—¡Vamos! ¡Es un camino de bajada, deberías haber dejado la montaña hace más de dos horas! —gritó Seng con desprecio mientras veía el patético esfuerzo de Airys por correr rápido sin tropezarse.
—¡¡NO ME QUIERO CAER!! —chilló ella y Seng frunció el ceño por el dolor en el oído. —¡¡PARA TI ES FÁCIL BAJAR POR TU MAGIA!!
De cierto modo, Airys tenía razón. Durante todo el recorrido Seng anduvo sentado, así es, no le hacía falta mover un centímetro de su cuerpo de manera convencional para poder superar inexperta corrida de Airys; en cambio, usaba su sombra como si del trono de un rey se tratase y descendía con la gracia de una silla de ruedas con amortiguadores perfectos.
—¡Por favor! ¡Como si pudieras notar el nivel de habilidad que esto requiere!
—¡¡¿Y TÚ CREES QUE BAJAR PO?-AHHHHHHHH!!
Airys, distraída por la conversación y la necesidad de chillar furiosa, se tropezó con un piedra y— si bien eso no la hizo caer de inmediato— fue cosa de segundos para que su equilibrio se perdiera y la velocidad le impidiese reponerse al grado de sucumbir al reflejo de colocar sus manos al frente para evitar un poco del daño.
—"Al fin" —pensó Seng con una sincera sonrisa en el rostro, sabía que no iba a morir, porque ya habían abandonado la zona áspera y rocosa de la montaña y que cerca había suave grama y hasta un rio. —"¿Cómo debería yo castigarla si se rompe un hueso?"
El descenso al infierno de Airys tuvo un final húmedo y frio lleno de suerte, pudo haber caído en varios otros lugares en ese mismo rio con mucha menos profundidad y convertir ese ridículo cabezazo a la piscina en algo letal. Sin embargo, los varios impactos le cobraron factura y al ella salir a tomar el aire sintió el ardor de cientos de picadas pequeñas alrededor de su delicado cuerpo de doncella; lo cual la llevó a revisarse y aullar aterrorizada por cada uno los cortes, raspones y gotas de sangre que brotaban.
—Hmm, no moriste —dijo Seng.
—��¡Casi lo hago por tu culpa!! —dijo Airys sentada y humillada en el medio de la fluente. Seng paró de usar su sombra, se acercó a la orilla del rio y se inclinó llevándose la mano al pecho para dedicarle la sonrisa más irónica y molesta que Airys había visto en los quince años que tiene.
—¿Acaso yo te dije que te tropezaras?
—¡Esto no es gracioso!
—La comedia es un arte que no siempre es apreciada.
Seng decidió cruzar el rio y para eso lo tocó con la punta del pie por un par de segundos para luego iniciar a hacer que un frio suave cubriera la superficie. Antes de que Airys se levantara ya Seng estaba al lado de ella mirándola arrogante sin siquiera ofrecerle la mano.
—Sal de allí Mocosa, no te sobra el tiempo —dijo y terminó de cruzar el rio de un salto para esquivar el ataque de salpicadura de la pobre chica.
Airys salió del rio murmurando palabras que su madre le reprocharía y con una cara de margada se apretó el cabello tres veces para no andar —tan— empapada. Le dolían las piernas de correr; y caer, el estómago por el hambre; y caer, la cabeza por la rabia que le causaba su falta de caballerosidad; y también por caer… Ella en verdad estaba harta de él, y de caer.
—¡No me llames Mocosa! —chilló con los ojos llorosos. —¡¿Qué te he hecho para que me trates así?!
Seng se volteó, le dio una mirada desigual y siguió andando.
—¡Uuhy! —Airys retorció sus brazos para liberar una mísera parte del estrés y la ira que tenía dentro de sí, y luego de buscar a su alrededor por un árbol corrió sin dudarlo a este, tomó una de sus hojas caídas y pegó su mano libre al tronco.
—¡Será mejor que más nunca me llames Mocosa! —chilló y un destello de luz pura surgió de la hoja y árbol conforme ella parecía estar pujando y apretando el rostro.
Seng se quedó quieto y empezó a levantar con lentitud los dedos de su mano izquierda, esperando por el final de aquel intento de amenaza incompleto. No fue hasta que llegó al tercer dedo de su mano derecha que el resultado se pudo visualizar.
La hoja se transformó en una diminuta criatura de piel esmeralda clara, cabello celeste —que se asemejaba a una versión descolorida de los cabellos de su invocadora—, vestida con recortes de hojas de otoño y primavera y un par de alitas semitransparentes. Al árbol se le hizo una cara de abuelo gruñón, varias de sus ramas se unieron para crear brazos gruesos de cuatro dedos y se desenterró dando dos poderosos y grandes pasos.
—¡¿Qué tal?! —exclamó ella confiada y satisfecha por la intimidante actuación de Terry.
—Aunque lograste llamar a ambos a la vez te tardaste demasiado y durante todo ese tiempo no te podías mover, la mayoría del tiempo tuviste los ojos cerrados y ni siquiera trataste de disimular tu plan para compensar esos errores.
Airys, Hojita y Terry se quedaron en silencio por dos largos e incomodos segundos.
—¡¿No estás sorprendido?! ¡Terry mide más de dos metros!
—Y esa roca de ella mide un metro, ese conejo no debe medir ni medio metro y la montaña detrás de ti mide cientos de metros —dijo y los señaló con el dedo repleto de desgano.
—¡¿Un conejo?! —chilló emocionada y hubiera olvidado su objetivo de no ser por la mini bofetada tierna de Hojita.
—¡Pipipi Pii!
—¡Tienes razón, Hojita! —Sus ojos le brillaron y recuperó el enfoque.
—"¿Hojita?" —pensó Seng decepcionado pero no sorprendido por el terrible gusto de Airys.
—¡Esta es la última advertencia! ¡Arrepiéntete ahora de tu grosera actitud y quizás solo haga que Hojita te fastidie un poco! —sentenció Airys, recostada en Terry con Hojita en su hombro, los tres compartían una segura y seria expresión que —según ellos— corroboraba al impacto de esas palabras.
—Ya deja de jugar, no tienes tiempo para estas cosas Mocosa —respondió Seng después de darles la espalda.
—¡No digas que no te advertí! —chilló Airys a la vez que extendía su brazo en señal de ataque.
La primera en actuar fue Hojita, quien con aprovechó una minúscula ráfaga de viento que recorría el hombro de su ama para salir volando en dirección a Seng. Hojita siguió su táctica habitual: Rodear a su objetivo múltiples veces para generar un tornado que lo desestabilice, eso debería ser suficiente para que Terry tenga el tiempo que requiere para llegar a él y molerlo a golpes.
—¡Vamos Hojita! —Le animó Airys.
Pero algo no iba bien. Ya había dado veinte vueltas como de costumbre y el viento había agarrado fuerza, ¿por qué lo único que se sacudía de ese chico grosero era su cabello mal pintado?
Hojita, sabiendo que Terry estaba en camino, triplicó sus esfuerzos gritando "¡Pi pi pi pi pi!" una y otra vez, y, debido a la desesperación por lograr que Seng se desequilibrara, usó su último as: hacer el circulo lo más pequeño posible. Así de estar a más de un metro de él pasó a estar a casi veinte centímetros y lo que era un supuesto tornado se convirtió en uno verdadero que cualquiera podría ver y oír.
—¡Ooh! —La emoción en la cara de Airys era intensa, jamás se habría imaginado que Hojita tendría tanto talento.
Seng suspiró profundo con los brazos cruzados, debía parar con esto o su ropa se ensuciaría con la tierra y basura que levantaba la mosca con cara. Para Hojita fue imposible huir del repentino agarre de Seng, el cual apenas estiró la mano para que la boba chocara de lleno.
—¡¿Eh?! ¡¿Por qué no cayó?! —dijo Airys y enseguida notó que los pies de Seng estaban congelados hasta sus tobillos.
—¡Pi pi! ¡Pi!
—¡¿Qué le haces a Hojita?!
Seng no le prestó atención, solo junto sus manos y las separó para no tardarse. Airys al instante supo lo que había sucedido al ver dos trozos de algo caer de las manos de Seng. Impactada se quedó muda y lágrimas iniciaron a correr por sus ojos enrojecidos. Terry sintió las emociones rotas de su ama y con eso dio el último paso para ser capaz de propinarle un mazazo a Seng por la espalda.
Un estruendoso FUUUZ se oyó desde el tronco mientras se movía por el aire hacia Seng, no obstante, este permaneció inmóvil sin mostrar señales de reaccionar para esquivarlo. Airys creyó que era por el hielo que se lo impedía, pero como si de una mala animación que solo mueve el modelo Seng se trasladó unos pocos pasos a la derecha para esquivar el porrazo.
Incluso el mismo Terry que presenció la acción se detuvo medio segundo a penar antes de levantar el brazo por segunda oportunidad, no obstante, el resultado fue idéntico. Seng no movía un musculo y de todas formas evitaba cada ataque del poderoso —y exageradamente lento— árbol con patas.
—"¿Cómo demonios hace eso?" —Airys se rascó la cabeza confundida y exasperada hasta que un balazo de obviedad le voló los sesos: La sombra.
De inmediato fijó su mirada en los pies de Seng y, aunque apenas lo logró, vio que debajo de las piernas gélidas de Seng la sombra se encargaba de moverlo. La velocidad no era la gran cosa, ella misma debería moverse más rápido si lo intenta, mas era mucho más de lo necesario para bailarle sabroso a Terry.
Entonces Airys notó la mirada de Seng.
Él ignoraba a Terry, solo la miraba a ella; no con una mirada común de esas que incomodan si pasa el tiempo, no. En sus ojos había ese deseo de destrucción retenido que ya se le empezaba a hacer familiar a ella.
Seng suspiró y en lugar de seguir con las estúpidas vueltas por los costados de Terry, avanzó hasta Airys que sin saber cómo reaccionar presenció de frente como Seng levantaba sus piernas para romper el hielo mientras seguía su curso aberrante hacía ella.
—¡E-espera! —chilló Airys al cerrar los ojos con miedo y poner las manos en medio de su rostro y el golpe que se imaginaba vendría.
…
…
…
Extraño.
Airys abrió un ojo con pavor y se alivió al solo ver a Terry normal, parado de cabeza como de costumbre…
—¡Terry ayúdame! —rugió la Elegida cuando sintió la sangre viajando de sus piernas a la cabeza. —¡¿Por qué me haces esto?!
—¿Yo? Si fuiste tú quien llamó a esas cosas para pelear. —dijo Seng. Él sostenía la pierna de Airys con una sola mano y su sombra le apresaba todo el torso a la niña. —Oye árbol hueco, será mejor que te desvanezcas o le rompo las piernas a tu dueña.
—¡¿Qué?! ¡No! ¡No puedes hacer eso! ¡Ya sabes! ¡Para entrenar necesito mis piernas!
Seng acercó su rostro al de ella y con ese brillo plateado opaco le dedicó una sonrisa sádica que se grabó en su mente junto con las siguientes palabras:
—Eso crees tú.
Fuera por la sangre o la amenaza, Airys palideció y con ello la mínima cantidad de concentración que debía tener para mantener a Terry en este plano de la realidad.
—Tch, ni siquiera puedes soportar la presión —dijo Seng.
—Cá-cállate. Mataste a Hojita, me tratas mal y me haces doler la cabeza… —Airys inició a llorar por culpa de la frustración, el dolor y la tristeza. —¡Tú me odias!
—Eso no es verdad, esa hada no está muerta.
—¡¿En serio?! —Airys recuperó parte del brillo de su cara.
—Claro, los espíritus no mueren, solo le destroce el cuerpo que le diste. —Seng se soltó la pierna de Airys y prosiguió con la caminata pospuesta.
—¿Eh? ¿Por qué no me bajas ya? —Airys todavía estaba de cabeza atrapada por la sombra de Seng.
Seng no le respondió.
—¡Oye! ¡Suéltame! ¡Mi cabello está arrastrándose en el suelo! ¡Se va a ensuciar! —chilló y pataleó en vano.
—¡¡¡Bájame!!!
Seng hizo todo lo posible para no reír tan fuerte.
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—Sabes porque estoy aquí —dijo Arkgas —. Y sabes que no estoy feliz.
El lugar se veía muy oscuro y lúgubre, la persona en frente de él era una mujer con cabellos azules y dorados mezclados hermosamente lo cual era opacado por la sangre esparcida encima de este y su rostro.
—Dime Celeana, ¿pensaste que le hacías un favor a tu hija?