El caballero dio un paso hacia atrás, aún con esa sonrisa en su rostro, antes de mirar a sus compañeros y soltar otra risa, esta vez más contenida. Las carcajadas de sus hombres se unieron a la suya, llenando la pradera con un eco de confianza y autoridad que parecía apaciguar el miedo latente entre los demás.
Finalmente, el caballero se volvió hacia nosotros, su expresión transformándose en una mirada seria y firme, sus ojos claros irradiando una autoridad indiscutible, inclinó levemente la cabeza y alzó su voz, fuerte y clara, para que todos lo escucharan.
"Perdonen las risas, viajeros," dijo, con un tono que mezclaba respeto y cordialidad. "Mi nombre es Sir Aldric, caballero de Ethelia. Soy el General del Reino y servidor leal del Reino de Ethelia. Estoy aquí, junto a mis hombres, para encontrarlos a ustedes y ofrecerles protección, conocimiento, y entrenamiento."
Las palabras de Sir Aldric resonaron con fuerza, y algo en su porte daba la impresión de que ningún peligro podía alcanzarnos mientras él y sus hombres estuvieran cerca.
"En este mundo, nada es sencillo," continuó, su tono volviéndose grave. "Pero hoy, bajo nuestra guía, aprenderán lo que deben saber para sobrevivir y prosperar. A partir de este momento, están bajo nuestra protección."
Las personas a mi alrededor comenzaron a calmarse, el temor reemplazado por una mezcla de esperanza y asombro. Algunos se miraban entre sí, como si no estuvieran seguros de si podían confiar en aquel caballero, mientras otros parecían listos para aceptar cualquier ayuda que se les ofreciera.
Un murmullo creciente comenzó a surgir entre las personas. Algunos, recuperándose de la conmoción, empezaron a reclamar respuestas, sus voces llenas de desconcierto y frustración.
"¿Dónde estamos? ¿Qué clase de lugar es este?" gritó un hombre desde el fondo, su rostro contorsionado por el miedo y la ira.
"¡Porque nos trajeron aquí!" añadió otra voz, una mujer que miraba a los caballeros con desconfianza, apretando los puños como si intentara contener su rabia.
Sir Aldric observaba la reacción de la multitud con una expresión paciente, sin perder la calma, mientras los murmullos y las quejas crecían en intensidad. Entre los que reclamaban, algunos parecían buscar algún tipo de consuelo, pero otros miraban a los caballeros como si ellos fueran responsables de su situación. A mi alrededor, la gente intercambiaba miradas de incertidumbre, sus voces subiendo de tono y sus movimientos volviéndose nerviosos.
Yo permanecí en silencio, observando con cautela. Aunque sus palabras parecían genuinas, algo en mi interior me impedía confiar plenamente en aquellos caballeros de armaduras relucientes y en su promesa de protección. Twilight, que había estado ausente desde que llegué a este extraño mundo, parecía ahora un eco lejano en mi mente, un recordatorio de que debía mantener la guardia alta.
De repente, el sonido de pisadas apresuradas se escuchó a la distancia. Un grupo de personas que había corrido en la confusión inicial regresaba ahora, jadeando y con el miedo pintado en sus rostros. "¡Ayuda! ¡Nos está siguiendo!" gritó uno de ellos, su voz ahogada por el pánico.
Antes de que pudiera preguntar qué estaba ocurriendo, vi aparecer detrás de ellos una criatura que, aunque se parecía a los goblins que había enfrentado antes, era más grande y claramente más peligroso. Su piel era de un verde más oscuro, y sus ojos brillaban con una ferocidad que revelaba una inteligencia retorcida. En una de sus manos sostenía un garrote improvisado, cubierto de restos de sangre seca, y sus colmillos sobresalían de su boca en una mueca sádica.
La multitud retrocedió, algunos tropezando entre sí en un intento desesperado por alejarse de la criatura que se acercaba con paso decidido, su gruñido amenazante resonando en el aire. Antes de que pudiera atacarnos, la mujer rubia, que se encontraba junto a Sir Aldric, avanzó con determinación, su expresión completamente tranquila.
Con un movimiento lento y deliberado, cerró los ojos y extendió su mano en dirección a la criatura. Sus labios empezaron a moverse en un susurro, recitando palabras que nadie entendía, un idioma antiguo y misterioso que parecía vibrar en el aire, cargado de energía. La multitud contuvo la respiración, observándola en silencio mientras susurraba el hechizo con los ojos aún cerrados, su voz creciendo en intensidad.
De repente, una chispa de fuego apareció en su palma, creciendo rápidamente hasta convertirse en una bola de fuego incandescente. La mujer abrió los ojos, y sin un segundo de vacilación, lanzó la esfera ardiente directamente hacia el monstruo. La bola de fuego voló por el aire y alcanzó a la criatura en un instante. Un estallido de calor y luz iluminó la pradera, y cuando el destello se desvaneció, el monstruo yacía en el suelo, carbonizado e inmóvil.
La multitud miraba en completo silencio, asombrada y temerosa ante el poder que acababa de presenciar. La mujer rubia bajó su brazo con calma, sin mostrar signo alguno de fatiga. Sir Aldric sonrió con aprobación, observando las reacciones a su alrededor.
"Como pueden ver," dijo, su voz imperturbable, "los peligros aquí son reales. Pero bajo nuestra guía, aprenderán a defenderse. Ahora, ¿alguien más tiene dudas sobre la razón por la que estamos aquí?"
La mujer rubia, quien acababa de lanzar la poderosa bola de fuego, se acercó al grupo con una mirada serena y una leve sonrisa en los labios. Su porte era elegante, pero transmitía una fortaleza que imponía respeto. Al detenerse junto a Sir Aldric, alzó la voz con una calma y claridad que parecían envolver a cada persona que la escuchaba.
"Permítanme presentarme," dijo, su tono amable pero firme. "Soy la princesa Selene del reino de Ethelia. Sé que tienen muchas preguntas y que están confundidos, quizás hasta temerosos. No les pido que confíen en nosotros sin motivo; solo les pido que nos acompañen hasta el reino. Una vez allí, les explicaremos todo: por qué están aquí, qué les espera en este mundo, y cómo podrán vivir la nueva vida que les espera."
Las palabras de Selene parecían calmar el temor en muchos de los rostros que la miraban, y una especie de esperanza se reflejaba en los ojos de algunos. Sin embargo, el escepticismo todavía era evidente en otros, y el silencio tenso se mantenía mientras la princesa nos observaba, evaluando nuestras reacciones.
Sir Aldric, viendo las dudas que aún persistían, se reincorporó a la conversación, mirando a la multitud con una expresión seria y decidida. "Aquellos que deseen nuestra protección, que deseen aprender y encontrar respuestas, sígannos. Iremos al reino de Ethelia, donde estarán a salvo de las criaturas que vagan por estas tierras."
Hizo una pausa, y sus ojos recorrieron el grupo con una intensidad que parecía traspasar las dudas y miedos de cada uno. "Esta zona es peligrosa, y la noche solo traerá más horrores. Si prefieren quedarse, esa es su elección. Pero si buscan seguridad, confíen en nosotros y sigan nuestro camino."
A mi alrededor, las personas se miraban unas a otras, dudosas y divididas entre el miedo a lo desconocido y el instinto de supervivencia. Muchos aún parecían recelosos, pero las palabras de Sir Aldric, junto con la demostración de poder de Selene, pesaban en cada decisión. La idea de quedarse en la intemperie, rodeados de monstruos que apenas comprendíamos, era una perspectiva aterradora.
Yo, por mi parte, me mantenía en silencio, observando. No confiaba plenamente en ellos, pero comprendía que, por ahora, quedarme en este lugar solo me haría vulnerable. Mis ojos se cruzaron brevemente con los de Sir Aldric, quien pareció percibir mis pensamientos, y asintió levemente, como si comprendiera mi dilema.
Poco a poco, los demás comenzaron a dar el primer paso, siguiéndolos con dudas en sus rostros pero resignados ante la realidad del peligro que nos rodeaba. Nadie quería ser el último en quedarse solo, y aunque las miradas desconfiadas se mantenían, todos optamos por seguir al grupo de caballeros y a sus dos líderes hacia lo desconocido, con la esperanza de obtener respuestas y, quizás, encontrar un propósito en este nuevo mundo.