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Chapter 7 - 07: Despertar

Airys, aunque ella creía que no, era una niña. Por mucho tiempo su madre y su padre adoptivo la cuidaron y mimaron dentro de sus capacidades. Ella sabía cocinar, encender fogatas y realizar toda clase de labores. Sin embargo, para ella era la primera vez que padecía hambre. Era incapaz de comparar lo que sentía en ese instante con cualquiera de los "peores" días de su vida.

Apenas era el cuarto día. No recordaba haber visto o saber algo de Seng en las últimas horas. Ese sujeto era un malvado desgraciado.

Le dolía, le dolía demasiado.

Todo estaba oscuro entre la madriguera improvisada que hizo, llena de ramas rotas y hojas podridas. Ella podría aguantarlo… sí… Si tan solo ese malvado joven no le pusiera más trabas.

Seng en todos esos días no solo se encargó de cuidarla de bestias —si le llamas así a salvarla a último minuto—; sino que le destruyó una y otra vez cada fogata y comida que lograba conseguir de los árboles.

¡Incluso le aplastó la oruga que iba a comer! ¡¿Por qué?!

—¡Seng! ¡Seng! ¡Seeeng! —gritó entre lágrimas.

Pasar hambre era horrible, tener cortadas por todo su cuerpo era horrible, estaba enferma, su madre le dijo que si se enfermaba tenía que comer bien, si no come bien se va a poner peor.

—¡Esto no es lo que tenía pensado! No lo es… Quería salir de aventuras, no quiero pasar hambreeee… —sollozó.

El lugar era húmero y oscuro, con árboles muy altos que ocultaban la luz del sol casi a la perfección, era un ataúd perfecto.

—¡¿Por qué no me respondes pedazo de mierda?! ¿por qué je je je…?

—Deja de quejarte Mocosa.

Tan pronto como oyó esas palabras, la moribunda Airys se puso de pie usando todas sus fuerzas, acción que le causó severos mareos y dolor en la cabeza. Sus piernas temblaron. Buscó por todos lados durante el tiempo en que sus debilitados sentidos le dejaron, pero no encontró a ese cruel hombre.

—¡¿Qué te pasa? ¡Me traen a este lugar…, me dejan sola… —cayó de rodillas al piso. —No lo entiendo… me dijeron que era la Elegida… —El torso le pesaba y no tuvo más opción que ceder ante la fuerza y apoyarse de manos contra el suelo.

—Yo… tengo hambre… me duele todo… —Lágrimas y más lágrimas surgían de sus ojos enrojecidos, lo único que la mantenía con vida eran los míseros sorbos de agua que había podido beber, esos mismo que ahora desperdiciaba en su llanto. —¿Qué quieres de mí?

Seng estaba de pie en una rama a unos cuantos metros detrás de ella. Le daba lo mismo el bienestar de ella, no obstante, no importa si la odia a morir, decirle la verdad le pareció ser alguien en verdad desalmado.

—Invoca a tus criaturas sin usar tus manos —dijo.

—¡Ahhhgr! —chilló —¡¿No ves que ya ni si quiera puedo hacer eso?! —Alzó sus manos llenas de hojas, incapaz de usar alguna para invocar a Hojita.

Su vista se iba de un lado a otro, quizás era por el llanto pero todo se veía borroso y la dureza de las ramas le comenzó a parecer cómoda.

—Seng… ¿voy a morir…? —Su atormentada mente se nubló, su piel palideció en el acto y el dolor… desapareció.

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La conciencia de Airs retornó a la velocidad de un relámpago que cae en un día tempestuoso. Abrió los ojos casi en contra de su voluntad en un doloroso reflejo que no sabía que tenía. Sus ojos no dudaron en aguarse predispuestos a la triste realidad de seguir sufriendo de hambre y demás penas, pero era extraño, se sentía un poco mejor.

—No, no te moriste —dijo con hartazgo.

—¿Seng…? —Airys estaba acostada en un viejo tapete relleno de hojas y plumas de hace años. —¿Dónde estamos? —Se levantó cuanto pudo para apreciar el lugar.

Era una cabaña fea y mugrienta a la que le urgía una severa temporada de limpieza desde hace mínimo media década, sin embargo; hasta con la mísera luz de la vela a su lado y la fogata frente a Seng, daba una increíble aura de bienestar en contraste su posible lecho de muerte.

—Es la casa que yo hice cuando vivía aquí, solo. —Seng había preparado la fogata en un pequeño hueco que daba al suelo en medio de la cabaña. —Bebe —Estiró su brazo para ofrecerle una pequeña tasa con un líquido caliente.

Airys lo tomó, vio pequeñas ramas flotando y desvinculada de cualquier inhibición disfrutó cada sorbo.

—¿Por qué ya no tengo tanta hambre? —preguntó entre tragos.

—Pues porque yo te di de comer.

—¿Mientras dormía?

—Aja.

—¿Por qué?

—¿Cómo que por qué? Es obvio Mocosa —respondió Seng sin dejar de preparar su té ni dignarse a mirarle.

—¡¿Por qué me hiciste pasar por eso?! —Airys apretó la tasa. —No te entiendo… primero juegas conmigo, luego… luego me pones en peligro y me salvas… y-y me dejas sin comer… ¡¿Y ahora me atiendes?! ¡Estás loco!

—Hm, jajajajajaja. —Seng apretó su nariz para beber de un trago su té y luego arrugó su cara llena de nauseas. —Mocosa —suspiró —, yo no te pediré ninguna clase de perdón porque lo yo que hice es correcto.

—¡¿A qué/

—¡¿Acaso no te das cuenta que has desperdiciado tu vida?! —Le interrumpió. —Mientras yo entrenaba arduamente todos los días con métodos más macabros de lo que puedes imaginarte tú pasabas tus días jugando y ayudando a tu mamí con la casa.

Seng se levantó.

—Aunque quizás parezca que yo hago esto por crueldad, también lo hago por necesidad.

"¡¿También?!" chilló Airys internamente.

—Yo tengo que asegurarme de que en menos de tre- —Seng se frustró por un segundo y se corrigió: —Menos de seis años estés lista para enfrentar al Demonio.

—¡¿Solo tengo seis años?

—¡Sí! ¡¿Ya entiendes?! ¡Yo tengo que lograr lo imposible contigo y hacer que estés al nivel de los Archimagos y más! ¡Ellos me entrenaron toda mi vida y yo apenas podría huir de ellos!

Airys bajó la tasa y un espeso sudor frío bajó por su frente. ¿El Demonio? Es cierto, se supone que ella es la Elegida, su deber es vencer a esa cosa. El punto es… ¿cómo?

—Seng… ¿para ser fuerte debo pasar hambre…? —Su mano no dejaba de temblar.

Seng respiró profundo, se sentó frente a ella al lado de la fogata y tras un minuto de silencio se decidió a ser por primera vez amable.

—Sí. —La irritante mirada que a cada instante lanzaba sobre la pobre Airys fue reemplazada por los ojos de alguien que ha estado en esa postura llena de incertidumbre. —Yo sé que estás cansada pero en serio necesito que escuches con atención lo que voy a decir.

Airys asintió.

—Como ya dije yo antes, tienes que aprender a usar tu alma. Eso implica ser capaz de invocar tus criaturas siempre y con cada método posible, aprender a fortalecer la resistencia de tu cuerpo, descubrir, desarrollar y amaestrar las demás Resonancias de tu Alma…

Seng procedió a explicarle que, de las distintas formas de llegar a aprender a usar Alma —percibirse más allá del cuerpo— la más rápida era la única opción viable con el tiempo que contaban. Si la ponía a meditar, pasarían meses antes ver los avances. Ejercicios intensivos es una opción más segura con la desventaja de no poder prever cuándo lo logrará. Estar al borde de morir es, irónicamente, lo más seguro.

—Dime Mocosa, ¿ves algo diferente?

Airys colocó sus palmas delante de sí. Todavía tenía los sentidos alterados por el agotamiento y estrés; no obstante, al ver sus manos, la ilusión de que estas estuvieran más lejos de lo usual cruzó su mente y se quedó allí. Lo mismo ocurrió con todo su alrededor.

Era raro.

—Hm. —Seng no tardó nada en darse cuenta que ella experimentaba los primeros síntomas. Se dijo a él mismo que ella fue capaz de ello por lo bueno de su táctica de tor-entrenamiento, sí, en efecto fue gracias a él, claro. —Bien Mocosa, parece que funcionó.

—¿Eh? ¿Cómo sabes?

—No es la primera vez que yo lo veo. —Seng fue a la pared contraria de la cabaña, agarró la hamaca que tenía guindada repleta de polvo y caminó hacia afuera a sacudirla. —Hoy puedes descansar, mañana iniciaremos las clases y las practicas.

—¿De —tragó su saliva nerviosa — magia?

—Por supuesto. —Seng esbozó una sonrisa para nada alegre y de alguna forma sincera.