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Susurros del abismo (Remake)

🇨🇱Leight_
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Synopsis
"El Rey de la mafia transmigra a un mundo de fantasia" Luther ha vivido toda su vida en las sombras de la desesperación, la depresión lo lleva a volverse una persona violenta, cambiando asi su vida y convirtiendose en el rey del bajo mundo. Pero cuando todo parece ir bien, algo impensable sucede. En lugar de encontrar el exito, es traicionado por su mujer y cuando esta a punto de morir es transportado a Aether, un mundo regido por la magia, criaturas fantásticas y misterios. Mientras lucha por entender este nuevo mundo y su propio poder, Luther se enfrenta a una revelación inquietante: posee una afinidad rara y temida con el mana oscuro. Empieza a escuchar susurros a su alrededor que lo hacen tomar acciones violentas. ¿Por qué? ¿Qué secretos esconde Aether, y qué conlleva este poder que posee? ¿Es Luther una amenaza para este mundo o su salvador? Y lo más aterrador de todo: ¿quién es realmente él?
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Chapter 1 - El Comienzo del Fin

Hay un dicho que siempre me decía mi padre "La verdad es más extraña que la ficción", realmente pensé que era una de esas cosas que solían decir nuestros padres para hacernos aprender una lección, aunque ahora realmente me doy cuenta de lo sabio que era mi padre…

"Eventos reales pueden ser mucho más ridículos que los de una historia de ciencia ficción", jajaja…

Ahora me da risa lo cruda que es la realidad, yo como muchos nací en la pobreza, debido a que nací en un país tercermundista y vivía en un orfanato pobre realmente no muchas personas con las que hablar, eran épocas oscuras, los niños del orfanato eran maltratados diariamente y forzados a trabajar para el dueño, la gente sabia lo que sucedía pero nadie hacia nunca nada por cambiarlo, ya que el cuidador tenia contactos con el bajo mundo y realmente todos los que vivían en la zona temían de el y sus trabajadores, que constantemente hostigaban a las personas y robaban su dinero.

Yo era solo un niño pequeño y débil, mi padre nos había abandonado a mi madre y a mi antes de que naciera, mi madre intento sobrellevarlo y mantenerme sola, pero el dolor que sentía era muy fuerte, constantemente abusada de mi, insultándome y golpeándome, culpándome por la ida de mi padre, a mis 8 años mi madre decidió dejar este mundo y irse a mejor vida, ese día recuerdo que llegaron unos hombres a buscar dinero de mi madre y al encontrarla muerta me llevaron a mi. Desde ese día tuve que vivir un infierno en el orfanato, ya que era mucho mas débil que los demás, era intimidado constantemente por los cuidadores, así como por mis mismos compañeros que me despreciaban.

Los días pasaban en una monotonía de abusos y silencios, un círculo vicioso que aprisionaba tanto a niños como a cuidadores. Había aprendido que el dolor no siempre provenía de un golpe; a veces, nacía de la indiferencia, de la risa sorda que resonaba en el comedor mientras yo me acurrucaba en una esquina y de las miradas que atravesaban mi cuerpo como si no existiera.

Con el tiempo, empecé a escuchar voces, creo que la soledad me hizo reconfortarme a mi mismo. Empecé a hablar con Twilight, aunque no sabia quien era, sabia que era parte de mi, siempre estaba conmigo y era el único que me apoyaba, siempre conversando y jugando conmigo para evitar que me sintiera solo.

Twilight se convirtió en mi único amigo, una sombra en mi mente que susurraba cuando las noches eran más frías y el hambre más insoportable. Al principio, lo atribuía a la desesperación, a una mente de niño buscando compañía donde no la había. Pero con el tiempo, comprendí que Twilight era más que un consuelo. Era una extensión de mi voluntad, una voz que no conocía el miedo ni la rendición.

Mientras los otros niños reían en su ignorancia cruel o se acurrucaban bajo las sábanas rotas, yo escuchaba a Twilight hablarme de cosas que no entendía, de fuerzas invisibles y secretos escondidos en los pliegues de la oscuridad. "No todo lo que ves es todo lo que hay", me repetía, y sus palabras resonaban en mi mente, abriendo caminos que nunca imaginé recorrer.

Una noche, cuando las ratas peleaban en el rincón más oscuro del cuarto y los cuidadores se ahogaban en su propia risa alcohólica, sentí a Twilight más cerca que nunca. Me susurró algo que parecía flotar en el aire: "¿Cual es tu mayor miedo, Luther? No es el dolor, no es la soledad. Es que el mundo siga igual, que todo lo que eres se pierda en el olvido". Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y por primera vez entendí que ese miedo no era solo mío. Era nuestro.

Twilight me pregunto esa noche: "¿No quieres ser poderoso?"

"Que es eso... ser poderoso" le respondí con inocencia

"Ser poderoso, Luther, es tener el control que te arrebataron. Es no volver a temerle a nadie. Es hacer lo que te apetezca, sin pedir permiso."

La idea se deslizó por mi mente como un veneno dulce. Imaginé por un segundo lo que sería caminar por esos pasillos sin la constante sensación de peligro, sentir la piel caliente por algo más que el latido del miedo. Pero incluso entonces, una parte de mí se resistía. Era un niño todavía, aunque Twilight me hacía sentir como algo más.

"¿Y cómo… cómo lo consigo?" 

"Empieza por vengarte de los que te lo han quitado todo. Mira alrededor, Luther. ¿Qué ves? Se ríen mientras tú te mueres de hambre. Vengate de ellos..."

La respiración se me hizo pesada. Los sonidos del orfanato, el crujir de las camas desvencijadas y el murmullo de los cuidadores borrachos, se fundieron en un zumbido distante. En ese momento, Twilight me empujó con una intensidad arrolladora, y sentí una oleada de calor recorrerme, como si una chispa se hubiera encendido dentro de mi pecho.

"Matalos a todos Luther", susurró Twilight. "Se libre"

Con un paso inseguro, me levanté de mi rincón. El cuarto estaba oscuro, salvo por un rayo de luz que se filtraba por la ventana rota, proyectando sombras alargadas que bailaban en la pared. Mis pies descalzos no hicieron ruido mientras me deslizaba por el pasillo. Sabía exactamente dónde estaban los cuidadores: uno en la oficina al final del pasillo, y otro, el más cruel de todos, roncaba en la pequeña sala que hacía de comedor.

El cuchillo de cocina oxidado que había escondido semanas atrás parecía más pesado en mi mano de lo que recordaba. "No estoy seguro de esto Twight...", pensé, pero Twilight contestó al instante: "Hazlo por ti Luther, para ser libre."

Empujé la puerta de la oficina con suavidad, y el chirrido oxidado hizo que el hombre alzara la cabeza, confuso. Sus ojos tardaron un segundo en enfocar, pero para entonces yo ya estaba sobre él. No hubo palabras. El cuchillo penetró su pecho con un sonido húmedo, y la sorpresa en su rostro se congeló en una mueca muda. Lo vi caer, sus manos temblorosas intentando inútilmente detener la sangre que se esparcía como un río oscuro por su camisa.

"El siguiente", ordenó Twilight, y mi cuerpo obedeció antes de que mi mente pudiera reaccionar. El segundo cuidador apenas tuvo tiempo de abrir los ojos antes de que sintiera la hoja en su garganta. Fue rápido, casi silencioso. Sus ojos se encontraron con los míos por un instante, y vi el reflejo de lo que me estaba convirtiendo: un depredador.

El orfanato estaba dormido, pero los ecos de mis acciones resonaban en mi mente como un tambor de guerra. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que el amanecer trajera preguntas y gritos. Sin mirar atrás, corrí por el pasillo, mi respiración era un rugido en mis oídos. La puerta trasera estaba entreabierta, y el aire frío de la noche me golpeó la cara con la fuerza de una bofetada.

"Corre, Luther. Corre y reclama lo que es tuyo", susurró Twilight mientras mis pies golpeaban la tierra seca y los ladridos de los perros rompían el silencio. La oscuridad se cerró detrás de mí, pero por primera vez en mi vida, la sentí como un abrazo, no como una prisión.

El frío de la noche se clavaba en mi piel como agujas, pero la adrenalina mantenía mis pasos rápidos, ligeros. Corría sin rumbo, guiado solo por el deseo de dejar atrás el orfanato y el eco de mis crímenes. El aire estaba denso, y los ladridos de los perros parecían perseguirme, aun cuando me adentraba en las sombras de la ciudad.

Pero en mi desesperación, mis pies se engancharon en una piedra suelta, y antes de darme cuenta, caí al suelo, raspándome las manos contra el pavimento. Dolorido, levanté la mirada y me encontré con la figura de un hombre enorme. Era un gran hombre de hombros anchos y piel curtida, vestido con un abrigo oscuro que parecía absorber la luz a su alrededor. Su rostro, casi completamente oculto bajo una barba espesa, apenas reflejaba emociones, pero sus ojos me estudiaban con la intensidad de un depredador evaluando a su presa.

"¿A dónde crees que vas, mocoso?" Su voz era grave, profunda, y parecía resonar desde el fondo de su pecho.

Intenté levantarme, pero mi cuerpo se negaba a moverse. Los pies me temblaban de puro agotamiento y miedo, y me quedé allí, arrodillado frente a él, jadeando como un animal acorralado. Aquel gigante me observó en silencio un instante y, tras una pausa, esbozó una sonrisa apenas perceptible.

"Pareces un perro asustado… pero me gusta esa mirada," murmuró, agachándose para mirarme de cerca. "Dime, chico, ¿Por qué estabas corriendo así?"

No supe qué responder. Aun así, mis labios se movieron, y lo único que logré articular fue la verdad: "Venganza. Yo… quiero ser poderoso."

El hombre soltó una carcajada que retumbó en el callejón y me miró con una expresión mezcla de curiosidad y aprobación. "Venganza, ¿eh? Bien, La venganza y el poder son buenos amigos. Tal vez tengas agallas después de todo." dijo mientras se reia a carcajadas.

Sin decir más, me tendió una mano. Sus dedos eran gruesos y fuertes, la mano de alguien que había trabajado y peleado durante años. "Levántate, muchacho. No te prometo que te convertirás en alguien poderoso, pero te enseñaré a sobrevivir."

Sin entender muy bien qué estaba sucediendo, acepté su ayuda, y en un solo movimiento me levantó del suelo. Aquel hombre, cuyo nombre aprendería luego que era Salvatore, el jefe de una poderosa facción criminal, me llevó consigo. No dijo mucho aquella noche, pero a partir de ese momento, mi vida cambió para siempre.

Los días en el orfanato se convirtieron en un recuerdo lejano. Salvatore me acogió como si fuera su propio hijo y me enseñó las reglas del bajo mundo, mostrándome cómo se construía el poder y cómo se mantenía. Aprendí a moverme en las sombras, a usar cada debilidad de mis enemigos como una ventaja. Para él, la lealtad era sagrada, y bajo su guía, desarrollé una habilidad mortal con cuchillos y armas de fuego, aprendiendo que, en la vida que él me ofrecía, la fuerza y el control lo eran todo.

Pasaron los años, y Salvatore me convirtió en su mano derecha. Cada lección que me dio fue una herramienta en mi arsenal, y pronto, la ley del bajo mundo se convirtió en mi ley. Supe cómo negociar, cómo intimidar, y cómo mantener la calma en el caos. Él veía en mí algo que nadie había visto, un líder en potencia. Y yo, con Twilight aún como mi único confidente, me convertí en el hijo que nunca tuvo.

Cuando él cayó enfermo y la oscuridad de la muerte lo empezó a arrastrar, me miró una última vez, y con una voz ya desgastada, dijo: "Luther, ahora todo esto es tuyo. Conviértete en el rey. Hazlo mejor que yo, y recuerda siempre de dónde vienes."

Con esas palabras, Salvatore cerró los ojos, dejándome su legado y un reino de sombras a mi disposición.

En poco tiempo, me hice un nombre. Los que antes dominaban el bajo mundo caían ante mí uno por uno. Y cuando finalmente reclamé el control absoluto, supe que había logrado lo que me había prometido aquella noche oscura: había tomado el poder y había encontrado mi lugar en un mundo donde nadie podía amenazarme jamás.

El bajo mundo era mío, y por un tiempo, creí que el poder sería suficiente para acallar las voces. Pero Twilight nunca callaba; su susurro se hacía cada vez más profundo, como un tambor sordo que retumbaba en el fondo de mi mente. "Peligro", advertía, una y otra vez. Al principio pensé que era solo una sombra de paranoia, un eco de los años pasados en la miseria, cuando cualquier esquina podía esconder una amenaza. Pero conforme pasaban los días, el tono de Twilight se volvía más insistente, casi urgente.

"¿De qué hablas?", le pregunté en un momento de soledad, esperando que, como siempre, Twilight arrojara algún fragmento de sabiduría. Pero esta vez, no obtuve respuestas claras, solo esa palabra repitiéndose como un zumbido sin descanso: peligro, peligro, peligro.

Inquieto, pero sin una razón concreta, decidí ignorarlo. Había aprendido a vivir en constante alerta, y el miedo ya no tenía cabida en mí. No obstante, un instinto desconocido me mantenía siempre vigilante, observando los callejones oscuros y las miradas fugaces de los que me rodeaban, buscando cualquier indicio de que algo iba mal.

Ese día, sin embargo, había un aire denso en la ciudad, como si el mismo concreto supiera lo que estaba por suceder. Salí a la calle con la intención de realizar una de mis rondas habituales, asegurando el control de las zonas que ahora me pertenecían. Sin embargo, apenas puse un pie fuera, una náusea repentina me invadió. El suelo se mecía bajo mis pies, y mi visión se nubló por un instante. Me detuve, confuso, sintiendo un hormigueo en la nuca, una sensación desconocida que me hizo desear haber escuchado mejor las advertencias de Twilight.

Fue entonces cuando escuché el rugido del motor. Antes de poder reaccionar, un auto salió disparado desde una esquina, sus luces brillando con una intensidad cegadora. Intenté moverme, pero mi cuerpo estaba paralizado. El impacto me lanzó al suelo como un muñeco de trapo. Sentí un dolor punzante en cada hueso, pero antes de que la oscuridad me cubriera por completo, alcancé a ver una figura oscura saliendo del auto, caminando hacia mí con pasos decididos.

Cuando volví en mí, un dolor indescriptible me atravesaba el cuerpo. Intenté moverme, pero las cuerdas que sujetaban mis muñecas y tobillos me mantenían inmóvil, clavándome en una silla dura y fría. Las luces de la habitación eran apenas un par de bombillas parpadeantes que iluminaban las sombras que me rodeaban. Podía oír sus voces, risas apagadas y el crujir de sus botas contra el suelo.

Uno de los hombres se acercó, su rostro deformado por una sonrisa burlona mientras empuñaba un cuchillo que reflejaba la tenue luz de la habitación. "¿Ya se desperto la bella durmiente? El gran Luther, quien pensaria que caerias asi de un dia a otro".

Intenté mantenerme firme, mi voz sonando tan fría como el acero que Twilight me había enseñado a empuñar. "Mi gente vendrá por mi, y cuando lo hagan me asegurare de que no vivan mas de esta noche."

Pero, mientras me debatía en la oscuridad, la silueta de un hombre familiar emergió de entre las sombras. Era mi amigo, mi mano derecha, el único en quien había confiado todo. Su presencia me desconcertó por un segundo, hasta que vi su expresión: no había sorpresa ni culpa en sus ojos, solo una quietud calculadora, casi despiadada.

"¿Tú… tú organizaste esto?" Mi voz apenas fue un murmullo, ahogada por la incredulidad.

"Siempre me subestimaste, Luther," dijo él, con una calma que me hirió más que cualquier golpe. "Años a tu sombra, siguiendo tus órdenes, mientras tú acaparabas todo. ¿Y para qué? ¿Para ser siempre tu perro fiel? !¿De que mierda me sirvió todo eso eh?! Siempre el que se llevaba todo el crédito eras tu, pero eso acaba ahora amigo, Hasta nunca..."

La traición era una daga invisible, una que desgarraba más que cualquier arma. Pero él estaba decidido, y mientras se acercaba, sentí un frío definitivo en el aire, como si la muerte misma estuviera en la habitación, esperando pacientemente. Con un movimiento preciso, su mano se levantó, y el cuchillo se hundió en mi costado. El dolor fue agudo, pero la última imagen que vi fue su rostro, observándome sin un rastro de arrepentimiento.

La oscuridad cayó sobre mí, y en ese momento pensé que el final había llegado.

Cuando mis ojos se abrieron, me encontré rodeado por un paisaje que no podía comprender. A mi alrededor se extendía una pradera inmensa, la hierba era alta y de un color vibrante, pero extrañamente opaco, como si perteneciera a otro mundo. Al mirar mejor, noté que no estaba solo. Cientos de personas yacían desmayadas a mi alrededor, esparcidas por el campo como hojas caídas.

Intenté incorporarme, observando los rostros desconocidos de aquellos que yacían en el suelo. La incertidumbre me golpeó de lleno, y, por primera vez, un atisbo de temor se deslizó en mi pecho.

"¿Twilight?" llamé en voz baja, esperando sentir su presencia, sus palabras, su guía. Pero el silencio fue mi única respuesta.

Una ráfaga de viento helado me sacudió, y entonces, en el borde de mi visión, algo se movió. Giré la cabeza y lo vi: una criatura pequeña, de piel verdosa, ojos amarillos y una expresión de crueldad en su rostro anguloso. Su cuerpo encorvado era delgado y retorcido, con manos largas que apretaban un cuchillo oxidado. Sus dientes, afilados y desordenados, asomaban en una mueca perversa mientras me observaba, evaluándome como un depredador que ha encontrado a su presa.

Mis instintos se tensaron, y antes de que pudiera reaccionar, el goblin, que parecía directamente sacado de un cuento de fantasía, lanzó un grito y comenzó a correr hacia mí, con su cuchillo levantado y listo para atacar.