El aire nocturno de Tenryu City estaba en calma, con la luz de los rascacielos reflejándose sobre las calles vacías.
Era una de esas noches donde todo parecía estar en su lugar, donde el bullicio del día se disipaba en un silencio sereno.
Shizuki Tokisaki caminaba con tranquilidad hacia la plaza central, el lugar donde solía disfrutar de su lectura nocturna.
En una mano, llevaba una pequeña bolsa con una porción de pastel; en la otra, un café caliente para aliviar el frío de la noche.
Las farolas iluminaban las calles desiertas con un brillo pálido, mientras la brisa nocturna acariciaba la ciudad en calma.
Shizuki sostuvo su café caliente, disfrutando del aroma mientras caminaba con paso relajado. Pero entonces, un escalofrío recorrió su espalda. Algo no estaba bien.
Fue entonces cuando sintió una anomalía en el aire.
Detuvo su andar y entrecerró los ojos.
A unos metros de distancia, flotando en la penumbra, una criatura nacida de la oscuridad emergía del vacío.
Sus extremidades brillaban con energía oscura en tonos violetas, distorsionando la realidad misma a su alrededor.
Un Nulvoid.
No era el primero al que se enfrentaba. Ni sería el último.
—Tch… Justo cuando la noche era perfecta para leer.
Un suspiro de resignación escapó de sus labios cuando el monstruo se abalanzó sobre ella. Su café cayó al suelo, derramándose sobre el pavimento.
—¡Golden Time!
El tiempo se detuvo.
Las luces de la ciudad dejaron de parpadear. Las hojas de un árbol cercano quedaron suspendidas en el aire.
El Nulvoid quedó atrapado en la fracción de segundo que Shizuki había sellado.
Sin perder tiempo, materializó su pistolón Lancaster Volt y disparó.
El proyectil atravesó a su enemigo, dejando tras de sí un rayo de energía violeta.
El tiempo se reanudó.
La criatura colapsó en un grito mudo, desvaneciéndose en el aire. Victoria instantánea.
Pero algo no estaba bien.
Un dolor sordo palpitó en su cabeza. Su visión se nubló por un instante.
Los efectos de su fragmento... Otro recuerdo perdido.
"¿Qué estaba haciendo?"
Shizuki parpadeó y miró a su alrededor, buscando respuestas entre el caos.
Entonces lo vio: su café en el suelo, la bolsa de la tienda de conveniencia... y el arma en su mano, con el cargador vacío.
—Otra vez olvidé cargar el segundo disparo… —murmuró, revisando los cartuchos con frialdad.
Cada vez que usaba su poder, su fragmento le arrebataba recuerdos, un precio que ya había aprendido a pagar.
Pero entonces, sintió otra anomalía.
Un vórtice de energía oscura se abrió a su lado. Otro Nulvoid.
—¿Otra de esas cosas?
Llevó la mano a su reloj de bolsillo, lista para volver a detener el tiempo, pero antes de activarlo.
—¡Cuidado, Shizuki!
Una voz rompió el silencio.
Giró apenas el rostro al escuchar su nombre, justo cuando el Nulvoid se abalanzaba sobre ella.
—¡Golden Time!
Esta vez, no dudó.
Materializó su espada en un destello, y con una estocada cargada de electricidad, atravesó a la criatura.
El Nulvoid desapareció sin resistencia.
Y entonces, lo sintió.
Un sonido suave, casi imperceptible, resonó en su mente. Un tic-tac.
Pero su cabeza no dolía. No había vacío alguno.
Al contrario, una calidez desconocida la envolvió, como si el tiempo, por una vez, no hubiera venido a cobrar algo… sino a devolvérselo.
Un recuerdo regresó, claro y sereno: un parque, un banco de madera, aves revoloteando entre los árboles.
Ella, de niña, extendiendo la mano con migas de pan. Su abuelo a su lado, sonriendo.
"El tiempo nunca se detiene, Shizuki. Pero podemos hacer que cada segundo valga la pena."
Abrió los ojos de golpe.
Esto… no era normal.
—¡Shizuki... oye!
Una voz familiar la trajo de vuelta. Touma Kisaragi estaba frente a ella, sosteniéndola con cuidado.
Su expresión era de alarma. Genuina.
Un estremecimiento recorrió su cuerpo. No era solo el contacto físico… era algo más.
Algo profundo. Algo que vibraba dentro de ella.
Su piel se erizó. Y por primera vez en años, su fragmento no le arrebató nada. Al contrario, algo parecía encajar en su interior.
—Tú eres… ¿Kisaragi?
Retrocedió un paso, desconcertada. Su cuerpo reaccionó antes que su mente.
Su poder siempre le había costado recuerdos. Nunca le había devuelto uno.
—¡E-Espera! —Touma alzó las manos en un gesto pacífico—. Perdón por sujetarte, parecía que ibas a desmayarte. ¿Estás bien?
Shizuki lo miró. Su corazón latía distinto. No por el esfuerzo de la pelea… sino por algo más.
Algo en él resonaba con su existencia.
—Kisaragi…
El tic-tac de su reloj seguía, constante, como si marcara un segundo que no debía existir.
Sus labios se entreabrieron, pero no dijo nada. Su mano se posó sobre el reloj.
Sintió el metal frío. El sonido persistía.
Y finalmente, como un susurro:
—¿Quién… eres?