Aiden había dormido toda la noche debido al agotamiento, y al despertar, no fue necesario que le explicaran la situación; era plenamente consciente de lo que había sucedido y lamentaba no ser lo suficientemente fuerte. Al pie de su cama, encontró una nota que rápidamente reconoció como escrita por la princesa Halia, convocándolo a un lugar apartado al que se dirigió sin demora.
Una vez allí, Aiden se mostró desanimado, como si se tratara de un trámite más que ya esperaba.
—Desde que te fuiste, no hemos sabido nada de la princesa Kaira. —Comentó Halia, sacando de uno de sus bolsillos un lazo rosa que Aiden reconoció como el que la princesa Kaira siempre llevaba en su cola. —Esto es lo único que encontramos de ella. Pero la esperanza aún no está perdida. En tu búsqueda de los anillos elementales, ayudaste a mucha gente, no solo a nosotras, las princesas. Es por eso que toda la gente de Varah cree en ti, en la leyenda del deiak. —Explicó Halia, entregándole a Aiden el lazo de la princesa Kaira mientras él mantenía su expresión imperturbable. —Fui enviada por las Hespérides para traerte de vuelta a Varah; nuestro reino te necesita. El sello que contenía a Efialtes se ha roto, la guerra de los entes ha regresado. Debes volver a Varah, pero no sin antes derrotar a los entes en tu mundo. Cuando derrotes a tus enemigos aquí, se abrirá la puerta a Varah.
—Pensaba que el mundo era más simple... que podría superar cualquier desafío... Que si me esforzaba, siempre sería suficiente. —Dijo Aiden, reconociendo que la situación lo sobrepasaba y comenzando a dudar de sus propias capacidades.
La princesa posó su mano suavemente sobre el hombro de Aiden y le habló con ternura.
—Si es paz lo que deseas, prepárate para la guerra.
—Una espada es mala compañía... pero el camino es tan largo... —Respondió Aiden, aún dubitativo.
—Confía siempre en tu espíritu —Contestó Halia, colocando su mano sobre el pecho de Aiden, notando que, como sospechaba, el corazón de Aiden latía más lentamente.
Mientras tanto, en su escondite, Paimon contemplaba los tres tesoros que habían logrado obtener durante su estancia en ese mundo.
—¡El momento ha llegado! ¡Elea, te haré conocer la verdadera desesperación! —Exclamó Paimon, con movimientos cada vez más erráticos e imprecisos, reflejando su agitación. —Mi amada Shax, ahora solo quedamos Silverlight y yo, pero con su poder puedo asegurarte que serás vengada.
Mientras esto sucedía, Elea encontró a Rakku para despedirse una vez más antes de que este partiera en su viaje.
—¿De verdad te tienes que ir? —Preguntó Elea de repente, sorprendiendo a Rakku.
—¡Mierda! ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Exclamó Rakku al escuchar a su hermana.
—¿Cómo vas a ir a Varah en ese estado? —Preguntó Elea, preocupada por la condición de su hermano.
—Estoy ciego, eso les dará ventaja a los entes. Es como un reto; mataré a todos los que pueda para absorber su poder.
—¿Sabes por qué nunca te trasplanté una habilidad? —Dijo Elea, acercándose lentamente a él.
—Eso ya no importa. —Respondió Rakku sin mucho interés. Elea llegó hasta él y posó sus manos sobre sus hombros.
—No lo hice porque te quiero… —Elea intentó acercarse a Rakku para besarlo, pero cuando estaba peligrosamente cerca, él la apartó con un suave empujón.
—No jodas… se me pegarán tus gérmenes. —Comentó Rakku con tono tajante. Tras esto, Elea hundió su rostro en el pecho de Rakku.
—Fuiste tú quien me lo sugirió, hacer un trato con ellos. Pensé que con todo ese poder podría proteger Varah… —Dijo Elea con tono dolido. —Pero me di cuenta de que me estaban manipulando, y como resultado, las leyes me castigaron. Ahora tengo un cuerpo débil, y me estoy muriendo poco a poco. —Explicó Elea, incómoda al recordar los aterradores ojos en la oscuridad que la observaban como si fuera una niña ingenua. —Fue entonces cuando se me ocurrió pedir que devolvieran mi cuerpo a la normalidad, solo que esta vez había un precio… y me di cuenta de lo egoísta que fui. —Lágrimas brotaron de los ojos de Elea como una cascada irrefrenable. Sus manos temblaban, aunque ya no sabía si era por el deterioro de su cuerpo o por las emociones que la abrumaban. —Quise romper el contrato, pero no pude, sabiendo que mi ser más querido moriría. Quería dejar de amarte en caso de no poder matar al deiak; si no amaba a nadie, entonces el contrato no afectaría a nadie. Ahora solo me queda esperar a que las leyes me maten. Así, tú y el deiak podrán vivir.
—Soy inmune a esa estúpida cláusula. —Respondió Rakku, dándole la espalda a Elea.
—¡Jamás lo entenderé! ¡Jamás entenderás cómo me siento! —Exclamó Elea, harta de la actitud de su hermano y de su desprecio.
—Ya he perdido el interés en derrotarte. Solo asegúrate de que el deiak llegue a Varah; aún deben derrotar a Silverlight y Paimon. —Comentó Rakku, haciendo una breve pausa. —Oye, hermana, no te mueras. Estoy seguro de que el deiak podrá encontrar la forma de restaurar tu cuerpo. Después de todo, aún necesita tu bendición, así que cuídate. —Las palabras de Rakku tomaron a Elea por sorpresa; hacía mucho que su hermano no mostraba ni la más mínima preocupación por ella. —Una cosa más, no te odio, me eres indiferente. —Dijo Rakku antes de replicar el hechizo que Shax y sus compañeros usaban para viajar a Varah a voluntad. A pesar de verle marchar de nuevo, Elea sonrió. Conocía a Rakku; había renunciado a su amor, pero sabía que, viniendo de él, esa era su forma de expresar aprecio. Elea sonrió felizmente, pero de pronto recordó algo.
—¡Maldita sea, me olvidé de ellos! —Exclamó Elea aterrada.
Raiden aún se encontraba dentro del cubo, intentando meditar para no perder el enfoque en su entrenamiento, pero Calibur no dejaba de molestarlo.
—Día dos desde que Elea nos encerró aquí. Mi compañero ha pasado todo el tiempo pensando en cómo darle un castigo duro y profundo a Elea. Antes decía que le daría diez segundos de ventaja, pero recientemente dijo que le daría en cuatro. —Narraba la espada pervertida, sumida en sus fantasías, mientras Raiden intentaba meditar.
—¿A quién le vas a dar en cuatro, pervertido? —Preguntó Elea, quien acababa de llegar al lugar. —Ya podéis salir, todo salió bien y Aiden ya se encuentra mejor.
Raiden se levantó rápidamente y miró a Elea con furia.
—¡Está bien, lo siento, me olvidé de vosotros! —Exclamó Elea, asustada por la reacción del paladín.
—Yo… yo… —Antes de terminar su frase, Raiden se giró y salió corriendo mientras se bajaba los pantalones—. ¡Ya no me aguanto más! —Elea se cubrió la cara con vergüenza.
—¡Maldita sea, definitivamente no necesitaba ver eso! —Dijo Elea, cada vez más sonrojada.
El día siguió avanzando mientras la princesa Halia exploraba la ciudad, meditando sobre su conversación previa con Aiden.
—¿Por qué... por qué será que en ningún momento el semblante de Aiden cambió? —Se preguntaba. La única imagen que le venía a la mente era la de Aiden manteniendo la misma expresión durante toda su conversación. —Me pregunto si ya lo has visto con tus propios ojos... ¿Cuánto has predicho con los ojos del infinito? —La duda era inquietante, y la posibilidad, aterradora.
Mientras tanto, Aiden y Elea se habían reunido para continuar su entrenamiento, pero Aiden tenía una petición especial.
—¿El Taienomi? Aunque seas tú, me parece demasiado pronto para enseñártelo, pero es necesario para derrotar a Silverlight y Paimon —Comentó Elea, mientras creaba una esfera en su mano, mostrándosela a Aiden. Para su sorpresa, esa técnica ya la había visto antes, en las manos de Efialtes. —El Taienomi se logra al usar tu vía de enlace con la Sacerdotisa del Sol. Recuerda que estarás utilizando directamente su poder; en este caso, estarás combinando la misma cantidad que extraigas con el tuyo. El Taienomi es una técnica de creación y destrucción, una asesina de entes.
Mientras tanto, Raiden estaba tumbado en una tumbona junto a la piscina del edificio. No podía dejar de pensar en la enorme diferencia de poder entre todos y cómo él no había podido intervenir en las peleas más recientes debido a esa disparidad.
—Sé que lo comprendes perfectamente. Si no nos enfrentamos a Elea y a tu amigo, la persona que amas morirá por la cláusula del contrato. Sé que ellos son tus amigos, y lamento haberte involucrado en esto, pero cuando llegue el momento, solo podrás elegir un camino. —Explicó Calibur mientras Raiden permanecía sumido en sus dudas. De repente, alguien se acercó al paladín.
—Lamento interrumpiros, Elea me ha hablado de ti —Era la princesa Halia. Raiden no la había visto antes, pero había oído hablar de su llegada, y por su vestimenta, supuso que era ella. —No pude evitar escuchar el dilema en el que te encuentras. —Al oírla, Raiden bajó la cabeza y miró sus manos con impotencia.
—No sé qué hacer... Estoy perdido. —Respondió Raiden con inseguridad.
—Todos enfrentamos decisiones difíciles. Yo vi dos caminos y creé uno en medio —Dijo la princesa, llamando la atención de Raiden. De repente, un destello brotó de los ojos de Halia. —Tienes una habilidad bastante peculiar —comentó la princesa, intentando contener una sonrisa.
—¿Conoces su habilidad? Dinos cuál es. —Pidió Calibur, asombrado.
—Es una habilidad del tipo autónomo. Se podría decir que tu habilidad es tan poderosa como la de Aiden, o incluso más. Sin embargo, no tiene sentido explicarlo, es más, creo que si lo hiciera, disminuiría su valor. —Explicó la princesa, y Raiden mostró una expresión de evidente decepción. —Solo te diré una cosa: los ideales son solo palabras hasta que luchas por ellos.
Las horas seguían pasando, y Aiden ya había destruido gran parte del terreno utilizado para entrenar.
—Bastante impresionante, Aiden, pero aún lejos del resultado que buscamos. Tsenomi causa múltiples daños en todo el cuerpo, mientras que Taienomi los enfoca en un solo punto. Lo que quiero decir es que Taienomi es un golpe fulminante, concentrado en un solo lugar. —Aiden comprendió e intentó aplicar esa explicación en su siguiente ataque. —Lamento tener que dejarte en medio de nuestro entrenamiento, pero debo hacer algo importante.
—No hay problema. —Respondió Aiden, moviendo su hombro con incomodidad.
Elea se dirigió rápidamente a la ciudad para encontrarse con alguien. Se escabulló en uno de los dormitorios y allí encontró a la princesa Halia meditando. Elea se acercó a ella y la apuntó con los dedos en señal de amenaza.
—¿Interrumpo mi meditación para esto? —Dijo Halia al notar la presencia de Elea.
—Dime, ¿no estarás pensando en decirle a Aiden que fui una princesa? —Preguntó Elea con tono desafiante. Halia soltó un leve suspiro.
—Los secretos cortan más profundo que las espadas. —Respondió Halia, recordando el gran secreto que también le ocultaba a Aiden. —No puedo decirte que lo que haces está mal; yo también guardo un secreto.
—Cuando llegue el momento, se lo contaré. Por favor, no le digas nada. —Suplicó Elea.
—Puedes confiar en mí. —Respondió Halia con tono amable.
Las horas seguían pasando y, por fin, amaneció al día siguiente. En la guarida de los antiguos seguidores de Elea, Paimon aparentaba estar llorando mientras Silverlight se acercaba a él.
—Paimon, te informo que saldré un rato. —Dijo la joven.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿No estarás pensando en irte y abandonarme? ¡No puedes dejarme así con nuestra misión! ¡Te lo prohíbo! —Respondió Paimon con un tono claramente desesperado.
—Paimon, solo quiero salir a estirarme un poco —Respondió Silverlight con tono neutro.
—¡No te creo! Déjame tu escudo; eso será la garantía de que regresarás —Dijo Paimon, su musculoso cuerpo temblando de desesperación, mientras la joven mantenía su calma.
—No veo ningún problema en eso. —Respondió Silverlight antes de irse del lugar.
Mientras tanto, Calibur había obligado a Raiden a vestirlo adecuadamente, incluyendo una pajarita, para que pudiera declararse a Elea.
—¡Por fin me declararé a Elea! ¿Trajiste las flores? —Dijo la espada con gran emoción.
—Sí, aquí las tengo. —Respondió Raiden con indiferencia, mostrando las flores que tenía en la mano.
No pasó mucho tiempo antes de que Elea llegara al parque donde se encontraban el paladín y su regalo.
—Bien, aquí estoy. ¿Qué es eso tan importante que querías decirme? —Preguntó Elea con seriedad.
—Elea, en estos últimos días he notado que has mostrado interés hacia mí y me he animado a pedirte algo. Elea, ¿quieres ser mi novia? —Dijo la espada llena de emoción.
—No. —Respondió Elea con frialdad, dejando a la espada completamente sorprendida.
—Pero todas esas señales… —Comentó la espada, confundida.
—¿Qué señales? —Preguntó Elea, con la misma frialdad.
—Supongo que malinterpreté tus amables gestos —Dijo Calibur, decepcionado.
—¿Qué gestos? —Respondió Elea con tanta frialdad que parecía un golpe directo al hígado.
—Supongo que al menos podemos seguir siendo amigos… —Dijo Calibur, dolido.
—Ni siquiera te considero mi amigo.
—Es aterrador, incluso desde lejos… —Comentó Raiden, anonadado por la increíble frialdad e indiferencia de Elea.
De repente, Elea se acercó a Raiden, dejándolo sin palabras. Observó las flores en la mano de Raiden y las tomó.
—¿Son para mí? —Preguntó Elea, agarrando también el brazo de Raiden. —Después de todo, necesito un día para relajarme.
Mientras tanto, Aiden y Halia paseaban por el parque de atracciones. Aiden encontraba interesante observar las reacciones a veces exageradas de la princesa Halia; aunque en ocasiones le resultaba pesado, la mayoría de las veces le resultaba fascinante. Ya había tenido que explicarle cómo funcionaba la economía en su mundo, así como el uso de tarjetas de crédito y débito, y parte de su sistema de gobierno democrático.
—Mientras estamos aquí en Varah, todos están luchando. Hay partes que ya han sido completamente sumergidas en la oscuridad. Me pregunto qué habrá sido de la princesa Mia. —Dijo Halia en un momento de nostalgia.
Mientras caminaban por el parque, se encontraron con una niña pelirroja de unos trece años, completamente sola, que observaba un escaparate lleno de peluches. Decidieron acercarse y notaron que la niña miraba fijamente un peluche de un zorro con grandes ojos, cabeza grande y cuerpo pequeño.
—Hola, pequeña. ¿Te gustan los peluches? —Preguntó la princesa, notando la curiosidad en la expresión de la niña.
Aiden se adelantó y compró el peluche del zorro, para luego ofrecérselo a la niña.
—¿Te gusta este? Adelante, puedes quedártelo. —Dijo la princesa Halia, observando cómo la niña parecía vacilar un poco antes de aceptar el peluche, aunque lo atribuyó a la timidez. —¿Estás sola por aquí? Si quieres, puedes venir con nosotros.
Las horas pasaron rápidamente mientras los tres disfrutaban de un gran día juntos. Aiden los invitó a helados y a diversas atracciones. Cuando el sol comenzó a ponerse, el grupo se sorprendió de lo rápido que había pasado el tiempo.
—Bueno, pequeña, se está haciendo tarde. Deberíamos regresar a casa; seguro que te están esperando. —Dijo Halia, despidiéndose con un tierno abrazo.
Al caer la noche, algo llamó la atención de Aiden: su teléfono móvil vibró por primera vez en mucho tiempo. Esto lo sorprendió, pero, por supuesto, Aiden revisó el mensaje. Era de Raiden, que quería encontrarse en un lugar que ninguno de los dos había visitado en mucho tiempo.
Una vez allí, ambos se miraron con seriedad. Aiden ya sospechaba de qué quería hablar Raiden, y Raiden lo sabía.
—Si no te vuelves una amenaza, entonces no tendré que enfrentarme a ti, lo que evitaría una violación del contrato. Mi decisión es optar por esa tercera opción. —Comentó Raiden, haciendo que Aiden esbozara una sonrisa.
—¿De verdad crees que podrías ganarme? —Respondió Aiden con tono burlón. Luego, ambos chocaron sus puños. —Que así sea. Si me desvío de mi camino, tú deberás detenerme.
Tras esta breve conversación, ambos miraron el gran edificio semiderruido que tenían a sus espaldas y luego contemplaron la bella vista de la ciudad iluminada.
—¿Recuerdas todo lo que pasó aquí? —Preguntó Raiden para iniciar una nueva conversación.
—Como si hubiera sido ayer. —Respondió Aiden con seriedad.
—¿Aún la echas de menos? —Preguntó Raiden con un tono más serio.
—Siempre. —Respondió Aiden, y luego hubo un breve silencio.
—Yo también. —Agregó Raiden.
Mientras tanto, Silverlight acababa de llegar a su guarida, sonriendo con un adorable peluche de zorro. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, Paimon la atravesó con su regalo.
—Lo he visto todo. No olvides que eres un arma de combate. Con el efecto de mi regalo, heredarás mi voluntad, y mi voluntad es que destruyas al deiak. Acábalo y muere con él. —Dijo Paimon con un tono que demostraba su total falta de remordimientos. —Es irónico que hayas comenzado a desarrollar sentimientos. Eres solo un maldito cadáver, una quimera.