El sol comenzaba a descender, tiñendo los cielos de tonos naranjas y violetas. En el pequeño pueblo de Tianque, donde el tiempo parecía moverse con calma, Jian Zú y Ling Hua decidieron aventurarse más allá de los límites que solían recorrer. No era algo que hicieran con frecuencia, pero aquella tarde había algo diferente en el aire, una sensación de curiosidad que los llamaba.
Ling Hua, con una sonrisa serena, observó a su esposo mientras ajustaba una pequeña bolsa al hombro.
Ling Hua: "No solemos caminar hacia el este a estas horas. ¿Qué dices? Tal vez haya algo interesante allá."
Jian Zú, siempre dispuesto a complacerla, asintió con una leve inclinación de cabeza.
Jian Zú: "Hoy parece un buen día para explorar. Quién sabe qué podamos encontrar en esos senderos olvidados."
Con esa pequeña decisión, ambos se internaron en el bosque cercano al pueblo. Los árboles altos y robustos se mecían suavemente con la brisa, sus hojas cantando un murmullo que acompañaba sus pasos. Caminaban despacio, disfrutando de la tranquilidad, pero algo pronto llamó su atención.
Un ave de plumaje brillante apareció en el horizonte, deslizándose con gracia por el aire. Sus plumas rojas destellaban bajo los últimos rayos del sol, y las puntas plateadas brillaban como si estuvieran forjadas en metal puro. Era Zhuque, una criatura que, según las leyendas, solo aparecía en momentos cruciales para guiar a los perdidos.
Ling Hua, al verla, dio un paso atrás, sorprendida.
Ling Hua: "¿Es posible? Jian Zú, ¿es eso lo que creo que es?"
Jian Zú, igualmente atónito, apenas pudo asentir mientras seguía los movimientos del ave con la mirada.
Jian Zú: "Es Zhuque... Nunca había visto a uno tan cerca. Es raro que se acerque a lugares como este."
El ave parecía flotar por el aire con una intención clara. Dio un par de vueltas en el cielo, como si quisiera asegurarse de que los dos lo observaban, y luego descendió lentamente hasta posarse sobre una rama cercana. Desde allí, soltó un suave canto, un sonido que parecía resonar directamente en el corazón de los dos humanos.
Ling Hua: "Creo que quiere que lo sigamos."
Sin cuestionarlo más, comenzaron a caminar tras el ave. Zhuque avanzaba con calma, asegurándose de no perder a sus acompañantes. Los llevó más y más adentro del bosque, a un lugar que ni siquiera los más viejos del pueblo mencionaban. Allí, los árboles se volvían más espesos, y la luz del sol apenas lograba filtrarse entre las copas. El silencio se hacía cada vez más profundo, roto solo por el sonido de las pisadas y el ocasional canto del ave.
Finalmente, llegaron a una cueva oculta tras una cascada. El agua caía con fuerza, pero Zhuque voló a través de ella sin vacilar. Jian Zú y Ling Hua se miraron, sus ojos llenos de preguntas, pero también de una sensación extraña de confianza.
Ling Hua: "Si Zhuque nos ha traído hasta aquí, debe haber una razón."
Con cuidado, cruzaron la cascada y entraron en la cueva. La temperatura bajó de inmediato, y una leve luminosidad azulada iluminaba las paredes, como si la misma roca emitiera una luz suave. Ling Hua sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero lo ignoró mientras avanzaba.
En el centro de la cueva, rodeados de pequeñas piedras brillantes, estaban dos bebés. Sus figuras parecían casi irreales, envueltas en un aura de calma y misterio. Uno de ellos, con cabello azul plateado y ojos cerrados, tenía una marca en la frente que parecía representar un dragón y un fénix entrelazados. El otro, con cabello rojo y un mechón blanco, también dormía tranquilamente, su frente marcada con un símbolo que combinaba un tridente y el Yin Yang.
Ling Hua, con lágrimas en los ojos, se arrodilló frente a ellos.
Ling Hua: "Son... hermosos. Pero, ¿cómo llegaron aquí? ¿Por qué están solos?"
Jian Zú observó a su alrededor, buscando alguna señal que explicara la situación, pero no encontró nada que pudiera aclarar el misterio. Finalmente, se acercó a su esposa y colocó una mano sobre su hombro.
Jian Zú: "Sea cual sea su origen, no podemos dejarlos aquí. Zhuque nos trajo por una razón."
El ave, que ahora estaba posada sobre una roca cercana, emitió un suave sonido, como si estuviera de acuerdo.
Ling Hua recogió al bebé de cabello azul plateado, mientras Jian Zú tomaba al de cabello rojo. Ambos parecían tan ligeros como una pluma, pero al mismo tiempo, su sola presencia transmitía un peso profundo, como si cargaran con algo más grande que ellos mismos.
Ling Hua: "¿Qué haremos ahora? No podemos regresar al pueblo con ellos sin que todos hagan preguntas."
Jian Zú miró hacia la salida de la cueva, pensativo.
Jian Zú: "Primero debemos cuidarlos. Luego decidiremos qué hacer. Pero por ahora... ellos son nuestra responsabilidad."
Con los dos bebés en brazos, los padres adoptivos comenzaron su regreso, sintiendo que algo en sus vidas acababa de cambiar para siempre. Y aunque no podían explicarlo, sabían que estos pequeños no eran niños comunes. Algo más grande, algo que escapaba a su comprensión, estaba en marcha, y ellos eran ahora parte de ello.