—¡¿Qué diablos acabas de decir?! ¡Eso no puede ser! ¡No pienso tragarme esa clase de porquería!
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El día era el 31 de Julio del año 1021. En un enorme y agraciado templo de casi un milenio de antigüedad, rodeado por una cordillera de montañas que conformaban un círculo singular, un joven de unos dieciocho años seguía a un anciano por los pasillos artesanales de ese refugio sagrado. Ambos iban a paso moderado, sin embargo, el anciano quería acelerar pese a estar prohibidas las acciones violentas en ese pasillo y a la sala en la que se reunían.
—¿Por qué estás tan apurado? —preguntó Seng.
Seng era un joven adulto de casi 180 centímetros de alto, con cabellos negros con mechones azul oscuro dispersos de manera aleatoria; carentes de algún patrón, peor que cuando a alguien le cae tinta por error en la cabeza. Sus ojos eran plateados en un tono metálico y su contextura física estaba en el punto medio entre ser bastante robusto por el ejercicio y delgado por no alimentarse lo necesario para lograrlo.
—Por nada…
—Es raro que me invites a mí esta clase de reuniones, ¿por qué lo hiciste? —Tras observar el silencio de su maestro prosiguió: —Supongo que yo me he ganado este derecho al fin.
"Soy yo quisiera saber por qué estás invitado a esta reunión…" —pensó preocupado.
Dieron un par de vueltas y se detuvieron frente a una gran puerta de mármol blanco con dragones y mujeres tallados a mano y decorado con letras de plata que repetían la misma frase unas cinco veces.
<< Para que no vuelva a suceder >>
El anciano abrió la puerta de la izquierda un poco —lo justo para poder entrar— y se metieron en la habitación. El anciano cerró la puerta. Dentro, en el amplio salón, había cuatro grandes sillas de plata bajo un mosaico colosal unidas a la única pared al fondo. El techo estaba sujetado por exactamente quince pilares con distintos detalles tallados pero que compartían el tener una gema apuntada al centro de la sala diferente de las demás —Amatista, Azabache, Bismuto, Cristal, Cuarzo, Diamante, Esmeralda, Jaspe, Ópalo, Oro, Platino, Perla, Ruby y Zafiro —y la misma frase en letras de plata que poseía la puerta de entrada.
El exterior era visible y debido a la altura se podía contemplar el templo en su mayoría así como las siete gigantescas banderas de los colores del arcoíris cada una en la cima de una montaña. El piso estaba conformado de madera y plata. La madera ocupaba casi todo el espacio y la plata solo estaba en los bordes para permitir que el excéntrico diseño se vislumbrase, siendo este un punto en el centro de un circulo incunscrito en un triángulo de lados iguales que a su vez estaba incunscrito en un cuadrado dentro de un pentágono, en un hexágono, en un heptágono, en un octágono, en un nonágono, en un decágono… así hasta llegar al borde exterior que era de quince lados idénticos en donde los pilares ocupaban las esquinas.
En el salón se encontraban cinco personas sin contar al joven ni al anciano que recién ingresaron, dos viejos sentados uno en el primer trono de izquierda a derecha y otro en el segundo; un hombre mayor parado sobre el punto del centro —pero sin pisarlo— de cabellos marrones canosos, ropas elegantes de seda teñida de morado y ojos amarillos; el cuál no dudo en girarse para dar una mirada a quienes acababan de llegar y enseñar en el proceso su cicatriz diagonal que le atravesaba los labios.
Detrás de ese hombre estaba un joven arrodillado vestido con ropas para andar entre las dunas de algún desierto que perdían su propósito por la falta de uno en miles de kilómetros, que no se molestó en interrumpir su admiración profunda por la belleza del mosaico para prestarle atención a ese par. Y junto a él, una chica con ropajes simples que tenían un bonito y humilde diseño de colores azul, gris y blanco. No obstante, Seng no fue capaz de evitar quedar atónito con esa enrome cabellera azul que recorría desde su cabeza hasta el suelo y, para su mal, aquella sensación nerviosa indescriptible en su corazón empeoró en el instante en que esa chica giró su cabeza y esos ojos plateados de leve brillo se cruzaron con sus propios ojos plateados.
Seng con una expresión de duda y bastante desubicado por desconocer a esa muchacha ojeó a su maestro Arkgas a su lado y este le respondió con una breve expresión de solidaridad que se transformó en la cara de un hombre que debía representar la máxima autoridad del continente. Seng cerró los ojos y Arkgas caminó y se sentó en el tercer asiento de izquierda a derecha.
—Como Sahuhr está lejos cumpliendo su labor como Archimago hemos de iniciar está reunión de emergencia exigida por el Representante de los Centros de Peticiones, Zamur Advalen —dijo el anciano sentado en el segundo puesto de izquierda a derecha.
Su nombre era Zughan´ko, un vejete moreno, calvo, de ojos café y una apariencia engañosa que ocultaba su verdadera edad. Vestía una túnica de cuerpo completo de color plateado al igual que los otros hombres en los tronos, no obstante, tenía bordados de color negro.
—Es un honor para mí estar aquí el día de hoy, y aprecio que hayan acudido a mi llamado urgente. —Zamur; el hombre de pie en el centro, inclinó su cabeza, no en señal de reverencia sino en un saludo que le fue devuelto por los tres hombres en los tronos. —Como verán hoy he venido solo acompañado de mi talentoso guardia, Attheos y está joven que como habrán notado también es descendiente de los Dragones Plateados.
La chica a su lado poseía una piel blanca y tez clara, media bastante poco comparada a los hombres del lugar. El detalle más prominente era su larga cabellera celeste, nítido, brillante sin palidecer. La apariencia de la chica era delgada, mas no como una doncella rica o una princesa, sino como una niña mimada, puesto que sus brazos y piernas tenían cierto musculo por pasar las mañanas y tardes jugando a trepar los árboles del campo. Sobre esa pequeña nariz suya, tenía aquel par de ojos que emitían una encantadora luz plateada.
—Deja las formalidades y dinos de una vez el propósito de esta audiencia, el Archimago Kao´em tiene una importante labor en la frontera que ha sido retrasada por esto —dijo Arkgas.
Arkgas tenía los ojos de un cautivador color celeste, su cabeza medio pelada era la mayor prueba de que hace muchos años se vanagloriaba de sus dorados cabellos sedosos. Aunque mantenía un aura de responsabilidad idéntica a la de Kao´em y Zughan´ko, la chispa en sus ojos gritaba irreverencia. El color de sus bordados era en un tono de plateado con leves diferencias al de la túnica, mas se podía apreciar mientras no se tuviese problemas en la vista.
Al decir esa frase todos en la habitación fijaron su atención en Kao´em por un instante. Este en lugar de hablar alzó la mano y sonrió alegre y esos ojos verdes esmeralda suyos transmitieron por el sus mensajes: Agradecimiento para su amigo y compañero Arkgas, quien se preocupó por labores que no le correspondían, y una serena actitud que negaba la necesidad de apresurarse en irse. De los tres presentes él daba la impresión de ser quien más años cargaba, pues bien todavía conservaba sus canosos pelos era el más arrugado y senil de ellos. El bordado de su túnica era de color blanco.
—¿Por qué no habla? —susurró la chica a Attheos.
—Silencio. —Le respondió grosero.
—Gracias por su compresión Kao´em, procuraré ser directo. —Zamur apuntó su mano abierta hacia la chica. —El nombre de esta joven es Airys, una chica que vivía en las afueras de Pozde, ciudad al suroeste de aquí.
"¿Por qué dijo "vivía"?" —pensó Airys y sintió la mirada de los tres Archimagos encimándose en ella. Una misteriosa presión le atormentó proveniente de Zughan´ko y Arkgas conforme estos, en palabras de ella, le inspeccionaban el alma. Se encogió con temor creyendo que en cualquier segundo su vida acabaría, sin embargo, Kao´em con su expresión de ternura le calmó y recordó a ese corto tiempo de su infancia cuándo conoció a su abuelo que murió pocos días después. Se relajó y en efecto casi lloró.
Cuando los Archimagos terminaron sus caras revelaron matices que se alejaban de lo que debían ser figuras de poder y orden. La sonrisa apacible y dulce de Kao´em despareció por una mueca de tristeza, la —según miles— inmutable expresión de control de Zughan´ko se quebró y deformó en una de vergüenza y, el peor fue Arkgas.
La supuesta tranquilidad que estaba en la superficie se ahogó en una innegable y genuina cara de un viejo que fue abandonado por sus hijos y olvidado por sus nietos.
—¡¿Cómo es posible que ella tenga tanta energía latente como Seng?! —Se le escapó al desesperado Arkgas.
—¡¿Qué demonios acabas de decir?! —rugió, el hasta ese minuto callado, Seng. —¡Eso no es posible!
—Parece que ya se dieron cuenta de lo primero —dijo Zamur. —Ella posee una increíble energía latente que rivaliza con ese chico, además su ascendencia Draconiana Plateada se prueba sola con ese pelo y esos ojos. Lo único que podría descalificarla es su…
—¡¿Qué hay de sus padres?! ¡Se supone que debe ser primogénita de ambos padres! —exclamó Seng sin reservarse nada de su furia e inconformidad.
—¡Haz silencio Seng! —sentenció Zughan´ko tras recuperar su compostura. —Este lugar sagrado no puede ser profanado con gritos irrespetuosos.
Seng apretó los dientes y se contuvo ante la letal aura de su tutor.
—Sin embargo, es cierto lo que dijo Seng. La primogenitura de ambos es un factor importante —dijo Zughan´ko y Seng no pudo evitar sonreír.
—Eso suficiente para saber que no tiene nada que ver con la leyenda —esputó Arkgas.
"¡Cierto! ¡No hay forma de que ella sea la Elegida! ¡Yo soy el Elegido! No puede ser que después de los años de entrenamiento aparezca esta mocosa y me robe mi título" pensó Seng, poco a poco reganando la confianza en su postura como el Elegido.
—Por supuesto que eso sería suficiente. Sin embargo, mi visita al día de hoy no es sobre la mera existencia de esta niña exótica, no, vengo a decirles que esta niña es la Elegida —dijo Zamur.
—¿Con cuáles argumentos? —dijo Arkgas.
—Attheos.
Al Zamur mencionar su nombre el joven asintió en voz baja y tomó el trozo de tela a su lado y lo ofreció a su patrón.
—Si me permiten me gustaría acercarme un poco al Gran Mosaico.
Arkgas quiso negarse pero Kao´em y Zughan´ko le dieron paso libre, el primero con mejor ánimo que el segundo.
—Bien sabrán, dice la leyenda que este Mosaico se quebró en la última batalla contra el Cazha´aoh hace 1021 años y que ese desgraciado se las arregló para esparcir los pedazos alrededor del continente. —Zamur caminó hacia el Mosaico, desenrolló la tela y se detuvo frente a escasos centímetros de la obra de arte.
—Como lo suponía —murmuró y tomó el trozo de vidrió en sus manos y lo pegó a la pared, abajo, bastante abajo como para que nadie sospechara que faltaba un pedazo rectangular de doscientos cincuenta centímetros de largo y treinta de ancho.
Todos quedaron perplejos menos Airys. Kao´em se paralizó, Zughan´ko tembló por primera vez en su vida, a Arkgas se le paró el corazón por medio segundo, Seng se petrificó y su espíritu crujió, incluso Attheos se sorprendió por las reacciones de aquellos que consideraba perfectos y se maravilló por la capacidad de Zamur de distinguir dónde iba el último trozo.
—Procederé a leer los Designios Sagrados en voz alta grabados en el Gran Mosaico —dijo Zamur sin esperar a nadie. —Para que no se vuelva a repetir, alguien ha de portar con la esperanza de la Humanidad y los Dragones, evitar que Cazha´aoh actué. Y, estás serán las cualidades que le definirán:
<< Será descendiente de algún Dragón Alma de Plata para que su apariencia recuerde el pacto >>
<< Nascerá en la primera década luego de que mil años transcurran tras ese terrible día >>
<< Tendrá la Primogenitura de un Padre virgen y una Madre virgen unidos en santo matrimonio >>
<< Poseerá una gran energía latente y la mayor edad posible tras cumplir los otros designios >>
<< Como será y siempre ha sido, el pacto dicta que la Elegida será una mujer >>
—Por lo tanto, esta chica… no, ¡Airys es la Elegida! —afirmó Zamur y la atención se enfocó en ella.
—¡¿Eh?! ¡¿Soy qué?! ¡¿En serio?! —Airys que recién se enteró de que la leyenda que está de moda entre los jóvenes de varias ciudades y pueblos era cierta estaba con los ojos abiertos de par en par. Se emocionó al saber que ahora ella podría vivir su sueño de ser una aventurera pero… sintió lastima por aquel chico de pelos negros azabaches con mechones azules en total desorden.
—¡NO! ¡Eso no es cierto! ¡Yo soy el Elegido! ¡Yo soy quien entrenó durante toda su vida! —rugió Seng e hizo sacudir la sala con su voz.
Airys se asustó y soltó un chillido por lo repentino.
—¡Yo cumplo con todos los cuatro Designios Sagrados! ¡Yo tengo más energía que ella!
—¡Te dije que dejarás de faltarle los respetos a este lugar!
El tono de voz de Zughan´ko retumbó en la habitación, pero para Airys fue raro, apenas su voz salió de su boca sonó de una forma tan baja que la hizo dudar de si gritó o no, pero notó como el chico se tapaba los oídos adolorido.
—El quinto Designio dice que el… La Elegida debe ser una mujer —dijo Zughan´ko luego de esconder tanto como pudo su dolor y pena.
—Una mujer… —Balbuceó Seng, se derrumbó de rodillas al piso y su mente se perdió en una vacía y profunda oscuridad.
Kao ´em contuvo las lágrimas al ver a su discípulo en ese estado de tal amargura y Arkgas contra todo pronóstico se tapó la boca y derramó una agría lagrima que solo Airys no percibió.
—Pero, —Seng alzó su cara. —¿Qué hay de sus padres? —dijo tratando de reparar lo que ya no existe. Que ella no cumpla ese no le devolverá mágicamente el título que en realidad nunca le perteneció.
—Sobre eso, —Zamur regresó al centro del salón. —He confirmado que sus padres son los Defyh-
—¿Te refieres a esa familia que murió hace quince años? —interrumpió Arkgas con rapidez, sus emociones "estables" y una profunda mirada en Zamur.
—…Sí. Ellos eran íntimos amigos de la familia en la que Airys creció.
"¿Eh? ¡¿Soy adoptada?!" chilló Airys en su mente mientras Seng perdía su falsa esperanza.
—Eso debe despejar las dudas, pues ellos no tienen otros hijos. Pensaba que eran estériles. Bueno, —Zamur se golpeó el cuello un par de veces. —Ahora que ya está probado que Airys es la Elegida se las encargo para que la entrenen.
—Eso… Eso será imposible —esputó Zughan´ko.
—¿Cómo? Exijo una razón por la que ustedes no la entrenen, ella es la Elegida —dijo Zamur. "No me digan que no lo harán por cariño al chico"
—No tenemos el tiempo.
—¿Eh?
—Para nosotros fue muy difícil que al menos uno de nosotros permaneciera junto a Seng para entrenarlo, aunque fue un alumno muy entregado y talentoso no podíamos llevarlo con nosotros a todos lados por dos razones. La mayoría de los lugares eran demasiado peligrosos para protegerlo activamente y no debíamos revelar el secreto de que la leyenda es verdadera. Este último año Seng se entrenó prácticamente solo, y a partir de la mañana siguiente estaremos ocupados por cerca de dos años, si no más.
—¿Entonces cómo entrenará? No podemos pedírselo a cualquiera, debe ser alguien fuerte, digno de confianza, que la proteja y pueda enseñarle todo lo que requiere la Elegida. ¡Lo segundo elimina de la ecuación a la mayoría de los Anillos de Amatista y ni hablar de lo último!
—Seng puede.
De nuevo todos menos Airys se sorprendieron en sobremanera. Kao´em habló y gastó palabras de su pacto.
—Cierto… Él ya sabe todo lo necesario, es muy fuerte, ya conoce el secreto y ha demostrado ser capaz de guardarlo toda su vida. También es perfectamente capaz de ser su guardián.
—¿De qué estás hablando? —murmuró Seng.
—¡Seng! ¡A partir de mañana te ordeno que seas el tutor y guardián de Airys! ¡Le ensañarás todo lo que sabes y la protegerás de todos los peligros hasta el día en que yo determine que está lista! —sentenció Zughan´ko con terrible autoridad.
—¡¿Qué?! ¡Me rehúso!
—¡¿Piensas rehusarte a un mandato directo de un Archimago?! —Seng retrocedió de miedo. Zughan´ko suspiró y continuó con un tono suave y acogedor: —¿Vas a negarte a una de las peticiones orales de Kao´em?
Seng dudó. No se había detenido a pensarlo pero era la segunda vez en toda su vida que escuchaba a su Maestro Kao´em decir algo. Allí estaba él como de costumbre con un semblante repleto de amor y cariño hacia Seng. Seng comprendió los sentimientos de su maestro, no había forma de que Kao´em no le entendiera a él o a la situación en la que estaba, así que sus palabras voluntarias tenían el mayor de los pesos y provenían de una de las personas que respetaba —y amaba— por sobre todo lo demás.
—Está bien… —dijo y alivió el alma de Kao´em y Zughan´ko.
—¿Alguna objeción? —dijo Zughan´ko.
—Por mí no hay problema, solo me gustaría que me demostrase un poco de su habilidad. Un duelo de practica con Attheos sería suficiente —dijo Zamur el cuál desconocía que la pregunta iba dirigida a Arkgas.
Airys, quien apenas tenía una leve comprensión de lo ocurrido se alegró de que tuviera un maestro, en especial uno tan joven y con pinta de ser muy fuerte. Y quizás también porque le era un poquito atractivo.
Por el otro lado, en la mente de Seng se libró una guerra y un único deseo fue el vencedor…
"Quiero matarla…" y trató con todas sus fuerzas pacificar su instinto asesino.