La espada de Raiden, Calibur, la espada viva, voló hacia Aiden con intención asesina. Raiden, rápidamente, logró detener a Calibur, haciendo que la espada se confundiera ante la situación. Hace tiempo había quedado claro que debían matar al deiak, pero Raiden nunca esperó que la situación derivara en esto.
—Más vale que te calmes… —dijo Raiden enfadado. Mientras tanto, Rakku se puso de pie de nuevo con dificultad, notando cómo de las cuencas de sus ojos derramaba sangre ya que Aiden, en modo soledad, le había arrancado los ojos.
—Deiak, con esto estamos a mano… La próxima vez me aseguraré de absorber tu energía… —Comentó Rakku, no muy seguro de a dónde mirar, y luego usó uno de sus hechizos para teletransportarse. Elea suspiró por el dolor de ver a su hermano irse y Calibur observó el panorama confundido.
—¡¿Alguien puede decirme qué está pasando aquí?! —Exclamó la espada, confundida.
Mientras tanto, en el escondite de los antiguos seguidores de Elea, Silverlight y Paimon recibían a alguien que acababa de llegar al lugar.
—Así que Shax te ha traído a este mundo… Dinos cuál es tu nombre, tu misión y tu habilidad —Comentó Paimon en tono agresivo.
—Mi nombre es Zepar. Tengo la habilidad de purgar, puedo eliminar las habilidades de otros y mandarlas al vacío. Mi misión es purgar las habilidades del deiak y de Elea —Respondió el ente frente a ellos. Zepar tenía un cuerpo similar al de un gorila, con una cola de serpiente en lugar de pies, y portaba una armadura de caballero probablemente robada.
—Comprendo, Shax planea que Silverlight pueda usar esas habilidades —comentó Paimon, mirando a Silverlight con cierto sadismo.
—Aquella vez en la guerra de los entes luché en el bando equivocado… ¿Será que esta vez pueda enmendar mi error? —Murmuró Silverlight en tono bajo para sí misma.
—Ahora que me fijo, tu armadura es muy similar a la de la élite especial de la reina, pero eso es imposible ya que fue el primer flanco enviado a morir —Dijo Zepar, analizando el aspecto de Silverlight.
—La obsesión egoísta de la reina fue lo que inició el conflicto contra los entes. Ahora lucharé por derrocar a la reina y entregarle este mundo a los entes, —Respondió Silverlight, tomando una postura determinada. Sin embargo, su voz, que emanaba de su escudo, no mostraba fluctuaciones emocionales.
Paimon intervino en la discusión para dejar los temas personales a un lado y comenzar a preparar una estrategia para purgar las habilidades de Elea y Aiden.
Mientras tanto, Aiden, Raiden, Elea, Natira, Calibur y Verónica fueron a cenar, ignorando las quejas de la espada compañera de Raiden.
—¡No entiendo cómo podéis estar tan tranquilos comiendo con nuestro enemigo! —Exclamó Calibur, y Raiden arqueó una ceja. —¡¿No te das cuenta, compañero?! En nuestra ausencia, el deiak ha sometido a "melones grandes" y seguramente comprobó su calor con "moradita de fuego"! —Exclamó la espada pervertida.
—No me jodas… —Suspiró Aiden al escuchar las palabras de Calibur. Elea lanzó algo de salsa picante a los ojos de Calibur, que cayó al suelo sin poder limpiarse los ojos.
—Menos mal que ya se cayó… —Comentó Elea, harta de Calibur, y luego se giró hacia Raiden. —Es hora de establecer ciertas reglas.
Elea y Raiden comenzaron a dialogar sobre qué hacer respecto a Aiden, quien decidió ignorarlos e irse a dormir, ya que se encontraba exhausto por lo sucedido a causa de Shax.
De pronto, Aiden pudo oír una voz que emanaba de una oscuridad pura que lo atraía. Luego pudo verse a sí mismo destruyendo la tierra de Uthird en su modo soledad. Más tarde, intentó derribar el escudo mágico que protegía a las sacerdotisas, y de pronto, una luz dorada llamó su atención. En otra dirección se encontraba Efialtes encadenado, y justo después pudo ver a Maya tirando de su brazo.
Aiden se despertó, miró por la ventana y vio cómo los primeros rayos de luz de la mañana se adentraban en la habitación.
—Otra vez puedo ver esas probabilidades… —Dijo Aiden suspirando, para luego mirar al horizonte con una sonrisa. —Maya… espérame un poco más, ya me queda poco… —Comentó Aiden al cielo. Pero en ese momento recordó algo que lo dejó helado.
—Otro problema es que al deiak no se le permite reencarnar, pero no te preocupes, me he asegurado de encontrarte un reemplazo. —Comentó Adar, el segundo deiak. —La maldición solo se detendrá si decides cargarla hasta el final de los tiempos.
Aiden soltó unas leves lágrimas al recordarlo. Si decidía portar la maldición hasta el final de los tiempos, entonces no podría reencarnar junto a Maya. Pero si decidía ceder la maldición, condenaría la vida de Raiden a la soledad y la miseria.
Mientras Aiden tenía su debate interno, Raiden paseaba por el parque con Calibur a su espalda.
—¿Te das cuenta de que si no luchamos contra él, tu ser más querido morirá? —Comentó Calibur, y Raiden apretó los puños en frustración. —La verdadera razón de mi existencia es que soy un plan de contingencia en caso de que el deiak decida destruir la tierra de Uthird. En ese momento, es cuando debo intervenir. Sin embargo, si lo derrotas, tú serías el próximo deiak, y no puedo permitir que esa maldición recaiga sobre ti. —Las palabras de Calibur sonaban cada vez más afligidas. —El portador original de esa maldición se llama Efialtes. Él le pasó la maldición a mi creador, y él decidió pasarla al siguiente. Es por eso que quiero acabar con él lo antes posible, para que no tenga tiempo de pasarte esa maldición.
Raiden escuchó atentamente a Calibur, suspiró y miró al cielo con seriedad.
—Si eso hará que ya no tenga que portar esa maldición, entonces no tengo problema con ello.
Aiden se alistó rápidamente y se marchó; su maldición ya había acabado con la vida de Diego, y no tardaría mucho en afectar a todos los demás. Además, nunca podría reencarnar para vivir una nueva vida junto a Maya.
«Al final, me quedaré solo… Da igual lo que intente, nunca podré volver a verlos… Sin ella, mi mundo es un infierno.» Pensó Aiden con expresión afligida.
La ciudad estaba silenciosa y había poca gente en la calle, algo normal a horas tan tempranas, pero a ojos de Aiden, todo esto parecía una mala broma del destino.
De repente, toda el agua del alcantarillado se descontroló y comenzó a inundar la ciudad. No solo el alcantarillado, toda el agua de los edificios parecía haberse puesto en contra de la ciudad. No era la primera vez que Aiden se encontraba con algo así; seguramente se trataba de alguien con el atributo agua. Aiden utilizó el poder de uno de los anillos de su mano izquierda y localizó al culpable.
Rápidamente llegó hasta donde se encontraba el responsable del ataque, y Aiden quedó paralizado al verlo. Se trataba de un hombre mayor, pelirrojo, de ojos grises. No llevaba camiseta y vestía una capa marrón desgastada de tela de baja calidad, además de botas militares de la guardia real. Aiden sabía muy bien quién era: el coronel Ezpeleta, uno de los militares más poderosos de todo Varah y antiguo maestro de Aiden. Sin embargo, era imposible; Ezpeleta había muerto a manos de Aiden por su traición hace mucho tiempo.
—Aiden Astross, te di una oportunidad para unirte a nosotros y la rechazaste —Dijo el coronel, incluso su voz era la misma que la del coronel. —Atente a las consecuencias.
El coronel Ezpeleta disparó un chorro de agua con su atributo, lanzando a Aiden a una gran distancia. Sin embargo, Aiden logró cubrirse con un sello de protección.
«Coronel Ezpeleta… Usted tiene todo el derecho de matarme, pero… no me iré sin luchar.» Pensó Aiden. Luego comenzó a utilizar el aura de la ira, entrando en su primera etapa. Las escleróticas de Aiden se volvieron negras, sus ojos rojos se tornaron verde esmeralda y el cuello de su gabardina se transformó en un cuello emplumado.
Aiden se lanzó contra el coronel y ambos comenzaron a forcejear en un intenso choque de fuerzas.
—En aquella pelea me derrotaste porque quería que me derrotaras —Dijo el coronel, y luego asestó una patada perfecta a Aiden en la cara, lanzándolo de nuevo por los aires.
Una vez en el suelo, Aiden recordó las enseñanzas del coronel, unas enseñanzas que llevaba grabadas a fuego en su corazón.
—Aiden, he notado en tu técnica que tienes la fuerza suficiente, pero contéstame esto: ¿cuál es tu razón para luchar? —Aiden se mantuvo en silencio por un largo rato —Debes encontrar tu razón para luchar. En el momento en que encuentres tu motivo para seguir luchando y mejorando, nadie podrá detenerte.
Aiden apretó sus puños con fuerza, intentando encontrar fuerzas en su interior sin tener que cambiar de etapa y perder el control. Si entraba en la segunda etapa, su fuerza aumentaría, pero sin la habilidad suficiente nunca podría derrotar al coronel. Aiden tenía mucho que defender, mucho por lo que luchar y una promesa que cumplir. Soltó un potente grito y se percató de que en su espalda habían aparecido unas alas doradas adornadas con llamas muy características, unas alas que Aiden reconoció como las alas de Susaku, uno de los cuatro entes sagrados.
«Jamás pensé que tuviera un tiempo de reacción tan acelerado. Antes de que mi ataque llegara a él, tuvo tiempo de usar los ojos del infinito…» Pensó el coronel, anonadado por el nivel de Aiden.
En ambas manos, Aiden preparó enormes bolas de fuego que lanzó hacia Ezpeleta, de manera que no podría detener ambas. Cuando las bolas de fuego se disiparon, se vio el resultado: los pies del coronel estaban rodeados de tierra, su cuerpo al rojo vivo y Aiden había asestado un tsenomi en su pecho.
«Me inmovilizó con el poder del anillo de tierra… Me atacó con las bolas de fuego para distraerme y aprovechó su inmunidad al fuego para rematarme con el tsenomi… Esos ojos son realmente temibles» Pensó el coronel Ezpeleta, antes de que una explosión siguiera al impacto.
El coronel desapareció de la vista de Aiden, pero este no se preocupó. Aunque el coronel fuera fuerte, era imposible que hubiera sobrevivido a ese ataque. Aiden miró al horizonte, buscando un posible motivo de por qué acababa de luchar con el coronel Ezpeleta. Esa sensación era sin duda la misma que tuvo cuando luchó contra él por primera vez, pero era indudable que lo había matado.
—Un zombi… No, ellos no poseen ojos —Comentó Aiden, recordando la primera vez que había luchado contra un muerto. —Un homúnculo… No, no tendría los recuerdos del coronel. No sé qué está pasando, pero no dejaré que su imagen sea mancillada.
Una vez más, Aiden usó los ojos del infinito para ver todas las posibilidades y pudo reducir sus opciones.
Mientras tanto, Raiden corría por el parque al divisar a Elea junto a un ente.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión, Elea? —Preguntó Zepar mientras juntaba sus manos.
—Me equivocaba. Quería culpar a otros mundos por traer a futuros deiak que fracasaron en su intento, volviéndose los ojos de Efialtes —Respondió Elea con seriedad. Raiden llegó al lugar, pero al no percibir hostilidad decidió no intervenir.
—Vivíamos en paz, pero fue ella quien nos atacó, quien nos convirtió en monstruos. ¿Aun así crees que no merecemos un mundo propio? —Añadió Zepar, indignado por la respuesta de Elea. Elea levantó la mano, dispuesta a aniquilarlo de inmediato.
—Apártate de mi camino, no tengo tiempo que perder —Dijo Elea, pero el ente creó un sello dorado en sus manos y bajo los pies de Elea.
—¡Alto ahí! Si te mueves, purgaré tu habilidad, así que te conviene escucharme. —Exclamó Zepar, y luego notó que un sello dorado también había aparecido bajo Raiden. —Vaya, parece que tu compañero también tiene una habilidad. Podré purgar dos habilidades de un solo golpe —Zepar se rió sádicamente mientras ambos permanecían inmóviles.
Aiden continuó su búsqueda del impostor cuando, de repente, una voz llamó su atención. Era una voz femenina desafiante y elegante, una voz que Aiden conocía muy bien. Al girarse, Aiden la vio: una joven de figura alta, esbelta y atlética, con cabello rubio dorado y ojos rosas, vestida con el uniforme de alto cargo militar de Varah. Aiden reconoció a esa chica al instante; se trataba de Aria, la princesa del viento y una de las mejores amigas que Aiden había visto morir.
—Hola, Aiden. ¿Me echabas de menos? —Era ella, sin duda alguna. Aiden no estaba alucinando, no estaba recordando, no estaba soñando... Ella estaba allí. —¿Por qué no me das un merecido abrazo?
Aiden se acercó a ella, con todas sus extremidades temblando, sin saber si era por tristeza, orgullo o simple vergüenza. Justo cuando Aiden estaba cerca, Aria usó su atributo viento para crear una ráfaga que lo empujó hacia atrás, haciéndole un pequeño corte en la mejilla.
Las lágrimas de Aiden brotaban incontrolablemente. Aria se lanzó hacia él para asestarle un puñetazo en la cara, pero Aiden respondió con un movimiento similar, y ambos se alejaron por la potencia del choque. Uno de los ojos de Aiden adquirió el aspecto característico de su modo ira. Aprovechando el breve momento, vio todas las posibilidades con claridad. Aiden arrancó el diamante de Varah de su cuello y lo introdujo rápidamente en un portal creado con su magia.
—¡No te daré tiempo para usar esos ojos! —Exclamó Aria, y luego procedió a golpear a Aiden a velocidades vertiginosas con gran fuerza. Aiden se dejó golpear mientras entraba inconscientemente en la primera etapa de su modo ira, logrando detener uno de los golpes de Aria y mostrando que no le había causado daño, o tal vez se trataba de su habilidad de regeneración.
—¿Por qué debe ser así? —Dijo Aiden, afligido y al límite de su cordura, mientras seguía forcejeando con una sola mano contra Aria.
—Sé que esto debe ser duro para ti, pero debes entender que no eres más que una herramienta… Y me has fallado. —Respondió Aria, antes de proceder a asestarle múltiples golpes a Aiden con una fuerza abrumadora. Aiden no mostraba signos de querer defenderse; Aria lo usaba como un simple muñeco de trapo, fácil de golpear y difícil de romper solo con golpes.
Mientras tanto, Aiden solo podía recordar todos los momentos felices que vivió junto a Aria: sus peleas, su respeto mutuo.
De repente, Aiden comenzó a liberar una enorme cantidad de aura, entrando en la segunda etapa de su modo ira y alejando a Aria solo con su presencia.
—A pesar de todo, sigue intentando contenerse, pero toda voluntad puede romperse… —Aria analizó la situación y se dio cuenta de su desventaja. —Aunque tengo el aura del amor, no es muy efectiva contra la ira… La felicidad y la templanza serían la mejor opción…
Aiden emergió del intenso destello de aura, y Aria apretó los puños, motivada.
«Bien, aún no se encuentra en la etapa en la que es gigante.» Pensó Aria, cuando de repente Aiden preparó dos enormes bolas de fuego en sus manos.
—Aiden… Otra vez no… —Dijo Aria, aterrada. Aiden lanzó las bolas de fuego, dejando a Aria sin otra opción que correr hacia adelante. Aria optó por avanzar y cayó en la trampa; Aiden se lanzó contra ella y, con un potente puñetazo en la cara, la lanzó con todas sus fuerzas hacia las bolas de fuego, haciéndola desaparecer de su vista.
Aiden no tardó mucho en recuperar su forma original, pero le faltaba el aire, así que se apoyó en una pared cercana y pronto se dio cuenta de que estaba tosiendo sangre.
«Es cierto… Con tanto ajetreo, había olvidado que estoy muriendo…» Pensó Aiden. Pero de repente, algo lo heló: una voz femenina con un toque aniñado, una voz que conocía demasiado bien, una voz que nunca podría olvidar. Al girarse, Aiden vio a una joven de unos diecinueve años. Era pequeña y delgada, notoriamente menos en forma que Aria, pero aún así hermosa a su manera. Sus ojos eran grises y su cabello rubio oxigenado, llevaba un vestido morado con una chaqueta gris y su cabello recogido en una adorable cinta morada. Maya, la persona por la que Aiden seguía luchando, estaba de nuevo frente a él, incluso después de verla morir entre sus brazos.
—Hola, mi cielo. —Dijo Maya mientras Aiden estaba paralizado por la situación. —¿Te encuentras mal? ¿Necesitas un beso? O quizás… ¿Necesitas morir? —Añadió Maya mientras se acercaba a Aiden con un paso suave y tierno. —¿Sabes algo, amor? Hace tiempo te di una muestra de amor al sacrificarme por ti. ¿Por qué no me das una muestra de amor ahora al dejarme matarte? —Dijo Maya con un tono tierno, y de repente creó un poderoso sello de explosión que arrasó con gran parte de los edificios vacíos.
Aiden logró escapar de la explosión y esconderse, pero uno de sus ojos adquirió el aspecto de su modo ira, mientras que el otro reflejó el de su modo soledad, todo debido a la confusión de Aiden.
—Mi amor, ya no te escondas de mí. ¿Acaso ya no me amas? —Dijo Maya con tono juguetón. Aiden intentó ordenar sus pensamientos, pero de repente Maya apareció frente a él. —¡Te encontré! —Exclamó al ver a Aiden. —No puedes esconderte así de mí; te has ganado un castigo.
Maya atrapó a Aiden en una burbuja mágica y comenzó a golpearlo una y otra vez contra el suelo con fuerza, para luego atravesarlo con un rayo mágico que creó con uno de sus sellos.
—¡Basta! —Susurró Aiden, apretando los puños con todas sus fuerzas hasta hacerse heridas en las manos. —¡Ya basta, detente! —Gritó Aiden con todas sus fuerzas mientras liberaba una enorme cantidad de aura en todas direcciones. Su poder era tan abrumador que se asemejaba más a una tormenta que a una persona.
—¿Lo sabías? ¿Cuándo te diste cuenta? —Dijo Maya, anonadada por la reacción de Aiden. De repente, Maya se transformó, revelando que en realidad se trataba de Shax. —Debería darte las gracias; si no hubiera estado al borde de la muerte, no habría descubierto mi habilidad "copia". —Shax mostró un tono de orgullo ante el sufrimiento de Aiden. —Eres realmente patético… Sabías que no eran las reales y aún así no fuiste capaz de atacarme. —Añadió el ente con desdén, mientras observaba el nuevo aspecto de Aiden, totalmente bestial.
El aspecto de Aiden había cambiado nuevamente. Ahora era mucho más grande, y su apariencia era claramente la de una bestia. Sus piernas se asemejaban a las de un cánido, mientras que la parte superior de su cuerpo seguía siendo humanoide, pero mucho más musculosa. Estaba cubierto de pelaje rojo, excepto en el pecho y el abdomen. Su rostro tenía un morro similar al de los perros de raza peligrosa, y su cabello se alargaba hasta casi llegar a la cintura. En su espalda, portaba unas alas membranosas similares a las de un murciélago y ya no llevaba la gabardina que Maya le había regalado.
Shax volvió a tomar la apariencia de Aria, mientras las verdaderas Aria y Maya observaban la situación desde otro mundo.