Más allá de las estrellas, en un reino escondido tras el velo del desconocimiento, yace la tierra de Uthird, habitada por una variada fauna y seres mágicos. Aquí, nacen individuos con el don de dominar uno o dos elementos, conocidos como atributos, los cuales deben ser entrenados y perfeccionados para su pleno aprovechamiento.
Otros optan por el estudio de la magia, una disciplina que requiere de una técnica especial de respiración para purificar la energía vital y canalizarla en sellos mágicos o varitas que potencian los ataques.
Recientemente, ha surgido una tercera forma de energía: el aura. Esta misteriosa fuerza, vinculada a las emociones más intensas de quien la despierta, solo puede ser dominada por unos pocos privilegiados, limitándose a tres emociones por individuo.
La tierra de Uthird no solo rebosa de belleza y fantasía, sino que también está plagada de peligros. En este mundo unificado por la familia real en un único reino, los llamados entes representan una amenaza para la vida de todos los seres vivos. Estas criaturas de poder descomunal poseen habilidades únicas diseñadas para el combate, como la negación de cualquier daño, la capacidad de viajar entre dimensiones, la creación de materia, la manipulación temporal, la regeneración y muchas otras.
No obstante, un rayo de esperanza ha surgido en este mundo: un guerrero de cabello oscuro y ojos rojos, con el infinito grabado en ellos. Proveniente de otro mundo, aspira a dominar todas las doctrinas mágicas de Uthird. Es portador de una de las armas más poderosas de Uthird y ha sido recién nombrado "deiak".
Después de un arduo viaje en busca de reclamar su título y tras perder lo que más amaba, el guerrero fue llevado de vuelta a su mundo para atar los cabos sueltos antes de concluir su misión.
En medio de la bulliciosa ciudad, dos personas deambulaban por las calles más elegantes. Una de ellas era una joven de esbelta figura, aparentando no más de veinte años, con un aire vanidoso en su caminar. Su cabello negro caía en largas hebras, y sus ojos azules brillaban con intensidad. Vestía un traje negro similar al de su compañero, como si fuera un uniforme, confeccionado en una tela cómoda que permitía movimientos ágiles. El joven, de unos veinticinco años, exhibía una musculatura prominente y lucía gafas de sol. Su paso era serio y su cabello rapado al mínimo, dificultando la identificación de su color. De pronto el chico notó un mensaje en su móvil y avisó a su compañera.
—Verónica, tienes una llamada de la agencia. —Comentó el chico, sin sorprenderse de tener que avisar a su supuesta jefa.
—Vaya, no me digas. —Respondió Verónica con sarcasmo, mientras tomaba su teléfono móvil y respondía la llamada, ignorando el modo "no molestar".
—Verónica, ¿tienes información sobre el paradero de Raiden? —Preguntó la voz del otro lado.
—Elea le declaró la guerra a Raiden y Calibur, así que se fueron a las montañas con Adela y Lucía para entrenar. ¿A qué se debe la pregunta? —Respondió Verónica con desinterés.
—Estamos detectando lecturas similares a los ataques de los entes. Vosotros también recibisteis el entrenamiento de la espada parlante, ¿Me equivoco? —Contestó la voz al teléfono. —Sois los únicos con los que tenemos contacto que pueden, al menos, intentar enfrentarse a la posible amenaza.
—Supongo que podemos intentar enfrentarnos al enemigo en caso de ataque. —Respondió Verónica, con tono inseguro.
De repente, estallaron explosiones, anunciando el inicio de un ataque. Entre el humo, emergieron criaturas similares a tapires pero de diversos colores y tamaños, saliendo de portales oscuros. En medio de la destrucción, se encontraba un hombre montado en una de esas criaturas.
—Qué hermosa destrucción... —Comentó el hombre, con el pelo cenizo y la piel bronceada, vistiendo una gabardina roja y blanca con pantalones cortos grises. —Pronto derrotaré al Deiak y me haré con el diamante de Varah —Anunció, bajando de la criatura y caminando entre los escombros. —Sentíos agradecidos, pues seréis derrotados por Rakku, la criatura de los sueños.
En ese instante, el hombre musculoso sacó una pistola y empezó a disparar contra Rakku, quien convocó otra criatura para bloquear los disparos.
—Vaya, alguien se atreve a desafiarme —Comentó Rakku. En un intento de ataque, Verónica lanzó una patada, pero Rakku lo bloqueó, mientras el hombre musculoso se acercaba para golpear al extraño. Sin embargo, Rakku aprovechó el ataque de Verónica para golpear a ambos y alejarlos.
En las afueras de la ciudad, alguien observaba la destrucción. Sacó de su bolsillo una brillante gema blanquecina con destellos azulados, para luego guardarla y correr rápidamente hacia el lugar.
Mientras tanto, lejos de la batalla, una chica de unos veintidós años, con tono de piel bronceado y pelo gris oscuro orejas y cola de mapache paseaba por la ciudad. Llevaba un manto rojizo que cubría todo su cuerpo.
«Otro ataque ha comenzado. Hoy no estoy de humor para lidiar con ellos...» Pensó la chica al percibir los temblores del ataque. «Todavía no he ideado una estrategia para contrarrestar sus habilidades. Dejaré que otro se encargue de derrotarlos.» De repente, vio a alguien correr a gran velocidad frente a ella, pero notó algo en sus ojos que captó su atención. Quedó anonadada por un instante, pero luego corrió tras él con determinación. «Es él... es mi única esperanza...»
Mientras tanto, en medio del combate, Rakku había arrojado al chico y a Verónica antes de preparar un poderoso ataque aural.
—Deberíais sentiros honrados. Seréis eliminados por la criatura más poderosa. —Comentó Rakku emocionado antes de lanzar su ataque.
Sin embargo, antes de que el ataque pudiera impactar al pequeño equipo, alguien desvió el ataque con gran facilidad. Verónica y su compañero miraron hacia adelante y vieron a su salvador frente a ellos. Era un hombre de unos veintitrés años, con cabello negro y desaliñado que llegaba hasta los hombros. Vestía una gabardina de un tono morado grisáceo, una camiseta negra, un pantalón marrón y zapatos deportivos negros, a su espalda llevaba una enorme espada con una hoja negra con mango y detalles dorados. Tenía una complexión delgada y sus ojos, de un brillante color rojo, tenían un infinito dorado grabado en ellos. El hombre se volteó hacia el pequeño grupo y habló con voz calmada.
—Verónica, Diego, ¿Estáis bien? —Comentó la persona. Verónica quedó anonadada por lo que acababa de ver; sin duda, reconocía a esa persona. Aunque su aspecto era totalmente diferente, seguía siendo reconocible: era Aiden. Verónica asintió ante la pregunta, y Aiden se giró hacia su atacante.
—Vaya, parece que tengo suerte. He encontrado al deiak... —Sin darle oportunidad de terminar su discurso, Aiden golpeó a Rakku en el estómago, haciendo que este vomitara sangre y perdiera momentáneamente el equilibrio. «Es imposible... Un solo golpe...» Pensó Rakku antes de recibir en toda la cara una potente patada giratoria con el talón por parte de Aiden, que lo mandó a volar varios metros. Verónica y Diego se acercaron a Aiden impresionados; llevaba un año entero incomunicado, y sin duda su cambio de aspecto requería una explicación.
—¡Aiden, ¿de verdad eres tú?! ¡Estaba preocupadísima! —Dijo Verónica casi con lágrimas de emoción.
—Llevas tanto tiempo fuera que por poco te quito el puesto —Comentó Diego con tono satírico. Aiden le dio un suave golpe en el pecho y soltó una leve risa.
—Deiak, ¿cómo te atreves a atacarme en medio de mi discurso? —Exclamó Rakku furioso.
—No tengo ni idea de quién eres —Respondió Aiden con tono indiferente.
—¡Eso no importa, ahora debes morir! —Añadió Rakku, para luego subirse a sus bakus y preparar un ataque mucho más devastador que antes. Verónica y Diego estaban aterrados por la enorme energía, pero Aiden estaba muy tranquilo.
—Chicos, confiad en mí —Comentó Aiden haciendo que sus compañeros se calmasen y relajasen tensión.
Rakku lanzó su ataque, pero Aiden rápidamente logró devolverlo con un solo golpe, haciendo que la enorme esfera de aura colisionara contra Rakku, haciendo que desapareciera de la vista del grupo. Verónica y Diego corrieron de nuevo hacia Aiden; Verónica lo abrazó amorosamente y Diego le dio un amistoso golpe en la espalda.
—Nos debes unas cuantas explicaciones —Comentó Verónica sonriente.
—Eso después, pero ahora, ¿Dónde está Raiden? —Respondió Aiden con expresión seria.
—Mientras no estabas pasaron varias cosas, y ahora está entrenando en las montañas con Lucia y Adela —Respondió Verónica, notando cómo Aiden desviaba su mirada. Verónica habló con voz seductora. —¿Qué te pasa, Aiden? ¿No estás contento de verme?
—¡Deiak, no seas cobarde y no huyas de mí! —exclamó Rakku, apareciendo entre algunos escombros. —¡Entregame el diamante de Varah!
—¿Por qué sigue llamándote "deiak"? —Preguntó Verónica, sin entender.
—Dejémonos de cháchara. —Respondió Aiden dando un paso al frente. —Voy a demostrarte lo débil que eres.
Aiden hizo un movimiento rápido, golpeando con su codo a Rakku en el estómago y haciéndolo volar varios metros a gran velocidad, logrando que atravesara a varios de sus bakus. Rakku intentó volver a incorporarse, pero le costaba mantenerse en pie. Fue entonces cuando se percató de la presencia de Aiden justo tras él.
—¿Derrotarme? ¿Tú? No me hagas reír, eres débil —añadió Aiden con condescendencia.
En ese momento, Rakku recordó las palabras de aquellos que decían ser sus compañeros de grupo.
—Es irónico que tú digas eso, Rakku, siendo que eres el más débil de todos nosotros —respondió Malfas.
—Rakku, la criatura de los sueños, usas a los bakkus para compensar el hecho de que no tienes una habilidad como nosotros.
—Por última vez, Rakku, nadie espera nada de ti, pero no podemos permitir que salgas al ataque sin más —afirmó la pequeña mujer con tono enfadado.
—No… No soy débil… ¡No soy débil! —Rakku se giró furioso e intentó lanzarle tierra a Aiden a los ojos, pero Aiden la desvió con facilidad.
—Eso ha sido patético. —Dijo Aiden sin perder su tono de burla.
El anillo rojo de Aiden comenzó a brillar intensamente, y entonces lanzó un ataque de atributo fuego, arrojando a Rakku lejos y llenando varias calles de llamas. Aunque estas no alcanzaron a Verónica y Diego, Aiden había creado sellos de protección a su alrededor.
A pesar del dolor, Rakku logró ponerse de pie, decidido a seguir luchando, pero su cuerpo no respondía como esperaba.
—¡No soy débil! —gritó Rakku, intentando canalizar su Aura para luchar, pero Aiden lo golpeó nuevamente en el estómago, haciéndolo caer inconsciente. Por un momento, Aiden consideró acabar con él, pero recordó una promesa.
—Por favor, jamás arrebates una vida si no es necesario. Todo ser vivo tiene derecho a vivir, pero el deiak tiene el derecho de elegir quién vive y quién muere. – Tras oír las palabras de Maya, Aiden asintió sin dudar.
—No quiero ver tu patética cara por aquí otra vez ¿Entendido? —Dijo Aiden, dirigiéndose a Rakku antes de volver su atención hacia Verónica y Diego. —Verónica, Diego, me retiro.
Aiden se dio la vuelta y se encaminó hacia la que era su casa. Mientras esperaba a que el semáforo cambiara a verde, Verónica y Diego se acercaron de nuevo a él.
—¿Qué te pasa, Aiden? —Preguntó Verónica con tono juguetón.
—Tengo mis razones —Respondió Aiden con expresión sombría. En ese momento, la misteriosa chica mapache llegó al lugar, jadeando.
—Por fin te alcanzo, deiak… —Dijo la chica, contenta.
—¿Quién eres? —Preguntó Aiden seriamente.
—Soy Elea, y he venido a hacerte una oferta —Respondió la chica, acercándose a Aiden con entusiasmo. —Seré tu maestra del aura, pero a cambio, te convertirás en mi perro. Te enseñaré a dominar tu aura y también a usar las técnicas prohibidas: tsenomi, taienome y yuhinomi.
Elea creó un círculo mágico y Aiden dio un paso adelante sin cambiar su expresión seria.
—La personalidad de Aiden ha cambiado mucho, ¿no crees? —Comentó Diego, confundido por lo que estaba ocurriendo.
—Debe haber pasado por mucho para cambiar tanto —Añadió Verónica.
—Ahora entra en el círculo. Recuerda que el incumplimiento del contrato resultará en la pérdida de un ser querido —Advirtió Elea. Aiden ingresó al círculo y Elea extendió su mano hacia él. —Por las leyes de Varah, nuestro contrato queda sellado.
Aiden extendió su mano hacia Elea y ambos entrelazaron sus dedos. De repente, un nudo mágico unió sus manos de tal manera que no podían separarse, luego se desvaneció con un destello de luz.
Lejos de allí, Rakku estaba siendo castigado por sus compañeros. Una mujer mayor de estatura reducida y una joven que apenas aparentaba trece años lo golpeaban repetidamente con un látigo, mientras que un hombre con aspecto de caballo antropomórfico y musculoso, con patas de araña, lo reprendía.
—¡Eres una desgracia, Rakku! ¡Tu imprudencia podría haber expuesto nuestra operación! —Exclamó el hombre caballo.
—No tengas compasión, Silverlight. Dale otros cien latigazos —Ordenó la mujer de baja estatura.
—Como desees, Shax —Respondió la joven. Su voz parecía provenir de un escudo que flotaba a su lado. Este tomó una forma distinta y comenzó a golpear a Rakku con un látigo de energía.
Rakku luchaba por mantenerse con vida, pero el dolor lo dejaba completamente inmóvil.
—Ya lo veréis… Yo seré el más fuerte... —Musitó Rakku entre jadeos, mientras Shax se acercaba con furia.
—¿Es todo lo que sabes decir? —Replicó la mujer, pisoteando su mano izquierda y arrancando la punta de sus dedos. Un grito desgarrador escapó de los labios de Rakku.
Perdiendo sangre rápidamente y con dificultad para respirar, Rakku se volvía cada vez más débil.
—Ya no sirve para nada. Deberíamos matarlo para mostrarle a Elea nuestra ira —Sugirió Shax.
—Ni a Elea le importa su propio hermano, por eso lo abandonó. Es demasiado débil —Agregó el hombre caballo.
—Por favor, Silverlight, pon fin a esto —Pidió Shax, mirando a Rakku con repugnancia. La niña asintió y, con una fuerza aterradora, agarró uno de los pies de Rakku y lo lanzó por los aires, segura de que la caída sería su fin.
Mientras tanto, en las montañas, había un joven de cabello castaño corto y ojos verdes esmeralda. Vestía una camiseta azul y pantalones de chándal negros, junto con zapatos deportivos. Sostenía en su mano una espada de estilo medieval, con un salvamanos decorado con un gran círculo que tenía una pequeña cara en el centro y alas doradas a los lados. El mango estaba envuelto en cuero con detalles dorados. El joven estaba entrenando, cortando varias rocas enormes solo con su espada.
—Bien hecho, Raiden, estás mejorando notablemente —Comentó la espada, provocando que Raiden soltara una risa presumida. —Pronto podremos doblegar a Elea para que haga lo que queramos. —Añadió la espada con un tono lascivo.
—¿Qué estás insinuando? ¡Cállate! —Exclamó Raiden, visiblemente molesto.
Más tarde, en su apartamento, Aiden contempló el atardecer. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había visto, y casi se había olvidado de cómo era. Una vez más, sacó el diamante de Varah de su bolsillo y lo sostuvo entre sus manos, sin intención de romperlo.
—Esta historia aún no ha llegado a su fin...