Aiden se despertó al día siguiente y observó a Verónica acercarse sensualmente con poca ropa.
—¿Qué pasa, guapo? ¿No te alegras de verme? —El tono de Verónica dejaba en claro sus intenciones mientras acariciaba cuidadosamente el pecho de Aiden. Él apartó la mano de Verónica y desvió la mirada.
—No me jodas… —Comentó Aiden mientras entregaba su gabardina a Verónica. —Cúbrete con esto. —Verónica quedó sorprendida, obedeció y miró a Aiden con desconcierto.
Aiden procedió a explicarle a Verónica lo que había pasado: su viaje al otro mundo, las personas que había conocido y el amor que había encontrado.
Verónica miró a Aiden impresionada, sin esperar que hubiera conocido a alguien a quien pudiera amar tanto, y mucho menos que llegase a casarse.
—Ya veo… ¿Y cuándo podré conocerla? —La voz de Verónica tembló por un momento, no sabía si era por celos o simplemente preocupación.
—Ella murió. —Respondió Aiden rápidamente, evitando el contacto visual con Verónica.
Un escalofrío recorrió a Verónica al escuchar las palabras de Aiden. Gentilmente, acercó su mano a la de él y la tocó.
—Ya sabes que puedes contar conmigo. —Aiden suspiró ante las palabras de Verónica, y en ese momento alguien llamó a la puerta, atrayendo la atención de ambos.
—A pesar de no haber puesto el pestillo, decidí llamar antes de entrar por si había algo que no debiera ver. —Comentó Elea desde fuera. —Deiak, tenemos que hablar.
—¿No pusiste el pestillo? —Aiden miró a Verónica sorprendido.
—Nadie lo hace. —Respondió Elea encogiéndose de hombros.
Verónica y Diego acompañaron a Aiden, mientras Elea se colocaba frente a él. Aiden sacó la gema del bolsillo de su gabardina y se la mostró.
—Este es el Diamante de Varah. —Comentó Aiden, mientras Elea lo observaba con seriedad, recordando antiguas conversaciones.
—Elea, estás cometiendo un error al abandonar a tu pueblo. —Comentó la princesa Kaira, una de las mayores autoridades de Varah. —Sólo mírate, aquella a la que llamaron la princesa de la misericordia, tus ojos ya no poseen ese brillo.
—Y lo dice quien ha estado ocultando su verdadera identidad todo este tiempo. —Respondió Elea. —Me haré con el diamante de Varah.
—Elea, el diamante de Varah fue creado con las últimas lágrimas de las sacerdotisas. Aunque puedas dar con el ente que se dice puede romper maldiciones, el precio por matar a uno de sus hijos es alto. Usar una de las habilidades guardadas en el diamante reducirá tu esperanza de vida a la mitad como castigo. —Explicó la princesa Kaira. Elea bajó la mirada y apretó el puño.
—Eso no importa. Por eso me llevaré la Calibur. Encontraré al portador y le pediré que pida el deseo de restaurar mi cuerpo. —Respondió Elea con tono enfadado.
—Yo solo debo limitarme a observar. Pero, Elea, ya has cometido un tabú. El deiak deberá matarte para purificar tu alma. —Añadió la princesa Kaira.
—No te equivoques, Kaira. Seré yo quien lo mate.
—Y dime, ¿ya sabes cómo capturar habilidades? —Preguntó Elea con tono serio.
—He presenciado cómo se hace y he estudiado en la biblioteca de las brujas cómo ejecutarlo. —Respondió Aiden.
—Entiendo. Pasaremos a una lección simple. Te explicaré cómo usar tu aura junto con tu fuerza física.
Mientras tanto, en las montañas, Raiden respiraba fuertemente mientras entrenaba una técnica especial que Calibur le había enseñado.
—No te frustres, compañero. Aunque requiera una enorme cantidad de aura, el daño infligido al enemigo es equiparable a la energía de una estrella. —Comentó Calibur al notar la expresión de Raiden.
—A pesar de que solo haya sido una pequeña bola y apenas haya rozado el suelo, el impacto ha sido descomunal. —Añadió Lucía.
—¿Cómo será una de tamaño normal? —Preguntó Adela, mientras ambas chicas observaban el enorme agujero en el suelo, que sin duda era mucho mayor que los provocados por las explosiones de los entes.
Muy lejos, más allá de la ciudad y las montañas, Rakku, malherido, yacía junto a una roca, observando sus manos sin la punta de sus dedos, obligado a contemplar su propia sangre manchando el suelo mientras veía cómo sus fuerzas se desvanecían.
—¿Por qué me tiene que pasar esto a mí…? —Murmuró para sí mismo, recordando las palabras del deiak y de su hermana.
—No busques más poder, nada cambiará el hecho de que eres débil.
—No me hagas reír, eres débil.
—No soy débil… ¡No soy débil! —Gritó en desesperación, negándose a abandonar este mundo sin luchar una vez más.
De repente, Rakku escuchó una voz. Abrió los ojos y solo pudo ver oscuridad, una penumbra absoluta sin muestras de principio o final, solo unos ojos blancos brillantes entre la negrura.
—Así que sois vosotros… —Comentó Rakku mientras miraba los extraños ojos. Otra voz surgió de la oscuridad, haciendo su oferta. Rakku quedó impresionado y, por un instante, examinó nuevamente su cuerpo antes de responder sin vacilar. —¡Sí! ¡No me importa cómo, solo dadme poder! —Extendió sus brazos con emoción. —¡Tomad lo que queráis, pero dadme poder! —La voz habló de nuevo y Rakku gritó de dolor justo antes de ser engullido por la oscuridad.
Mientras tanto, ocultos, los antiguos compañeros de Rakku se encontraban reunidos por nueva posible información.
—Chicos, he encontrado al deiak. —Anunció Shax con cierta emoción.
—¿Estás segura de eso, Shax? —Respondió Silverlight antes de proceder.
—Sin duda, se trata de una chica. Yo misma pude ver cómo lanzaba fuego de sus manos. —Respondió Shax con un tono de júbilo.
—Entonces habría que preparar algo. —Comentó Paimon, el musculoso hombre caballo.
—Ya me he ocupado de eso. En Varah encontré un ente que estaba a favor de nuestra misión y estaba dispuesto a ayudarnos.
A las afueras de la ciudad, dos personas se sentaron exhaustas, ambas con atuendos muy extravagantes, como sacados de otro mundo. Uno era un chico con pelo blanco y adornos brillantes, mientras que la chica a su lado vestía ropas rojas, amarillas y blancas bastante llamativas. Su cabello lila caía hasta los hombros y no parecía ser teñido.
—Sé que le dijimos a Raiden que podía irse mientras nosotros protegemos la ciudad, pero patrullar es demasiado aburrido. —Comentó la chica extravagante, Natira.
—Estoy de acuerdo, además como soy el único que puede volar me toca a mí la parte difícil. —Respondió Olan, el hombre extravagante.
De pronto, Olan fue golpeado con gran fuerza. Natira miró al frente y pudo ver al agresor, una criatura hecha completamente de madera, hiedras y setos, de un tamaño descomunal y con una voz mucho más grave que ninguna otra.
—Deiak, te vienes conmigo.
—¿Nunca te has preguntado por qué las auras reciben nombres de emociones? —Comentó Elea mientras Aiden mostraba cómo utilizaba el aura del valor. Mientras Aiden mostraba su aura, su cuerpo tuvo un leve cambio, unas marcas rojas surgieron en sus manos y se extendieron hasta sus cejas sin llegar a unirse. —Es porque las sacerdotisas perdieron la capacidad de sentir esas cosas y las transmitieron a nosotros. Solo casos especiales pueden acceder a las emociones de las sacerdotisas. Si una persona no tiene maldad, no podrá despertar un aura. En tu caso, Dyrnwyn es lo que te vincula a las sacerdotisas. También es posible lograr la sincronización mediante un deseo. Estos casos son peligrosos, ya que permiten romper los límites de manera brutal. Por último, tenemos los casos de manera natural, aquellos que cumplen los requisitos de manera convencional. —Aiden prestó atención a las explicaciones de Elea mientras se concentraba en su aura. —Solo puedes tener tres auras, una por cada deidad creadora. ¿Ya has despertado tus tres auras?
—¡Un ente se ha llevado a Natira! —Exclamó Olan corriendo y necesitado de ayuda. —¡El ente llamó a Natira deiak y se la llevó!
—Mi maldición… —Comentó Aiden y todos lo miraron extrañados.
—¿Maldición? —Preguntó Verónica extrañada. —¿Qué maldición?
—La muerte es como el viento… Siempre a mi lado… —Comentó Aiden para luego proceder a explicar su maldición, la maldición del condenado, la maldición que le arrebatará a todos sus compañeros. —Es por eso que debéis manteneros lejos de mí. Salvaré a Natira y luego me alejaré.
Aiden corrió rápidamente hacia el interior de la ciudad, donde se encontró rápidamente con el enorme ente.
—¡Oye tú! —Exclamó Aiden llamando la atención del ente. —¡Devuélveme a la chica!
El ente levantó su mano izquierda, mostrando que Natira estaba herida y apenas ofrecía resistencia.
—El deiak es la mayor amenaza para mis señores. He decidido servirles. —Anunció el ente con cierto tono de orgullo.
Aiden se lanzó rápidamente hacia el ente, aprovechando el poder del anillo blanco de su mano izquierda para manipular el aire a su alrededor y volar a gran velocidad, logrando destrozar los brazos del ente y atrapar a Natira entre sus brazos. Sin embargo, el ente logró regenerarse por completo.
—¡¿Qué demonios?! —Exclamó Aiden, ya que él ya había absorbido la habilidad "regeneración".
—Mi habilidad se llama "mejor momento". No importa qué tan letal sea el daño que reciba, puedo llevar mi cuerpo a su mejor momento. —Explicó el ente, justo antes de que de su cuerpo saltaran lo que parecían cientos de bacterias enormes que atraparon a Aiden y Natira. —Este es mi escuadrón de defensa, un grupo de bacterias súper desarrolladas que habitan en mi cuerpo. Ahora ellos disolverán vuestros cuerpos.
Mientras las bacterias cubrían su cuerpo y ocultaban a Natira de sus ojos, Aiden comenzó a recordar. Recordó a todas las personas a las que había visto morir, a todos los amigos que había hecho durante su viaje morir frente a él.
«Siempre tengo que ver a mis amigos morir… Nunca puedo proteger a nadie…» Pensó Aiden, apretando sus puños con determinación. «¡Mientras tenga el poder, no permitiré que nadie más muera!»
De pronto, Dyrnwyn, la espada de Aiden, empezó a brillar de color dorado y envolvió a Aiden en un destello dorado.
Al librarse fácilmente de las bacterias, Aiden había cambiado de aspecto. Su pelo creció y se volvió plateado con algunas mechas azules, su piel tomó un tono más bronceado, su gabardina adquirió un tono grisáceo con algunas correas de cuero por sus brazos, sus ojos se volvieron azules y en su espalda portaba seis alas doradas. Había entrado en la tercera etapa de su forma usando el aura del valor.
A una velocidad increíble, destrozó el cuerpo del ente para luego deshacerse de las bacterias que intentaban disolver a Natira.
—Deberías haber contratado un escuadrón de defensa para el escuadrón de defensa. —Comentó Aiden mientras el ente se regeneraba por completo.
—Sin duda eres fuerte. Mi nombre es Naberius. ¿Cuál es el tuyo? —Dijo el ente, preparándose para el combate.
—Tú puedes llamarme deiak. —Respondió Aiden antes de moverse a una velocidad vertiginosa y volver a destruir el cuerpo de Naberius con increíble facilidad, dejando a Natira en el suelo para que escapase junto con Verónica y Olan. Aiden se giró a Verónica. —Verónica, necesito un favor rápido. —Verónica atendió a la petición de Aiden y asintió. Aiden alzó el vuelo y Verónica y Natira quedaron impresionadas.
—Aiden tiene las alas de un ángel… —Dijo Verónica impresionada. —Esto es lo que significa ser el deiak.
Al escuchar a Verónica, Natira quedó impactada mientras recordaba las palabras de Calibur de hace unos días.
—Y ese es el motivo por el cual debemos ir a otro mundo conocido como la tierra de Uthird. Mientras más tiempo pase, nuestro enemigo se vuelve más poderoso. Debemos eliminarlo antes de que aprenda a dominar los Ojos del Infinito. —Explicó Calibur.
Pero de repente, Elea llamó la atención de todo el grupo.
—Jamás podréis vencer al deiak. El nivel que tenéis es demasiado bajo.
Naberius lanzó un ataque directo, pero Aiden logró bloquear su ataque con una sola mano para luego elevarse más en el aire con sus alas y lanzar un poderoso ataque de fuego, generando un área completamente llana. En ese momento, Aiden alzó su mano izquierda y el anillo marronáceo que llevaba en su meñique izquierdo empezó a brillar.
—No sé qué estés tramando, pero no funcionará. —Comentó Naberius antes de saltar y realizar un golpe de martillo para enviar a Aiden contra el suelo. Aiden logró incorporarse fácilmente y recibió una llamada de parte de Verónica.
—Aiden, la organización ya me ha confirmado que la ciudad está evacuada. ¿Ahora qué? —Preguntó Verónica algo confusa.
—Alejaos todo lo que podáis. —Respondió Aiden antes de volver a aprovechar el poder del anillo marronáceo de su mano izquierda para cubrirse por completo. Sin entender bien lo que sucedía, Verónica miró hacia arriba y vio cómo un enorme meteorito estaba a punto de caer sobre el ente Naberius.
—Esa postura de antes era porque estabas atrayendo un meteorito… —Sin tiempo para esquivarlo, Naberius intentó sostener el meteorito, pero daba igual cuánto se regenerase, su cuerpo siempre acababa destrozado.
—Los mataré a todos, no importa lo que me cueste, acabaré con todos. —dijo Aiden mientras esperaba su inevitable victoria.
—Sin duda eres el ser más peligroso de todos. —Dijo Naberius justo antes de que el meteorito acabara con su vida instantáneamente.
Más tarde en el día, Aiden se fué de nuevo a las afueras de la ciudad para mirar el atardecer, cuando de pronto, llegó Verónica para hablar con Aiden.
—Hola, guapo. —Dijo Verónica con tono coqueto.
—Deberías mantener distancia. —Respondió Aiden rápidamente.
—Creo que lo que haces es admirable. No solo nos proteges contra los entes, también luchas contra tu maldición. —Añadió Verónica para luego abrazar a Aiden por la espalda. —Ya sabes que estaremos aquí para apoyarte.
Aiden soltó un fuerte suspiro y levantó su mirada para ver a Diego acercarse a ellos.
—Aiden, yo también te seré tan útil como Verónica. —Dijo Diego. Aiden y Verónica le miraron con expresión seria en silencio. —No soy gay.
—Qué bueno que lo aclaraste. —Dijo Verónica girando la cabeza hacia Aiden.
—La verdad, sí me asusté. —Dijo Aiden, agarrándose con un poco más de fuerza a Verónica.
Lejos del lugar, la extraña organización analizaba la situación.
—Parece ser que me equivoqué con mi suposición… —Comentó Shax.
—Y no solo eso, ahora el deiak también conoce nuestra organización. —Prosiguió Paimon. De pronto, un pequeño tapir gris flotante.
—Chicos, mirad esto. —Dijo Silverlight notando la presencia del baku.
—Un baku, entonces el inhútil de Rakku si que cumplió su parte. —Comentó Paimon.
—Dice que ha visto en los sueños del deiak y tiene información crucial. —Tradujo Silverlight, provocando una sonrisa emocionada en sus compañeros.
Aiden había vuelto a la ciudad, Natira consiguió un momento a solas con él para hablarle de Raiden.
—La espada dijo que Raiden deberá matar al deiak ¿De verdad se trataba de tí? —Preguntó Natira con tono serio. Aiden solo asintió. —¿Qué se supone que pasará? —Preguntó Natira sin recibir respuesta. —¿Qué se supone que debe hacer el deiak? —Preguntó de nuevo sin respuesta. —¿Qué harás tú? —Preguntó Natira tomando una postura algo más insegura.
—Cumpliré mi promesa, después me suicidaré. —La respuesta de Aiden impresionó a Natira, no estaba segura de la respuesta que esperaba. —Si muero nadie más morirá por mi culpa.