La criatura se lanzo sobre mi, con ese cuchillo oxidado destellando bajo la luz. Mi cuerpo se tensó, cada instinto gritándome que corriera, pero mis piernas seguían atrapadas en el miedo y la confusión. El goblin estaba a un punto de caer sobre mi, sus ojos amarillos clavados en los míos, y su boca llena de dientes afilados se abrió en una sonrisa sádica.
"¿Otra vez... voy a morir otra vez?", pensé. Pero algo en mí se rebeló, algo primitivo y feroz, una chispa que no podía dejarse apagar. "No esta vez," me dije.
Sin pensarlo dos veces, reuní toda la fuerza que pude y lancé un puñetazo directo a su cara. Mi puño se estrelló contra su mandíbula, y el goblin retrocedió tambaleándose, soltando un gruñido de sorpresa y rabia. No había tiempo para pensar; apenas se tambaleó, salté hacia él y le golpeé de nuevo, esta vez en el abdomen, haciendo que soltara un chillido agudo.
Pero la criatura era rápida. Se recuperó y contraatacó con su cuchillo, lanzando una estocada hacia mi costado. Sentí el dolor de una herida superficial, pero no me detuve. Con el cuerpo lleno de adrenalina, agarré su brazo con ambas manos, forcejeando mientras el goblin lanzaba gritos guturales y trataba de liberarse. El cuchillo oscilaba peligrosamente cerca de mi rostro, pero logré empujarlo hacia el suelo con un esfuerzo desesperado.
De repente, mis manos tocaron algo duro y frío en el suelo: una roca del tamaño de mi puño. Sin dudarlo, la recogí y la alcé con todas mis fuerzas. El goblin me miró con sus ojos desorbitados, quizás consciente de lo que estaba por venir, pero no le di tiempo. Lancé la roca directamente contra su cabeza con un golpe brutal.
La criatura dejó de moverse, su cuerpo encorvado y su cuchillo cayendo de su mano inerte. Mi pecho se agitaba mientras lo observaba, intentando comprender lo que acababa de suceder. Miré la roca ensangrentada en mi mano y el cuerpo inmóvil del goblin, y un temblor recorrió mi espalda. Había sobrevivido, pero por primera vez en mucho tiempo, no tenía claro cómo ni dónde estaba.
El silencio que había quedado tras la pelea fue roto por un grito estridente. Una mujer cercana, todavía desorientada, se llevaba las manos a la boca, señalando el cuerpo del goblin en el suelo con horror en sus ojos.
"¿Qué… qué es eso?" gritó, dando unos pasos hacia atrás. Su mirada pasó del cadáver de la criatura a mí, y vi cómo sus ojos se llenaban de temor. Pronto, otras personas a su alrededor comenzaron a despertar, observando la escena con la misma expresión de desconcierto y miedo.
Un murmullo de confusión se extendió entre ellos, y cada vez más personas se apartaban, mirándome como si yo fuera el verdadero monstruo. Sentí sus miradas clavadas en mí, llenas de juicio, mientras retrocedían en todas direcciones. No parecía importarles el goblin muerto a mis pies; lo único que veían era a un extraño con las manos ensangrentadas y una mirada desafiante, alguien que había matado en un abrir y cerrar de ojos.
De repente, un grito desgarrador se oyó a la distancia, un sonido lleno de agonía y desesperación. Al voltear, vi una escena aterradora: en lo alto de una colina, a pocos metros de nosotros, otro grupo de personas estaba siendo masacrado por criaturas similares al goblin que acababa de matar. Los monstruos, verdes y salvajes, con cuchillos y dientes afilados, atacaban con ferocidad, y la gente intentaba huir, pero muchos caían bajo sus cuchillas.
El pánico se apoderó de todos a mi alrededor. Al ver la masacre en la colina, algunas personas comenzaron a gritar y correr en todas direcciones, empujándose entre sí en un intento desesperado por escapar. El miedo y el caos se apoderaron del grupo, y varios me miraron nuevamente, ahora con un odio irracional, como si culparme por lo que estaba sucediendo les diera una falsa sensación de control.
"¡Es culpa de él! ¡De seguro el nos trajo aquí!" gritó alguien, y un par de personas asintieron con la cabeza, el miedo transformando su razonamiento en una espiral de irracionalidad.
Antes de que pudiera responder o intentar calmar la situación, vi algo que me heló la sangre: ocho goblins más, armados con cuchillos y lanzas improvisadas, emergían de entre la hierba alta, sus ojos amarillos brillando con malicia mientras se acercaban lentamente hacia nosotros. Sus gruñidos y risas guturales llenaron el aire, y con cada paso que daban, el pánico en el grupo crecía.
Las personas a mi alrededor comenzaron a correr en todas direcciones, el caos y la desesperación tomando el control. Sabía que teníamos pocas posibilidades de sobrevivir, pero también sabía que, en este mundo extraño, la única opción era luchar.
"¡Vuelvan aquí y peleen, inútiles!" grité, tratando de llamar la atención de aquellos que aún no habían huido. Pero mis palabras parecían perderse en el caos, mientras los goblins avanzaban, ansiosos por desatar otra masacre.
El caos se había apoderado de todos, y yo apenas tuve tiempo de prepararme para enfrentar a los goblins que se acercaban cuando, de repente, el sonido de cascos y acero cortando el aire resonó en la pradera. Desde la distancia, un grupo de figuras brillantes aparecía, avanzando con velocidad y precisión. A medida que se acercaban, pude ver sus armaduras resplandecientes, cubiertas de detalles intrincados que parecían relucir con la luz del sol, como si estuvieran hechas de algún metal especial.
Los caballeros se lanzaron contra los goblins, desenvainando espadas largas y lanzas que destellaban con una precisión letal. Con movimientos rápidos y calculados, masacraron a las criaturas en cuestión de segundos, cortando y derribando a cada uno de ellos sin apenas esfuerzo. Los goblins, que momentos antes avanzaban con una seguridad salvaje, retrocedieron aterrados, tratando de escapar, pero era inútil. Cada uno caía bajo el filo de las espadas relucientes de aquellos guerreros.
Cuando el último goblin cayó al suelo, dos figuras destacaron entre los caballeros. Al frente, un hombre de alrededor de cuarenta años, de cabello oscuro y rostro marcado por la experiencia, avanzó con paso firme. Su armadura, más detallada y majestuosa que la de los demás, estaba adornada con símbolos que parecían antiguos y poderosos. A su lado, una mujer joven y de belleza impactante, con cabellos rubios que caían en ondas sobre sus hombros, emergió desde la retaguardia, sus ojos claros se posaron en el grupo de personas, observando a cada uno con una mezcla de curiosidad y cautela.
El hombre mayor se detuvo frente a mí, bajando su espada con un movimiento despreocupado, como si acabara de terminar una simple tarea. Me miró de arriba abajo y, al notar el cadáver del goblin a mis pies, esbozó una sonrisa astuta.
"Vaya… así que había uno con agallas" dijo, su voz profunda llena de una mezcla de diversión y sorpresa. Soltó una carcajada, y los demás caballeros que le rodeaban rieron con él, aunque sus miradas mantenían un tono de respeto hacia su líder.