Tres años después del nacimiento de Henry, la aldea Viento Verde florecía con la presencia del joven que llevaba consigo la marca de los guardianes. Sin embargo, a medida que crecía, también se hacía evidente que su camino sería diferente al de los demás.
Henry, a pesar de su conexión con los elementos, mostraba una debilidad física que preocupaba a la tribu. Su cuerpo frágil y su tendencia a desmayarse cada vez que intentaba utilizar sus poderes dejaban en la aldea un rastro de inquietud y dudas.
En su afán de encajar y ser de utilidad para la tribu, Henry se esforzaba por aprender a controlar su magia elemental. Día tras día, se aventuraba en la práctica, enfrentándose al terrible dolor que se desataba en su interior con cada intento.
La aldea observaba con curiosidad y, en algunos casos, con temor, los esfuerzos de Henry. Conversaciones en susurros y miradas de desconfianza se cruzaban en su camino, pero él persistía, decidido a superar la maldición que parecía pesar sobre él.
Con el tiempo, la tribu comenzó a cuestionar si la diferencia de Henry era, de hecho, una bendición o una maldición. Sus intentos de utilizar su magia, a pesar del dolor insoportable, se convertían en un espectáculo que no todos comprendían. La frustración y la compasión se entrelazaban en las conversaciones de la aldea.
Rac_crak, el padre de Henry, se encontraba dividido entre la preocupación por la salud de su hijo y el deseo de que este encontrara su lugar en la tribu. Conversaba con los ancianos y otros miembros de la aldea, buscando respuestas y soluciones para el enigma que rodeaba a su hijo.
En medio de estos desafíos, Henry, a pesar de sentirse como una carga para la tribu, persistía en su empeño. Las conversaciones con los miembros de la aldea le dejaban claro que su diferencia generaba incomodidad y dudas, pero no permitía que eso lo detuviera.
Cada día que se desmayaba, cada intento fallido, fortalecía su determinación. La conexión con los elementos se volvía más profunda, como si la lucha constante fortaleciera la llama mágica que ardía en su interior.
Así, entre conversaciones, miradas de desconfianza y el inquebrantable deseo de superar sus propias limitaciones, Henry continuaba su búsqueda de aceptación y comprensión en la aldea Viento Verde.