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Chapter 5 - 05: Monstruo

Dos horas y quince minutos exactos antes de que Airys decidiera invocar a sus compañeros para atacar a Seng, a unas cuantas decenas de kilómetros al este, Arkgas meditaba lo que iba a hacer. Sus ojos carecían del brillo que tenía al actuar como un viejo amistoso y deshecho.

Varios metros debajo de él se hallaba la vieja mansión de la familia de Airys. Arkgas con el sol a sus espaldas caminó sobre las escaleras de sombras que conjuró, bajó con paciencia cada escalón a la vez que creaba uno nuevo para seguir bajando olvidándose de mantener los anteriores. La tragedia que sucedería se pudo haber evitado si tan solo no vivieran en un mundo lleno de mentiras.

Dentro de la mansión una señora de unos treinta y tantos años se peinaba la larga cabellera azul frente a un espejo. Su semblante triste estaba repleto de nostalgia, tenía un extraño deseo de ver a su hija otra vez; por eso se peinaba, porque tenía la certeza de que su hija era idéntica a ella y que su amiga jamás cortaría el hermoso cabello que siempre alabó.

—Quisiera… poder visitarte pronto… conocerte… —murmuró a su reflejo.

—¿Visitar a quién?

Celeana se giró rápido.

—¿Señor Arkgas? ¿Qué hace aquí? —Se levantó de la silla. —No recuerdo haberlo invitado.

—Vengo porque se presentó un imprevisto, y necesitaba hablarlo con usted.

—¿Conmigo? ¿Qué asunto tendría un Archimago con la líder de una pequeña casa guardiana como la mía?

Celeana miró a su alrededor y maldijo guardar su armadura y arma en el piso de abajo. Para ella, era obvia la intención macabra del anciano.

—Estoy cansado de mentiras muchacha —dijo Arkgas —. La encontré.

Celeana apretó sus puños y la diminutiva oportunidad de disimular que no le comprendía se apagó cual vela bajo la tormenta.

—Si… ¡Si le hiciste algo a ella no te lo perdonaré!

—Calma, —Arkgas se paseó en dirección a la puerta de la habitación. —gritar no viene al caso, ella está con uno de los guardaespaldas más habilidosos y además… —Arkgas abrió la puerta y salió. —no me oculté de tu esposo.

Celeana se sobresaltó y aunque lo más seguro es que fuera a morir si cruzaba esa puerta no tuvo más opción que cruzarla.

—¡¿Layrom?! —Celeana apoyó sus manos en la barra de madera que cubría el balcón.

—Aquí estoy amor —dijo el aludido en el centro de la sala de abajo.

Layrom era un hombre algo bajo comparado con su esposa, de piel oscura empalidecida por falta de sol. A diferencia de Celeana él no estaba en bata sino que llevaba sobre sí una armadura de cuero y portaba su espada atada en el cinto. Layrom estaba alerta, y aunque preferiría resolver la situación con palabras, su instinto le hizo desenvainar su espada.

—Arkgas… entiendo tu enojo, pero hay otras maneras de afrontar esto. No quiero pelear con usted.

—¿Mi enojo? —En lo que Arkgas dijo esto Celeana y Layrom giraron su cabeza al sillón de la derecha. —Creo que están malentendiendo algo importante…

Arkgas tenía una copa en su mano y se había servido una copa de vino que sacó de la reserva de ellos.

—Estoy aquí para no ser como ustedes… —Tomó un sorbo. —Para hacer mis palabras ciertas.

De inmediato se formó una sombra a la izquierda de Layrom, una garra que lento rodeaba el aire circundante, pero Layrom no pestañeó antes de cortar unas tres veces la extraña sustancia negra. Celeana aprovechó para saltar la baranda y caer junto a su esposo.

—¿Y mi equipo? —susurró ella.

—Cuando lo noté ya no estaba.

Ambos se colocaron espalda con espalda, no tenían los detalles de cómo peleaba Arkgas pero conocían muy bien que era especialista en usar las sombras y la luz por las historias de terror que los bandidos y trovadores contaban al amanecer, así que dieron por hecho que lo que veían sobre su sillón no era más que una mera ilusión.

Acertaron.

El sonido de la botella de vidrío cayendo les provocó un pre infarto a los dos, en especial porque estaba en la dirección opuesta al sillón.

—Ese era un vino muy caro... —dijo Celeana burlonamente. Al igual que su esposo se preguntaba si ese ruido lo hizo el verdadero Arkgas o había utilizado alguna sombra para confundirles.

"No llegaremos a nada así" —pensó Layrom y deslizó su mano en su bolsillo derecho. —"Revélame su ubicación" —tras un destello corto una mosca diminuta salió de su bolsillo.

—Supongo que ya es tiempo de comenzar… —alegó Arkgas y levantó la copa en señal de brindis. —Por los padres de la elegida… los pobres que murieron el día en que ella nació. —Al instante Arkgas desapareció y; antes de que la copa tocara el suelo, siete siluetas sombrías se manifestaron alrededor de la pareja.

—Abajo —advirtió Layrom al usar su espada en un tajo circular. Celeana se había agachado antes de oírle.

Tras ser cortadas, dos de las sombras se extendieron desde el torso para amarrar los tobillos de Layron, este se percató e intentó cortarlas de nuevo sin embargo para cuando rotó su agarre ya era tarde.

Layrom voló por los aires directo al candelabro del techo y por un segundo lamentó no ser tan veloz como su abuelo. A mitad del camino se enderezó y soltó un tajo en frente que generó suficiente viento como para detener su avance y provocar su descenso.

—¿Miedo? —El rostro de Arkgas surgió de la nada frente a la cara de Layrom, que del impacto pateó el aire a través de esa cara arrugada.

Por su parte Celeana estaba siendo asediada por lo que parecían ser una docena de serpientes negras que sin importar cuanto pisara o golpeara resurgían de la nada.

Una de ellas se deslizó por detrás y saltó hacia su cuello con éxito. Celeana en lugar de ser sofocada agarró con ambas manos a la sombra mientras apartaba a las demás con las piernas; y sin resistencia alguna por parte de la serpiente, la separó de su cuello y la rompió en dos.

Aunque la pelea no le parecía letal, Celeana entendía que era cuestión de tiempo para que alguno de los dos recibiera un golpe que resultaría en su fin. Debían encontrar al viejo mugroso.

Al momento en que Layrom cayó de puntas ignoró las sombras a su alrededor y de un poderoso salto avanzó cortando las serpientes junto a Celeana; sin embargo, como si lo hubiera previsto una esfera de luz fue conjurada en la cara de Layrom y un martillo de sombras aprovechó el instante de confusión para mandarlo directo contra un muro y remodelarlo al tiro.

Celeana quiso ir corriendo a ayudarle no obstante Arkgas le agarró el brazo y con la otra mano la cara. En menos de un segundo Celeana sintió que el mismísimo sol la tocaba.

—¡Aaaaahhhh! —exclamó Celeana, y llena de ira usó sus propias manos para apartar las manos de Arkgas, luego de hacerlo y lagrimar de dolor le propinó un derechazo al anciano antes de que se volviera invisible.

Celeana predijo donde estaría Arkgas y se preparó para atacar, fue una lástima que Arkgas si prestase atención a Layrom.

—Si te mueves, lo asesino —dijo y se dejó ver tan solo para que Celeana viera en la misma dirección que sus ojos arrugados.

En medio del aire Layrom yacía colgado por el cuello de una sombra, con la mano derecha atrapada por otra y la izquierda ocupada en sostener su espada.

—¡Eres un desgraciado! —esputó Celeana a Arkgas. —¡Déjalo ir!

—No.

Arkgas inició a desaparecer y Celeana vio como unos hilos sombríos salían del suelo alrededor de ella. Layrom se ahogaba, ¿cuál era la mejor opción? ¿Ir por su esposo? ¿Arriesgarse a que muera por ir tras Arkgas? Le dolía el corazón… hasta que su esposo estiró el brazo en el que tenía su espada y —con un brillo idéntico al que Airys generaba al invocar a una de sus criaturas— la espada se volvió una serpiente de acero con bordes con filo de sobra para librarse de esa horca sombría.

—¡Rápido! ¡Hay que destrozar todo el lugar! —rugió y se abalanzó adelante cortando todo el aire en su camino con la serpiente siguiendo cada uno de los movimientos de sus brazos en el aire.

Celeana entendió la estrategia de su esposo y se dispuso a imitarlo dando golpes. Y como si de un milagro se tratase ambos comenzaron a oír los pasos agitados de Arkgas al esquivar sus ataques.

"¡Lo tenemos!" —pensaron Layrom y Celeana llenos de esperanza al cada vez sentirse más cerca de dar un golpe certero en el invisible Arkgas.

Pobres ilusos.

"No puedo creer que fueran tan fáciles de engañar" —pensó Arkgas, tranquilo, sentado lejos de ellos. —"Qué tontos"

En efecto, lo que Celeana y Layrom perseguían era una sombra que era cubierta de luz que imitaba a la perfección a Arkgas que de nuevo era cubierta de luz para dar la impresión de que se camuflaba.

Arkgas los observó corretear por todo el lugar de forma patética, ¿en serio eran tan débiles los padres de la Elegida?

"Ni siquiera se dan cuenta de dónde están"

Arkgas había cubierto todas las superficies con su sombra, logrando atraparlos y los que ellos creían que era su sala, era más bien una enorme caja negra con luz dentro.

El esfuerzo de Layrom y Celeana carecía de lucidez a los ojos cansados del viejo Arkgas. ¿En serio eran ellos los progenitores de aquel que salvaría a la humanidad? ¿Esa chica lograría ser más talentosa que el chico que él mismo había criado? Que ridiculez.

En ellos no había nada especial, ni la más mínima pizca de talento o ingenio, no en contraste a la magnífica familia de Seng.

—Su madre… su madre y su padre se hubieran dado cuenta en el mismo instante —murmuró para sí con el ceño fruncido y lágrimas en los ojos.

Pero ese par seguía luchando contra lo imposible, dando vueltas y acrobacias que alargaban lo inevitable, agotando la paciencia de Arkgas.

Layrom despedazó el último trozo de sombra con su serpiente de acero y cruzó miradas con su amada para otorgarle la misma sensación que poseía dentro de su corazón.

Celeana percibió lo que su marido quiso decir y se reafirmó que habían hecho lo correcto, que quizás la única cosa de la que debían arrepentirse era jamás haber visto la deslumbrante sonrisa de su hija al crecer. Ambos, giraron en dirección a la puerta; seguir con la pelea era un pérdida de tiempo, debían escapar y encontrar a su hija.

Layrom tomó la iniciativa y avanzó rasgando cada uno de las garras e hilos sombríos que se interpusieron en el camino, dejando la vía libre para que Celeana le siguiera.

La mano de Layrom se posó sobre la perilla.

—Me decepcionan.

La ilusión que le era una puerta se rompió para revelar a Arkgas rodeado de un sin número de cuchillas de sombras que al instante atravesaron a Layrom por el pecho, piernas y brazos a hasta levantarlo unos cinco metros al aire transformando el ambiente en una delicada lluvia roja.

—P-por… favor… —sollozó Layrom. —detén esto…

—¡¿Por qué tienes que atacarnos?! ¡¿No comprendes que tan solo queríamos proteger a nuestra hija?! ¡¿No entiendes el amor de un padre?!

Él decrepito corazón de Arkgas crujió. Claro que entendía que era el amor de un padre, a la perfección.

—Nos… nosotros protegemos estas tierras… por favor… —La serpiente de Layrom trataba de eliminar las sombras que atravesaba a su maestro con desesperación, sin embargo, cada corte era inmediatamente restaurado.

Arkgas estiró el brazo y —con ese mero acto— la vida de Layrom se desvaneció junto a la serpiente.

Celeana derramó todas las lágrimas que su cuerpo era capaz de producir junto con el desgarrador grito que hirió sus cuerdas vocales de gravedad.

Arkgas tan solo mandó a las cuchillas a erradicarla.

Para su sorpresa la piel de Celeana era escamosa y rígida como la piedra, lo cual lo dejó atónito por un segundo.

Los ojos inyectados de sangre de Celeana brillaron en un tenue plateado que le recordó a Seng en sus peores momentos. La sangre de Layrom que todavía caía se detuvo y rodeó a Celeana.

—Ya veo… —dijo Arkgas y la respuesta de Celeana fue disparar cada una de las gotas de su difunto esposo a él en un insólito despliegue de balas.

Técnica que destruyó todo a su paso que incluso la luz natural pudo entrar a esa caja de muerte.

Igual no importaba en lo absoluto.

Unas cadenas de sombras le rodearon los brazos y piernas, poco a poco comenzaron a aplicar fuerza en distintas direcciones. Arkgas —sin un rasjuño— le dedicaba una mirada dispersa e insensible desde donde siempre estuvo, frente a la habitación de ella en el segundo piso.

—Airys… —dijo ella.

Arkgas se volteó para no sentir ganas de vomitar.

—Eres un monstruo…

—Se necesita de un monstruo para crear a otro. —La piel de Celeana comenzó a ceder. —Y de un monstruo para vencer al Demonio.

Esa es la verdad.