El camino hacia la casa de Yūto fue silencioso, solo acompañado por el sonido de la lluvia que seguía cayendo persistentemente.
Akane se mantenía aferrada a la espalda de Yūto, sintiéndose un poco más tranquila a medida que se acercaban al hogar del chico.
Yūto, por su parte, estaba nervioso.
No solo porque traía a casa a una compañera de clase en una situación tan inesperada, sino también porque no sabía cómo su madre reaccionaría al enterarse de lo sucedido.
Finalmente, llegaron a la modesta casa de los Takahashi.
Yūto dejó a Akane en el suelo con cuidado antes de abrir la puerta.
La luz cálida del interior los envolvió inmediatamente, contrastando con la frialdad de la lluvia exterior.
—Estoy en casa —anunció Yūto mientras entraban.
Una mujer de unos cuarenta años, de rostro amable y cálido, salió de la cocina.
Llevaba un delantal y sus manos aún estaban ocupadas con un paño de cocina.
Su expresión se iluminó al ver a Yūto, pero luego se tornó de sorpresa al notar a la chica empapada a su lado.
—¡Yūto! ¿Quién es esta joven? —preguntó su madre con curiosidad, mientras se acercaba a ellos.
Yūto se rascó la nuca, visiblemente incómodo. No sabía exactamente cómo explicarlo, pero sabía que no tenía otra opción.
—Mamá, ella es Akane Nakamura, una compañera de clase —dijo, tomando una respiración profunda—.
Hoy… hubo un incidente, y ella no puede volver a casa.
Así que pensé que podría quedarse aquí esta noche.
No te preocupes, no causará ningún problema.
La madre de Yūto, Sayaka Takahashi, observó a Akane con una mirada comprensiva y, para sorpresa de Yūto, una sonrisa suave apareció en su rostro.
—¡Qué bueno que hayas traído a una amiga a casa, Yūto! —exclamó Sayaka, claramente encantada—.
Estaba empezando a preocuparme de que nunca te harías de amigos.
¡Bienvenida, Akane-chan! Puedes considerarte parte de la familia mientras estés aquí.
Akane, que había estado sintiéndose incómoda y fuera de lugar, no pudo evitar sonreír tímidamente ante la cálida recepción.
No recordaba la última vez que alguien la había tratado con tanta amabilidad.
—Gracias, señora Takahashi... —murmuró, inclinándose ligeramente en señal de respeto.
—Por favor, llámame Sayaka —respondió la mujer con un gesto amistoso—.
¿Por qué no te tomas un baño caliente?
Seguro que te sientes mucho mejor después.
Yūto, ¿puedes ir a buscar a tu hermana para que le preste algo de ropa a Akane?
—Claro, mamá —respondió Yūto rápidamente, agradecido de tener algo que hacer.
Subió las escaleras de dos en dos y fue directamente a la habitación de su hermana menor, Miyu Takahashi.
Miyu era dos años menor que Yūto, y aunque a veces peleaban como cualquier par de hermanos, se llevaban bastante bien.
—Miyu, necesito un favor —dijo mientras abría la puerta de su habitación.
Miyu, que estaba acostada en su cama leyendo un manga, lo miró con curiosidad.
—¿Qué pasa, Yūto? —preguntó, levantando una ceja—. No vienes a pedir favores a menudo. Esto debe ser interesante.
—Es que... hay una chica en la casa, una compañera de clase —comenzó a explicar, notando la creciente curiosidad en los ojos de su hermana—.
Ella tuvo un mal día y se quedará aquí esta noche.
¿Podrías prestarle algo de ropa?
Creo que le vendrá bien un cambio después de un baño caliente.
Los ojos de Miyu se iluminaron con emoción.
—¿Una chica? ¡Claro! ¿Cómo es? —preguntó, ya levantándose para buscar algo en su armario.
—Es... bueno, es pelirroja, más o menos de tu tamaño.
Su nombre es Akane —dijo Yūto, todavía un poco nervioso—. Gracias, Miyu.
Esto es importante.
Miyu le lanzó una mirada divertida mientras sacaba un par de pijamas y algunas prendas cómodas.
—No hay problema, Yūto. ¡Déjame conocerla después!
Yūto sonrió, agradecido por la actitud de su hermana.
Tomó las prendas que ella le entregó y regresó al primer piso, donde Akane estaba esperando tímidamente en el pasillo.
—Aquí tienes —dijo, entregándole la ropa—. Miyu, mi hermana, piensa que te vendrán bien.
El baño está por allá, a la izquierda. Puedes relajarte un poco.
Akane tomó la ropa con manos temblorosas, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una calidez que no provenía del agua caliente ni de un simple acto de caridad, sino de la genuina bondad de una familia que apenas conocía.
—Gracias, Yūto... —murmuró de nuevo, sintiéndose abrumada por el agradecimiento.
Yūto asintió, sonriendo con una mezcla de alivio y satisfacción.
—Tómate tu tiempo, Akane. Aquí estarás bien.
Mientras Akane se dirigía al baño, Yūto no pudo evitar sentir que, aunque el día había comenzado como cualquier otro, algo importante había cambiado.
Y aunque no sabía exactamente qué significaba todo esto, estaba decidido a seguir adelante y descubrirlo junto a Akane.
Akane se dirigió al baño, agradecida por la calidez del hogar y la oportunidad de tomar una ducha.
Mientras se enjuagaba, Yūto y su madre, Sayaka, permanecieron en la cocina. Sayaka, preocupada por la comida, se dio cuenta de que no había preparado suficiente para cuatro personas.
—Oh, parece que no hice suficiente comida —murmuró Sayaka, mirando las porciones en la mesa.
Yūto, al darse cuenta del problema, respondió rápidamente:
—Dale mi parte, mamá. No cenaré.
Akane necesita algo más para recuperarse.
Sayaka lo miró con sorpresa, pero asintió, moviendo los platos hacia Akane con una sonrisa comprensiva.
Poco después, Miyu, la hermana menor de Yūto, entró en la cocina tras escuchar la conversación.
—¿Pasa algo? —preguntó Miyu, notando la preocupación en el rostro de su madre.
—No hay suficiente comida para todos, así que Yūto ha decidido no cenar —explicó Sayaka.
Miyu, preocupada por la situación, dijo:
—Si es necesario, puedo hacer algo más rápido. Pero primero,
¿por qué no comes, Yūto?
Yūto sonrió y agradeció el ofrecimiento de su hermana, aunque insistió en que estaba bien.
La cena continuó, y después de que Akane terminó de comer, Yūto se dirigió al baño para su turno.
Cuando Yūto volvió a la mesa, Akane notó que él no estaba comiendo nada. Preocupada, le preguntó:
—Yūto-kun, ¿por qué no estás comiendo?
Yūto, un poco sonrojado, intentó explicar, pero antes de que pudiera responder, Akane, con una sonrisa amable, tomó un bocado de su plato y lo ofreció a Yūto con el mismo tenedor.
—Un beso indirecto —pensó, sorojandose bastante—
Después de la cena, Sayaka preparó un colchón en el cuarto de Yūto para que Akane pudiera dormir allí.
Mientras preparaba el lugar, Yūto se sintió un poco incómodo al recordar que su habitación estaba decorada con varios posters de anime.
—Espero que no le importe ver esto —pensó, sintiendo un poco de vergüenza—.
Quizás debería quedarme en la sala en lugar de estar allí.
Pero Sayaka y Miyu, ya preparadas para recibir a Akane, no le dieron tiempo a protestar.
Akane, con una sonrisa amable, le agradeció a Yūto por su generosidad, y aunque él estaba un poco incómodo, la cálida recepción de su familia y el gesto de Akane le hicieron sentir que había tomado la decisión correcta.