El aire estaba cargado de tensión mientras el grupo avanzaba por los desfiladeros del Reino Demoníaco. Wú Jìn lideraba la marcha con pasos firmes, su espada colgada a la cintura, mientras Tiān Wú lo seguía de cerca. Aunque sus ojos generalmente reflejaban serenidad, esta vez una leve preocupación se asomaba en su mirada, sin poder evitarlo. La misión no iba a ser fácil, y todos lo sabían. La atmósfera estaba impregnada de peligro, y la calma solo parecía ser una ilusión temporal.
Hóng Lei, caminando al final del grupo, no dejaba de quejarse.
—¿Por qué siempre soy yo quien cuida la retaguardia? Podría estar al frente, partiendo demonios en dos.
Tiān Wú le lanzó una mirada burlona, aunque con un toque de ironía en su voz.
—Porque alguien tiene que asegurarse de que no nos sorprendan por detrás, Lei.
De repente, un grito resonó entre las sombras, y una horda de demonios menores emergió con rapidez, atacando con salvajismo. Wú Jìn reaccionó de inmediato, desenvainando su espada y bloqueando el primer golpe que venía directo hacia él.
—¡Formación defensiva! —ordenó con voz grave, mientras repelía a los enemigos con rápidos y certeros movimientos.
Hóng Lei, animado por la acción, se adelantó con una sonrisa desafiante.
—¡Por fin algo de acción!
Con un rugido de batalla, dio un tajo brutal, partiendo en dos a uno de los demonios. Mientras tanto, Tiān Wú, desde su posición, extendió las manos con destreza, creando una barrera luminosa que repelía a los enemigos que intentaban acercarse.
—¡Lei, cúbreme el flanco izquierdo! —gritó Shēn Qí, quien luchaba con su lanza, moviéndola con tal destreza que parecía un rayo entre los demonios.
—¡No me des órdenes, Qí! ¡Yo sé lo que hago! —respondió Lei con arrogancia, aunque sin perder un solo movimiento.
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El líder demoníaco finalmente apareció, su figura imponente emergió de entre las sombras. El ambiente parecía detenerse en ese instante.
—Así que los dioses han enviado a sus perros a invadir nuestras tierras —dijo con voz grave, su mirada llena de desdén. —No llegarán más lejos.
Wú Jìn lo miró con calma, su espada en alto, listo para el combate.
—No estamos aquí para causar destrucción innecesaria. Solo queremos respuestas.
El demonio rió con sarcasmo, mostrando sus colmillos afilados.
—¿Respuestas? ¿Creen que somos simples peones que obedecen sus órdenes? Si quieren algo, tendrán que ganarse el derecho a ello.
Sin previo aviso, el demonio cargó con increíble rapidez hacia Wú Jìn. Las espadas chocaron con un estruendo que resonó por todo el desfiladero.
Tiān Wú observó con atención desde su posición, su mirada alternaba entre su compañero de combate y el líder demoníaco. Aunque confiaba en Wú Jìn, una sensación inquietante comenzaba a calar en su pecho.
—Esto no es solo una pelea —murmuró para sí misma—. Hay algo más detrás de esto.
Mientras tanto, Hóng Lei y Shēn Qí seguían combatiendo contra los demonios menores, sus movimientos sincronizados a pesar de la enemistad que los separaba.
—¡Qí, detrás de ti! —gritó Lei, lanzando una daga que se clavó en el pecho de un demonio que intentaba emboscar a su compañero.
—No esperaba que me salvaras, Lei —respondió Qí, con una sonrisa irónica, mientras remataba al demonio con un golpe certero.
—No te acostumbres —replicó Lei, girando hacia otro enemigo.
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La batalla alcanzó su clímax cuando Wú Jìn logró desarmar al líder demoníaco, quien cayó de rodillas, derrotado. Sin embargo, antes de que Wú Jìn pudiera dar el golpe final, Tiān Wú intervino, colocando una mano sobre su hombro.
—No lo mates. Aún puede sernos útil.
El líder demoníaco, mirando con furia a Wú Jìn, levantó la mirada con una mezcla de rabia y respeto.
—¿Por qué no acabas conmigo, dios?
Wú Jìn guardó su espada con determinación, sin perder la calma.
—Porque prefiero que hables. Dinos dónde están Tiān Dì y Mo Yīng.
El demonio dudó un momento, pero finalmente habló.
—Han cruzado hacia las Montañas del Viento Negro. Pero no serán bienvenidos allí, ni por ustedes, dioses.
Tiān Wú asintió lentamente, con una expresión seria.
—Eso lo decidiremos nosotros.
El demonio dejó escapar una risa amarga mientras el grupo retomaba su camino, sin mirar atrás.
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A medida que avanzaban por el desfiladero, Tiān Wú, aún procesando lo sucedido, llevó su mano hasta su vientre. El gesto no pasó desapercibido para Wú Jìn, quien lo observó en silencio. La tensión era palpable, y aunque él había notado el gesto en otras ocasiones, ahora algo en su interior se removió con fuerza.
—¿Te encuentras bien? —preguntó con preocupación, ralentizando el paso para caminar a su lado.
Tiān Wú le sonrió, aunque la sonrisa no alcanzó sus ojos.
—Sí, solo estoy cansada. Pero no podemos detenernos ahora.
Wú Jìn asintió, aunque el sentimiento de inquietud no lo dejaba. Sabía que lo que venía era mucho más peligroso. Lo que había comenzado como una misión de captura, se estaba convirtiendo en algo mucho más grande y complicado. Algo que pondría a prueba no solo sus habilidades, sino también sus corazones.