En los confines del cosmos, en un rincón donde la existencia se desplegaba como un lienzo inexplorado, surgió la consciencia primordial. De la nada, emergió la magia, una energía primordial que se convertiría en el hilo conductor de la creación. El ente cósmico, con una chispa de creatividad divina, dio paso al espacio, los elementos y, finalmente, al tiempo.
Entre experimentos fallidos y destellos de inspiración, nacieron los planetas, cada uno un lienzo en blanco destinado a ser modelado. Las estrellas, como joyas cósmicas, iluminaban el vasto espacio, sus destellos, llevando consigo la promesa de mundos por descubrir.
En este maravilloso escenario, el ente cósmico, el creador de todo, decidió dar vida a algo más que simples cuerpos celestiales. Concibió el alma, un regalo incorpóreo que albergaría la esencia misma de la magia. Pero, al principio, estas almas eran como hojas en blanco, esperando ser impregnadas con significado y propósito.
Fue entonces cuando el creador, en su infinita sabiduría, decidió llenar esas almas con algo más que magia. Creó los elementos: fuego, agua, tierra, viento, rayo, madera, luz y oscuridad. Cada uno tenía su esencia única, una sinfonía cósmica que daba forma a la realidad.
La magia, altamente diluida para no abrumar la creación, fluía a través de estos elementos, impregnándolos con su esencia. El creador, en su búsqueda por completar la creación, decidió experimentar con estos elementos en la creación de planetas. Tierra, gravedad, estrellas y, finalmente, vida.
De esta experimentación nació un universo vibrante, lleno de planetas con sus propias peculiaridades y razas. Razas que, como los guardianes de los elementos, comenzaron como simples seres primitivos, pero que a lo largo del tiempo se elevaron hacia la grandeza.
Y así, en este cosmos titánico, comenzó la historia de mundos aún por explorar, de criaturas por descubrir y de elementos por dominar. Entre los susurros de los guardianes y el eco de la magia, la narrativa cósmica se desarrollaba, dando forma a una novela que trascendería los límites de la imaginación.