El sol se desvanecía en el horizonte, tiñendo el cielo de un naranja rojizo. En la lejanía, el retumbar de la batalla llenaba el aire, el sonido de espadas chocando, gritos de guerreros, y el constante rugido de magia desatada. La escena estaba teñida por la destrucción, pero lo que más destacaba era la presencia de dos figuras que avanzaban en medio de este caos.
Uno era un hombre alto, de apariencia solemne, con ojos que reflejaban siglos de conocimiento. Su cuerpo irradiaba una energía imparable, un aura inmortal que nunca dejaría de brillar, incluso en medio del caos. Wú Jìn, proveniente del desaparecido Reino de los Inmortales, había caminado por más de mil batallas, pero esta era diferente. Su misión no era simplemente vencer a sus enemigos, sino capturar algo que, según las leyes de los dioses, no debería existir: un niño nacido de un dios y un demonio, un ser que desafiaba el orden natural de su mundo.
A su lado, la otra figura parecía tan imponente como él, aunque de una naturaleza distinta. Tiān Wú, la diosa nacida en el Reino de los Dioses, cuyo rostro reflejaba la serenidad de las estrellas. Su poder era vasto, pero su alma, aunque fuerte, nunca había sido tan probada como en este momento. La lucha no solo era física, sino moral. Estaba aliada con Wú Jìn no por deseo propio, sino por mandato del consejo de los cinco reinos, que dictaban la captura del niño que, según ellos, amenazaba el equilibrio del universo.
Ambos caminaban en silencio, la tensión palpable entre ellos. No había palabras. No hacía falta. Sabían lo que debían hacer: capturar a ese niño y destruir cualquier amenaza a la paz celestial.
En el campo de batalla, las fuerzas enemigas eran claras. Seres poderosos, como guardianes de otras facciones, luchaban para proteger al niño. Algunos eran demonios enviados por el mismo padre del niño, mientras que otros, inexplicablemente, eran enviados por el consejo de los cinco reinos para evitar que el niño cayera en manos de los dioses. Estaba claro que había facciones que no deseaban que ese niño naciera bajo las leyes de los reinos celestiales.
"Vienen." La voz de Tiān Wú fue suave, casi como si el viento mismo la estuviera trayendo desde el pasado. Ella había sentido la presencia del niño, esa energía particular que lo rodeaba. Era como si todo el campo de batalla estuviera alineado con la presencia de él.
Wú Jìn no contestó. Su mirada estaba fija en el horizonte, donde las sombras de los enemigos se acercaban rápidamente. Era solo cuestión de tiempo antes de que comenzaran a pelear. Y aunque era un inmortal, la batalla sería ardua. El niño era un reto incluso para él. La misión era sencilla, pero la complicidad del destino lo hacía todo más oscuro.
De repente, una explosión de energía cortó el aire, y el sonido de un grito resonó a través del campo. En ese instante, el enemigo había hecho su movimiento. Una figura envuelta en energía oscura apareció entre las ruinas. Un ser al que ni los dioses ni los demonios podían subestimar. Era uno de los guardianes más poderosos del niño, con la capacidad de manipular el espacio y el tiempo a su alrededor.
"¡No permitiré que se lleven al niño!" El guerrero gritó con furia, y al instante, una onda de choque se desató, enviando a Tiān Wú hacia atrás con fuerza.
Wú Jìn se adelantó, su rostro sombrío pero determinado. "No podemos permitirnos fallar."
En el instante siguiente, ambos desataron su poder sin reservas. Tiān Wú conjuró un torrente de luz celestial que iluminó el campo de batalla, enfrentando a los enemigos que se acercaban. Mientras tanto, Wú Jìn se desvió hacia el guerrero oscuro con una velocidad casi inhumana, su espada desenvainada brillando con una intensidad cegadora. El choque de sus espadas resonó en el aire, y aunque Wú Jìn no perdió la compostura, sabía que cada golpe debía contar.
La batalla continuaba, pero su misión era clara: capturar al niño, al hijo de un dios y un demonio, antes de que el caos se desatara por completo.
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Flashback: El Encuentro
Años antes, cuando las estrellas aún eran jóvenes y las leyendas no se habían forjado, Tiān Wú y Wú Jìn no se conocían. Eran dos seres de mundos distintos, condenados a caminar por caminos separados. Pero un destino inquebrantable los unió en esa misión. Mientras luchaban en ese mismo campo de batalla, la conexión entre ellos creció. No solo compartían el mismo objetivo, sino una extraña atracción. El destino, en su forma más cruda, les mostró lo inevitable.
"¿Por qué luchas?" La pregunta de Wú Jìn cortó el aire, mientras su espada atravesaba a un enemigo.
"Porque el equilibrio debe ser mantenido." La respuesta de Tiān Wú fue firme, pero había algo más en sus ojos. Algo que no podía explicarse con palabras.
La batalla avanzaba, pero era más que solo un enfrentamiento. Era la construcción de una historia que ambos no sabían aún que cambiaría sus vidas para siempre. Un amor que nacería entre el caos, la lucha y el destino.