida, pero no soltó su mano.
Al contrario, la apretó suavemente, provocando que el corazón de Yūto latiera aún más rápido.
—Yūto, últimamente has estado... diferente —dijo Akane en voz baja, casi como si estuviera probando las palabras.
—¿Diferente? —repitió él, tratando de sonar casual a pesar de que su mente estaba en ebullición.
—Sí... más cercano, más decidido —continuó ella, con una pequeña sonrisa en sus labios—. No es algo malo, solo... lo he notado.
Yūto se quedó en silencio por un momento, considerando sus palabras.
Tal vez, Akane también había notado su lucha interna. Tal vez, ella también esperaba algo.
—Bueno... —comenzó a decir, buscando las palabras correctas—, creo que hay muchas cosas que quiero cambiar. O... al menos aclarar.
Akane lo miró fijamente, con una expresión que mezclaba curiosidad y algo más.
Yūto sintió que esta era su oportunidad. Tomó una respiración profunda, tratando de calmar los nervios.
—Akane, yo... —empezó a decir, pero las palabras murieron en su garganta.
Sintió como si el tiempo se detuviera y el mundo alrededor de ellos desapareciera.
Pero justo cuando estaba a punto de continuar, un grupo de estudiantes conocidos pasó cerca de ellos, interrumpiendo el momento.
Rápidamente, Yūto soltó la mano de Akane, sintiendo la frustración apoderarse de él.
"Otra oportunidad perdida...", pensó, mordiéndose el labio.
Akane, sin embargo, parecía entender la situación.
Le dio una mirada suave y tranquilizadora, como si le dijera que no se preocupara, que aún había tiempo.
Yūto respiró aliviado, pero no pudo evitar sentir una mezcla de arrepentimiento y determinación.
Esa noche, mientras Yūto y Akane se preparaban para dormir, el ambiente en la habitación estaba cargado de algo nuevo, una expectativa silenciosa que ninguno de los dos mencionó.
Después de tanto tiempo, Yūto sabía que estaba más cerca que nunca de cruzar esa línea que los separaba como amigos.
Se acostó en su cama, mirando el techo y pensando en todas las oportunidades que había perdido.
Sabía que no podía dejar que eso continuara.
Miró hacia el futón de Akane y sintió esa familiar punzada de incertidumbre. "¿Y si...?"
Mientras su mente divagaba entre pensamientos de confesiones y posibilidades, escuchó el suave susurro del futón moviéndose.
Giró la cabeza y se encontró con Akane, de pie junto a su cama, con una expresión indecisa en su rostro.
—Akane, ¿qué haces...? —preguntó en un susurro, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido.
—Me preguntaba si... —dudó un momento, bajando la mirada antes de volver a levantarla, con un leve rubor en sus mejillas—. Si podía... ser yo la que durmiera contigo esta noche.
Yūto se quedó mudo por un segundo, completamente sorprendido.
Ver a Akane allí, tan cerca y tan vulnerable, lo desarmó.
Finalmente, asintió con torpeza, moviéndose para hacerle un lugar.
Akane se metió bajo las mantas con cuidado, quedando a pocos centímetros de él.
Yūto sentía el calor de su cuerpo junto al suyo, y una corriente de electricidad recorrió su piel.
El silencio que siguió no fue incómodo, sino cargado de una emoción que ambos podían sentir.
Akane lo miró a los ojos, su voz apenas un murmullo:
—No te acostumbres a eso....
Yūto soltó una pequeña risa nerviosa, pero su mirada no se apartó de la de Akane.
—Tú tampoco... —respondió, con una sonrisa—, pero tampoco te diré que no lo hagas.
Ambos rieron suavemente, compartiendo un momento de complicidad.
Yūto sintió el impulso de hablar, de decirle todo lo que sentía en ese momento, pero por alguna razón, las palabras no parecían necesarias.
Estaba bien así.
Akane cerró los ojos, y él pudo sentir cómo su respiración se volvía más tranquila.
Antes de que se diera cuenta, el sueño empezó a apoderarse de él también.
Con Akane a su lado, más cerca que nunca, supo que no había necesidad de apresurarse.
El momento perfecto llegaría, y cuando lo hiciera, estaría listo.
Akane se acomodó un poco más cerca, abrazando a Yūto.
Y mientras él sentía su calidez junto a él, pensó:
"Tal vez ya estoy más cerca de lo que imaginaba."
Con esa sensación reconfortante, ambos cerraron los ojos, compartiendo la misma manta y el mismo silencio, sabiendo que algo había cambiado, que estaban un paso más cerca de entender lo que realmente significaban el uno para el otro.