La habitación de Yūto se mantuvo en silencio, invadida solo por la suave luz de la luna que caía en sombras tenues sobre las paredes.
Akane y Yūto permanecían acostados, el calor de sus cuerpos aún entrelazados después del abrazo inconsciente.
Aunque ambos tenían los ojos cerrados, el sueño les resultaba esquivo; sus pensamientos eran un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta.
El corazón de Yūto latía desbocado, resonando en sus oídos como un tambor que marcaba un ritmo constante.
Podía sentir la respiración de Akane, leve y pausada, como una melodía tranquila que le recordaba la cercanía de su presencia.
Algo en ese instante, en esa intimidad compartida, lo hacía sentirse más vivo que nunca.
Akane se movió ligeramente, su cabello rozando el rostro de Yūto mientras se acomodaba un poco más cerca.
Sentir su calor, tan próximo, hizo que Yūto se diera cuenta de algo: no podía seguir escondiendo sus sentimientos.
Cada momento a su lado se sentía como una promesa, una oportunidad de algo más, y sabía que pronto tendría que tomar el paso decisivo.
—Yūto... —susurró Akane, rompiendo el silencio con una voz que apenas era audible, pero lo suficientemente fuerte como para llegar a sus oídos. Sus palabras estaban cargadas de una mezcla de duda y anhelo—. Si todo cambiara entre nosotros, ¿qué harías?
La pregunta lo tomó por sorpresa, haciendo que abriera los ojos y se encontrara con la mirada inquisitiva de Akane.
Había algo en sus ojos que lo desarmaba, algo que lo impulsaba a decir lo que llevaba tanto tiempo guardando.
Tragó saliva, sintiendo que cada palabra pesaba más que la anterior.
—No lo sé con certeza —admitió, su voz saliendo más suave de lo que esperaba—. A veces pienso que me gustaría que todo siguiera igual... pero otras veces siento que quiero algo más.
El "algo más" colgó en el aire, lleno de posibilidades y sin embargo incompleto.
Akane se quedó en silencio, su expresión suave pero pensativa.
Podía sentir su propia confusión reflejada en él, como si ambos estuvieran navegando en la misma tormenta de emociones sin saber hacia dónde dirigirse.
—Algo más... —repitió Akane, dejando que las palabras se desvanecieran mientras sonreía levemente.
Había un toque de nostalgia en su voz, como si ambos estuvieran recordando algo perdido pero también anticipando lo que estaba por venir.
Yūto sintió una oleada de calor en su pecho, una mezcla de miedo y deseo.
Miró a Akane, y en ese momento, todo pareció encajar.
La brisa nocturna que entraba por la ventana, el suave resplandor de la luna, y el latido sincronizado de sus corazones.
Todo lo que había estado evitando, todas las excusas y las dudas, de repente no significaban nada en comparación con lo que sentía por ella.
Sin pensarlo mucho más, Yūto se incorporó ligeramente, quedando a la altura de los ojos de Akane.
Su rostro estaba cerca, tan cerca que podía ver cada detalle de su expresión, desde la curva de sus labios hasta la forma en que sus pestañas proyectaban sombras sobre sus mejillas.
Era como si el tiempo se hubiera detenido, dejando solo a ambos en un universo hecho de susurros y miradas.
—Akane —dijo Yūto, con una firmeza que lo sorprendió incluso a él mismo. No había temblor en su voz, solo la claridad de lo que realmente sentía—. He estado pensando mucho en esto... en nosotros.
Y cada vez que lo hago, no puedo evitar llegar a la misma conclusión.
Akane lo miró, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y expectación.
Su corazón latía más rápido, anticipando lo que estaba por venir, pero sin atreverse a esperarlo por completo.
—¿Qué conclusión? —preguntó suavemente, su voz apenas un susurro.
Yūto tomó una profunda bocanada de aire, sabiendo que este era el momento que había estado esperando.
Ya no había sueños ni excusas que pudieran impedirle decir la verdad.
El miedo se desvaneció, reemplazado por una determinación firme que solo podía surgir del deseo genuino de ser honesto con ella y consigo mismo.
—Akane, me gustas. Me gustas desde el primer momento en que te vi, aunque en ese entonces no lo entendiera. —Las palabras fluyeron con naturalidad, sin trabas, como si hubieran estado esperando toda su vida para salir—.ç
Me gusta cómo sonríes, cómo hablas de tus sueños, y cómo siempre encuentras la manera de hacer que todo sea mejor.
No puedo seguir fingiendo que solo somos amigos, porque cada día que paso contigo, me doy cuenta de que quiero algo más.
Algo real.
Akane lo miró fijamente, sus ojos brillando bajo la tenue luz de la luna.
Por un instante, Yūto temió haber dicho demasiado, haberse precipitado, pero entonces vio cómo los labios de Akane se curvaban en una sonrisa.
No era una sonrisa cualquiera; era la sonrisa que reservaba para los momentos que realmente importaban, la que mostraba cuando algo la conmovía profundamente.
—Yūto... —susurró, su voz cargada de emoción—. No sabes cuánto tiempo he esperado escuchar eso.
Yūto sintió que el peso del mundo se desvanecía de sus hombros.
Su confesión, ese acto que había temido tanto, finalmente estaba hecha.
Y la respuesta de Akane era todo lo que podía haber esperado y más.
No necesitaban más palabras; en el silencio que siguió, ambos entendieron lo que significaba ese momento.
Lentamente, Akane se acercó y apoyó su frente contra la de Yūto, cerrando los ojos mientras dejaba escapar un suspiro de alivio y felicidad.
El calor de sus cuerpos y el latido de sus corazones sincronizados hablaban más fuerte que cualquier declaración.
—Yo también siento lo mismo —dijo finalmente Akane, con una voz temblorosa pero segura—.
Me gustas, Yūto.
Me gustas mucho.
Y no quiero que eso cambie.
En ese momento, Yūto la abrazó con fuerza, sintiendo que todo en su mundo finalmente estaba en su lugar.
No importaba lo que el futuro les deparara, porque en ese instante, bajo la luz de la luna, todo era perfecto.
Ambos se aferraron al otro, dejando que la tranquilidad del momento los envolviera, sabiendo que habían dado el primer paso hacia algo hermoso y verdadero.
Y así, envueltos en un abrazo que parecía capaz de detener el tiempo, Yūto y Akane encontraron la paz que ambos habían estado buscando, con la certeza de que lo mejor estaba por venir.