Dos días de calma se extendieron sobre la aldea de Viento Verde como un velo sombrío, envolviendo a sus habitantes en un silencio pesado y una tensión palpable. El dolor por las pérdidas sufridas en la batalla aún estaba fresco en los corazones de todos, mientras que el temor a un nuevo ataque pendía sobre ellos como una espada amenazante.
Rac_crak, el valiente líder de los guerreros de la tribu, se encontraba sumido en un abismo de dolor y desesperación. El peso de la batalla y la pérdida de sus compañeros lo habían dejado agotado y abatido, con el corazón lleno de pesar por los sacrificios hechos en defensa de su hogar.
Con pasos cansados y el espíritu abatido, se dirigió hacia donde yacían sus hermanos, gravemente heridos y luchando por sobrevivir. El corazón de Rac_crak se contrajo de angustia al ver sufrir a quienes amaba, su rostro palideciendo aún más ante la terrible realidad que enfrentaban.
Los curanderos de la aldea trabajaban sin descanso para aliviar el sufrimiento de los heridos, pero sus esfuerzos parecían insuficientes ante la gravedad de las heridas. Rac_crak se acercó a ellos con pasos vacilantes, su propio cuerpo marcado por las secuelas de la batalla, pero su mente consumida por la preocupación por sus seres queridos.
Cuando llegó junto a sus hermanos, la vista de su estado casi lo hizo desfallecer. Yu_gi y Yag_gon, sus leales compañeros de armas, yacían pálidos y ensangrentados, luchando por mantenerse con vida. El corazón de Rac_crak se llenó de desesperación y desesperanza ante la impotencia de no poder hacer nada por aliviar su sufrimiento.
Con un suspiro pesado y el peso del mundo sobre sus hombros, Rac_crak se dejó caer de rodillas junto a sus hermanos, las lágrimas brotando de sus ojos cansados mientras sus manos temblorosas buscaban desesperadamente cualquier señal de vida en los cuerpos maltratados de quienes amaba.
La calma antes del infierno se cernía sobre la aldea de Viento Verde, mientras sus habitantes se preparaban para enfrentar una nueva amenaza y luchaban por encontrar la fuerza para seguir adelante, sabiendo que el destino de su pueblo pendía de un hilo.