Luther caminaba en silencio, aún procesando lo que acababa de vivir en las duchas. El mal olor de los fluidos negros que le cubrían el cuerpo había desaparecido tras el baño, pero la sensación de estar sucio, de alguna manera, seguía pegada a su piel. Mientras avanzaban por un pasillo oscuro, salieron al exterior, donde el aire fresco golpeó su rostro, pero lo que vio allí le heló la sangre.
Una carroza lleno de cadáveres pasaba frente a ellos, arrastrado por un guardia. Entre la pila de cuerpos inertes, Luther reconoció uno que lo dejó en estado de shock.
"Es él... el hombre que se quejó del guardia...", pensó, asombrado. El mismo hombre que había gritado en el discurso del rey, que había decidido no someterse al proceso de creación de núcleo, ahora yacía muerto, apilado entre otros cuerpos. Su rostro estaba deformado, congelado en una expresión de horror.
Luther, incapaz de contenerse, le comentó esto al hombre que aun lo seguía acompañando. El hombre lo miró por un instante, serio, y luego le señaló con la cabeza algo aún más escalofriante.
"Fíjate bien, muchacho," dijo, señalando con un gesto rápido. "Hay cientos de carrozas como esa."
Luther miró a su alrededor y vio, con horror, que El hombre tenía razón. A lo largo del camino, varias carrozas cargaban más cuerpos, todos cubiertos por sábanas o apilados sin cuidado alguno. Eran los restos de aquellos que no habían podido pasar la prueba de creación del núcleo, o aquellos que habían decidido no participar. Un escalofrío recorrió su espalda.
"Así es como nos ven..." pensó Luther, asimilando finalmente la verdad que había intentado negar. "Solo somos ganado para estos cabrones."
El hombre notó el silencio sombrío de Luther y, con una sonrisa forzada, le dio una palmada en el hombro. "No te preocupes, saldremos de esta." Intentaba sonar optimista, aunque en su voz había una sombra de duda.
"¿Cómo te llamas?", preguntó, intentando desviar la atención del joven.
"Luther," respondió él, apenas capaz de pronunciar su nombre debido al nudo en su garganta. "¿Y tú?"
"Borik," dijo el hombre, mostrando una sonrisa amplia que intentaba restarle peso a la situación. "Un placer conocerte, chico."
Luther asintió lentamente, sin saber qué más decir. Justo cuando estaban por continuar con la conversación, un guardia los interrumpió, guiando al grupo hacia una explanada al aire libre donde se realizaban las pruebas.
Luther y Borik, junto con el grupo de invocados que quedaba, caminaron en silencio hacia la explanada, un amplio campo de entrenamiento al aire libre. La luz del sol se reflejaba en las armaduras de los caballeros que estaban de pie, observándolos desde la distancia. Sus miradas eran evaluativas, frías, como si estuvieran inspeccionando una mercancía que debía cumplir con ciertos estándares.
Un guardia alto, de rostro severo y con una cicatriz que le cruzaba la cara desde la frente hasta la barbilla, se adelantó al grupo. Su presencia era intimidante, y la dureza de su mirada dejaba claro que no habría margen para la compasión o la debilidad. Luther sintió cómo sus hombros se tensaban al notar la disciplina y el desprecio que emanaban de aquel hombre.
"Escúchenme bien, escorias," comenzó el guardia, su voz como un trueno que resonaba en la explanada. "Diríjanse a mi como Capitán Radek, sere su instructor en este primer nivel de pruebas. Han sido traídos aquí por razones que escapan a su comprensión, y sinceramente, me importa una mierda cuáles sean sus opiniones sobre eso."
Radek escaneó al grupo, y sus ojos se detuvieron un segundo más sobre Luther y Borik, como si intuyera alguna chispa de desafío en ellos. Luther se mantuvo firme, aunque el nudo en su estómago se apretaba cada vez más. Radek dio un paso adelante y continuó:
"Todos ustedes han sido sometidos al proceso de creación del núcleo de maná. Esto no significa que sean capaces de controlarlo aún. La mayoría de ustedes no durará ni un día en estas pruebas, pero aquellos que lo logren habrán probado que no seran completamente inútiles. Asi que no se crean la gran cosa por haber sobrevivido ¿Queda claro?"
Un murmullo de asentimiento recorrió la fila de invocados, la mayoría cabizbajos y sin atreverse a mirar directamente al capitán. Sin embargo, Luther, apretó los puños y respiró hondo, lanzando una mirada desafiante hacia el guardia. Radek pareció notar el gesto y esbozó una sonrisa burlona.
"¿Tienes algo que decir?" preguntó Radek, deteniéndose justo frente a Luther, quien le sostuvo la mirada sin vacilar.
"No, señor," respondió, con una voz firme. Pero Borik notó el leve temblor en su voz, una mezcla de indignación contenida y desafío que aún no se apagaba.
Radek se alejó, satisfecho, y comenzó a recorrer la fila de invocados, deteniéndose brevemente ante cada uno de ellos. Luego, alzó la voz y señaló hacia una serie de estructuras dispersas en la explanada.
"A partir de ahora, estarán sometidos a un entrenamiento exhaustivo para fortalecer sus cuerpos y aprender a manipular el maná que ahora corre por sus venas. Este campo de entrenamiento les enseñará lo básico: supervivencia, combate y control de su núcleo de maná. No se equivoquen, este proceso será implacable. Aquellos que no logren cumplir con nuestros estándares serán eliminados."
La palabra "eliminados" dejó una sombra de tensión en el grupo. Algunos de los invocados intercambiaron miradas de terror, y Luther sintió cómo el nudo en su estómago se apretaba aún más. "No podemos fallar aquí," pensó, cada vez más consciente de la gravedad de su situación.
Radek continuó con un tono gélido. "Esta es la última oportunidad que tienen de demostrar que merecen un lugar en Ethelia. Aquí aprenderán a ser útiles, o pasarán a ser una carga que el reino no tiene interés en llevar."
El capitán hizo un gesto a varios soldados, que se adelantaron y comenzaron a distribuir armas y escudos a los invocados. "Las primeras pruebas serán de resistencia y fuerza," explicó Radek. "Ustedes, seres recién llegados, no tienen idea de cómo enfrentarse a los peligros de este mundo, y para la mayoría de ustedes, esta será su primera y última lección."
"Suerte, chico," dijo Borik, manteniendo su característica sonrisa de oreja a oreja. "Parece que esto va a ser más interesante de lo que pensábamos."
Luther, respirando hondo para calmar sus nervios, asintió. Había visto y vivido cosas terribles, pero el temor que sentía ahora era distinto: era el miedo de saber que su vida dependía de cada movimiento que hiciera en este nuevo mundo.