Akane abrió lentamente la puerta del cuarto de Yūto, el corazón latiéndole con un ritmo irregular.
La habitación estaba a oscuras, iluminada únicamente por la luz tenue que se filtraba a través de la ventana.
Mientras entraba, sus ojos se ajustaron a la penumbra y comenzó a explorar el espacio.
No pudo evitar quedarse sorprendida al ver las paredes decoradas con varios posters de anime y figuras de personajes de series populares.
—¿Es esto lo que le gusta a Yūto? —pensó Akane, observando con asombro los colores y las ilustraciones que adornaban el cuarto.
Se acercó a un estante lleno de figuras de acción y notas coleccionables, notando el evidente entusiasmo de Yūto por sus pasatiempos.
Se giró para mirar el colchón preparado para ella en el suelo.
La cama de Yūto estaba deshecha, con la almohada y las cobijas amontonadas a un lado.
Aunque era un espacio modesto, estaba evidentemente acogedor.
Akane se acomodó en el colchón, pero no pudo evitar sentir un ligero nerviosismo.
Nunca antes había dormido en la casa de alguien que apenas conocía, y el hecho de que fuera la habitación de Yūto solo intensificaba esa sensación.
Al mismo tiempo, Yūto estaba en la sala, intentando distraerse con un libro, pero su mente estaba inquieta.
Se preguntaba cómo se sentiría Akane en su habitación y cómo podía estar seguro de que ella estaba cómoda. Finalmente, decidió ir a su cuarto para ver cómo estaba.
Cuando entró en su habitación, notó que Akane estaba acostada en el colchón, pero con los ojos abiertos, claramente incapaz de dormir. Yūto, un poco sonrojado, se acercó con cautela.
—¿Todo bien, Akane? —preguntó con voz suave, intentando no sonar demasiado preocupado.
Akane lo miró con una mezcla de sorpresa y aprehensión.
—Sí, solo... no puedo dormir.
Es extraño, ¿no? Compartir una habitación con alguien que casi no conoces —respondió, sintiendo una leve incomodidad al hablar.
Yūto se sentó en el borde de la cama, tratando de ofrecer una sonrisa tranquilizadora.
—Lo entiendo.
Es raro para mí también.
Pero, si quieres, podemos hablar un poco para relajarnos.
A veces, eso ayuda.
Akane asintió, y ambos comenzaron a conversar sobre cosas triviales para despejar sus mentes.
Hablaron sobre sus gustos, sus intereses y cómo había sido el día para cada uno.
La conversación, aunque un poco torpe al principio, pronto se volvió más natural.
Fue en ese momento cuando Yūto notó que, a pesar de la incomodidad inicial, hablar con Akane no solo era fácil, sino también agradable.
Finalmente, la conversación se calmó y ambos intentaron dormir.
Sin embargo, el sueño no llegaba fácilmente.
Los pensamientos y las preocupaciones seguían dando vueltas en sus mentes. Se giraban de un lado a otro, buscando una posición cómoda mientras escuchaban los suaves sonidos de la casa y el leve crujido del colchón.
En medio de la noche, un ruido sorpresivo rompió el silencio: un teléfono móvil sonó a todo volumen.
Era el despertador de Yūto, que había olvidado apagar.
Ambos se incorporaron abruptamente, sobresaltados.
El sonido del teléfono resonó en la habitación, y en la confusión, Yūto trató de apagarlo mientras Akane, aún medio dormida, se rascaba los ojos.
—Lo siento, lo siento mucho —se disculpó Yūto, tratando de apagar el despertador y, al mismo tiempo, asegurarse de que Akane estaba bien.
—No pasa nada —respondió Akane con una sonrisa cansada—. Supongo que es una forma de despertar... inesperada.
El momento incómodo se transformó en una oportunidad para reírse juntos.
El inesperado despertar y la situación graciosa ayudaron a romper el hielo entre ellos.
Tras el incidente, ambos intentaron volver a dormir, y finalmente, el sueño comenzó a llegar, llevándolos a una noche tranquila.
Por la mañana, el sol filtraba su luz a través de las cortinas, y los rayos dorados despertaron a Yūto y Akane.
Mientras se estiraban y se preparaban para levantarse, notaron que el ambiente en la habitación había cambiado.
El nerviosismo inicial se había disipado, dando lugar a una sensación de camaradería y confort.
—Buenos días, Akane —dijo Yūto con una sonrisa.
—Buenos días, Yūto-kun —respondió ella, devolviendo la sonrisa—.
Gracias por la noche. A pesar del comienzo inesperado, fue... agradable.
Yūto asintió, sintiendo que el día iba a comenzar con un nuevo entendimiento entre ellos.
Ambos se levantaron, listos para enfrentar lo que el nuevo día les tenía preparado, con la sensación de que, aunque era el primer día completo juntos, había una base de confianza y amistad recién establecida.