Chereads / Mi propia Light Novel / Chapter 2 - Confesiones bajo la tormenta

Chapter 2 - Confesiones bajo la tormenta

La lluvia continuaba cayendo, sus gotas repiqueteando en el puente como una melodía triste que acompañaba el silencio entre Yūto y Akane.

Ambos seguían arrodillados en el suelo, empapados, mientras la ciudad se desdibujaba a su alrededor en un borrón de luces y agua.

Yūto no podía quitar la mano de la cabeza de Akane, sus dedos temblorosos acariciando suavemente su cabello empapado.

No sabía cómo reaccionar ni qué decir. Sólo sabía que debía hacer algo, cualquier cosa, para evitar que ella volviera a intentar algo tan desesperado.

—Akane... —su voz se quebró al pronunciar su nombre—,

¿por qué... por qué querías hacer eso?

¿Por qué querías...?

Akane levantó la vista lentamente, sus ojos enrojecidos y llenos de dolor.

Durante un instante, sus labios se cerraron con fuerza, como si estuviera luchando contra las palabras que querían salir.

No quería decírselo, no quería que él lo supiera.

Pero en su interior, algo se rompió, y el peso de su sufrimiento se volvió insoportable.

—No quería decírtelo... —murmuró, su voz casi un susurro—.

No quería que nadie lo supiera...

Pero... ya no puedo más. Necesito... necesito decirlo...

Yūto la miró con preocupación, sintiendo una opresión en el pecho.

No sabía qué clase de sufrimiento ocultaba Akane, pero el simple hecho de verla tan vulnerable y destrozada le causaba un profundo dolor.

—Puedes decírmelo... —dijo, intentando que su voz sonara firme—.

No soy nadie especial, pero... estoy aquí, y te escucharé.

Akane respiró hondo, cerrando los ojos mientras las lágrimas se mezclaban con la lluvia en su rostro.

Durante unos segundos, pareció dudar, pero luego comenzó a hablar, su voz llena de una tristeza abrumadora.

—Mis padres... no me quieren... —empezó, y Yūto sintió un nudo formarse en su garganta—.

Nunca me han querido. Siempre he sido la hija que no querían, la que siempre molestaba.

Mis hermanas... ellas son perfectas para ellos.

Las aman, las cuidan, pero yo... para ellos no soy más que un estorbo.

Akane hizo una pausa, luchando contra el llanto que amenazaba con ahogarla.

—Mis abuelos... eran los únicos que me querían de verdad.

Me cuidaban, me hacían sentir especial.

Pero... hace poco, murieron en un accidente de coche.

Y desde entonces, todo se ha vuelto... tan oscuro.

No hay nadie que me quiera, no hay nadie a quien le importe si estoy aquí o no.

Por eso... por eso pensé que sería mejor si... si ya no estuviera...

Yūto sintió que el mundo se le venía encima al escuchar la historia de Akane.

Era como si de repente todo lo que había leído en sus novelas se volviera insignificante ante la cruda realidad que tenía frente a él.

Sus historias de amor y fantasía no podían compararse con el dolor real que esta chica estaba experimentando.

—Akane... —susurró, sin saber qué más decir.

Las palabras se le escapaban, y lo único que sentía era una tristeza profunda, mezclada con una impotencia que lo hacía sentirse pequeño y perdido.

Durante un largo momento, ninguno de los dos habló.

La lluvia era lo único que llenaba el silencio. Yūto apretó los puños, intentando reunir el valor necesario para ofrecerle algo, lo que fuera, que pudiera darle un poco de esperanza.

—Akane... —comenzó, su voz temblando de incertidumbre—, no sé si esto te ayudará, pero... si no quieres volver a casa... podrías venir a vivir a la mía.

Akane lo miró con sorpresa, sus ojos entreabiertos por la incredulidad.

—Mis padres... no son malos —continuó Yūto, ruborizándose ligeramente mientras hablaba—.

No sé si te ayudaría, pero estoy seguro de que no les importaría si te quedas con nosotros.

No tienes que volver a un lugar donde te sientes tan mal...

Akane lo miró fijamente, tratando de comprender lo que acababa de escuchar.

¿De verdad estaba ofreciéndole un lugar en su casa?

La idea era tan absurda y, al mismo tiempo, tan tentadora, que su mente no podía procesarlo de inmediato.

—¿Por qué harías eso...? —preguntó finalmente, con la voz aún quebrada por la emoción.

Yūto desvió la mirada, incómodo y nervioso.

—No lo sé... —admitió—. Supongo que... no quiero que te sientas sola.

No quiero que pienses que nadie se preocupa por ti.

Y... quiero ayudarte, aunque no sepa cómo.

Akane no pudo evitar sentirse conmovida por sus palabras.

Era la primera vez en mucho tiempo que alguien le ofrecía algo sin esperar nada a cambio.

La desesperación que la había llevado al puente comenzó a desvanecerse lentamente, reemplazada por un tenue pero cálido sentimiento de gratitud.

No sabía qué iba a pasar después, ni si realmente aceptaría su oferta.

Pero en ese momento, la simple idea de no estar sola, de tener a alguien que se preocupara por ella, hizo que el dolor en su corazón se aliviara un poco.

—Gracias... —susurró, con la voz aún frágil—.

Gracias, Yūto.

Yūto asintió, sin estar seguro de qué más decir.

Lo único que sabía era que haría lo posible por no dejar que Akane volviera a sentirse tan desesperada.

Y aunque no sabía cómo seguiría adelante, estaba dispuesto a intentarlo, junto a ella.