(Aquí Comienza el segundo volumen, voy a intentar esforzarme al máximo y usar todo lo aprendido con el volumen anterior y los pocos estudios que he hecho, espero que este Segundo volumen os guste, disfruten y gracias por su paciencia)
El sol se alzaba con una luz dorada sobre la ciudad, marcando el inicio de un nuevo día. Yūto se despertó temprano, aún inmerso en los pensamientos del sueño que había tenido la noche anterior.
Las imágenes de su declaración a Akane, y el consiguiente despertar abrupto, lo habían dejado con una sensación de incertidumbre que no podía sacudirse.
Era como si el sueño hubiese desenterrado sentimientos que, hasta ese momento, había mantenido enterrados.
Sabía que debía enfrentarlos, pero el cómo hacerlo lo inquietaba profundamente.
Mientras se lavaba la cara y se miraba al espejo, Yūto se dio cuenta de que sus sentimientos eran más profundos de lo que había imaginado.
Akane había llegado a su vida de una manera inesperada, pero lo que sentía por ella iba más allá de la simple amistad. ¿Pero cómo podía saber si esos sentimientos eran correspondidos? Y, aún más importante, ¿debía decírselo y arriesgarse a cambiar lo que ya tenían?
Bajó a la cocina en silencio, encontrándose con Sayaka y Miyu ya sentadas a la mesa, desayunando tranquilamente.
La atmósfera era más ligera que en la mañanita anterior, pero Yūto sentía que el peso de sus pensamientos no le permitía disfrutar del momento.
—Buenos días, Yūto —dijo Sayaka con una sonrisa cálida mientras servía más té—. ¿Dormiste bien?
—Sí, bastante bien —respondió él, tratando de sonar natural, aunque sentía el nudo de ansiedad formándose en su estómago.
Miyu, con su mirada curiosa y siempre observadora, notaba que algo estaba diferente en su hermano mayor.
Sus ojos lo seguían mientras él se sentaba y comenzaba a comer en silencio, intentando no llamar la atención sobre sí mismo.
—¿Hoy tienes algún plan especial? —preguntó Sayaka mientras colocaba más comida en la mesa.
—Nada en particular. Solo clases y... luego ver qué más pasa —respondió Yūto, encogiéndose de hombros.
En ese momento, Akane entró en la cocina, frotándose los ojos con una expresión de sueño todavía en su rostro.
Su presencia era un recordatorio constante de lo que Yūto había soñado y de la conversación que sabía que debía tener con ella, aunque temía cómo podría desarrollarse.
—Buenos días —murmuró Akane, tomando asiento junto a Yūto. A pesar de su tono somnoliento, había un brillo en sus ojos cuando sus miradas se cruzaron, algo que hizo que el corazón de Yūto latiera un poco más rápido.
Después de terminar el desayuno, Yūto y Akane se prepararon para dirigirse a la escuela.
El camino hacia la estación de tren estaba más silencioso de lo normal, llenándose de silencios incómodos y miradas furtivas.
Yūto estaba consciente de las personas a su alrededor, de cómo algunos estudiantes les miraban con curiosidad, susurrando entre ellos.
Los rumores sobre lo ocurrido en los últimos días estaban circulando, y Yūto notó que sus compañeros estaban más atentos a sus interacciones con Akane.
—¿Todo bien? —preguntó Akane mientras caminaban, rompiendo el silencio.
Su tono era amistoso, pero Yūto percibió una preocupación sutil en su voz, como si también estuviera al tanto del cambio en la atmósfera a su alrededor.
—Sí, solo... pensando en algunas cosas —respondió él, tratando de mantener la conversación ligera.
No quería preocuparla, especialmente cuando él mismo aún estaba intentando entender sus propios sentimientos.
Al llegar a la escuela, la sensación de ser observados solo se intensificó. Yūto sentía el peso de las miradas y los murmullos a su alrededor.
Sabía que debía afrontar la situación con Akane, pero no estaba seguro de cómo hacerlo sin poner en riesgo lo que ya habían construido.
Su amistad era algo que valoraba profundamente, y la idea de complicarla con una confesión lo aterraba.
—Vamos a nuestras clases —dijo Akane, tratando de desviar la atención de los rumores y mantener las cosas normales.
Aunque su expresión era tranquila, Yūto podía ver la tensión en sus hombros, la misma tensión que él mismo sentía.
Las horas pasaron lentamente en clase, con Yūto incapaz de concentrarse en las lecciones.
Su mente seguía volviendo al sueño, a la sensación de urgencia que había sentido al confesar sus sentimientos.
¿Era realmente lo que quería? ¿Estaba listo para enfrentar las posibles consecuencias?
Cada vez que miraba a Akane, sentía que su corazón latía un poco más rápido, y cada sonrisa suya hacía que la idea de arriesgarse pareciera menos aterradora.
Pero entonces, en medio de sus pensamientos, algo inesperado sucedió.
Durante el descanso, mientras Yūto y Akane caminaban por el pasillo hacia la cafetería, un grupo de estudiantes se acercó a ellos. Había una mezcla de curiosidad y nerviosismo en sus rostros.
—Oye, Yūto —comenzó uno de ellos, un chico de segundo año llamado Daisuke—. ¿Es cierto lo que dicen? ¿Que... que tú salvaste a Akane de... ya sabes, de algo terrible?
Yūto se congeló.
No esperaba que los rumores fueran tan precisos.
Miró a Akane, esperando ver su reacción. Ella también parecía sorprendida, pero había una firmeza en su mirada que le hizo sentir un poco más seguro.
—No es algo de lo que quiera hablar —respondió Yūto finalmente, su voz firme pero tranquila.
No quería que la historia se convirtiera en el chisme del colegio.
El grupo murmuró entre ellos, algunos asintiendo en comprensión, mientras que otros parecían decepcionados por no obtener más detalles.
Finalmente, se alejaron, dejándolos en paz.
—Lo siento —dijo Akane en voz baja, cuando quedaron solos—. No quería que esto sucediera...
—No es tu culpa —respondió Yūto rápidamente.
Luego, en un impulso, la abrazó.
No fue un abrazo largo ni lleno de emoción desbordante, pero fue lo suficiente para hacerle saber que estaba allí para ella, y que no la culpaba por nada de lo que estaba sucediendo.
Akane se relajó un poco en sus brazos, asintiendo con la cabeza.
—Gracias —murmuró, apenas audible, mientras ambos permanecían en ese pequeño momento de calma en medio del torbellino de emociones que ambos sentían.
A pesar de las miradas curiosas a su alrededor, ninguno de los dos se apartó rápidamente.
Había una conexión que ambos empezaban a reconocer, y aunque no estaban seguros de lo que significaba, sabían que querían explorarla juntos.